DISCUSION

DISCUSION

El caso de Timmy, tal vez por haber sido el más perturbado de los niños estu­diados, se convirtió gradualmente en la piedra angular alrededor de la cual se erigió la concepción de autismo y postautismo durante los años de revisión sistemática del material en seminarios. De cualquier manera, y como cada nueva escritura lo demostró, sentimos que sólo hemos desentrañado la superficie del rico material. Como en algunas paredes de las cuevas en la Dordoña, donde los animales han sido grabados más que dibujados, cada rayo de luz descubre a la vista un nuevo animal del conglomerado de garabatos. Algunas de las interesantes preguntas provocadas por el comportamiento de Timmy van a encontrar una exposición más rica o definida en el material de otros niños. Por ejemplo, podrá observarse que el estado mental de John al comienzo de su tratamiento parte aproximadamente del punto al que llegó Timmy luego de cuatro años. Lo mismo .se observará respecto de Barry y luego de Piffie. Por esta razón los hemos organizado en forma lineal y virtualmente podrían enhebrarse juntos para hacer la historia de un solo niño y de un análisis razonablemente completo y exitoso. Timmy realmente demostró de la manera más clara cómo opera la maniobra autista y su yuxtaposición con la fantasía y las relaciones objetales. John realmente nos mostró el papel del sufrimiento depresivo catastrófico que choca contra un organismo desnudo. Barry demostró paso a paso el proceso de construc­ción de un objeto con un espacio interno y un self con un mundo interno. Piffie escribió realmente, con brillantes detalles, los mecanismos obsesivos que crearon su autismo, aplicados de una manera constructiva para modular el dolor del proceso de desarrollo, así como demostró cuál es su interferencia con el aprendiza­je. Pero los distintos niños demostraron también todos los aspectos en distintos grados.

Debido a esto, nos limitaremos aquí a discutir los aspectos de la experiencia con Timmy que no encontrarán mejor ilustración en otro lugar.

La primera pregunta que surge es acerca de l relación de la maniobra autista con el suicidio. ¿Estamos tratando con el ejemplo máximo de lo que, Melanie

 

Klein llamó, al referirse a los accidentes de los niños, «intentos de suicidio con medios insuficientes»? ¿Podemos ver en la primera huida de Timmy de su casa al Capitán Dates saliendo al campo de hielo? Esta idea no es en ninguna forma incompatible con el pensamiento de que salió a buscar a su primer niñera, y parecería caracterizar al suicidio depresivo no violento, no mutilante. Nos parece muy convincente como punto de vista que el autismo propiamente dicho merece más que ninguna otra forma de trastorno mental el calificativo de «perder la cabeza». El hecho de que parezca ser por momentos muy reversible, nos parece la mejor invención de la no-violencia. Pero esto lleva a la pregunta siguiente.

¿Es sostenible nuestra visión del autismo como un estado mental total más que disociado? Cabe preguntarse en qué evidencia basamos la conclusión de que la reversibilidad es algo fundamentalmente distinto del rápido cambio de estados de ánimo que se observa cuando la disociación es muy severa y cuando el sentido de la identidad no está firmemente anclado, como en la mayoría de los psicóticos no esquizofrénicos, o en adolescentes. En realidad, de hecho comenzamos con la suposición de que estábamos observando la operación de procesos disociativos, y sólo cambiamos nuestro punto de vista luego de pasados algunos años. Pensamos que esto no es sorprendente, ya que la evidencia necesariamente debe ser retros­pectiva. Si comparamos el material «comprimido» de Timmy con el niño de la sesión quince, vemos que aparte de la arquitectura nada ha cambiado. Todos los elementos estaban presentes al comienzo, pero sólo después de cuatro años se hace observable una estructura de personalidad con objetos internos y externos. En realidad y aun luego de tales esfuerzos, Timmy no estaba más cómodo que el primer cerdito en su casa de paja; pero uno puede ver la posibilidad de una casa de palos, y eventualmente de ladrillos, que no va a ser volteada por el primer lobo de dolor mental que pase.

