FACTORES ECONOMICOS

FACTORES ECONOMICOS

Los niños que hemos estudiado nos parecieron muy inteligentes. ¿Qué quere­mos decir con esto y cómo hemos llegado a esta conclusión? Sus procesos men­tales operan a gran velocidad. Aunque dominados por la repetición, es deslum­brante la rapidez con que desarrollan nuevas combinaciones y transformaciones de la misma configuración básica de la fantasía. Su apertura a los datos sensoriales,

 

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tanto de su propio cuerpo como del mundo exterior, da la impresión de un apara­to. desnudo al viento. En consecuencia, realmente intimida el grado en que dis­criminan los detalles del ambiente y cualquier alteración de esos detalles. La com­plejidad de su funcionamiento mental abruma constantemente al terapeuta. A esto se suma la sutileza de la respuesta emocional y la sensibilidad al estado físico y mental del terapeuta, que excede largamente la que se encuentra en el análisis infantil en general y es por cierto de categoría diferente a la atmósfera del consul­torio de adultos.

Sumada a esta inteligencia y a los factores de sensibilidad perceptiva que se conectan con ella, estos niños presentan una sensibilidad emocional que nos gustaría describir como una suerte de disposición gentil. Su conciencia del estado mental de las personas a quienes se sienten intensamente ligados parece realmente contener una inclinación de matices depresivos, que es diferente de la identifica­ción; consiste, más bien, en una permeabilidad primitiva a las emociones de los demás —otro aspecto de la «desnudez» mencionada anteriormente—. Pero es tam­bién claro que tienden a experimentar a sus objetos como similarmente permea­bles y susceptibles de ser bombardeados con la conciencia del dolor de los otros, e interpretan toda evidencia en contrario como signo de rechazo más que como indicio de incapacidad de parte del objeto.

Esta tendencia a ser bombardeados por la conciencia del sufrimiento ajeno, unida a la de interpretar como rechazo la insensibilidad emocional de los otros, da lugar a una especial vulnerabilidad a las experiencias depresivas catastróficas; esto se verá muy claramente en el material de John (IN.).

La posibilidad de que esta propensión al sufrimiento depresivo se relacione con la especial desnudez respecto de las ondas emocionales que emanan de los otros, parece encontrar un apoyo adicional en la mínima intensidad con que se observan las ansiedades persecutorias. Esto tiene que ver también con la dispo­sición gentil que se da en función de mínimo sadismo. Lo que frecuentemente se presenta como despiadada crueldad hacia los «otros bebés de mamá» no está dictado por. un sadismo que se aferra a la rivalidad para justificarse en su expre­sión, sino que emerge al servicio de una posesividad inflexible del objeto materno. El niño autista quiere indudablemente librarse de todo rival, ya que cada priva­ción o desilusión, al parecer, se experimenta directamente dentro de este marco referencial. No tienen particularmente la intención de infligir dolor, ni es el gozo sadista un rasgo prominente de su vida emocional. Si bien el sentimiento de triun­fo es un ingrediente regular de sus placeres, tiene una cualidad predominante­mente más que sádica, hasta que en el desarrollo postautista se establezcan la disociación y la idealización.

Esta gozosa posesión del objeto materno constituye una forma primitiva de amor, que es al mismo tiempo tierna y altamente sensual. La intimidad superfi­cial de piel a piel que buscan tiende a ser insaciable y a resentir y resistir el paso del tiempo. La intensa tendencia a la repetición en estos niños parece emerger más de este factor que de las irrupciones de la ansiedad persecutoria o del asalto inoportuno de los instintos desnudos.

Esta lista bastante impresionante de rasgos disposicionales que contribuyen a configurar las tendencias económicas, parece ser omnipresente en el grupo, e

 

incluso podría ser un requisito de la personalidad. Recapitulando, los factores son: gran inteligencia, sensibilidad al estado emocional ajeno, propensión al su­frimiento depresivo de forma masiva, mínimo sadismo y en consecuencia míni­ma persecución, celos posesivos; ,son niños de alta sensualidad en su amor, pasibles de una interminable repetición de la alegría y el triunfo por la posesión del objeto.

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