Factores biológicos del comportamiento

CAPÍTULO 2

Factores biológicos

del comportamiento

 

Podemos decir, sin exageraciones, que el cerebro es el órgano más importante del hombre. Nuestra agra­dable personalidad, nuestro celebrado sentido del humor, nuestro color favorito: todo ello está codifi­cado en 13 000 millones de células nerviosas del ce­rebro. Por lo regular, no prestamos mucha atención a nuestra estructura biológica. Pero adquiriríamos con-ciencia de cuan importantes son las propiedades físi­cas del sistema nervioso, si sufriéramos un accidente automovilístico que nos lesionara el cerebro: posible-mente nuestra personalidad, nuestros recuerdos y, tal vez, nuestro sentido del humor quedarían afectados.

El médico griego Hipócrates fue el primero en darse cuenta de que las lesiones del cráneo a menu­do causaban trastornos del pensamiento y de la con­ducta. En los veinticinco siglos que transcurrieron desde que hizo estas observaciones, se han realizado numerosos intentos de explicar cómo esta masa de tejido pastoso y de color gris pudo crear la teoría de la relatividad, los frescos de la Capilla Sixtina y un tratado comercial entre dos naciones. Empero, la mente humana sigue siendo un verdadero enigma para nosotros.

Algunos de los adelantos más fascinantes de la psicología se obtienen en las ciencias relacionadas con

el cerebro, y en el presente capítulo te ayudaremos a entender los artículos de periódicos y revistas que hablan de los nuevos descubrimientos que segura-mente se publicarán en los próximos veinte o veinti­cinco años. Además de describir la organización del sistema nervioso, también expondremos algunos es­tudios de animales inferiores y la posible función que los genes desempeñan en el comportamiento com­plejo del ser humano.

EL SISTEMA NERVIOSO

En algunos aspectos, el sistema nervioso se parece al sistema telefónico de una ciudad. Por él pasan cons­tantemente los mensajes emitidos y recibidos. Igual que en un sistema telefónico, los mensajes del cere­bro son esencialmente eléctricos. Recorren cables pre­viamente instalados, conectados entre sí por relevadores y tableros de control. En el cuerpo, los cables son las fibras nerviosas. Los relevadores son las sinapsis, espacios que se encuentran entre las célu‑

 

 

Figura 2.1

Algunas de los miles de millones de neuronas del cuerpo humano, aumentadas miles de veces de su tamaño real. Las neuronas se conectan entre sí en las sinapsis, donde las sustancias químicas atraviesan el espacio que separa las células nerviosas. De ese modo, los mensajes recorren todo el cuerpo.

las nerviosas. Los tableros de control son células es­peciales que se hallan a lo largo de las líneas de co­municación (llamadas interneuronas) y las redes de células nerviosas situadas en el cerebro y la médula espinal. Una diferencia fundamental consiste en que el sistema telefónico se limita a transmitir y recibir mensajes, mientras que el sistema nervioso participa activamente en la regulación del organismo.

El cerebro vigila lo que sucede dentro c el cuerpo y fuera de él, pues recibe mensajes de los receptores —células cuya función es reunir información—. El cerebro analiza estos mensajes, los combina y luego envía órdenes a los electores —células que activan los músculos, las glándulas y los órganos internos—. Por ejemplo, los receptores del ojo envían un mensa-je al cerebro como «Objeto redondo. Tamaño crecien­te. Distancia disminuyendo rápidamente». El cerebro inmediatamente relaciona esta imagen con informa­ción procedente de la memoria e identifica el objeto como una pelota de béisbol. Casi simultáneamente les ordena a los efectores de los brazos que se sitúen en la posición adecuada, para que la pelota no nos golpee cuando jugamos.

Cómo funciona el sistema nervioso

Los mensajes que llegan del cerebro y parten de él recorren los nervios, que son fibras largas y delgadas llamadas neuronas. Las señales eléctrico-químicas se desplazan por ellas en forma muy semejante a como lo hace una llama a través de la mecha de un petar-do. La diferencia principal radica en que la neurona puede «quemarse» una y otra vez, cientos de veces por minuto.

Las neuronas son largas y delgadas, con ramifi­caciones o extensiones arborescentes. Uno de sus ex­tremos recibe el mensaje y el otro, que puede medir un metro de largo, transmite el impulso eléctrico-químico a la neurona contigua. Ésta recoge sustan­cias químicas, llamadas neurotransmisores, de la

 

 

 

¿REALIDAD O MITO?