¿Implica esto que nosotros consideramos que los procesos estudiados en estos niños son puramente patológicos y no aparecen en la historia del desarrollo normal? ¿O es que pensamos, al contrario, que estos procesos son tan primitivos como para estar cerca del momento del desarrollo en que los mecanismos esqui­zoides comienzan a operar? El trabajo realizado con otro tipo de pacientes, con enfermedad de gravedad variable, pero donde la fragilidad de la organización del yo es un problema central, parecería sugerir lo último. El trabajo pionero en esta área es el de Esther Bick sobre la función psíquica de la piel, que da el sostén de la clínica a la exposición de Wilfred Bion sobre el concepto de continente y contenido en la vida mental. Esta actitud parece aún más reforzada por la evidencia de que los mecanismos obsesivos primitivos del tipo del desmantela­miento juegan un papel en la formación del fetiche, como fuera descrito por uno-de los autores (D.M.). Estos problemas teóricos serán discutidos en los capítulos de la sección C.

Ahora nuestro enfoque va a variar un poco, para mirar el proceso de desarro­llo de este niño desde un punto de vista ligeramente distinto. Lo que aquí querría­mos considerar es el papel que posiblemente juegan en el autismo de Timmy la intensidad de sus sensaciones y el modo particular de su percepción sensorial.

En el capítulo anterior se hizo mención a «la posesión gozosa y triunfante del objeto materno», como rasgo común a todos estos niños. Estuvo por cierto

 

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presente en Timmy, pero de manera distinta a la que apareció en Barry y Piffie, y tal vez ligeramente distinta, también, a cómo se presentó en John, de quien Timmy era muy semejante. La diferencia parece radicar en el grado de estructura de la mente de Timmy y en su naturaleza.

Para comprender esto debemos observar los términos más de cerca. Si mira­mos al término «triunfo», vemos que implica que alguien toma conciencia de que posee una cosa o estado que no posee ningún rival. El hecho de que uno pueda triunfar alcanzando un logro no excluye la noción de un rival, porque la dificultad tiende a ser personificada como el rival sobre el cual se triunfa. Para experimentar triunfo la noción de rival debe existir en la mente de alguna forma, no importa cuán tenue pueda ser. Es muy posible que para Timmy este conceptoexistiera en una forma concreta dentro de su propio cuerpo, más que como objeto desarrolla­do dentro de su propia mente. Es cierto, sin embargo, que este objeto rival invadió la mente de Timmy y fue allí desarrollado lo suficiente como para ser proyectado en una forma reconocible, aunque por lo general muy extraña, como en algún pequeño objeto en movimiento, o en los puntos y marcas del piso. El hecho de que los llamara Bobby/bebé demuestra que tenía una mente capaz de formar y contener una construcción mental, pero teníamos la impresión de que ambas eran vestigiales.

El otro término que querríamos considerar es «posesión». «Posesión» denota una relación, y la conciencia de ella implica un conocimiento cuando menos de una identidad parcial, una comprensión de la naturaleza de la cualidad de vínculo propia de la posesión, y del lazo entre esta identidad y el objeto poseído y lo que lo. rodea. Estos son procesos mentales muy complejos, que requieren una mente estructurada, y Timmy no parecía tenerla.

Este tipo de proceso mental sólo raramente era alcanzado por Timmy, y aun así de una manera muy rudimentaria. Si usamos en este caso el término «posesivi­dad» es para tratar de comprender su comportamiento y darle un significado. Pero en su mayor parte este término era demasiado sofisticado, especialmente en lo que respecta a la primera mitad del tratamiento. Tal vez lo que él sentía era voracidad o apetito por un cierto tipo de sensación más que por un objeto maternal. La cualidad sensorial a menudo parecía estar ligada laxamente a cualquier contra­parte mental de un objeto tal, ya que una y otra vez pudimos ver cómo se dirigía a cualquier objeto externo, aun cuando fueran tan distintos entre sí como un soldadito de juguete, la esquina de una mesa o la superficie de una pieza de made­ra lustrada, a condición de que pudiera chuparlos, lamerlos o acariciarlos. Era como si el universo estuviera lleno de innumerables pechos, o mejor dicho partes de pecho, y que cuando uno se perdiera siempre habría otros que podrían encontrar­se y que servirían lo mismo. Esto era posible porque Timmy se relacionaba con ellos de un solo modo sensorial. Veremos más adelante que John también depen­día de un solo dato sensorial en su exploración de la realidad.

