Sensación y percepción

CAPÍTULO 3

 

Sensación y percepción

 

En los siguientes segundos, algo extraño empezará a ocurrir con el material que estás leyendo. A menudo no nos damos cuenta de que la lectura es un proceso sumamente complejo. ¡Basta una simple alteración en la secuencia normal de las palabras para quedar totalmente confundido!

Como acabas de darte cuenta, para poder obte­ner información del ambiente, para interpretarla y utilizarla, es necesario que esté organizada en las for­mas habituales a las que está acostumbrado.

Nuestro conocimiento del mundo externo —y también de nuestro estado interno— proviene en su totalidad de los procesos químicos y eléctricos que se producen en el sistema nervioso, sobre todo en el cerebro. Esos cambios desencadenan una actividad química, eléctrica o mecánica en los receptores sen­soriales. Tras un complejo procesamiento dentro del sistema nervioso, se inicia un patrón de actividad en ciertas áreas del cerebro. Esta actividad eléctrica la experimentamos en forma de sensación: conciencia

 

 

de colores, formas, sonidos, olores, gustos, etc. Por lo regular se percibe un todo significativo (vemos a Woody Alien, oímos la voz de Paul McCartney, ole­mos una fragancia de un perfume) y no un grupo de sensaciones. Se da el nombre de percepción a la or­ganización de información sensorial en un todo sig­nificativo.

Este proceso se observa en la acción de comer. Cuando alguien pone dos hamburguesas frente a nosotros, los receptores de los ojos envían un mensa-je a nuestro cerebro: las hamburguesas de res están dispuestas entre dos piezas de pan especial, junto con un poco de lechuga. Los receptores de la nariz nos indicarán que también tienen salsa y queso en su in­terior; los receptores de la boca enviarán al cerebro mensajes acerca de los pepinos encurtidos y una sal­sa exquisita. En el momento en que tomamos en las manos este verdadero manjar, los receptores de las manos nos indican que el pan está blando y caliente. Y el cerebro integra toda esta información en una percepción unitaria: se trata de una hamburguesa «Big Mac» (hamburguesa gigante de Me Donald).

En el presente capítulo observaremos más dete­nidamente los pasos anteriores, concentrándonos en cómo cada órgano convierte los cambios físicos en señales eléctricas que envía al cerebro y en cómo la percepción se realiza a partir de esta información. En la última sección examinaremos la posibilidad de obtener información prescindiendo de los sentidos del cuerpo: a través del proceso de la percepción ex­trasensorial.

dolor muscular son todos estímulos para el ser humano.

El estímulo puede medirse en alguna forma físi­ca: por su tamaño, su duración, su intensidad, su lon­gitud de onda y otras características. También podemos medir una experiencia sensorial (al menos, en forma indirecta). Pero estímulo y experiencia sen­sorial no son la misma cosa. Por ejemplo, un mismo bocadillo (estímulo) puede tener un sabor (experien­cia sensorial) para una persona que acaba de comer y otro muy diferente si lleva una semana sin probar alimento. En cambio, la misma experiencia sensorial (las luces intermitentes, por ejemplo) podrían deber-se a estímulos distintos (un golpe en la cabeza o fue­gos artificiales).

A los psicólogos les interesan mucho las relacio­nes existentes entre los estímulos físicos y las expe­riencias sensoriales. Así, en la visión la sensación del color corresponde a la longitud de onda de la luz, mientras que la brillantez corresponde a la intensi­dad del estímulo.

¿Qué relación existe entre el color y la longitud de onda? ¿De qué manera el cambio de la intensidad luminosa influye en la sensación de su brillantez? Se conoce con el nombre de psicofísica al estudio psico­lógico de tales cuestiones. La finalidad de la psicofí­sica es establecer una relación cuantitativa entre los estímulos provenientes del exterior (como la frecuen­cia y la intensidad) y las experiencias sensoriales (tono y sonoridad, por ejemplo) que se producen en la au­dición.

 

Umbral

 

SENSACIÓN

El mundo está lleno de cambios físicos: los sonidos del despertador; el golpecito ligero que se produce al oprimir un interruptor llena de luz el cuarto; choca­mos contra la puerta y nos pegamos en el codo; el vapor de una tina caliente se acumula hasta que pe­netra en el baño, aumentando la temperatura y em­pañando el espejo. Todos estos cambios provocan sensaciones (de sonoridad, brillantez, dolor en el codo al chocar contra la puerta, el calor, los sabores, los olores). Se llama estímulo cualquier aspecto o cam­bio del ambiente al cual responde un organismo. El sonido de un despertador, una luz eléctrica y un

A fin de formular leyes sobre cómo el hombre perci­be el mundo externo, los psicólogos tratan de deter­minar primero qué nivel de estimulación se requiere para que una persona pueda percatarse del estímulo. ¿Cuánta energía se requiere para que alguien es-cuche un sonido o vea una luz? ¿Cuánto perfume debe haber en un cuarto para que podamos olerlo? ¿Cuánta presión ha de aplicarse a la piel para que el sujeto la sienta?

Para contestar tales preguntas, el psicólogo po­dría realizar el siguiente experimento. Primero, colo-ca a una persona (el sujeto) dentro de un cuarto oscuro y le indica que fije la vista en la pared. Le pide que diga «Lo veo» cuando pueda percibir una luz. El ex­perimentador utiliza entonces una máquina de gran

 

precisión que proyecta contra la pared un haz lumi­noso de baja intensidad. El científico enciende el apa­rato y proyecta la más baja intensidad. El sujeto no dice nada. Entonces aumenta la intensidad de la luz hasta que finalmente el sujeto responde «Lo veo». Después el experimentador comienza otra prueba en dirección contraria. Comienza con una luz claramente visible y va disminuyendo su intensidad hasta que parece desaparecer. Se realizan muchas pruebas y se sacan los promedios correspondientes. El um­bral absoluto —cantidad mínima de energía que producirá una sensación— se define como la energía que un sujeto puede ver más o menos la mitad de las veces.

Es interesante señalar que los umbrales determi­nados de esta manera no son tan absolutos como ini‑

cialmente creyeron los psicólogos. El punto en que un sujeto dice «Lo veo», cambia según las instruccio­nes que reciba («Diga que lo ve sólo si está absoluta-mente seguro» frente a «Si no tiene ninguna duda, diga que lo ve») o incluso según el orden en que se le muestran los estímulos.

En condiciones ideales, los sentidos poseen um­brales absolutos sumamente bajos. Es decir, experi­mentarán sensaciones con un ínfimo nivel de intensidad. Por ejemplo, la membrana del oído (tím­pano) registra un sonido aun cuando se desplace ape­nas 1% del diámetro de una molécula de hidrógeno. Si el oído fuera más sensible, podríamos escuchar el sonido de las moléculas del aire chocando entre sí (Geldard, 1972). De manera análoga, el ojo tiene una sensibilidad verdaderamente extraordinaria.

 

 

El 12 de septiembre de 1957, un ejecutivo de publicidad celebró una conferencia de prensa para anunciar un descubrimiento revolucionario en las técnicas de marketing: la publicidad subliminal. El adjetivo subliminal proviene de una palabra compuesta latina: sub (debajo) y limen (umbral). El ejecutivo manifestó lo siguiente: en noches alternas, durante seis sema­nas, las palabras «Eat Popcorn» (coma palomitas) y «Coca-Cola» habían sido proyectadas fugazmente sobre la pantalla de un cine de Nueva Jersey. Aunque estas proyecciones dura­ban tan poco tiempo (1 /3 000 de segundo, una cada cinco segundos) que los espectadores ni siquiera parecían percatarse de su presencia, la venta de las-palomitas de maíz aumentó un 18.1% y las de Coca-Cola un 57.7%.

La respuesta del público a este anuncio fue ruidosa, exacerbada y hasta histérica. En una entrevista por televisión, Aldous Huxley predijo que con esta técnica se podría manipular políticamente a la población «hacia el año 1964» (citado en Brown, 1963:184). Los congresis­tas de Estados Unidos exigieron que la FCC dictara normas al respecto y las legislaturas de algunos estados aprobaron leyes que prohibían los anuncios subliminales.

