Conflictos y madurez sexual.

Lo que quiero resaltar aquí es el concepto de que todos los conflictos de los distintos períodos del desarrollo, incluyendo los más precoces, se agudizan y eclosionan en el momento en que el individuo se ve abocado a enfrentar su madurez genital.
Y eso hace que la adolescencia, en que esta situación se actualiza y el cuerpo posibilita la realización de las fantasías de procreación, sea un momento tan trascendente, de verdadera crisis, en la evolución de la identidad.
Al hablar del cuerpo debemos referirnos a una noción más completa de él para poder establecer su relación con el self y la identidad. Esta noción está incluida en el concepto de esquema corporal que, según Schilder (23) , es «la experiencia inmediata de que hay unidad en el cuerpo». Agrega que esta unidad es percibida y es «la imagen tridimensional que cada uno tiene de sí». Esta definición interesa para el concepto de identidad. E. Jacobson (11) se refiere a las representaciones del self sobre las que
basa el sentimiento de identidad, incluyendo en ellas las representaciones del cuerpo y sus partes y del aparato mental y sus partes.
Schilder desarrolla su concepción con un criterio dinámico, con¬siderando que «el esquema corporal está en continuo cambio, en función de nuevas actividades de estímulos, que proceden tanto del mundo interno como externo».
C. Scott (22) dice que «el esquema corporal es una integridad, un todo compuesto no sólo con lo que se encuentra dentro del límite, sino también con lo que se encuentra fuera del límite, como el límite mismo». Lo considera un esquema único que incluye las experiencias heredadas y adquiridas, internas y externas: es decir, incluye el tiempo y el espacio, cosa que Schilder había ya entrevisto.
Ph. Greenacre (8) , apoyándose en la afirmación de Freud de que «el yo es ante todo un yo corporal», señala que el núcleo del yo y posteriormente la imagen del self es la imagen corporal, centrando su atención en la relación con los objetos a través de la piel y la boca con la cooperación de ojos y manos.
E. Jacobson (1) dice que «las bases de las precoces imágenes del self están en los trazos de memoria, con sensaciones placenteras o no, que bajo la influencia del autoerotismo y de las investigadores generales que hace el niño de su cuerpo, así como de sus actividades funcionales, se asocian con imágenes corporales».
Margaret Mahler (15) hace derivar «el sentimiento de la propia identidad de la experiencia de contacto corporal placentero con la madre, en el sueño y en la vigilia, en que se libidiniza la superficie del cuerpo percibiéndose corno límite entre el yo y el mundo».
De distintas maneras, el cuerpo y su representación mental, el esquema corporal, se nos muestran en la base del desarrollo mismo del sentimiento de identidad. Mahler sostiene que la madre debe servir de buffer frente a los estímulos internos y externos, permitiendo gradualmente el arribo de las tensiones energéticas de los órganos a la superficie del cuerpo y la depositación en ella, que se vivencia como límite interno y externo. Desde ya, Kali como imago materna no parece corresponder a la de una madre adecuada a tales funciones.
D. García Reinoso, en su trabajo Sobre el esquema corporal (5) , postula algunos conceptos que vinculan los límites del cuerpo con los límites del self. Dice: «el límite de alguien en el sentido del yo-no yo coincide con la superficie corporal únicamente cuando puede lograrse una buena síntesis del yo».
Todos los autores coinciden en la idea de unidad, integridad, síntesis, de modo que sólo podemos pensar que una profunda disociación en el yo y en el esquema corporal como la que vimos en nuestros personajes puede llevar a interrogantes como los que se plantean en la obra: ¿dónde tiene su asiento la identidad?, ¿en qué parte del cuerpo: en la cabeza, o en los genitales?, ¿en el cuerpo o en la mente?
El corolario de la experiencia de unidad es que: “del mismo modo, sólo cuando existe una buena integración del yo —continúa D. García Reinoso— no causan angustia aquellas ocaciones en las que el límite del yo se borra temporalmente como en el orgasmo o el sueño».

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