Aun cuando triunfante, Timmy evidenciaba que sólo una parte suya poseía a una parte del objeto materno, de la cual sólo temporalmente pudieron excluirse los rivales contaminadores. Es imposible decir hasta qué punto tal idea había sido articulada significativamente de alguna manera en la mente de Timmy. Diría­mos que, prácticamente, poco o nada. La profundidad de cualquier proceso

 

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mental parecía ser muy somera y el proceso parecía estar relacionado básicamente con una emoción o sentimiento. Para él, la posesión parecía ser algo así como un contacto gozoso sin interferencias, una experiencia sensorial con una cierta cuali­dad emocional, que puede muy bien no hacer lugar para el reconocimiento de ninguna otra; una experiencia en la cual los rivales no eran tanto excluidos como inexistentes, hasta que la conciencia de este sentimiento se desvaneciera o cam­biara. En este punto podía suceder que los rivales aparecieran de golpe y se les atribuyeran entonces la pérdida, o bien que el mismo Timmy sufriera un colapso sobrecogido por una enorme ola de ansiedad depresiva, que terminaba en un comportamiento maníaco.

En los momentos de frustración era posible ver una disociación rudimenta­ria, un intento de expulsar el pecho contaminado y sus rivales y de retener dentro del pecho bueno, lo cual le daba a Timmy una significación fugaz de su compor­tamiento. Sin embargo, esto se acompañaba en general de una rabia tal, que uno bien podría imaginarse que su conciencia de su furia era tan total como para . impedir el establecimiento de la otra mitad de la disociación, es decir de cualquier concepto de un objeto interno bueno. Hasta qué punto dependía de la real expe­riencia sensorial de contacto el mantenimiento de este objeto interno, -era evidente por el hecho de que, en estos estados, Timmy invariablemente se ponía un pulgar en su boca succionándolo y sosteniéndolo con sus dientes, mientras agitaba furio­samente el puño de la otra mano a sus rivales, representados por los puntos y marcas.

Por otro lado, si éste era el resultado, la intensidad de su dolor no dejaba lugar internamente para el restablecimiento del objeto; ni tampoco externamente, ya que todo su universo era congoja. Era como si todo lo bueno hubiera desapare­cido en la nada, a la manera en que se describen las últimas y horripilantes teorías concernientes a los huecos negros en el espacio: una estrella o inclusive una galaxia pueden pasar aparentemente fuera del universo, a una nada inimaginable. El pro­ceso de duelo no podía realizarse por esta razón y porque no se había desarrollado en la mente de Timmy ninguna estructura espacial, ningún lugar continente. De haber sido capaz de hacer un duelo, hubiera podido tornar su mente de la inten­sidad de su dolor por la pérdida al recuerdo de las buenas cualidades del objeto, hasta poder restablecerlo dentro suyo. Su objeto bueno era entonces irrecuperable y estaba más allá de toda posibilidad de ser recordado como símbolo interno, aunque pasible de ser restablecido por el reconocimiento. Esta pérdida absoluta sólo podía intensificar su pena y su desesperación. Sin otros recursos, su único camino era entonces la renegación maníaca omnipotente, con frecuencia acom­pañada por la proyección de la rabia y la desesperación y por una búsqueda inquieta e incesante de otro objeto para chupar, acariciar, mirar o sentir.

En el mundo marcadamente bidimensional de Timmy había objetos aguar­dando que se estableciera contacto, y no estamos afirmando que cuando Timmy carecía de actividad mental no tuviera memoria para nata, particularmente en lo que respecta a reconocimiento o sensación. Su memoria podía aproximarse a lo que podríamos llamar memoria de tipo Computadora, que reconoce por medio de un molde sensorial. Hasta los gusanos pueden ser entrenados a reconocer el camino correcto a lo largo del laberinto. Por lo tanto, aunque Timmy sólo

 

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tenía un objeto bueno Mínimo en su mente, podía ponerse en contacto con él nuevamente tal como era, desde que cualquier objeto externo que tuviera una de las cualidades maternales requeridas podía proveer un conocimiento sensorial en alguna manera concordante. Sólo necesitaba ser chupable, tener una cualidad táctil específica o proveer alguna otra sensación de ese orden.