Mientras tanto, fueron obteniéndose más resultados. Cuando meses mas tarde el publi­cista que había hecho las afirmaciones originales realizó otra prueba a solicitud de la FCC, los resultados fueron ambivalentes. Poco después, en Bangor (estado de Maine, Estados Unidos) la estación WTWO-TV proyectó rápidamente las palabras «If you have seen this message, write WTWO» (si vio este mensaje, escriba a la estación WTWO) durante 1/60 de segundo todos los días durante una semana. Nadie escribió. Una estación radiofónica de Seattle probó anuncios subliminales auditivos. Durante su programación regular, un su­surro apenas audible en el fondo repetía «La televisión es aburrida» y «¿Verdad que es abu­rrida?» (Estos experimentadores habían planeado agregar el mensaje «La televisión causa

 

cáncer del ojo»,- pero optaron por no correr e! riesgo de una demanda.) Nada nos hace supo­ner que estos anuncios han tenido efecto alguno.

La televisión inglesa participó en este tipo de experimentos al transmitir instantáneamen­te el mensaje “ Pirie rompe la marca mundial» durante un programa de ballet. Al final del espectáculo, un anunciador pidió a los 4.5 millones de espectadores escribirle a la estación si habían notado algo extraño. Se recibieron 430 cartas: 20 de ellas repitieron el mensaje palabra por palabra y otras 134 dieron una versión casi correcta de él.

La idea de los anuncios subliminales fue una consecuencia natural de una larga serie de controvertidos estudios relacionados con la percepción subliminal la capacidad de advertir los estimulos que afectan sólo al inconsciente. La mayor parte de los primeros trabajos con­sistían en presentar material verbal o visual con intensidades que se juzgaban demasiado

ligeros como para que los sujetos las percibieran. Sin embargo, un examen más crítico de esos trabajos reveló varias deficiencias en la forma en que habían sido diseñados y llevados a cabo. Por ejemplo, el estudio original de Nueva Jersey fue realizado por investigadores no psicólogo que trataban para la Subliminal Projection Company. No se trató de evaluar ni

controlar otros factores además del mensaje subliminal que bien pudieron haber influido en la compra de las palomitas de maíz o de la Coca Cola, La temperatura del cine o la duración de la película del que hayan contribuido el incremento de las ventas. Por desgracia, el estudio no fue presentado suficientes detalles cerno para poder ser evaluado por los científicos.

Asi es posible que la gente capte capte información en niveles bajísimos de intensidad, no se

de que estos mensajes débiles y a menudo limitados, influyan con mayor fuerza que los mensajes conscientes. La publicidad subliminal seguramente resultará atractiva para algunos ejecutivos de publicidad, siempre en busca de medios de acrecentar las ventas. No obstante, entre los psicólogos que han realizado investigaciones controladas cada día es mayor el consenso de que la publicidad subliminal no da resultado.

 

Diferencias y razones sensoriales

Otro tipo de umbral es el umbral diferencial, llama-do también diferencia apenas perceptible. Es un con­cepto que se refiere a la alteración mínima de un estímulo que puede provocar un cambio en la sensa­ción. Para retomar el ejemplo de la persona a quien se administra un test psicológico dentro de un cuarto oscuro, el experimentador podría medir el umbral diferencial aumentando gradualmente la intensidad de un haz luminoso visible hasta que el sujeto diga «Sí, esta luz es más brillante que la que acabo de ver». Con esta técnica podemos identificar el mínimo au­mento de la intensidad luminosa que será percepti­ble para el ojo humano.

Los psicólogos también han descubierto que una experiencia sensorial depende más de los cambiosdél estímulo que de su tamaño o nivel absolutos. Por ejemplo, si colocamos un paquete de un kilogramo

de comida dentro de un mochila vacía, aumentará considerablemente la sensación del peso. Pero si le agregamos el mismo peso a una mochila de 100 kilo-gramos, la intensificación de la sensación será insig­nificante. Ello se debe a que la sensación producida por el peso agregado refleja un cambio proporcional, y 1 kilogramo no representa un gran cambio en una carga de 100 kilogramos.

En psicología, este fenómeno recibe el nombre de ley de Weber: cuanto más grande o fuerte sea un es­tímulo, mayor será el cambio que se requiera para que un observador note que algo le ha sucedido al estímulo (o sea para que repare en una diferencia apenas perceptible) (Weber, 1834).

La intensidad del cambio del estímulo) necesaria para lograr un aumento en la experiencia sensorial es diferente según el caso, pero casi siempre será pro­porcional. Supongamos, por ejemplo, que tenemos un vaso de limonada sin azúcar. Para endulzarla

 

 

Figura 3.1

Un cambio de la experiencia es proporcional a la alteración física. En este caso, cada vez que se triplica la cantidad de azúcar, se duplica el dulzor de la limonada.

 

vertimos en ella dos cucharadas de azúcar. Después, si queremos que sepa «dos veces más dulce», habrá que agregarle seis cucharadas —tres veces la canti­dad original de azúcar—. Y luego descubrimos que, para que la limonada sepa «cuatro veces más dulce», tendremos que agregarle un total de dieciocho cu­charadas. Cada vez que se duplica la dulzura, se tri­plica la cantidad de azúcar (Stevens, 1962).

Con experimentos como el anterior en los cuales se varían los sonidos, temperaturas, presiones, colo-res, sabores y olores, los psicólogos han ido descu­briendo cómo cada sentido responde ante la estimulación. Algunos sentidos muestran extraordi­narios incrementos en la sensación cuando la energía se intensifica un poco. Por ejemplo, el dolor de una descarga eléctrica aumenta más de ocho veces al du­plicar el voltaje. Por el contrario, la intensidad de una luz debe aumentarse muchas veces para poder du­plicar su brillantez.

Adaptación sensorial

Los psicólogos se centran en las respuestas de las personas ante los cambios de los estímulos, porque han descubierto que los sentidos están sintonizados al cambio: muestran la máxima sensibilidad ante los incrementos o decrementos y frente a nuevos even­tos, y son poco sensibles a una estimulación perma­nente o casi inalterada. Ello obedece a que nuestros sentidos tienen la capacidad general de adaptarse a un nivel constante de estimulación. Se acostumbran a un nuevo nivel y reaccionan únicamente a un cam­bio del mismo.

Un buen ejemplo de este proceso de adaptación es el aumento de la sensibilidad visual que tiene lu­gar poco después de entrar en un cine oscuro. Al ini­cio no distinguimos nada en la oscuridad, pero después de un rato nuestros ojos se adaptan al nuevo nivel y empezamos a ver asientos, caras y otros obje-

 

PSICOLOGÍA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

Vista en la oscuridad

Algunos trabajadores, entre ellos los operadores de radar, algunas veces necesitan mantener los ojos adap­tados a la oscuridad, aun cuando descansan un poco en un cuarto bien iluminado. Para ello llevan anteojos que admiten sólo la luz roja. Estos anteojos funcionan adecuadamente porque, como se mencioncona en el texto, el ojo humano está provisto de dos clases de células receptoras (conos y bastones). Son los conos los que nos permiten ver los colores. La luz roja admitida por los anteojos estimula sólo los conos, por lo cual no se afecta el nivel de adaptación de los bastones. De hecho, es como si los bastones todavía estuvieran en la oscuridad.

Cuando el operador retorna al cuarto oscuro y se quita los anteojos, los bastones serán muy sensibles es y la visión nocturna será buena. Aunque ahora los conos están adaptados a la luz, no dificultarán la visión a menos que la percepción del color sea muy importante.

j

 

 

 

 

tos. La adaptación también se da en otros sentidos. Los receptores de la piel se adaptan al agua fría cuan-do nos metemos en la alberca para nadar; los malos olores de un laboratorio parecen desaparecer al cabo de un tiempo; los ruidos de la calle dejan de moles‑

tarnos después que vivimos en la ciudad una tempo­rada. Sin la adaptación sensorial, sentiríamos la pre­sión constante de la ropa en contacto con el cuerpo y tendríamos la impresión de que otros estímulos nos bombardean constantemente en todo momento.

 

Motivación y teoría de la detección de señales

La experiencia sensorial no depende tan sólo del es­tímulo. La capacidad de una persona para detectar un estímulo también depende de la motivación. El individuo no se limita a recibir pasivamente una se­ñal. Por el contrario, su sistema perceptual toma una decisión respecto a la presencia de ella, aunque el proceso de la toma de decisiones suele ser totalmen­te inconsciente.

