Por otra parte, de las palabras de Nanda se desprende una declaración de amor homosexual, ya que habla de quemarse ante la posibilidad de separación, como si se considerara la viuda de Chridaman. Esta entrega homosexual constituiría otra evidencia del atentado a su identidad masculina que afecta, indudablemente, la posibilidad de consolidación de su self adulto.
Chridaman, por su parte, había enviado a Nanda a pedir la mano de su amada, utilizando el hecho de que aquél la conocía, porque el día en que había sido elegida «Virgen del Sol», él «la había mecido al sol con sus fuertes brazos»: es decir, la conquistaba utilizando el cuerpo fuerte y admirado de su amigo.
Parecía ser que cada uno de ellos necesitaba de la presencia del otro para completar su identidad. Necesidad ésta, que como ya señalé, podría estar en la base de su relación homosexual latente.
En otras situaciones, Nanda expresaba sus deseos por boca de Chridaman que sabía ponerlos en correctas palabras, como cuando por ejemplo, proponía simplificar el Culto volviendo hacia otro más antiguo. Y resultaba entonces que Chridaman hablaba con palabras correctas y cultas en favor de lo simple y Nanda hablaba, a la manera del pueblo, en apoyo de los brahmanes. Es decir, también en ese sentido había una disociación y ninguno de ellos se sentía integrado en su grupo social, con las consiguientes consecuencias en cuanto a su sentimiento de identidad. Recurrían, también en esta situación, a la identificación proyectiva recíproca para compartir los sentimientos de culpabilidad que derivaban de su rebeldía frente a los dioses (reforma del culto) a la par que mantenían su sometimiento ante ellos.
El clima en que transcurre todo el cuento es mítico y la religión juega un importante papel. No deja de tener trascendencia, por ejemplo entre las motivaciones que llevaron a Chridaman a castrarse, la culpa que experimentaba por los sentimientos que surgieron en él cuando vio a Sita por vez primera y sus fantasías escoptofílicas *.
Chridaman no sólo se sintió excitado como hombre ante la visión de la mujer desnuda, sino que más profundamente quedó impactado ante la perfección e integridad de aquel cuerpo que, en contraste con el suyo, armonizaba tan adecuadamente con su cabeza. Se regocijó de que no pareciera disociado, por lo menos aparentemente, como él. Después de haber apreciado los encantos de su cuerpo «pudieron comprobar que esa encantadora figura no estaba desvalorizada y privada de su significación por un feo rostro, sino que más bien existía unidad, y que la gracia de la cabecita confir¬maba por completo la del cuerpo».
* En un trabajo anterior, Los significados del mirar (9) , destaqué las distintas fantasías inconscientes contenidas en el acto de mirar.