Una vez que una neurona empieza a «disparar»,
puede interrumpirse la descarga
si el estímulo original es débil.

Mito. La transmisión entre las neuronas o células nerviosas se realiza cuando se estimulan las células más allá de un nivel mínimo y emiten una señal. Se dice entonces que la neurona «dispara». Las descargas se producen conforme al principio de todo o nada, el cual establece que, cuando una neurona emite una descarga o hace con la máxima intensidad. Si una neurona no es estimulada por encima del nivel mínimo, no descare ara en absoluto.

 

sinapsis (espacio vacío). Éstos a su vez pueden acti­var la siguiente neurona o evitar que siga transmi­tiendo (inhibición). Los neurotransmisores son una especie de válvula de un sistema hidráulico que per­mite el flujo en una sola dirección.

La intensidad de la actividad en cada neurona depende de cuántas otras neuronas estén operando sobre ella. Cada neurona está activada o apagada, según que la mayor parte de las neuronas que ac­túan sobre ella estén activándola o inhibiéndola. El destino real de los impulsos nerviosos producidos por una neurona activada, a medida que pasan de una neurona a otra, está limitado por la parte del sistema nervioso donde se encuentren. Los tractos ascendentes transportan impulsos sensoriales hacia el cerebro; los tractos descendentes llevan impulsos motores desde el cerebro.

Algunas de las acciones que el organismo realiza en respuesta a los impulsos nerviosos son volunta­rios; por ejemplo, levantar la mano para voltear una

 

página (maniobra en que varios impulsos se envían a muchos músculos). Otras son acciones involunta­rias como los cambios del latido cardiaco, de la pre­sión sanguínea o del tamaño de las pupilas. La expresión sistema nervioso somático se refiere a la parte del sistema nervioso que controla las activida­des voluntarias. Con la expresión sistema nervioso autónomo se designa la parte del sistema nervioso que regula las actividades involuntarias —las que normalmente ocurren «automáticamente»: el latido cardiaco, la actividad estomacal y otras.

A su vez el sistema nervioso autónomo consta de dos partes: el simpático y el parasimpático. El siste­ma nervioso simpático prepara el organismo para afrontar emergencias o realizar una actividad muy intensa; acelera el ritmo cardiaco para aumentar el aporte de oxígeno y nutrientes a los tejidos; disminu­ye el calibre de algunas arterias y aumenta el de otras para que la sangre fluya hacia los músculos, donde más se necesita en casos de emergencia y cuando se realiza una actividad muy intensa; eleva la presión sanguínea y suspende algunas actividades, como la digestión. En cambio, la función del sistema nervioso parasimpático consiste en conservar la energía y mejorar la capacidad del organismo para recobrarse de una actividad vigorosa; reduce el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, ayudándole a recuperar su estado normal.

Todo esto tiene lugar de un modo automático. Los receptores reciben continuamente mensajes (hambre, necesidad de deglutir o toser) que, a través del tála­mo cerebral, alertan al sistema nervioso autónomo para que realice sus actividades rutinarias. Imagina cuan difícil sería para nosotros vivir sin este sistema, pues tendríamos que intervenir conscientemente cada vez que nuestro cuerpo necesitara digerir un sand­wich o sudar.

Desde el punto de vista estructural, el sistema nervioso se divide en dos partes: el cerebro y la mé­dula espinal —el sistema nervioso central (SNC)— y las ramas más pequeñas de nervios que llegan a otras partes del cuerpo —el sistema nervioso periférico (SNP)—. Más de tres cuartas partes de las neuronas se encuentran en el cerebro, que pesa cerca de 2.5 kg en el hombre y 2.2 kg en la mujer. Los nervios del sistema periférico que se ramifican en la columna ver­tebral tienen más o menos el espesor de un lápiz. Los de las extremidades —por ejemplo, los que se hallan en las yemas de los dedos— son muy diminutos. To-

 

das las partes del sistema nervioso se encuentran pro­tegidos de alguna manera: el cerebro por el cráneo y varias capas de vainas; la médula espinal por las vér­tebras, y los nervios periféricos por varias capas de vainas. La protección ósea de la médula espinal es vital. Una lesión de este órgano impediría transmitir mensajes del cerebro a los músculos, lo cual produci­ría una parálisis.

