IDENTIDAD SEXUAL

El sentimiento de identidad sexual se basa en experiencias cor­porales desde la más temprana infancia hasta la adultez (tocar y ver los genitales propios y ajenos y experimentar sensaciones, ten­siones y gratificaciones en relación con ellos) , correlativas de fanta­sías inconscientes muy complejas, de carácter libidinoso y agresivo en relación con sus objetos primarios, preedípicos y edípicos.

A las fantasías básicas y universales, que tomarán un carácter específico en cada individuo en función de su historia personal y la experiencia vivida, se agregan los significados asignados a la masculinidad y feminidad por las pautas culturales en cada sociedad o grupo, en una época histórica determinada.

La experiencia de la identidad sexual no descansa exclusiva­mente en la observación y comparación de los genitales propios y ajenos, sino que se complementa con la curiosidad acerca de las actividades sexuales propias y de los demás.

Desde muy temprano en la vida del niño, las manos son objeto de especial curiosidad, que contempla, mueve, junta y con las que juega ya a los tres meses.

Cuando logra adquirir el dominio y manejo de sus manos, éstas serán usadas para realizar nuevos hallazgos: explorar su cuerpo, descubrir sus pies, tratar de atraer y apartar de sí distintas partes de su cuerpo como puede obtener y rechazar objetos, y en esta exploración el niño encuentra también su genital. Este descubri­miento lo resarcirá de la dolorosa pérdida implicada en el destete, en la medida en que siente la relación perdida. Es algo que permite la fantasía de la relación de pareja: de entrar en alguien o de recibir a alguien dentro de sí.

 

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