La crisis sacrificial 64

ciones entre los hombres, no puede surgir sin provocar un auténtico error. Puesto que no existe diferencia entre los diversos modos de diferencia­ción, tampoco la hay entre los diversos modos de indiferenciación: la desaparición de algunas diferencias naturales puede evocar, por consiguien­te, la disolución de las categorías en cuyo seno están distribuidos los hom­bres, esto es, la crisis sacrificial.

Una vez que se ha extendido eso, determinados fenómenos religiosos que las perspectivas tradicionales nunca han conseguido esclarecer se con­vierten en perfectamente inteligibles. Vamos a evocar brevemente uno de los más espectaculares a fin de confirmar la fuerza explicativa de una inspiración auténticamente trágica en el plano de la etnología religiosa.

En numerosas sociedades primitivas, los gemelos inspiran un temor extraordinario. Llega a suceder que se elimine a uno de ellos o, aún con mayor frecuencia, se suprima a ambos Aparece ahí un enigma que pone a prueba desde hace tiempo la sagacidad de los etnólogos.

En nuestros días se reconoce en el enigma de los gemelos un problema de clasificación. Este problema es real pero no es esencial. Es un hecho que aparecen dos individuos, cuando sólo se espera a uno de ellos. En las sociedades que les permiten vivir, los gemelos sólo disponen, con frecuen­cia, de una sola personalidad social. Tal como lo define el estructuralismo, el problema de clasificación no basta para justificar la eliminación de los gemelos. Las razones que impulsan a los hombres a exterminar algunas de sus criaturas pueden ser, sin duda, malvadas, pero es difícil que sean triviales. El juego de la cultura no es un rompecabezas en el que, una vez completada la figura, los jugadores se desembarazan fríamente de las pie­zas sobrantes. Sí el problema de clasificación es crucial, no lo es en sí mismo, sino por lo que implica. Entre los gemelos, no existe la menor diferencia en el plano del orden cultural, y existe a veces un extraordi­nario parecido en el plano físico. Allí donde falta la diferencia, amenaza la violencia. Se establece una confusión entre los gemelos biológicos y los gemelos sociológicos que comienzan a pulular tan pronto como entra en crisis la diferencia. No hay que asombrarse de que los gemelos den miedo: evocan y parecen anunciar el peligro mayor de toda sociedad primitiva, la violencia indiferenciada.

Tan pronto como los gemelos de la violencia aparecen, se multiplican con una rapidez extraordinaria, diríase que por escisiparidad, produciendo la crisis sacríficial. Lo esencial es impedir este contagio galopante. Frente a los gemelos biológicos, la primera preocupación, por consiguiente, será la de impedir el contagio. Nada revela con mayor claridad la naturaleza del peligro asociado a los gemelos que la manera como se deshacen de ellos en las sociedades que estiman peligroso dejarles con vida. Se «expo­ne» a los gemelos, esto es, se les abandona fuera de la comunidad, en un lugar y unas circunstancias tales que su muerte es inevitable. Se abstienen escrupulosamente de cualquier violencia directa contra el anatema. Existe el temor de sucumbir al contagio maléfico. Ejercer una violencia contra los

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