Así, el nuevo y nervioso operador del radar tal vez observe indicaciones visuales en la pantalla, mientras que un veterano demasiado relajado posi­blemente no perciba lo inesperado. He aquí un ejem­plo más complejo: si una joven ha estado pensando mucho en su novio, creerá verlo caminar por la calle cuando en realidad se trata de otra persona. En cam­bio, lo más seguro es que no espera encontrarse a

su dentista en un partido de fútbol soccer y que no repare en él si asiste al estadio. En conclusión, los sentimientos, las expectativas y la motivación influ­yen en el hecho de que se experimente o no una sen­sación.

La teoría de la detección de señales estudia las relaciones matemáticas entre la motivación, la sensi­bilidad y la sensación (Green y Swets, 1966). Los umbrales de detección consisten en reconocer algún estímulo contra un fondo de ruidos. Un operador de radar descubrirá un avión en una pantalla de radar, aun cuando la presencia visual del avión sea tenue y difícil de distinguir entre otras indicaciones causa-das por parvadas de aves o perturbaciones atmosfé­ricas, las cuales producen imágenes que son una especie de «ruido» visual. Pongamos el caso de los operadores que, durante una tormenta, observan una pantalla en época de guerra. ¿De qué manera deci­den si la indicación en la pantalla es un avión enemi‑

 

Figura 3.2

Los controladores del tráfico aéreo deben ser capaces de detectar un avión en la pantalla del radar, aun cuando la indicación visual del avión sea pequeña y difícil de distinguir entre tantas otras señales causadas por fenómenos naturales como parvadas de aves o perturbaciones atmosféricas.

 

go o un simple ruido? Si alertaran al ejército siempre que apareciera una señal sobre el radar, causarían un verdadero caos. Y si se equivocaran al identificar como ruido a un bombardero, los resultados de su error serían catastróficos. En el juicio de los operado-res influirán muchos factores, y cada operador tiene una sensibilidad propia ante las indicaciones visua­les. Más aún, esa sensibilidad parece fluctuar según la situación de que se trate. Por ejemplo, su desem­peño se verá afectado por la presencia de un supe­rior que lo observa, lo mismo que por la fatiga u otros distractores.

Al estudiar las dificultades que encaran los ope­radores de radar, los psicólogos han reformulado el concepto de umbral absoluto para incorporar la mul­titud de factores que inciden en la detección de estí­mulos mínimos. Por ello, la teoría de la detección de señales abandonó la idea de que existe un solo um­bral absoluto para cada estímulo. Por el contrario, adoptó la idea de que el estímulo, llamado señal den­tro de este contexto, debe identificarse en medio del ruido, el cual puede interferir en la detección de la señal. Así, la detección de señales es como estar en una ruidosa terminal de autobuses, en espera de oír

por el altavoz el anuncio de la hora de partida de nuestro autobús. Aunque el volumen del altavoz per­manece constante, nos será más o menos difícil iden­tificar nuestra «señal», según el nivel de ruido que haya en la terminal.

LOS SENTIDOS

Aunque se dice que el hombre tiene cinco sentidos, en realidad son más. Además de la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto, existen también varios sen­tidos cutáneos y dos «sentidos» internos: el cen esté­sicoy el cinéstico.

Cada tipo de receptor sensorial recibe una clase de estímulos externos —luz, moléculas químicas, ondas sonoras, presión— y los convierte en un men­saje químico-eléctrico que puede entender el cerebro. Hasta ahora conocemos casi todo acerca de esos pro­cesos en el caso de la vista y el oído. Los otros senti­dos han recibido menos atención y sabemos poco de su funcionamiento.

 

Figura 3.3

Proceso de la visión, a) Sección transversal del ojo humano, que muestra el paso de la luz. Nótese que la retina recibe una imagen invertida del mundo externo, aunque rara vez nos percatamos de esta inversión. El lugar por donde el nervio óptico sale del ojo recibe el nombre de punto ciego, porque es la única área de la retina donde no se produce sensación, b) Estructura celular de la retina. Nótese que las células fotosensibles (los conos y bastones) son las más alejadas de la luz, no las más cercanas como cabría suponer. La luz que llega a la retina debe atravesar otras células antes de chocar contra los conos y bastones, que la transforman en impulsos nerviosos. Los impulsos pasan después por estas otras células para ser codificados y organizados antes que crucen el nervio óptico en dirección del cerebro.

 

Visión

La visión es el sentido mejor estudiado, lo cual deno­ta que le concedemos mucha importancia. La visión suministra abundante información sobre el ambien­te y los objetos que se encuentran en él: su tamaño, forma y ubicación, lo mismo que su textura, color y distancia.

¿Cómo se realiza la visión? La luz entra en el glo­bo ocular a través de la pupila y llega al cristalino, estructura flexible que enfoca la luz hacia la retina. Ésta contiene dos tipos de células receptoras fotosen­sibles: conos y bastones. Estas células son las que convierten la energía luminosa en impulsos quími­cos y eléctricos, los cuales atraviesan el nervio ópti­co en dirección al cerebro.

Los conos requieren más luz que los bastones para comenzar a responder; dan su máximo rendimiento con luz solar. Los bastones son sensibles a niveles mucho más bajos de luz que los conos y son de gran utilidad en la visión nocturna. Hay muchos más bas­tones (de 75 a 150 millones) que conos (de 6 a 7 millo­nes), pero sólo éstos son sensibles al color. Podemos

comparar ambos tipos de células receptoras con una película de blanco y negro y de colores. La película de colores requiere más luz y, por tanto, da resulta-dos óptimos con luz solar; la película en blanco y negro funciona no sólo con luz brillante sino también en la sombra, con luz tenue y en otras condiciones de escasa iluminación.

Ceguera para los colores (daltonismo o acrotnatop­sia). Cuando los conos de un individuo no funcio­nan bien, se dice que sufre daltonismo. Hay varias categorías de esta deficiencia visual; casi todos los daltónicos perciben algunos colores. Por ejemplo, a algunas personas les cuesta mucho distinguir entre el rojo y el verde. Otros perciben el rojo y el verde, pero no pueden distinguir entre el amarillo y el azul. Hay pocos que sean totalmente daltónicos. Y los que lo son utilizan exclusivamente los bastones, por lo cual para ellos el mundo es algo así como un progra­ma de televisión en blanco y negro: todo es negro y blanco, con algunos matices del color gris.

En Estados Unidos, el daltonismo afecta a cerca del 8% de los varones y a menos del 1% de las muje‑

 

Figura 3.4

Prueba para diagnosticar el daltonismo (ceguera al color). El sujeto debe poder ver números en los patrones de puntos que constituyen estas dos figuras. En caso de que no logre distinguir los números dentro del círculo de la izquierda, posiblemente sufra de ceguera para el amarillo y azul. Si no puede ver los de la derecha, quizá sea ciego para el rojo y verde. Los daltónicos utilizan las diferencias de brillantez para distinguir los objetos que las personas normales identifican por el color. En esta prueba, se ha procurado que los puntos tengan igual brillantez, de modo que la única manera de distinguir los números son las diferencias de color. Debido a limitaciones de la impresión en color, esta figura tal vez no incluya todos los casos del daltonismo (The Dwrine Pseudoisochromatic Piafes).

 

res. Se cree que se debe a un defecto congénito de los conos. El daltonismo está presente en los genes de mujeres cuya visión suele ser normal. Los transmiten a sus hijos que pueden nacer daltónicos (Wald, 1964).

Fusión binocular y esteropsia (visión estereoscópi­ca). Como tenemos dos ojos, situados unos 6 cm de distancia entre sí, de centro a centro el sistema visual recibe dos imágenes. Pero en vez de ver una imagen doble, vemos una sola, probablemente una combina­ción de las dos vistas de los ojos. A esta combinación de dos imágenes se le llama fusión binocular.

