La génesis de los mitos y de los rituales 116

des, que están destinadas a convertir las basuras domésticas en abonos agrícolas. Tanto en un caso como en el otro, el resultado del proceso es demasiado virulento como para que se pueda utilizarlo directamente o en dosis excesivas. Los abonos realmente ricos tienen que ser utilizados con moderación o incluso mezclados con sustancias neutras. El campo que el rey fertiliza si pasa a cierta distancia de él, resultará enteramente quema­do y arruinado si fuera hollado por sus pies.

El paralelismo entre el mito de Edipo y los hechos africanos vistos en su conjunto es estremecedor. No hay un solo tema del mito y de la tra­gedia que no reaparezca en algún lugar. En determinados casos, junto al incesto surge el doble tema del infanticidio y del parricidio, de manera alusiva, por lo menos, como en la prohibición formal que puede separar para siempre al rey de su hijo. En otras sociedades vemos esbozarse todos los desdoblamientos del mito de Edipo. Al igual que el hijo de Layo, el rey de los nyoro tiene «dos pequeñas madres», y el jefe de los jukun dos compañeras que Luc de Heusch relaciona con las precedentes.’6

16. Moro-Naba, film de J. Rouch y D. Zahan. Comité du film ethnographique de l’I.F.A.N. Citado por L. Nakarius, «Du roi magique au roi divin», p. 685, Annales, 1970. No cabe duda de que este paralelismo está arraigado en la presencia arcaica, en Grecia, de una monarquía sagrada de tipo africano. Por legítima, sin embargo, y hasta necesaria que resulte esta hipótesis histórica, frente al mito de Edipo, no cons­tituye todavía una auténtica explicación. Para explicar el conjunto constituido por el mito, el ritual y la tragedia, así como el paralelismo con los hechos africanos, hay que entender el mecanismo real que se disimula obligatoriamente detrás de todos estos monumentos culturales, y especialmente la monarquía sagrada que no constituye ciertamente el término irreductible del análisis: hay que entender el papel de la víc­tima propiciatoria, es decir, la conclusión de una crisis de violencia recíproca en la unanimidad hecha o rehecha contra la última víctima y en torno a ella. En Ambiguité et renversement: sur la structure énigmatique d’Oedipe roi (pp. 1271-1272), Jean­Pierre Vernant reúne, en torno a la obra, un gran número de hechos míticos rituales que sugieren fuertemente la insuficiencia de las concepciones psicológicas reinantes y el obstáculo que constituyen para un desciframiento auténtico del «chivo expiatorio» y de todos los fenómenos asociados: «…S6focles no ha tenido que inventar la pola­ridad entre el rey y el chivo expiatorio (polaridad que la tragedia sitúa en el propio seno del personaje edípico). Estaba inscrita en la práctica religiosa y en el pensa­miento social de los griegos. El poeta se ha limitado a prestarle una nueva signifi­cación convirtiéndola en el símbolo del hombre y de su ambigüedad fundamental. Si Sófocles eligió la pareja tirannospharmakos para ilustrar lo que nosotros hemos lla­mado el tema de la inversión, se debe a que en su oposición estos dos personajes aparecen simétricos y bajo ciertos aspectos intercambiables. Uno y otro se presentan como unos individuos responsables de la salvación colectiva del grupo. En Hornero, y Hesíodo, es de la persona del rey, retoño de Zeus, que depende la fecundidad de la tierra, de los rebaños, y de las mujeres. Si se muestra, en su justicia de soberano, amumón, irreprochable, todo prospera en su ciudad; si se equivoca, toda la ciudad paga la culpa de uno solo. El Crónida hace recaer sobre todos la desdicha, limos y loimos, hambre y peste a la vez: los hombres mueren, las mujeres dejan de parir, la tierra permanece estéril, los rebaños ya no se reproducen. De modo que la solu­ción normal, cuando se abate sobre un pueblo el azote divino, es sacrificar al rey. Si es el dueño de la fecundidad y ésta se calla, es que su poder de soberano está en cierto modo invertido; su justicia se ha convertido en crimen, su virtud en suciedad, lo

Deja un comentario