Ideologías y lazos afectivos.

La ideología puede llegar a ser jerárquicamente más impor­tante que la nacionalidad y el idioma, para el establecimiento de los lazos afectivos entre los individuos. Las diferencias ideológicas determinan que la gente se relacione con vínculos parcializados, interferidos por tensiones y recelos.

Una ideología no compartida puede llegar a socavar la relación de una pareja hasta entonces armónica o tolerante con otro tipo de divergencias. Puede destruir largas amistades o hacer reconciliar a enemigos recalcitrantes. En cambio, los individuos que comparten una ideología, aunque sus vínculos sean también parciales, tienen un lenguaje común lleno de sobreentendidos, con un código parti­cular con el cual entender al mundo y los acontecimientos de la vida cotidiana.

Los partidarios de una determinada ideología estrecharán filas con sus sostenedores en otros países, más allá de las fronteras del lenguaje y de la religión y aun en contra de sus propios connacionales y familiares si llegara a ser necesario. Recordamos aquí una frase muy elocuente de un joven, profesional que por sus conviccio­nes ideológicas abandonó su país, su familia y su posición para ir a luchar activamente por sus ideales. Refiriéndose luego a su propia familia, escribía a uno de sus camaradas: —»Si a ellos llamo herma­nos, ¿cómo debo llamarlos a ustedes?»

Es que cada ideología está enraizada con los cimientos de la identidad. Todos los integrantes de una comunidad ideológica se sienten «hermanados» no sólo por compartir idénticas aspiraciones y luchar solidariamente por concretarlas, sino por ser depositarios de un objeto idealizado común que para cada uno representa su objeto primario amado. Es por ello que toda ideología está tan cargada emocionalmente. En otras palabras, la ideología representa objetos internos incorporados al núcleo del yo y «a través de cuyos ojos» (según la expresión de Wisdom) (14) el sujeto ve el mundo.

 

Deja un comentario