No sólo el sistema visual recibe dos imágenes, sino que existe una diferencia entre las imágenes proyec­tadas sobre la retina. Esta diferencia se denomina disparidad retiniana. Puedes observar fácilmente la disparidad acercándote a los ojos un objeto, digamos un borrador. Sin moverlo, primero observa el borra­dor con un ojo y luego con el otro. Notarás una dife­rencia en las dos imágenes por el punto de vista diferente de cada ojo. Cuando abras de nuevo los dos, ya no percibirás la diferencia, sino que verás el obje‑

to como sólido y tridimensional, si es que tienes una buena visión binocular. Esteropsia (o visión estereos­cópica) designa el fenómeno de percibir la profundi­dad como resultado de la disparidad retiniana.

Audición

La audición se basa en las vibraciones del aire, o sea en las ondas sonoras. Las ondas sonoras atraviesan varios huesos y fluidos antes de llegar al oído inter­no, que contiene diminutas células pilosas que osci­lan (en forma muy semejante a los trigales mecidos por el viento). Estas células transforman las vibra­ciones sonoras en señales químico-eléctricas que re-corren el nervio auditivo en dirección del cerebro.

La sensación de sonoridad depende de la fuerza de las vibraciones del aire. Esta fuerza, o energía, se mide en decibeles. Los sonidos que escuchamos tie­nen una variación hacia arriba de 0 decibeles (el so-nido más suave que puede percibir el oído humano) hasta 140 decibeles, que es el ruido que produce un

 

Figura 3.5

Proceso de la audición. Las vibraciones sonoras del aire chocan contra el tímpano y ponen en movimiento una cadena de tres huesos: el martillo, el yunque y el estribo. Este último golpea otro tambor en la cóclea, tubo largo y enrollado, lleno de líquido y provisto de una membrana cutánea que lo cruza por la mitad. Las vibraciones de esta membrana estimulan las células pilosas que a su vez hacen lo mismo con las células nerviosas contiguas. La cóclea, estructura semejante a un caracol, se muestra en sección transversal, con líneas onduladas que representan los impulsos eléctricos que se dirigirán hacia el cerebro.

 

avión de propulsión al despegar. Un sonido de más de 110 decibeles puede dañar el oído, y si un sonido resulta doloroso al escucharlo por primera vez nos dañará el oído si lo oímos con mucha frecuencia.

El tono (o timbre) depende de la frecuencia sono­ra, es decir, de la rapidez de vibración del medio por el que se transmite el sonido. Las frecuencias oscilan entre altas y bajas: las frecuencias bajas producen sonidos graves de bajo; las frecuencias altas produ­cen chillidos penetrantes. Si escuchamos un sonido compuesto de una combinación de frecuencias dife­rentes, percibiremos los tonos individuales a pesar de que ocurran simultáneamente. Por ejemplo, si per­cutimos al mismo tiempo dos teclas en un piano, nues­tro oído distinguirá dos tonos diferentes.

Figura 3.6

Valores en decibeles de algunos sonidos comunes. En realidad el sonido provoca dolor cuando llega a cerca de 130 decibeles. Los decibeles representan razones: una diferencia de 20 decibeles entre dos sonidos indica que un sonido es diez veces más intenso que el otro. Así, una aspiradora produce en el oído una presión diez veces mayor que una conversación.

Los sonidos se localizan gracias a la interacción de los dos oídos. Así, cuando se produce un ruido a la derecha, el sonido llega a ambos oídos, pero llega al derecho una fracción de segundo antes que al iz­quierdo. Es un poco más fuerte en el derecho. Estas diferencias nos indican la dirección de donde provie­ne el ruido.

Gusto y olfato

Al gusto y al olfato se les conoce con el nombre de sentidos químicos, porque sus receptores son sensi­bles a las moléculas químicas y no a la energía solar ni a las ondas sonoras. Para que podamos oler algo, los receptores del olfato situados en la nariz deben entrar en contacto con las moléculas apropiadas. És­tas penetran en la nariz en los vapores, que llegan a una membrana especial de los conductos nasales donde se encuentran los receptores olfativos. Estos receptores envían mensajes acerca de los olores, men­sajes que recorren el nervio olfativo en su camino hacia el cerebro.

Para que podamos gustar algo, las sustancias quí­micas apropiadas han de estimular los receptores de

Figura 3.7

Mapa de la lengua humana, que indica las áreas que al parecer son más sensibles a un tipo de estimulación que a otro. Es interesante señalar la posibilidad de que un individuo sea ciego al color y además insensible al gusto: una

sustancia química denominada feniltio­carbamida tiene un sabor extremada-mente amargo para algunos y resulta insípido para otros.

 

los botones (bulbos) gustativos situados en la lengua. La información relativa al gusto se transmite hacia el cerebro junto con los datos sobre la textura y tempera­tura de la sustancia que hemos introducido en la boca.

Algunos científicos han propuesto que todos los olores se componen de seis cualidades: olor de flor, olor de fruta, picante, resinoso, pútrido y quemado (Henning, 1916). Otros han propuesto un esquema similar para el gusto, el cual tendría cuatro cualida­des primarias: ácido, salado, amargo y dulce (Beebe-Center, 1949).

Gran parte de lo que consideramos saber en reali­dad se debe al sentido del olfato. Sin duda habrás notado que, cuando tienes la nariz constipada por un resfriado, generalmente los alimentos no tienen sabor.

Las sensaciones de calor, frío y presión también influyen en el gusto. Intenta imaginar que comes una sopa fría de pollo o que tomas una Pepsi caliente y te darás cuenta de cuan importante es la temperatura para el sentido del gusto. Imagina ahora las diferen­cias de textura entre un budín y una barra crujiente de chocolate y verás cómo la textura de los alimentos también afecta al sabor.

Los sentidos químicos parecen desempeñar un papel poco importante en la vida humana, si los com‑

paramos con el que tienen en los animales inferiores. Los insectos, por ejemplo, a menudo se comunican entre sí por medio del olor, sobre todo cuando se apa­rean. En el hombre, el gusto y el olfato tienen hoy una función estética más que de supervivencia (véa­se el recuadro El sexo y el olfato).

Los sentidos cutáneos

Los receptores de la piel se encargan de suministrar al cerebro al menos cuatro clases de información res­pecto al ambiente: presión, calor, frío y dolor.

La sensibilidad a la presión depende del sitio de la piel. Algunas partes, como las yemas de los dedos, están densamente pobladas de receptores y, por lo mismo, son extremadamente sensibles. Otras partes, como la mitad de la espalda, contienen relativamen­te pocos. Las sensaciones de presión sirven de pro­tección al cuerpo. Por ejemplo, la sensación de la ligera presión de un insecto que se posa en el brazo nos advierte del peligro de ser picados.

Algunos receptores son especialmente sensibles a los estímulos del calor y del frío. Un estímulo no podrá producir una de esas dos sensaciones, si no posee una temperatura mayor o menor que la de la piel. Si metemos el brazo en un lavabo con agua tibia

 

 

 

Muchos animales se comunican por medio de olores, como lo sabe perfectamente el dueño de un perro que ha comenzado a sentir el celo en el tiempo de apareamiento. ¿Es posible que también el ser humano se comunique por medio de olores? No lo sabemos con certeza, aunque se han llevado a cabo fascinantes estudios que indican esa posibilidad.

Martha McCIintock sometió a prueba la antigua creencia de que los ciclos menstruales de las mujeres se sincronizan cuando viven juntas. Descubrió que los ciclos menstruales de las compañe­ras de cuarto en las universidades y de las amigas efectivamente se iban sincronizando cada vez más con el paso de los años en la escuela. En opinión de la investigadora, la causa de ello eran las feromonas (mensajeros químicos que despiden olor).

Richard Michael ha demostrado que las hembras del mono rhesus segregan ciertas sustancias que al parecer les confieren mayor atractivo sexual. En 1974, señaló que las mujeres segregan a misma sustancia. Pero hasta ahora nadie ha logrado probar que el olor intensifique el deseo sexual en el ser humano.

.Más detales se encuentran en Jomes Hossett, «Sex and Smell», Psychology Today, 11 (marzo, 1978), pp. 40-45.

 

en un día caluroso, experimentaremos una pequeña o nula sensación de calor. En cambio, si hacemos lo mismo en un día frío, el agua nos parecerá bastante caliente.

