QUINTO AÑO DE ANALISIS (1968)

QUINTO AÑO DE ANALISIS (1968)

Sinopsis_ Barry va a la escuela y comienza a relatar sueños que confirman y aclaran el material y las interpretaciones anteriores. Surgen varios significados del. acto de dormir y comienza la lucha acerca del concepto de trabajar.

Resultó por fin posible que Barry fuera traído al consultorio privado de la analista, y que se acostara en el diván, luego de cuatro años de tratamiento (a la edad de 15 años y medio). Se hicieron planes para que fuera a una escuela especial al comienzo del año lectivo siguiente. Esta idea era mencionada entre nosotros co­mo P.A.C. (Psycho-Analytic Conspiracy, Conspiración psicoanalítica). En la mente de Barry todos los psicoanalistas estaban implicados y sentía que lo forzaban a que dejara el estilo de vida gorila, «aun cuando él pudiera ya usar el lavatorio y la ducha», para decirlo con sus palabras al dejar la Clínica.

 

En el día en que Barry fue a la escuela por primera vez, entró al consultorio con aspecto muy seguro, con un portafolio bajo el brazo, un cuadro muy diferente, del muchacho gordo de miembros sueltos de los meses anteriores. Mi sensación fue de que tenía lugar cierta identificación con un papá que trabaja. Se derrumbó en el diván y durmió durante la mayor parte de la sesión.

Anteriormente en el análisis había habido breves episodios de incómoda som­nolencia; pero esta vez era distinto. Mientras estaba acostado, ligeramente sonro­jado, algo de un ángel-bebé rosa y blanco parecía emerger de su rusticidad. Mi impresión era que estaba reproduciendo una situación de nacimiento, un tipo de cuadro de «la mamá y el bebé están bien», con alivio de todos: una experiencia muy emocionante en la contratransferencia.

El sueño en la sesión continuó durante algunos meses. Solamente en la prime­ra ocasión pareció ser un dormir descansado; pero más tarde y durante un tiempo fue muy perturbado. Barry comenzó a traer sus sueños nocturnos: anteriormente sólo había presentado dos o tres y en todas esas ocasiones se relacionaban con mi muerte.

El siguiente es un sueño traído en la mitad de la semana y que se reprodujo parcialmente al comienzo de este capítulo: El había tenido que ir a un laborato­rio. Había allí una computadora en la cual debía poner el nombre y la dirección de la analista. Había mucha gente y cada uno tenía audífonos y un receptor. Seis meses más tarde, él volvía y cada uno tenía una caja delante de sí. Cuando miró dentro de su propia caja había una efigie de sí mismo, una especie de másca­ra de muerte, un horrible monstruo de cuatro ojos, narices y bocas, diez piernas y brazos. Mientras me contaba el sueño, la voz de Barry comenzó a desvanecerse y se quedó dormido.

Creo que este sueño evoca mucho de lo que ya he delineado, y me recordó material similar de muchas sesiones. Por ende, no va a ser difícil para los lectores compartir algo de mi experiencia de maravilla frente a la claridad forjada por el proceso analítico. Puede interpretarse con bastante seguridad que el laboratorio del sueño era mi laboratorio y su lavatorio; que la computadora, la mamá-pecho­inodoro, era también una mente-pecho nutricio que no sólo recibía sus califica­tivos insultantes, sino que también podía mostrarle gradualmente y en el momen­to oportuno la verdad acerca de sí mismo, cuando él pudiera tolerarla, retrospec­tivamente cuando ya hubiera hecho cierto progreso.

La existencia de otros niños en la Clínica queda registrada en el sueño. Al co­mienzo del análisis había sido importante para Barry que aquellos niños fueran protegidos de sus impulsos intrusivos y aterrorizantes, como él mismo lo había sido, a su vez, de la retaliación de ellos, en contraste con 11 situación en su mundo interno, donde la madre parecía ser constantemente atacada, abortada y, al par que sus hijos, mutilada o asesinada. En este sentido, la analista había sido viven­ciada como un objeto suficientemente fuerte como para tolerar sus ataques ani­quiladores, mientras continuaba sosteniéndolo, conteniéndolo, sin tirarlo al inodoro como un bebé fecal.

