ASPECTOS DINÁMICOS

ASPECTOS DINÁMICOS

Es nuestra idea, pues, que los componentes sensoriales del self, desmantela­dos para poder atravesar la «tranquera» autista, pueden también alinearse sin esfuerzo una vez que están del otro lado. A esta altura, probablemente hemos multiplicado nuestros modelos sin haber ganado en claridad, y nos beneficiaremos si nos dirigimos hacia la dinámica del proceso. Aquí nos enfrentamos con la ten­dencia compulsiva que es tan marcada en estos niños, y nos encontramos sorpren­didos al descubrir ciertos aspectos primitivos de la compulsividad, que en sus for­mas de empleo más sofisticadas no son fáciles de descubrir. El rasgo de la com­pulsividad en general más llamativo es la reiteración del acto, o del pensamiento subyacente, en una serie potencialmente interminable que cesa tan misteriosa­mente como comenzó. El estudio de las neurosis nos ha mostrado claramente cuáles son los factores operativos en ellas, de qué manera la separación omnipo­tente y el control de los objetos inducen ansiedades persecutorias o depresivas, según el grado de crueldad que las motivó. Se puede considerar que la repetición compulsiva expresa la necesidad de un constante control de los objetos, ya que éstos tienden a reunirse, y expresa, por otro lado, la necesidad de servirlos y nu­tridos, ya que el mantenerlos separados (por interferir con los procesos de repa­ración) tiende a dar lugar a su deterioro.

Es evidente, entonces, que en los estados obsesivos hay un interjuego de mo­tivos primarios y secundarios de defensa contra la angustia. Este énfasis en su papel defensivo contra la ansiedad, edípica en primer lugar y luego persecutoria o depresiva, dibuja un cuadro de la compulsividad como mecanismo de defensa, pero oculta sus raíces más primitivas en la compulsión a la repetición. Lo que en su primer período de formulación, el «topográfico», Freud mencionaba como la ‘atemporalidad del sistema inconsciente- (Inc.), en la teoría «estructural» debe referirse al ello. Como ya hemos descrito con cierto detalle, la estimación del tiempo es ciertamente una función del yo. La compulsión a la repetición es el desbordante principio económico del ello, así como el principio de placer-dolor­realidad lo es del yo en su relación con el ello y con el mundo exterior, y como las posiciones paranoide-esquizoide y depresiva lo son en relación del yo con el superyó-ideal*.

La investigación que hizo Freud de la compulsión a la repetición en Más allá del principio del placer es tal vez demasiado especulativa y cosmológica para ser de uso inmediato en la investigación clínica. Necesitamos un anclaje más neurofisiológico para nuestra concepción. Es cuando intenta entender la naturaleza del ello que el psicoanálisis vuelve a acercarse al trabajo de otros

 

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campos de la psicología como los reflejos condicionados, los estudios de los procesos perceptivos realizados por la escuela de la Gestalt, los estudios etoló­gicos y la neuropatología. Cuando el self se desmantela en sus componentes sensoriales debido a la suspensión de la función yoica de la atención, un yo coherente cesa de existir temporariamente; cada fragmento o componen­te se reduce a su estado primitivo, dominado por el ello y por su econo­mía y dinámica. Sugerimos que este primitivismo es esencialmente carente de actividad mental, desmentalizado. Sus eventos no pueden ser considerados como actos mentales y no pueden ser experimentados de ninguna manera que Permita su integración en un continuo de recuerdos, ni como base para la an­ticipación.

Pero el misterio que surge en el estudio de la compulsividad en el neurótico, básicamente qué circunstancias pueden dar fin a la potencialmente interminable tendencia a la repetición, encuentra una posible respuesta en la observación de los estados autistas propiamente dichos. Tanto John (I.W.) como Timmy (LB.) ilus­tran claramente el alto grado de captación sensual del terapeuta que caracteriza la relación transferencial. En nuestro trabajo se hizo muy pronto evidente que era necesario que el terapeuta fuera capaz de movilizar la atención suspendida del niño en su estado autista, para traerlo nuevamente al contacto transferencial. Con este fin, era necesario interpretar constantemente el estado transferencia’ anterior a la caída en el autismo, junto con técnicas aprendidas más intuitivamente del em­pleo de la voz, atención y postura. La última incluye un grado de permisividad con respecto al contacto físico, tocar, mirar, oler y gustar, que uno no permi­tiría fácilmente en el transcurso de un análisis infantil corriente.

Esta disponibilidad corporal directa del analista parece tener un efecto caris­mático por la abrumadora sensualidad oral de los niños. Timmy (J.B.) ponía su boca cerca de la boca parlante del terapeuta y concretamente comía el lenguaje emergente. John (I.W.) miraba a la terapeuta a los ojos o bajo su blusa de la misma manera como escudriñaba a través de la ventana de la escalera. La significación que la terapeuta adquirió como pecho, como objeto parcial, en la transferencia, se estableció en el tratamiento enseguida, y de una manera sensual primitiva, mucho antes de que pudiera tomar una significación más abstracta, y, por supuesto, sor­prendentemente rápido en comparación con la larga y difícil lucha para lograrlo en el transcurso del análisis de un paciente neurótico, adulto o niño.

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