La «intuición femenina». Las mujeres son como un radar receptivo a todos los estímulos del entorno.

La fiesta estaba muy animada cuando John y Sue llegaron. Una vez dentro, Sue miró a John a los ojos y, casi sin mover los labios, le dijo: «mira a esa pareja al lado de la ventana…» John se giró para mirar. «¡No mires! —le susurró ella— ¡Desde luego, eres malo disimulando…!». Sue era incapaz de entender que John se hubiese girado de esa forma tan indiscreta y él no podía entender que ella pudiese ver a la gente de la sala sin tenerse que girar.

En este capítulo exploraremos y estudiaremos las diferencias en la percepción sensorial entre ambos sexos y las implicaciones que ello acarrea en las relaciones de pareja.

LAS MUJERES SON COMO UN RADAR RECEPTOR

Para una mujer resulta evidente cúando otra está preocupada o se siente herida, mientras que un hombre normalmente necesita evidencias físi­cas, como lágrimas, un ataque de nervios o una bofetada en la cara, para poder intuir que algo va mal. Esto se debe a que las mujeres, como la mayoría de las hembras de los mamíferos, están equipadas con unos aparatos sensoriales mucho más refinados que los hombres. En su papel de procreadoras y protectoras de los bebés, las hembras han de percibir los cambios de carácter y de actitud en los demás. Lo que comúnmente se denomina «intuición femenina» es la aguda apre­ciación de los pequeños detalles y cambios en la apariencia o en la conducta de los demás. Es algo que a lo largo de la historia ha descon­certado a los hombres que, cuando intentan esconder algo, siempre son descubiertos.

Un asistente a nuestros cursos explicó que era increíble la vista que llegaba a tener su mujer para descubrir algo que intentaba esconder, pero que esta increíble facultad parecía abandonarla completamente cuando intentaba aparcar el coche en el garaje. Esto se debe a que la habilidad para estimar la distancia entre el parachoques y la pared del garaje mientras se está aparcando es una facultad espacial que se encuentra localizada en la parte delantera del hemisferio derecho del cerebro y que parece no estar muy desarrollada en la mayoría de muje­res. En el capítulo quinto se tratará este tema con mayor detenimiento.

«Mi mujer es capaz de verme un pelo rubio en el abrigo
a 50 metros, pero siempre choca contra la puerta del garaje
cuando aparca el coche».

Como defensoras del hogar, las hembras necesitaban garantizar la supervivencia de su familia y, para ello, debían ser capaces de percibir las pequeñas modificaciones en la conducta de sus retoños, así como cualquier indicio de dolor, hambre, herida, agresión o depresión. Los machos, en su tarea de buscadores de alimento, nunca pasaban dema­siado tiempo en la cueva para aprender a leer las señales corporales o las formas de comunicación interpersonal. Ruben Gur, profesor de neuropsicología en la Universidad de Pennsylvania, empleaba los re­sultados de escáners cerebrales para demostrar que cuando el cerebro de un hombre está descansando, al menos el 70% de su actividad eléc­trica está inactiva. Los escáners de los cerebros femeninos confirmaron que las mujeres reciben y analizan constantemente información de su alrededor. Una mujer sabe todo acerca de sus hijos: conoce a todos sus amigos, sabe cuáles son sus sueños, sus romances, sus temores más ocultos, lo que están pensando, cómo se sienten y lo que están tra­mando. Los hombres apenas se dan cuenta de que hay unas personas bajitas que también viven en la

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