Los seis meses más tarde del sueño eran en realidad cuatro años, una indica­ción de la dificultad de Barry en relación con el tiempo. De todos modos, Barry pudo comprender claramente en ese momento algo de su efigie, de la parte mons‑

 

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truo de sí mismo en relación con sus ocho tentáculos de pulpo y con sus diez brazos y piernas. Era ahora capaz de enfrentar este horroroso cuadro de sí, antes que imponérselo a otros mediante conductas agresivas, como al comienzo del análisis.

Por el resto de la sesión, durante el tiempo en que Barry aparentemente dormía, yo hablé en voz alta sobre estos temas. Cuando lo desperté un poco antes de la hora, dijo: «Magnífico» mirándome muy intensamente; prosiguió: «y sucede cuando duermo una siesta», y al irse me dirigió una sonrisa beatífica. Al día siguiente, Barry me relató otro sueño en el cual él estaba en un gran auto; luego se encontró sentado en un ataúd (una asociación con la muerte del presidente Kennedy). Llamó a su amigo para que viniera a ayudarlo a salir y le dijera por qué estaba allí Su amigo lo ayudó a salir y cuando quiso dormir una siesta se volvió a meter adentro y cerró la tapa. Luego escuchó una hermosa música, y cuando miró hacia arriba todo era distinto. •

Este sueño fue interpretado en relación con el final de la sesión anterior,

ya que parecía confirmar que para Barry ir a dormir (hacer una siesta), equiva­lía a entrar en un féretro (cerrar sus ojos-bajar la tapa). También pareció claro que era la voz de la analista, como la voz de su madre en el pasado, la que lo res­cataba y lo volvía al reconocimiento de la vida y la belleza (todo diferente).

Dos semanas después Barry describió otro sueño. El había aterrizado en la

luna sin peligro. En ese momento lo interpreté como que el paciente podía sentirse bien sostenido y protegido por un pecho-luna y era entonces capaz de dormir de una manera vivaz, muy diferente de dormir con el sentido de intro­ducirse en el féretro.

Luego de otras cuatro semanas de trabajo, básicamente en relación con fan‑

tasías masturbatorias concernientes a caer en identificación proyectiva con el pene paterno (sueños de ir a la luna en un cohete), hubo otro cambio importante. Esta vez Barry soñó que aterrizaba en la luna; el emperador venía y le decía que ese territorio era suyo; pero que podía quedarse por un tiempo. Esto parecía de­mostrar, con bastante claridad, que Barry podía reconocer que en su mundo in­terno había un objeto combinado (pecho-luna y emperador-pezón) con capacidad de hablar y que podían diferenciar situaciones de una manera útil para él (identi­ficación introyectiva). Parecía haberse establecido la posibilidad de una coopera­ción y de la curiosidad saludable.

Esta secuencia de sueños parece sugerir convincentemente que la acción (con­ducta, dibujos y uso del lenguaje) de los cinco años previos podía ser en ese mo­mento mejor contenida y transformada de pensamientos oníricos en comunicacio­nes verbales, lo que implica una mejor diferenciación entre realidad externa e in­terna. Esto se confirmó fuera del análisis por el hecho de que Barry en esa época fue capaz de tolerar la disciplina de un ambiente escolar comprensivo y parecía estar dispuesto a recuperar el tiempo perdido en su educación.

Comentario. Retrospectivamente, uno puede ver con cuánta facilidad la computadora del primer sueño podía haber sido originariamente considerada equivalente al trasero de Barry, al cual sus ocho dedos de pulpo eran adictos. En este sentido, su trasero podría haber sido un sustituto satisfactorio del pecho, que

 

era experimentado como un objeto permeable, indefenso: según Bion, un conti­nente carente de sensibilidad o capacidad de ensoñación; según Bick, sin suficiente piel para funcionar como un límite.

Luego de un período de años (no de semanas como en el sueño), Barry reco­noció el pecho como una caja continente (vinculada con su adicción a la TV), un pecho-espejo que podía devolver al bebé el reflejo de sí mismo de una manera que le hacía tolerable el dolor de verse como una efigie, como un monstruo voraz, un parásito y un adicto.

La máscara de muerte también podría considerarse como equivalente de la idea de Bion del «terror sin nombre» y del temor del bebé a su propia muerte. Del siguiente sueño de estar en un féretro, se vio que sueño equivalía a muerte, con lo que se iluminó uno de los significados de dormir en las sesiones. «Sentarse en el féretro» sugiere fuertemente caer dentro del pecho muerto, ligado al miedo de que se lo descubra como un bebé fecal al que se le permite tirarse en el ino­doro.

