El dormir.

Quisiera referirme también a las ideas de Lewin (13) , con el propósito de dejar claramente establecida la estrecha correlación entre los fenómenos descriptos como precursores del dormir, sobre la base de la libido oral y los sucesos de despersonalización sufridos por mi paciente. Los elementos comunes que dicen de la seme­janza de estos dos tipos de fenómenos han sido planteados en el curso del material clínico expuesto hasta ahora.

Lewin, basándose en los fenómenos hipnagógicos descriptos por Isakower (11) en los que interpreta los bultos convexos del mundo circundante como pechos que se van aplanando al acercarse al durmiente, planteó su concepción de que la pantalla del sueño está representada por el pecho. En relación a que en el dormir se pierden los límites del self, afirma que eso ocurre por medio de un acto oral a través del cual el durmiente no sólo se ha comido el objeto, sino que identificándose con él, ha devorado partes de sí mismo. Siguiendo lo sostenido por Freud de que dormir es un retorno al seno materno, agrega que dicho retorno se produce por medio de la boca, ya sea pasiva o activamente: «O somos devo­rados por la madre o nos abrimos paso a mordiscos». Se refiere finalmente a que dormir está asociado psicológicamente a la idea de muerte, y que ésta implica profundamente el deseo infantil de unirse con la madre.

Freud (7) (8) señaló que en el momento de dormirse se abandona el contacto con la, realidad y tiene lugar una regresión al estado de narcisismo absoluto donde se reproducen las condicio­nes de vida intrauterina; hay, pues, una sustracción de cargas de las representaciones objetivas con el consiguiente aumento de la libido del yo. Federn (3) (4) establece que el sentimiento del yo desaparece; el yo corpóreo sufre más las consecuencias del retiro de catexis libidinosas que el yo mental: partes del cuerpo son percibidas en forma vaga y se las siente desplazadas en distintas direccio­nes. Para Isakower (11) , se produce una alteración de las cargas por las que existe una instancia que critica y observa, en agudo contraste con el yo corporal cuyos límites se borran y fusionan con el mundo externo.

En el despertar, la síntesis del yo se opera gradualmente me­diante la reconstrucción de las relaciones intra e interpersonales. Existen constantemente síntomas de extrañamiento que se hacen más perceptibles cuando el individuo se dirige hacia un objeto.

Los fenómenos de desintegración y restitución del yo, señalados en el dormir y en el despertar respectivamente, se desarrollan —con mayores o menores alternativas— en el paciente durante los procesos de despersonalización; enunciados esquemáticamente serían: al­teración de la percepción de la realidad circundante y de las cuali­dades inherentes al propio yo mental y corpóreo por perturbación de la distribución libidinosa que afecta tanto a la libido del yo; predominancia de las modificaciones sufridas en las percepciones corporales con las típicas y constantes sensaciones bucales que, junto con el material asociativo, confirmaban plenamente el sustrato oral que existía en el fondo de todos estos procesos; fantasías de retorno al vientre materno, elaboradas y expresadas en vivencias basadas en la alteración de las percepciones; disociación en un yo observador y un yo que sufre una regresión profunda y es objeto de las alte­raciones descriptas; sensación de extrañamiento frente a los objetos y a sí mismo; intento de restablecer el contacto con la realidad y de recuperar sus objetos.

Si he puesto énfasis en la remarcación del paralelo existente entre estas dos categorías de procesos, no se debe a que lo considere privativo y específico del caso que presento, ya que son bien conocidas las analogías entre el dormir, el soñar y la psicosis (1) . Mi intención se basó primordialmente en el deseo de homologar el cuadro que presentaba el paciente con algunas cualidades especia­les señaladas en el mecanismo de dormir. Freud recalcó que no podemos soportar las excitaciones del mundo externo de una manera ininterrumpida y, por lo tanto, tenemos que sumirnos temporalmente en el estado en que nos hallábamos antes de nacer. El dormir debe ser considerado, pues, no sólo como una protección contra el exceso de fatiga física y mental, sino también contra determinadas situaciones de la realidad que se tornan displacenteras. El deseo de dormir «por aburrimiento» encubre frecuentemente una defensa frente a angustias más profundas. Además, Freud caracte­rizó el dormir como un fenómeno eminentemente activo, debido a la intervención de factores conscientes y voluntarios que determi­nan el retiro de interés por el mundo externo, etcétera. Por otra parte, si bien el dormir lleva implícita la vivencia de muerte, trae aparejada al mismo tiempo la noción del renacer en cada mañana: ya señaló que en este hecho debe residir una de las raíces más profundas de la creencia en la propia inmortalidad.

Análogamente, se puede afirmar que el paciente no podía so­portar en forma ininterrumpida los impactos surgidos durante el curso de la neurosis transferencial, especialmente después que per­diera el reducto representado por la neurosis obsesiva de la primera época. Por lo tanto, sufría periódica y activamente el proceso de regresión, parcialmente vivido como desastre, por la desintegración del yo que implicaba. Pero había como un conocimiento a priori de la transitoriedad y reversibilidad del fenómeno que, como en el despertar, le significaba volver a recuperar sus vínculos con la vida y sus relaciones con los objetos.

 

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