LA PSICOLOGÍA FUNCIONA DENTRO DE UN PODEROSO COMPLEJO ‘PERSONAL-POLÍTICO-ECONÓMICO’
Precisamos comprender los intereses en pugna de los grupos que se atribuyen el conocimiento de los problemas “mentales” y que plantean maneras distintas de abordarlos. La noción de “curación” es apropiada cuando se trata realmente de una “enfermedad”, pero incluso las compañías farmacéuticas y sus agentes en el sistema psiquiátrico han dejado de prometerla. La sapiencia de la psiquiatría tradicional, que afirmaba que la persona diagnosticada como “esquizofrénica” nunca dejaría de serlo y que a lo sumo podía aspirar a arreglárselas con una medicación apropiada, ha experimentado un giro psicológico. Ahora, la cultura psicológica nos incita a sentirnos vulnerables, en situación de “riesgo”, y cualquier atisbo de infelicidad es indicativo de que algo nos pasa.
En esta sociedad, incluso los momentos de infelicidad que conducen a reflexionar sobre los problemas del mundo se convierten en síntomas de una patología que han de ser erradicados. Así, en una cultura psicologizada se refuerza la alienación y se reprime cualquier conciencia de la misma. En este escenario, la medicación y el tratamiento físico han pasado a su vez a engrosar las técnicas ofrecidas por las distintas ramas especializadas en la salud mental.
LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA
Lamentablemente, la psicología conoce su lugar en este complejo de prácticas y reduce la esfera de la vida personal a la de la “salud”, excluyendo a propósito el compromiso político. Mientras tanto, la disciplina mantiene el interés económico que alimenta el mismo malestar que contribuye a producir.