Vemos entonces, en este momento, un niño con una tendencia muy fuerte a depender de un solo modo de percepción sensorial, mutilado por «esto en su capacidad de formar objetos internos significativos o de relacionarse adecuada­mente a los externos o de pensar. Los símbolos a través de los cuales su mente se podía desarrollar parecían estar físicamente ligados a objetos externos en razón de su necesidad de recurrir a un solo modo de percepción sensorial, que era inca­paz de relacionar con otras sensaciones para formar un todo significativo. Física y emocionalmente su comportamiento era caótico y repetitivo, mientras su memoria parecía funcionar casi totalmente a nivel de un reconocimiento muy limitado, más que por el recuerdo simbólico. Estaba casi exclusivamente interesa­do en sus relaciones con los componentes del pecho y con el estrecho campo de relaciones con sus rivales por aquellos componentes.

Miremos ahora a Timmy; en una etapa posterior en su tratamiento aparece en el cuarto de juego poniendo en escena una situación con el pecho. No fue hasta los últimos años de su análisis que Timmy mostró claramente que estaba experimentando varias sensaciones simultáneamente. Por ejemplo, en una sesión miró a las nubes y al cielo azul, mientras chupaba el picaporte de, la ventana y a veces lamía el vidrio. Al mismo tiempo, podía extender una mano y acariciar suavemente con la punta de los dedos la lisa pintura del marco de madera de la ventana, mientras daba simultáneamente la impresión de escuchar la voz del terapeuta con mucha intensidad. Entonces se bajó, se dirigió al terapeuta y se apoyó contra él, mirándolo a los ojos a través de los anteojos, lamiéndolos; su boca se acercó entonces a la del terapeuta e hizo con sus labios movimientos de estar comiendo, al tiempo que el terapeuta hablaba, mientras también acari­ciaba su mejilla y su oreja. De repente, la plácida escena se derrumbó y Timmy metió el pulgar en su boca y con su puño golpeó el dibujo de pequeñas marcas en el cuero del zapato del terapeuta. En sesiones anteriores estas marcas habían sido identificadas con Bobby-bebés.

El cuadro que vemos ahora es muy distinto; pero, ¿podemos estar seguros de que estamos viendo un Timmy bebé al pecho? ¿No se tratará, más bien, por ejemplo, de varios Timmies bebés cada uno con un pedacito de pecho? La trans­ferencia es sobre un objeto para nada unitario y coherente sino, al contrario, totalmente disperso en la extensión del espacio entre las percepciones sensoriales, de las cuales sólo algunas provienen de la fuente viviente. El vínculo entre las partes consiste en que son experimentadas simultáneamente; pero, en cada caso, salvo tal vez en el de la voz, se ignora una enorme cantidad de cualidades para seleccionar la única relevante. El hecho de que pudiera hacer un uso tan hábil de tan discordante material tiende a convencernos de que, en realidad, tenía en men­te alguna idea de relación que le permitía mantener las partes unidas. Pero estaban sólo ligeramente vinculadas: con mucho anhelo pero de manera incompleta. Care­cía en particular de la. cualidad organizadora de la visión. Tenía poca flexibilidad

 

y profundidad, y era actuada muy concretamente. No hay duda de que la idea estaba en la mente de Timmy y era impuesta al material externo, pero aun pare­cía, al menos parcialmente, estar bajo la influencia de una sola percepción senso­rial; por ejemplo, la suavidad de la superficie pintada representaba la piel de la madre, con total ignorancia de la dureza, la forma o la temperatura.

Cuando Timmy se dirigió a la cabeza del terapeuta como pecho, tuvimos la impresión de que su experiencia transferencial se había centrado más y era para él más vívida, aunque todavía muy concreta. En el tiempo transcurrido desde que deja la ventana hasta que alcanza al terapeuta ha habido, sin embargo, una clara renuncia a las relaciones físicas concretas de succionar, lamer y acariciar, mientras retiene las pertenecientes a la visión y a la audición, ya que mientras se acerca al terapeuta lo mira fijamente. Por este corto período de tiempo, las sensaciones rechazadas deben haberse fusionado en una configuración significati­va, asociadas con las sensaciones visuales y auditivas interrelacionadas del objeto externo.

