Ideologías individuales o privadas.

Hasta ahora nos hemos referido a ideologías grupales o colec­tivas, pero queremos destacar que existen las ideologías «individua­les» o «privadas» que corresponden a ciertas «filosofías de vida» en el nivel personal, que pueden provenir también tanto de las partes sanas como del sector enfermo de la personalidad. Es como una «filosofía de vida» aplicada a lo cotidiano. A veces suelen ser ex­presiones de conflictos neuróticos. Así, por ejemplo, la «ideología privada» de un paciente consistía en sostener que si lo habían traído al mundo, los padres y por extensión la sociedad entera debían mantenerlo durante toda su vida. Sus dificultades para trabajar y llevar una vida independiente aparecían racionalizadas por ese principio ideológico. Otra paciente parecía asumir una ideología similar al afirmar que, por ser mujer, correspondía que su marido la mantuviera sin que ella tuviese que realizar ningún esfuerzo. Tanto el uno como la otra se ubicaban en un rol en forma tan exclusiva que les impedía el ejercicio de los demás roles y atribuían a dicho rol una serie de características y derechos que hacían a la totalidad de su vida. El ser «hijo-bebé» o ‘mujer-dependiente» parecían constituir no sólo la expresión de una ideología particular, sino también la de una identidad circunscripta a dicho rol.

Freud (4) describió el tipo caracterológico de los «seres ex­cepcionales» que afirman haber sufrido tanto que reclaman el dere­cho de que se los exima de toda clase de exigencias y de que se les acepte que son acreedores a las mayores compensaciones. Ricardo III de Shakespeare responde a esta descripción, como se desprende del siguiente párrafo: «… Yo, groseramente construido… privado de la bella proporción, desprovisto de  todo encanto por la pérfida Naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este mundo… ya que no puedo mostrarme como un amante… he deter­minado portarme como un villano…»

Schilder (13) señala también que toda familia tiene su ideologia privada y puede llegar a cubrir todo el ámbito de la vida. Agrega que el individuo puede llegar a creer firmemente en ideo­logías de muy diversa naturaleza, sin reparar en sus contradicciones. Parte de las ideologías se elaboran por identificación y parte por imitación; emergen de la situación libidinal de la primera infancia y se hallan en íntima relación con las actitudes emocionales del niño frente a sus padres y a otras personas que lo rodean.

Afirma, además, que es innegable que el nivel social del indi­viduo incide sobre su ideología. Toda clase lleva su ideología, que puede ser la propia o ajena. No extrañará que las clases dirigentes y los sistemas imperantes estén interesados en que los niños se impregnen de las suyas cuanto antes. Las ideologías de cada indi­viduo están profundamente arraigadas en su historia vital, que han llegado a cristalizar con un considerable caudal emocional. No obs­tante, las ideologías carecen de la rigidez de las ilusiones y, muchas de ellas, lejos de pertenecer al mundo privado del individuo, son compartidas por grupos, constituyendo el lazo que mantiene en contacto a sus integrantes.

 

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