Muchos tipos de estímulos (rasguños, pinchazos, presión fuerte, calor y frío) causan dolor. Su propie­dad común consiste en que pueden dañar los tejidos. El dolor nos permite prevenir el daño: es un sistema de emergencia que reclama acción inmediata.

Puesto que el dolor cumple la función de siste­ma de alerta para el organismo, no se adapta fá­cilmente a la estimulación: rara vez el hombre se «acostumbra» al dolor. Nos indica evitar una estimu­lación que resulta perjudicial. Si no existiera este me­canismo, podríamos «adaptarnos» al fuego cuando nos encontramos cerca de él. Al cabo de unos minu­tos empezaríamos a arder y nuestros tejidos queda-rían destruidos.

 

Figura 3.8

El sistema vestibular. Los órganos del equilibrio son tres conductos semicirculares en ángulo recto entre sí, llenos de un líquido que se desplaza libremente. El movimiento continuo en línea recta no produce respuesta alguna en este sistema, pero las acciones de arrancar, detenerse, voltearse, acelerar el paso o disminuirlo hacen que el líquido se desplace al menos en uno de los conductos, estimulando asi las células pilosas adheridas a las paredes del conducto. Estas células transforman el movimiento en impulsos eléctricos que son enviados al cerebro a través del nervio auditivo.

Equilibrio

El sistema vestibular, situado en el oído interno, re-gula el sentido del equilibrio. Su característica más sobresaliente es tener tres conductos semicirculares. Cuando empezamos a voltear la cabeza, este movi­miento hace que el líquido de los conductos se des-place, inclinando los extremos de las células pilosas de los receptores. Las células se conectan con el ner­vio vestibular, que une el nervio auditivo al cerebro. Los estímulos de las respuestas celulares son mo­vimientos como el girar, caer e inclinar el cuerpo o la cabeza. Una estimulación excesiva del sentido vesti­bular por esos movimientos puede ocasionar mareos y «náuseas», como probablemente te haya sucedido alguna vez cuando te subes a uno de los juegos de un parque de diversiones o a una plataforma giratoria. Aunque rara vez nos percatemos del sentido del equi­librio, sin él no podríamos estar de pie ni caminar sin caer o trastabillar.

Sensaciones corporales

La anestesia es el sentido del movimiento y de la posición del cuerpo. Coopera con los sentidos cines­tésico y visual para conservar la postura y el equi­librio. La sensación cinestésica proviene de los receptores situados en los músculos, tendones y articulaciones o cerca de ellos. Cuando se produce un movimiento cualquiera, estos receptores envían de inmediato mensajes al cerebro.

Sin las sensaciones cinestésicas, nuestros movi­mientos serían torpes y sin coordinación. No sabría­mos lo que está haciendo la mano si estuviera en la espalda, y tampoco podríamos caminar sin tener la vista fija en los pies. Más aún, nos sería imposible realizar las actividades complejas, como tocar el pia­no y hacer aeróbicos.

Otro tipo de sensación corporal (o muscular) pro-viene de los receptores que vigilan las condiciones internas del organismo. Estos receptores son sensi­bles a la presión, la temperatura, el dolor y las sus­tancias químicas del interior del cuerpo. Por ejemplo, un estómago lleno al dilatar estos receptores le indi­ca al cerebro que se ha ingerido demasiado (sensa­ción cenestésica).

Se sabe poco acerca del dolor procedente del in­terior del cuerpo, salvo que parece ser profundo, sor-do y mucho más desagradable que el dolor bien

 

localizado proveniente de la piel. En algunos casos, los receptores internos pueden enviar mensajes erró­neos. Pueden señalar, por ejemplo, que un dolor está localizado en el hombro cuando en realidad la fuen­te de irritación se encuentra en la parte inferior del estómago. Se da el nombre de dolor referido a esa sensación en un área alejada de la fuente verdadera del dolor.

PERCEPCIÓN

El ser humano generalmente no percibe una masa de colores, ruidos, temperaturas y presiones. Más bien ve automóviles y edificios, escucha voces y música, y siente lápices, escritorios y amigos íntimos. No nos limitamos a tener experiencias sensoriales, sino que percibimos objetos. El cerebro recibe información de los sentidos, la organiza, interpreta y convierte en experiencias significativas de carácter, todo ello de manera inconsciente. Este proceso se conoce con el nombre de percepción.

Principios de la organización perceptual

A través del proceso de la percepción, el cerebro in­tenta constantemente crear «todos» (o sea estructu‑

ras unitarias) a partir de los estímulos tan heterogé­neos que bombardean los sentidos. La experiencia «total» que se obtiene al organizar fragmentos y trozos de información en objetos y patrones significativos recibe el nombre de gestalt. En este caso, el todo es mayor que la suma de la partes. (Gestaltes una pala­bra alemana que significa estructura o configuración.)

Los psicólogos gestaltistas han tratado de identifi­car los principios de que se sirve el cerebro al construir las percepciones (Koffka, 1963). Por ejemplo, compro­baron que la gente tiende a ver puntos en patrones y grupos. Así, si observas detenidamente la figura co­rrespondiente, verás patrones cambiantes de líneas y rectángulos, no simplemente una serie de puntos. Dos principios que se usan al organizar este tipo de patrones son la proximidad y la similitud. Si los ele­mentos del patrón están cerca uno de otro o tienen un aspecto parecido, tenderemos a percibir que van juntos.

Los principios de la gestalt sirven para explicar cómo el hombre agrupa sus sensaciones y llena los huecos para poder interpretar el mundo. Por ejemplo, tendemos a agrupar las notas musicales basándonos en su contigüidad temporal: escuchamos melodías, no notas aisladas. También son importan-tes la semejanza y la continuidad. Nos permiten seguir el sonido de una voz o instrumento, aun cuan-do muchos otros ocurran al mismo tiempo. Por ejem­plo, podemos seguir el sonido de un bajo en una canción.

 

Figura 3.9

Principios de la organización perceptual. El ser humano ve patrones y agrupamientos en el ambiente y no series desordenadas de fragmentos y elementos. Por ejemplo, es imposible observar el conjunto de puntos a), sin distinguir patrones cambiantes de cuadrados y líneas. En b), los elementos que están cerca unos de otros parecen formar grupos. Sin embargo, como se advierte en c), la continuidad puede ser más importante: aunque el punto de la parte inferior está más cerca de la serie vertical, no! lo vemos como si perteneciera a la hilera vertical. Lo percibimos como una continuación del renglón inclinado y, por lo mismo, como parte de él. d) Los elementos semejantes parecen pertenecer unos a otros; así que vemos el conjunto como una serie de renglones horizontales y no como columnas verticales, como sucedería si todos los elementos fueran iguales. En e) se demuestra el principio del cierre. Se ignoran los vacíos y lo que se ve es un «todo«.

 

Percepción de figura y fondo

Una forma de la organización perceptual es la di-visión de la experiencia en figura y fondo. Obser­ve con detenimiento la figura correspondiente. ¿Qué es lo que ve? Algunas veces la figura parece ser una copa blanca contra un fondo negro. Otras ve-ces parece ser dos caras frente a frente contra un fon­do blanco.

La percepción de figura-fondo es la capacidad de discriminar correctamente entre figura y fondo. Cuando vemos un objeto tridimensional contra el cielo, no nos cuesta trabajo distinguir el objeto y el fondo. Cuando algo es bidimensional, nos será difí­cil distinguir la figura y el fondo. No obstante, este tipo de percepción nos da pistas sobre la naturaleza

Figura 3.10

¿Qué ve la primera vez que observa detenidamente esta famosa figura? Loque haya visto dependerá siempre de sus experiencias anteriores y de sus expectativas actuales. El ser humano invariablemente organiza su experiencia en figura y fondo. Lo que aparece como figura capta la atención, tiende a ser recordado y posee una forma bien definida de que carece el fondo vago y sin forma. Pero como muestra esta figura, lo que en un momento es un fondo sin sentido puede convertirse poco después en la figura central.

de la percepción en general. El hecho de que un pa­trón pueda ser percibido en más de una forma nos de-muestra que no somos receptores pasivos de los es­tímulos.