En ese momento del sueño, el paciente fue capaz de «pedir ayuda», para ex­traerse de su estado de identificación proyectiva, En el sueño, el amigo de Barry (la analista-pezón) lo ayudó a salir. La siguiente vez en que entró en el féretro-sueño (en la sesión), despertó levantando la vista al pezón en lugar de bajarla al trasero, con el resultado de que «todo es diferente».

«Levantar la vista» y «todo es diferente» pueden entonces relacionarse con el sueño siguiente de la luna-pecho, en el cual Barry aterrizó felizmente y, lo que es muy importante, sin entrar en ella. Podía dormir con su objeto (la luna), no dentro de ella. Nuevamente parece ser la capacidad del objeto, del pecho, de sostener al bebé y de resistir la intrusión, la identificación proyectiva invasora, lo que hizo posi­ble el cambio (Money-Kyrle).

En el sueño siguiente vemos una vinculación con todo el trabajo del análisis, que resulta en que a los penes-policías-guardias se les permite proteger a la analis­ta-reina-madre-pecho. En el sueño, el pezón-emperador fue insertado con la fuer­za, la integridad (no trastornada por intrusiones masturbatorias) de ser capaz de racionar el tiempo y el espacio del bebé y, en consecuencia, parece haber un reco­nocimiento de un objeto combinado benévolo. •

A esto siguió la conceptualización por parte de Barry de un objeto que puede aceptar la angustia del bebé acerca de dónde está, qué está haciendo, comprender­lo y devolverle ese conocimiento de una manera capaz de producir alivio, permi­tiendo (según Bion) el desarrollo de «una parte de la personalidad que estimula el crecimiento».

La lucha sobre el uso del tiempo continuó durante varios meses. Dormir en la sesión primeramente se consideró como una defensa contra los celos edípicos, en particular antes y después de los fines de semana. También emergió como una defensa en relación a conflictos conmigo como objeto externo, acerca de la natu­raleza del trabajo analítico y de la cooperación. Estar despierto significaba sentir el dolor; «le corto los pies y la cabeza», es lo que Barry dijo en relación con el em­pleo del tiempo cuando llegaba tarde y se iba temprano. Esto también podía relacionarse con su previa declaración: «La corto en pedazos y la clavo por todos lados»: para ilustrar cómo llegó a estar fuera de contacto con el tiempo. De a po‑

 

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co, al tener lugar las identificaciones proyectivas, se produjo una transformación. Entonces, su tendencia a caer dormido, a acomodarse parasitariamente en el ob­jeto, fue reemplazado por períodos más prolongados de trabajo analítico.

Externamente, pudo entrar en el consultorio de una manera claramente «bien compuesta», muy diferente de la de «babuino» de los primeros meses de análisis. Pero todavía tendía a derrumbarse en el diván como un elefante (con rodillas y codos), a lo que le dimos el nombre de «elefantiasis».

Al séptimo año de análisis (1969), algo de la lucha con respecto al trabajo y con el cambiante cuadro interno fue ilustrado en un sueño. Barry estaba en un tren, con muchos cuartos para familias. Había corredores, de modo que uno podía caminar por todos lados, y lugares para autos. Cuando llegaron a una difícil parte montañosa un motor diesel fue agregado; mucho mejor para remontar cuestas. Parecía haber sido reconocido algo de la naturaleza del trabajo analítico, y haber introyectado un objeto interno parcial con capacidad para trabajar intensamente, lo cual sugiere las configuraciones de los dibujos (xiv) b y (xvü) b combinadas.

Al tener lugar identificaciones proyectivas e introyectivas sanas (la forma de poner y sacar del sueño de la computadora), Barry comenzó a adquirir la capaci­dad de distinguir su parte más adulta y más sana, y pudo verbalizar, «le traigo mi parte-bebé». Pudo establecer contacto en la sesión sin ser un bebé. Le fue en-. tonces posible llevar a cabo funciones parentales hacia su parte-bebé. Pudo coci­nar, limpiar su cuarto. Pudo estar solo en la casa y trabajar durante las vacaciones. Sobrevinieron ciertos avances en la posición depresiva, y Barry fue capaz de dis­tinguir «lo importante es qué ojo utiliza uno para mirar a la gente; el ojo de la caja mecánica o el ojo humano» (¿la perspectiva reversible de Bion?). Su parasitismo era aún evidente en su aversión al trabajo y su deseo de permanecer dependiente de su familia, pero continuó progresando en el análisis.

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