Finalmente todo esto se derrumbó frente a la amenaza de los bebés rivales, pero sin que hubiera habido grito alguno de niño, ningún ruido invadiera el consultorio, ningún pájaro que pasara volando por la ventana, y el terapeuta no había cambiado ni dejado de hablar. Es casi seguro que el estímulo había provenido de Timmy.

Hasta ahora hemos considerado la parte que posiblemente juegan las sensa-• ciones aisladas en el modo de percepción, mientras que el papel desempeñado por la intensidad de la percepción sensorial ha quedado en gran parte implícito. Nos preguntamos si no existe la posibilidad de que juegue realmente un papel muy grande.

Sabemos que sensaciones muy intensas pueden interferir e inclusive impedir el funcionamiento mental normal. Dolor violento, luz intensa, un ruido extrema­damente penetrante e incluso un intenso placer pueden llenar la mente tanto como para no dejar lugar a nada más. Una sola emoción muy fuerte y no modifi­cada por otras puede tener el mismo efecto, y, si bien no aseguramos que la conciencia sensorial de Timmy fuera de este orden, podemos legítimamente preguntarnos si es que no tendía en esa dirección.

Podemos preguntarnos si la intensidad de la experiencia sensual original con el pecho, el deleite al sentir contra su mejilla la sedosidad de la piel de la madre, la suavidad de la leche en su boca, su gusto delicioso en la lengua, la exquisitez de su fragancia al amamantar, si en resumidas cuentas estos deleitosos placeres, cada uno con su propia fuerza singular, no fue lo que hizo muy difícil para este bebé tan sensual poner desde un principio todas las piezas juntas en una tota­lidad.

También podemos preguntarnos si esta intensísima sensualidad no podría haber sido intensificada por la madre identificada con su bebé, de tal manera que ella experimentaba el placer del bebé como si fuera el suyo propio para mantener a raya la ansiedad depresiva. De ser así, la madre se transforma en cómplice del bebé y aumenta la sensualidad de éste, en lugar de contenerlo dentro de su mente en identificación introyectiva.

Si la intensidad de la captación sensorial realmente jugó un papel importante,

 

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entonces podría dar lugar a una percepción sensorial única, dado que la sensación más intensa tendería a cubrir a las otras sensaciones recibidas simultáneamente. Esto interferiría con la primitiva pero inmensamente importante función mental de establecer vínculos por asociación, haciendo difícil la formación de un objeto materno total, consensual y coherente, el pecho. Si éste fuera el caso, tal objeto sería frágil y pasible de fragmentarse en sus partes constituyentes, como también la mente del bebé, no siendo capaz ni uno ni otro de contenerse mutuamente, con lo que el desarrollo mental quedaría detenido. Esta idea, afín al concepto de trauma sensorial, (¿shock de color en el Rorschach?) se sugiere como una extensión del término descriptivo «sensorial».

En esta cadena de hechos, la voracidad y los celos jugarían un papel muy importante y ambos eran rasgos muy marcados en Timmy. La voracidad reforzaría la tendencia a obtener el máximo de cada sensación y de esta manera aumentaría su intensidad; pero. al hacerlo hace fracasar su mismo propósito, porque el acos­tumbramiento tendría lugar con más rapidez. Cuando esto sucediera, se desperta­rían los celos. Al reducirse la intensidad del placer de la captación sensorial, puede imaginarse que Timmy devenía gradualmente consciente de la existencia de otros bebés o aun de otro bebé Timmy disfrutando de otra deliciosa sensación. La voracidad aumentaría sus celos, y este sentimiento discordante provocaría un

  • desmoronamiento caótico en su relación con el pecho.

Puede ser que algo por el estilo haya sucedido en la crisis de su relación con la cabeza del terapeuta, representando al pecho. En este estado Timmy era muy semejante a aquel hombre apasionado por la música que, al escuchar una rica y variada sinfonía, luego de un rato encontraba que sólo era capaz de escuchar un ins­trumento y quedaba, en consecuencia, convencido de que su vecino le estaba roban­do la sinfonía.

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