La figura y el fondo son importantes en la audi­ción y también en la visión. Cuando seguimos la voz de una persona durante una reunión ruidosa, esa voz es una figura y los otros sonidos se convierten en el fondo. De manera análoga, cuando escuchamos una melodía, descubriremos un tema conocido: la melo­día se convierte en la figura y el resto de la música en mero trasfondo.

Inferencia perceptual

A menudo tenemos percepciones que no se basan enteramente en la información de los sentidos. Cuando oímos ladrar al acercarnos a una casa, suponemos que es nuestro perro, no un gato ni un rinoceronte ni siquiera otro perro. Cuando nos sentamos en un teatro oscuro, supone que es sólido y que resistirá nuestro peso aunque no veamos en qué se apoya. Cuando con­ducimos un automóvil y vemos a la distancia que la carretera asciende una subida pronunciada y luego desaparece en lo alto, suponemos que la carretera subi­rá y bajará la colina, sin que llegue a un alto abrupto.

Este fenómeno consistente en llenar los huecos en lo que los sentidos nos dicen recibe el nombre de in­ferencia perceptual (Gregory, 1970). La inferencia perceptual es en gran medida automática e incons‑

Figura 3.11

Inferencia perceptual: aunque el conductor no puede verlo, supone que la carretera continuará más allá de la ligera pendiente: no se interrumpirá abruptamente en el punto donde termina su visión desde el automóvil.

 

cíente. Necesitamos tan sólo unas cuantas señales que nos indique que un ruido es nuestro perro ladrando o que el asiento es sólido. ¿Por qué? Porque hemos encontrado estos estímulos y objetos en el pasado y sabemos qué esperar de ellos en el presente. Así pues, la inferencia perceptual depende de la experiencia. Probablemente nacemos con la capacidad de reali­zar este tipo de inferencias. Por ejemplo, los experi­mentadores han demostrado que los lactantes que apenas pueden gatear evitarán caer sobre lo que pare‑

ce un abismo profundo, con lo que se prueba que perciben la profundidad (Gibson y Walk, 1960).

Aprendiendo a percibir

En gran medida, la percepción es algo que la gente aprende a hacer. Por ejemplo, los lactantes de menos de un mes de edad sonreirán a un objeto que hace un gesto de aprobación, con tal que tenga el tamaño de un rostro humano y sin importar si tiene ojos, nariz u

 

Figura 3.12

Aparato del abismo visual. Un lactante de unos seis meses de edad normalmente no cruzará la superficie de vidrio sobre el lado «profundo«, aunque su madre se encuentra en el otro lado y le haga señales de que vaya hacia ella. En cambio, el niño está dispuesto a atravesar el lado «poco profundo« para llegar a su madre. A pesar de que puede sentir la superficie sólida de vidrio situada debajo de él, se niega a aventurarse sobre el borde que parece llevar a una caída repentina.

 

otros rasgos humanos. Sin embargo, aproximadamen­te a las veinte semanas de edad, un óvalo en blanco no hará sonreír a la mayor parte de los bebés; en cam­bio, sí lo hará un dibujo de una cara o una máscara. El niño aprendió a distinguir de los demás objetos algo que se parece al rostro de una persona. Los ni­ños de veintiocho semanas y mayores tienden más a sonreír a un rostro de mujer que de hombre. A las treinta semanas, sonríen más fácilmente al ver un rostro familiar que cuando ven a alguien que no co­nocen. Pero los niños tardan de siete a ocho meses en aprender a reconocer a personas diferentes (Ahrens, 1954).

Los experimentos demuestran que las personas y los animales deben participar activamente en el am­biente, si quieren desarrollar la percepción. Esto se demostró en un experimento con gatitos recién naci­dos. Se criaron varios de ellos en la oscuridad hasta que cumplieron diez semanas de edad. Entonces los dividieron en dos grupos: activos y pasivos.

Durante tres horas al día, los gatos de ambos gru­pos fueron colocados en una misma jaula, como se observa en la figura correspondiente. Los animales estaban sujetos con arreos, de modo que toda acción del gato desplazaba al pasivo la misma distancia ha­cia adelante, hacia atrás, hacia arriba, hacia abajo o a los lados. La estimulación visual de los dos gatos era aproximadamente igual, pero el animal activo pro­ducía sus propios cambios en la estimulación (cami­nando, por ejemplo). El otro era un mero receptor pasivo de la estimulación. Cuando más tarde se ad-ministraron pruebas a los dos animales, el pasivo no podría discriminar la profundidad, es decir, no po­día juzgar la cercanía ni la lejanía de varios objetos. Por el contrario, el activo había adquirido una habili­dad normal. Sólo cuando a los gatos pasivos se les permitió vivir normalmente durante dos días —mo­verse en un ambiente visual propio—, desarrollaron la percepción normal de la profundidad (Held y Hein, 1963).

 

Figura 3.13

Sección transversal del aparato con que se demuestra la necesidad de la participación activa en el aprendizaje perceptual. Los dos gatitos están recibiendo más o menos el mismo estímulo visual, al desplazarse en relación con las franjas verticales pintadas en las paredes del cilindro, pero con sus movimientos uno de ellos está produciendo cambios en lo que ve. El otro ve cambios semejantes por la forma en que está sujeto al arnés del primer animal, pero lo que ve nada tiene que ver con sus movimientos. Se comprobó que, a diferencia del primer gato (que sí desarrolló percepción normal a la profundidad), el segundo no había adquirido la capacidad de percibir la profundidad en esta situación.

 

¿REALIDAD O MITO?

Al sentir los rostros de las personas, los ciegos logran visualizar su aspecto.

Mito. La visualización se basa en el recuerdo de las cosas que hemos visto. Si una persona es ciega de nacimiento, no posee esta clase de memorias.

 

Los experimentos realizados en seres humanos demuestran asimismo que la participación activa en el ambiente es un factor importante para lograr una percepción exacta. Los que son ciegos de nacimiento y después han recobrado la vista gracias a una inter­vención quirúrgica (lo cual es posible en contados casos) tienen sensaciones visuales, pero en un princi­pio no distinguen entre un cuadrado y un círculo ni ven que un cubo rojo es semejante a un cubo azul (Valvo, 1971). De hecho, a algunos les resultaba difí­cil hacer esas distinciones tan simples seis meses des­pués de haber recuperado la vista.

No todos los casos tienen un final feliz. Gregory (1978) narra la historia de S. B., un hombre que había recobrado la vista a la edad de cincuenta y dos años. Antes de la operación llevaba una vida activa y pro­ductiva. Le gustaba hacer cosas en un cobertizo de su jardín, y algunas veces andaba en bicicleta con un amigo que lo guiaba apoyando la mano en su hom­bro. Inmediatamente después del trasplante de cór­nea, no podía ver sino sombras borrosas, pero rápidamente su vista fue mejorando. Le costaba tra­bajo estimar la distancia; por ejemplo, pensaba que la ventana del hospital se encontraba a unos dos metros del suelo, cuando en realidad estaba a 18 metros. Pero con la vista reconocía objetos que había aprendido por tacto. No le fue difícil aprender a sa­ber la hora: durante años había utilizado un reloj de pulsera con grandes y prominentes números.

Pero S.B. nunca aprendió a confiar totalmente en su nuevo sentido de la vista. Cuando estaba ciego, cruzaba despreocupado las calles de mayor tráfico guiándose únicamente con su bastón. En cambio, después de la operación lo aterrorizaba el tráfico y le provocaba ansiedad cruzar las calles. Una vez que desapareció la emoción inicial de volver a ver, S. B. poco a poco fue sintiéndose deprimido por la mono­tonía del mundo. La pintura descascarada y las man­chas de los objetos lo molestaban. Sus depresiones fueron volviéndose paulatinamente más intensas,

hasta que finalmente murió pocos años después de la operación.

Percepción de la profundidad

La percepción de la profundidad, capacidad de reco­nocer distancias y la tridimensionalidad, se desarro­lla durante la infancia. Si se coloca a un bebé en una mesa grande, no gateará más allá de la orilla. Puede percibir la gran distancia que hay entre el borde y el suelo. Los psicólogos prueban este tipo de percep­ción en los niños con un dispositivo denominado abis­mo visual (Gibson y Walk, 1960).

