Fantasías subsiguientes.

En los meses que siguieron las fantasías giraban alrededor de intentos de volver a establecer una relación idealizada con el pecho o con el interior de la madre donde también estaba el pene; no estudiaría más, en el otro país tendría un hijo y se encerraría con él en una torre de marfil, no necesitaría más relaciones sexuales, no saldría y no tendría necesidad de hablar el otro idioma, etcétera. Estas fantasías llenaban una doble finalidad: expresaban su hosti¬lidad contra el marido, contra el otro país y contra mí, a quien vivía como pareja del marido, que queríamos echarla de la teta para tener otro hijo; y al mismo tiempo implicaba una negación de la vivencia de ser «sacada de adentro», que era sinónimo de muerte. Fantaseaba instalar un vientre en el «otro país».
Frente a un incremento de la persecución, huía hacia una si¬tuación regresiva maníaca donde se cargaba libidinosamente la ima¬gen de un objeto interno idealizado.
Recordaremos, a este respecto, su migración durante la lactancia y la actitud paranoica de la madre, que la mantuvo al pecho para defenderla de la comida «envenenadora» del otro país, y su desalojo de ese pecho por la gestación de una hermana que la sustituiría, dejándola librada a los peligros del otro país. Intentaba también en esa fantasía ser como la madre de entonces, ante la angustia de no saber cómo iba a ser.
Pero los riesgos que percibía en esta fantasía de regresión tam¬bién eran graves. Al pensar en tener un nuevo hijo, recordaba su situación cuando había nacido su hija, Inés, y aunque intentaba negar su angustia diciendo «sin análisis igual hubiera salido», agregaba a continuación: «A veces me asusto cuando pienso cómo estaba y hasta qué punto me sentía fuera del tiempo; en realidad pienso que sin análisis me hubiera vuelto loca después del parto».
Ante el peligro que significaba esta regresión buscó una salida por medio de la actuación, estableciendo un vínculo con alguien que representaba al padre con el que planeó instalar un negocio vivido como «fabuloso», con mercaderías de origen dudoso, pero para el cual hubiera debido invertir todas sus pertenencias, volviendo a va¬ciarse de todo lo logrado.
Se mete en un lío con un hombre, en un negocio fantaseado corno «comercio sexual», cuando se asusta de la fantasía homosexual, regresiva y sádica conmigo, que aparecía en sueños en que pandi¬llas de delincuentes juveniles mataban a una mujer que tenía mu¬chas botellas, quedando la paciente encerrada con esa mujer.
La forma en que se estableció la relación con este hombre está plena de significados e ilustra sobre el funcionamiento de la iden¬tificación proyectiva. El incremento de la ansiedad persecutoria de¬terminado por la carencia (hambre-migración) era otro de los factores que inhibían la identificación introyectiva y hacían au¬mentar los mecanismos proyectivos.
Este era un comienzo de sesión de esa época: «Estoy completa¬mente loca. Inés ayer tenía hambre y la chica no le tenía la comida lista, porque estoy muy ocupada estudiando y si yo no miro las cosas en casa no marchan, y empezó a lloriquear. Yo me turbé mu¬cho y me salieron dos grandes gotas de leche de los pechos (silen¬cio) Hay otra cosa: estuve pensando en Z. Parece que tiene de todo, pero anda buscando un socio. A veces lo miro, no sé, así nomás. Pensé cómo me sentiría si yo fuera él. El percibió las mi¬radas. Al principio parecía nervioso y seco, después se tranquilizó. Me da vergüenza contar algo así tan adolescente».
Estaba impresionada al ver el miedo que tenía de quedarse sola y muerta de hambre.
Por eso sintió que tuvo que recurrir a la omnipotencia de sus pechos y pezones que le procuraran las gotas de leche, en casos de extrema necesidad. También quiso estar en posesión de un pene omnipotente para disponer de su eyaculación en todo momento por lo que buscaba meterse en Z («si yo fuera él») , mientras con la mi¬rada trataba de poner en él su parte hambrienta («busca un socio») .

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