¿POR QUÉ LOS HOMBRES NO SABEN HABLAR CORRECTAMENTE?. Un universo paralelo al femenino.

Durante miles de años se ha sabido que los hombres no destacan por sus dotes en la conversación, especialmente cuando se les compara con las mujeres. Las niñas, además de empezar a hablar antes que los niños, a la edad de tres años tienen el doble de vocabulario que un niño de la misma edad y las palabras que pronunciad son 100% comprensibles. A los logopedas no les falta trabajo, ya que los padres de niños hacen cola a la puerta de sus consultas con la misma queja «no sabe hablar bien». Si el niño tiene una hermana mayor, la diferencia será aún más notable, y a veces las hermanas mayores y las madres acaban hablando por los niños. Si le preguntamos a un niño de cinco años: «¿Cómo estás?» veremos que a menudo su hermana o su madre contestan: «bien, gracias».

A menudo las madres, las hijas y las hermanas mayores
hablan en nombre de los hombres de su familia.

Para los hombres, el habla no es una habilidad específica de su ce­rebro, ya que sólo utilizan el hemisferio izquierdo y en las investiga­ciones no se ha encontrado una zona especializada. Los estudios llevados a cabo con personas que mostraban daños en el hemisferio cere­bral izquierdo demostraron que la mayoría de los desórdenes en el habla ocurrían en los hombres que tenían dañado el hemisferio iz­quierdo en la parte posterior, mientras que en el caso de las mujeres, éstas solían manifestar daños en el hemisferio izquierdo en la parte frontal. Cuando un hombre está hablando, los escáners de IRM mues­tran que se activa a totalidad de su hemisferio cerebral izquierdo que busca una zona localizada del habla, pero que no la encuentra. Por consiguiente, no muestran demasiadas cualidades lingüísticas.

Localización de la función del habla en el hombre

Los hombres tienen una tendencia a decir las cosas entre dientes y a no vocalizar. Suelen utilizar muletillas como «buril» «ah» y «enton­ces» durante el transcurso de una conversación y también son propen­sos a relajar la pronunciación de ciertas consonantes como la «g» final en el caso del inglés o la «d» intervocálica en los participios en castella­no por lo que, por ejemplo, suelen decir «he perseguío» en vez de «he perseguido». También es relevante mencionar que los hombres sólo utilizan tres tonos de voz distintos al hablar, mientras que las muje­res utilizan cinco. Cuando los hombres se juntan para ver un partido de fútbol por la televisión, se limitan a ver la televisión, y su única conversación es: «iHey!, pásame las patatas fritas» y «¿queda más cer­veza?», pero si un grupo de mujeres se reúnen para ver un programa, ese propósito inicial suele ser una excusa para hablar, por eso cuanto más básico sea el programa, por ejemplo un culebrón, mejor.

Quizás el caso más obvio sean los deportes. En una rueda de pren­sa en la que las jugadoras de baloncesto explican el partido, podemos observar que lo describen exactamente y de forma totalmente com­prensible. En cambio, cuando la prensa entrevista a los jugadores mas­culinos, no sólo es difícil que lo poco que tienen que decir sobre el partido tenga sentido, sino que parece que ni mueven la boca al ha­blar. En los adolescentes esta diferencia es también notable. Seguro que si le preguntamos a nuestra hija qué tal fue la fiesta a la que asistió la noche anterior, nos relatará minuciosamente todo cuanto acon­teció: quién dijo qué, lo que la gente llevaba puesto, la actitud… Sin

embargo, si le preguntamos lo mismo a nuestro hijo, contestará: «Uhh… estuvo bien».

El día de San Valentín, las floristerías cuelgan el mensaje «dígaselo con flores» porque saben que los hombres tienen dificultades para ex­presar sus sentimientos con palabras. Comprar una tarjeta de felicita­ción no es un problema para un hombre, sin embargo qué escribir dentro ya es otro asunto.

Los hombres suelen escoger tarjetas de felicitación
que tienen un mensaje largo escrito dentro.
Así, les queda menos espacio para escribir.

Hay que recordar que los hombres no evolucionaron para ser comunicadores, sino cazadores. Para la caza utilizaban una serie de señales no verbales y, a menudo, los cazadores se sentaban silenciosos a observar su presa durante horas. No solían hablar o reunirse. Hoy en día, podemos observar que a pesar de que los hombres se reúnan para ir a pescar, pueden pasar horas y horas separados sin decirse nada. Eso no significa que no se lo estén pasando bien, sino que no necesitan expresarse con palabras. Si ocurriese lo mismo en el caso femenino sería una señal inequívoca de que algo no va bien. Los hombres sólo rompen las distancias y se vuelven habladores cuando dejan libre el área de la comunicación en su clasificado cerebro gracias a copiosas cantidades de alcohol.

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