La crisis sacrificial 50

los filósofos presocráticos son menos considerados que los filósofos de la tragedia. Algunos textos nos aportan unos ecos muy claros de la crisis reli­giosa que intentamos definir. En el fragmento 5 de Heráclito, por ejemplo, se trata manifiestamente de la decadencia del sacrificio, de su impotencia para purificar lo impuro. Las creencias religiosas están comprometidas por la desintegración de lo ritual:

«En vano se purifican manchándose con sangre, como si al­guien, tras sumergirse en el fango, con fango se limpiara: parece­ría haber enloquecido, si alguno de los hombres advirtiera de qué modo obra. Y hacen sus plegarias a ídolos, tal como si alguien se pusiera a conversar con cosas, sin saber que pueden ser dioses ni héroes.» *

Ya no existe ninguna diferencia entre la sangre derramada ritualmente y la sangre derramada criminalmente. El texto de Heráclito adquiere todavía mayor relieve si lo relacionamos con textos análogos de los profetas anteriores al Exodo del Antiguo Testamento. Amos, Isaías, Miqueo denun­cian en unos términos de extraordinaria violencia la ineficacia de los sa­crificios y de todo el ritual. Vinculan de manera muy explícita esta des­composición religiosa con el deterioro de las relaciones humanas. El des­gaste del sistema sacrificial aparece siempre como una caída en la violencia recíproca; los allegados que sacrificaban conjuntamente unas terceras vícti­mas, se perdonaban recíprocamente; ahora tienden a sacrificarse los unos a los otros. Las Purificaciones de Empédocles contienen algo muy se­mejante:

«136. — ¿Concluiréis de una vez esta carnicería de tan si­niestro estruendo? ¿No veis que en la indiferencia de vuestro corazón os devoráis los unos a los otros?

137. — El padre se apodera del hijo, que ha cambiado de forma; y el insensato le mata mientras ora; y el hijo grita, su­plicando a su enloquecido verdugo; pero él no le oye, y le de­güella, preparando en su palacio un abominable festín. De igual manera, apoderándose el hijo del padre, y los hijos de su madre, les arrancan la vida, y devoran una carne que es la suya.»

El concepto de crisis sacrificial parece capaz de esclarecer algunos as­pectos de la tragedia. En muy buena parte, lo religioso presta su lenguaje a la tragedia; el criminal se considera menos como un justiciero que como un sacrificador. Siempre se considera la crisis trágica desde la perspectiva del orden que está naciendo, nunca desde la perspectiva del orden que

* Según la traducción de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, Los filó­sofos presocráticos I, Gredos, 1981, pp. 380-381. (N. del T.)

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