Las personas se sirven de muchas señales para percibir la profundidad. Una de ellas es la informa­ción que suministra la disparidad retiniana, como ya vimos en este capítulo. Otro es el paralaje de movi­miento: el movimiento de los objetos que se produce cuando movemos la cabeza de un lado a otro o cuan-do caminamos. El paralaje del movimiento puede de-mostrarse observando dos objetos en la misma línea de visión: uno cercano y otro un poco distante. Si movemos la cabeza hacia atrás y hacia adelante, el objeto cercano dará la impresión de moverse más que el lejano. De este modo, el paralaje nos da pistas so­bre cuáles objetos se encuentran más cerca.

Seguramente el lector estará familiarizado con muchas otras indicaciones de la distancia. Algunas veces los objetos cercanos oscurecen partes de los que se encuentran más lejos. Los objetos continuos, como las vías del tren, las carreteras, las hileras de los ár­boles y las paredes de un cuarto forman líneas con­vergentes, otra indicación de la distancia.

Constancia

Cuando hemos aprendido a percibir ciertos objetos del ambiente, tendemos a verlos de la misma manera sin importar las condiciones cambiantes. Seguramente el

 

lector juzgará que la blancura de varias partes de es­tas páginas son bastante constantes, aunque tal vez haya leído el libro bajo diversas condiciones de ilumi­nación. Varían luz, el ángulo de visión, la distancia y, por lo mismo, la imagen que se proyecta sobre la reti­na, no así su percepción del objeto. Por ello, a pesar de las cambiantes condiciones físicas, percibimos los ob­jetos como si no cambiaran gracias al proceso de la constancia de tamaño, forma y brillantez.

Un ejemplo de constancia del tamaño mostrará cómo estamos equipados con un sistema automático para percibir que un objeto no cambia de tamaño, sin importar si se encuentra cerca o lejos. Un amigo que

Figura 3.14

Esta figura puede usarse para demostrar dos características propias de la visión. Fije la vista en la estrella de la parte inferior de la derecha durante unos cuarenta y cinco segundos o hasta que los colores comiencen a atenuarse. Después observe detenidamente un trozo de papel en blanco. Al cabo de uno o dos segundos verá una imagen consecutiva negativa de esta figura, en

que la bandera aparece con sus colores normales. Ello se debe a que se han fatigado los receptores del verde, blanco y amarillo, lo cual permite que predomi­nen sus colores complementarios cuando fija la mirada en el papel en blanco. Puesto que los complementos son, respectivamente, rojo, blanco y azul, verá una bandera normal de Estados Unidos. Ahora dirija la vista hacia una pared en blanco, un poco alejada. De repente la bandera aparece­rá enorme. Esto obedece al principio de constancia: el cerebro interpreta la misma imagen como si fuera grande cuando está distante (en la pared) y pequeña cuando está cercana (en el trozo de papel que sostenemos en la mano).

camina hacia nosotros no parece convertirse en un gigante, aun cuando la imagen ocular se va volvien­do cada vez más grande a medida que se acerca. Ante nuestra vista, su aspecto no cambia de tamaño, por-que aunque la dimensión de la imagen visual aumen­te estamos percibiendo información adicional: la distancia va disminuyendo. El aumento de la ima­gen ocular y la información referente a la distancia se combinan, produciendo así una percepción de un objeto que se acerca pero que conserva su tamaño.

La información relativa a la distancia compensa el aumento de la imagen ocular y produce la cons­tancia del tamaño. Si se elimina dicha información, la percepción del tamaño del objeto empezará a co­rresponder al tamaño real de la imagen ocular. Por ejemplo, a casi todos les resulta difícil estimar el ta­maño de un avión que cruza el cielo, porque tienen poca experiencia al juzgar los tamaños y distancias enormes. En cambio, los pilotos determinan si un avión en vuelo es grande y se halla lejos o si es pe­queño y está cerca, pues tienen experiencia en calcu­lar los tamaños y distancias de los aviones.

Ilusiones ópticas

Las ilusiones son representaciones erróneas de la realidad. Por ejemplo, observe detenidamente las lí‑

Figura 3.15

Las ilusiones de Muller-Lyer (a) y de Ponzo (b) son dos de las más famosas en el terreno de la psicología Las líneas entre las puntas de las flechas de (a) tienen exactamente la misma longitud, lo mismo que las líneas negras y gruesas de (b). Según algunos psicólogos, la razón de que estas líneas parezcan tener diferente longitud es que el cerebro interpreta los diagramas de (a) y (b) como si fueran escenas como las de (c).

 

neas de la figura correspondiente. ¿Cuáles son más largas? Con una regla mide la longitud de los pares de líneas y vuelve a fijar la vista en ellas. ¿Te parecen tan largas ahora que ya sabes que son iguales? La mayor parte de la gente contestará negativamente.

Una posible explicación de este tipo de ilusión es la siguiente: pese a que los patrones son bidimensio­nales, el cerebro los trata como si fueran tridimensio­nales. Estas ilusiones ópticas presentan características que suelen indicar la distancia en un espacio tridi­mensional. Por ejemplo, podemos pensar que la lí­nea de la parte superior de la figura anexa es el rincón lejano de un cuarto; la de la parte inferior se asemeja al rincón cercano de un edificio. En las partes b y c de la figura las líneas convergentes crean la ilusión de distancia, de modo que la barra de la parte inferior parece más cercana y corta que la de la parte supe­rior. Al parecer esta «compensación perceptual» es inconsciente y automática.

PERCEPCIÓN EXTRASENSORIAL

En el presente capítulo hemos explicado la percep­ción de los aspectos tangibles y mensurables del am­biente. Pero el ser humano rara vez se contenta con entender tan sólo lo que puede verse y medirse di-rectamente. Le fascinan las cosas que no puede ver ni explicar fácilmente e incluso las que ni siquiera puede comprobar: platillos voladores, átomos, genes y la percepción extrasensorial.

La percepción extrasensorial (o sea recibir infor­mación acerca del mundo a través de canales que no sean los sentidos normales) es un tema debatido muy acaloradamente. Muchos están convencidos de que existe por la presencia de una intensa experiencia personal que nunca podrá ser validada con medios científicos. Por ejemplo, todos sentimos un poco de miedo antes de viajar e imaginamos lo peor: el avión se caerá, el tren descarrilará o sufriremos un accidente automovilístico. Estas cosas no ocurren, y nos olvi­damos fácilmente de premoniciones tan terribles. Pero si lo improbable tuviera lugar, nuestras premonicio­nes se convertirían en hechos innegables de que exis­te la precognición. Algunas veces este tipo de coincidencias se convierten en evidencia que apoya la existencia de fenómenos paranormales y reciben

mucha publicidad, olvidándonos entonces de cuán­tas veces resultaron totalmente erróneas. Pero si en verdad queremos comprobar la existencia de la per­cepción extrasensorial, hemos de llevar un registro de la frecuencia de las veces que acertamos o nos equivocamos.

Los científicos han venido estudiando la percep­ción extrasensorial desde fines del siglo XIX. Quizás el parapsicólogo (nombre que se da a los investiga-dores de lo sobrenatural) más famoso sea J. B. Rhine. Hacia 1930, comenzó a realizar una serie de tests cien­tíficos muy rigurosos acerca de la percepción extra-sensorial. Por ejemplo, en los tests de telepatía, un «emisor» se concentra en cada una de las veinticinco cartas de una baraja especial. (La baraja contiene cin­co barajas para cada uno de cinco símbolos diferen­tes.) Un «receptor» encerrado en un cuarto lejano indica en cuál carta se está concentrando el emisor. En una forma meramente fortuita, acertará en cinco cartas, algunas veces un poco más y otras un poco menos. Se han realizado miles de pruebas y se ha de-mostrado que algunas personas siempre obtienen un porcentaje mayor al promedio. Algunos investigado-res han llegado a la conclusión de que esas personas reciben información a través de los sentidos u otros canales que aún no conocemos.

