El Sacrificio 13

el mismo animal salva una segunda. Aquí no nos encontramos con un en­sueño místico sino con una intuición real que se refiere a la función del sacrificio y que sólo recurre para expresarse a unos elementos sacados del propio texto.

Hay otra gran escena de la Biblia, la bendición de Jacob por su padre Isaac, que se aclara ante la idea de que la sustitución sacrificial tiene por objeto engañar la violencia, y aclara a su vez nuevos aspectos de esta idea.

Isaac es viejo. Ante la idea de que su muerte está próxima, quiere bendecir a su hijo mayor Esaú; antes le pide que vaya a cazar y que le traiga un «plato sabroso». Jacob, el menor, que lo ha oído todo, previene a su madre Raquel. Esta aparta dos cabritos del rebaño familiar y prepara con ellos un sabroso manjar que Jacob se apresura a ofrecer a su padre, haciéndose pasar por Esaú.

Isaac es ciego, pero Jacob sigue sintiendo el temor de ser identificado por la piel de sus manos y de su cuello, que es lisa y no velluda como la de su hermano mayor. Raquel tiene la afortunada idea de recubrir esta piel con el pellejo de los cabritos. El anciano palpa las manos y el cuello de Jacob pero no reconoce a su hijo menor, y le da su bendición.

Los cabritos sirven de dos maneras diferentes para engañar al padre, es decir, para alejar del hijo la violencia que le amenaza. Para ser ben­decido y no maldecido, el hijo debe hacerse preceder ante el padre por el animal que acaba de inmolar y que él le ofrece en alimento. Y el hijo se disimula, literalmente, detrás del pellejo del animal sacrificado. El animal siempre aparece interpuesto entre el padre y el hijo. Impide los contactos directos que podrían precipitar la violencia.

Dos tipos de sustitución entrechocan en esta ocasión: la de un herma­no por el otro y la del hombre por el animal. El texto no admite explí­citamente que la primera sirve en cierto modo de pantalla a la segunda.

Al desviarse de manera duradera hacia la víctima sacrificial, la violen­cia pierde de vista el objeto apuntado inicialmente por ella. La sustitución sacrificial supone una cierta ignorancia. Mientras permanece en vigor, el sacrificio no puede hacer patente el desplazamiento sobre el que está ba­sado. No debe olvidar completamente ni el objeto original ni el desliza­miento que permite pasar de este objeto a la víctima realmente inmolada, sin lo cual ya no se produciría la sustitución y el sacrificio perdería su eficacia. La escena que acabamos de leer responde perfectamente a esta doble exigencia. El texto no relaciona directamente la extraña superche­ría que define la sustitución sacrificial, pero tampoco la pasa por alto; la mezcla con otra sustitución, nos la deja entrever pero de manera indirecta y huidiza. O sea, que quizás posee el mismo un carácter sacrificial. Pre­tende revelar un fenómeno de sustitución pero existe otro que se oculta a medias detrás del primero. Da pie para creer que en este texto aparece el mito fundador de un sistema sacrificial.

El personaje de Jacob va frecuentemente asociado a la manipulación

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