Los resultados obtenidos en estos estudios son poco probables desde el punto de vista estadístico, pero en otros aspectos no son tan impresionantes. Por ejemplo, en una investigación reciente (descrita en Chance, 1976), Charles Tart realizó un estudio de selección entre 1 500 estudiantes universitarios y descubrió que 25 de ellos parecían poseer la percep­ción extrasensorial. Les mostró una máquina que alea­toriamente encendía una de cuatro luces. Debían adivinar cuál luz se prendería a continuación. Conje­turaron casi 7 500 veces y apenas alcanzaron un por­centaje de 26.8 de aciertos. Suponemos que las personas sin el don de la percepción extrasensorial, adivinaron casi el 25% de las veces (una vez de cada cuatro) y además conjeturaron tantas veces, por lo cual el resultado fue estadísticamente significativo: las probabilidades fueron más de 2 500 a 1 contra el porcentaje obtenido por casualidad. Se trata de pro­babilidades impresionantes, pero los resultados no lo son tanto. Este nivel mínimo de percepción extra-sensorial no sería de gran utilidad si quisiéramos ju­gar en la bolsa de valores o apostar a un caballo en el hipódromo.

 

Además el experimento de Tart presenta un pro­blema más. Un grupo de estudiantes universitarios recopilaron los datos sin supervisión. En muchos es­tudios se ha demostrado lo siguiente: los experimen­tadores que creen en la percepción extrasensorial tienden a cometer errores para apoyar sus ideas, del mismo modo que los escépticos incurren en equivo­caciones al demostrar que no existe. Otro problema es el fraude intencional. No sería la primera vez que un estudiante falsifica los datos con tal de agradar a su profesor u obtener buenas calificaciones. Y se han registrado algunos casos espectaculares de fraude en este tipo de investigaciones.

Otra razón por la que muchos científicos no acep­tan los resultados de los experimentos en favor de la percepción extrasensorial radica en el hecho de que los hallazgos son poco uniformes. Uno de los princi­pios medulares de la investigación científica estable-ce que un científico deberá ser capaz de reproducir los resultados conseguidos por sus colegas. No sólo varios experimentos arrojan resultados contradicto­rios, sino que incluso un mismo individuo parece es­tar dotado de la percepción extrasensorial un día y al siguiente ya no. Los partidarios de ella sostienen que no es posible reproducir uniformemente esta clase de investigaciones, porque las habilidades especiales se atenúan en una situación de laboratorio. Señalan que estas respuestas se producen mejor en situaciones

relevantes o de gran emotividad. Los experimentos en que se prueba la capacidad de percibir cuáles sím­bolos aparecen en tarjetas son irrelevantes para la vida de la generalidad de las personas y distan mucho de ser muy emotivas; más bien son una forma aburrida de pasar una tarde. Desde este punto de vista, inclu­so es sorprendente que se haya comprobado la per­cepción extrasensorial en situaciones rigurosas de laboratorio.

Aunque estamos ante un fenómeno muy frágil, la imposibilidad de reproducir los resultados y la dificultad de verificarlos son problemas muy graves. Muchos adoptan una actitud escéptica respecto a su existencia, mientras no se logren resolver estos pro­blemas. Sin embargo, ese escepticismo ha sido supe­rado muchas veces en el pasado. Por ejemplo, hace más o menos un siglo era vista con mucho recelo la hipótesis de que muchas enfermedades eran causa-das por organismos invisibles. Sólo después que los trabajos de Pasteur y de otros investigadores demos­traron la existencia de una relación clara entre esos organismos y la enfermedad, se aceptó la «teoría del origen bacteriano» de las enfermedades. Quizá con la invención de las técnicas apropiadas para probar la percepción extrasensorial se llegue a demostrar la existencia de los fenómenos paranormales, aunque también cabe la posibilidad contraria.

 

54                                                            PSICOLOGÍA PARA BACHILLERATO

RESUMEN

 

  1. La información que recibimos acerca del mundo externo proviene de los sentidos. Los órganos sen­soriales convierten los estímulos del ambiente en actividad químico-eléctrica que se dirige hacia el cerebro. Este proceso da origen a la sensación.
  2. La psicofísica es el estudio de la relación existen-te entre los estímulos físicos y las experiencias sen­soriales que producen. La mínima cantidad de energía que provoca una sensación recibe el nom­bre de umbral absoluto. Se da el nombre de um­bral diferencial al cambio más pequeño del estímulo que produce una alteración de la sensa­ción.
  3. El experimentar una sensación depende más de los cambios del estímulo que de su intensidad. La adaptación sensorial se da cuando un estímu­lo continúa sin cambio alguno. La motivación in-fluye en el hecho de que ciertos estímulos sean percibidos o no.
  4. La luz es el principal estímulo de la visión. Los bastones y conos de la retina transforman la ener­gía luminosa en impulsos eléctricos que cruzan por el nervio óptico en dirección hacia el cerebro. Los conos reaccionan ante el color y funcionan de modo óptimo bajo la luz solar. Los bastones son más sensibles a la brillantez, pero no detec­tan el color. El daltonismo (ceguera al color) se produce cuando los conos están ausentes o fun­cionan mal. La fusión binocular, combinación de las imágenes procedentes de ambos ojos, se acom­paña de esteropsia (interpretación tridimensional del mundo). La fusión es posible gracias a la dis­paridad retiniana, que es la diferencia entre las imágenes provenientes de los dos ojos.
  5. Los estímulos de la audición son las ondas sono­ras, que las células pilosas del oído interno con-vierten en impulsos químico-eléctricos. Estos mensajes arriban al cerebro a través del nervio auditivo.
  6. El olfato y el gusto son sentidos químicos. Los receptores situados en la nariz y en la lengua res­ponden al contacto con las moléculas. El olfato interviene también, en cierta medida, en la ma­yor parte de las sensaciones gustativas.
  7. Los receptores cutáneos responden a la presión, el calor, el frío y el dolor. Estas sensaciones de­sempeñan una parte importante al advertirle al cerebro la posibilidad de peligros externos.
  8. Entre las sensaciones internas del organismo se encuentran las siguientes: el equilibrio, la cines­tesia, la sensibilidad interna a la presión, tempe­ratura, dolor, sustancias químicas y la cenestesia.
  9. La percepción es un proceso que consiste en crear estructuras significativas a partir de la informa ción proveniente de los sentidos. Esas estructu­ras perceptuales reciben el nombre de gestalts. Los psicólogos estudian fenómenos como las re laciones entre figura y fondo, la inferencia per­ceptual, el desarrollo perceptual, la percepción de profundidad, la constancia y las ilusiones óp ticas para averiguar cómo funciona la percepción.
    1. Se han efectuado abundantes investigaciones so­bre la percepción extrasensorial, pero éste es un tema que sigue suscitando controversias.

 

PREGUNTAS DE REPASO

 

 

 

  1. ¿Qué diferencia hay entre un umbral absoluto y un umbral diferencial?
  2. ¿Cuál es la concepción actual de la capacidad de la publicidad subliminal para influir en el com­portamiento de una persona?
  3. ¿Qué principio psicológico explica por qué ten-demos más a darnos cuenta de que se funde un foco en un cuarto con tres focos que cuando se funde uno en un estadio deportivo?
  4. ¿Qué sentido ha sido objeto del mayor número de investigaciones? ¿Por qué?
  5. ¿De qué indicios o señales nos servimos para de terminar la distancia y la profundidad de la vi­sión? ¿Y mediante cuáles determinamos la dirección de los sonidos?
  6. ¿Cuáles son los cuatro tipos de información que recibimos a través de la piel?
  7. ¿Qué sistema sensorial regula el sentido de equi­librio? ¿A qué se deben los mareos?
  8. ¿Qué fuentes de información sensorial utilizará una persona mientras baila?
  9. Los psicólogos de la gestalt han descubierto va­rios principios que nos sirven para organizar las percepciones. ¿Cuáles son éstos?
  10. ¿Qué evidencia experimental indica que nacemos con la capacidad de efectuar inferencias percep­tuales? ¿Qué evidencia hay de que la percepción es resultado de la interacción con el ambiente?
  11. Si tomáramos dos libros del mismo tamaño y pusiéramos uno en el extremo del cuarto y el otro delante de nosotros, concluiríamos que son del mismo tamaño aunque el más lejano produz­ca una imagen más pequeña sobre la retina. ¿Por qué los percibimos como si tuvieran el mismo ta­maño?
    1. ¿Qué opinan los psicólogos contemporáneos so­bre la evidencia disponible en favor de la exis­tencia de la percepción extrasensorial?

 

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