La médula espinal se extiende hasta llegar al ce­rebro a través de un ensanchamiento llamado bulbo raquídeo. Generalmente esta parte del cerebro y las otras áreas situadas más abajo controlan las funcio­nes «inferiores» (como dormir, masticar y salivar) que compartimos con otros animales. El nombre correcto de esta parte del cerebro es subcórtex. A menudo se le da el nombre de «cerebro viejo» (paleoencéfalo), porque se cree que hace millones de años evolucionó en nuestros ancestros prehumanos. En la parte pos­terior e inferior del paleoencéfalo está situado el cerebelo. Esta estructura parece una versión en mi­niatura del cerebro. Una de sus principales funciones es controlar el equilibrio y la postura.

Los procesos «superiores» del pensamiento están alojados en el «cerebro nuevo» (neoencéfalo). La capa externa de este órgano está formada por la corteza cerebral. La capa interna es el cerebro. La corteza cerebral y el cerebro rodean la subcorteza como las mitades de un durazno rodean el hueso. La corteza cerebral nos da la capacidad de aprender y alma-cenar información compleja y abstracta, y también la

 

Figura 2.3

Sección transversal del encéfalo humano, que muestra el subcórtex (paleoencéfalo) y la corteza cerebral (neoencéfalo).

Figura 2.4

Las estructuras del subcórtex. (Se muestra el encéfalo tal como aparecería si lo cortáramos exactamente a la mitad de adelante hacia atrás.)

de preservar nuestro pensamiento para el futuro. Gracias a ella puedes ver, leer y entender esta ora­ción. La corteza es el sitio donde se realiza la mayor parte del pensamiento consciente y, sin embargo, mide menos de centímetro y medio.

Aún no sabemos con certeza cuáles áreas de la corteza cerebral regulan determinadas actividades, pero sigue recopilándose información y trazándose mapas del cerebro. Para describir más fácilmente la localización de ciertas actividades, los científicos se refieren a sitios situados en diversos lóbulos, o re­giones, del cerebro. La información disponible se basa en observaciones de personas y animales de labora-torio que sufren lesiones del cerebro o de los nervios. También se ha obtenido información estimulando al­gunas partes del cerebro durante la cirugía (lo cual no causa dolor) y efectuando pruebas que miden la actividad de las regiones del cerebro.

Algunas áreas de la corteza reciben información de los sentidos de la piel y de los músculos. La canti­dad de tejido cerebral conectado a una parte del cuer­po se basa en la sensibilidad de ella, no en su tamaño. Por ejemplo, el sentido tan desarrollado del tacto de la mano requiere un área cerebral mucho mayor que

 

las pantorrillas relativamente insensibles. Se da el nombre de corteza somatosensorial a la parte de la corteza que recibe información. La corteza motora envía información para controlar el movimiento del cuerpo. También se divide según las necesidades: cuanto más finos deben ser los movimientos (como los del habla), mayor es el área cerebral que entra en acción. Las áreas de asociación median entre las otras dos y son las que sintetizan la información.

Cada segundo el cerebro procesa una enorme can­tidad de mensajes de entrada y de salida, pero no todos ellos llegan a la corteza cerebral. Algunas re­giones de la parte inferior del cerebro (como el siste­ma activador reticular y el tálamo) dejan pasar únicamente los mensajes más importantes. Se sigue estudiando la forma exacta en que las áreas del en-céfalo procesan esta información. Parece ser que los patrones de los estímulos y las respuestas correspon­dientes se guardan en la memoria y que se comparan

con patrones anteriores, cuando las partes inferiores del encéfalo seleccionan un patrón de los impulsos sensoriales. Éste es un proceso constante.

La capacidad del cerebro para procesar simultá­neamente muchas experiencias lo hace tan superior a la computadora más compleja, que los científicos nunca podrán igualarlo. Todavía están tratando de determinar las funciones e interacciones de las par-tes del cerebro. Algunos estudios indican que los lóbulos frontales controlan la creatividad y la per­sonalidad: nos permiten ser ingeniosos, sensibles y tranquilos. El caso de Phineas Gage aporta evidencia en favor de esta teoría. Trabajaba picando piedra y se lastimó en una explosión a mediados de la primera década del siglo XIX. La fuerza de la explosión le in­crustó una barra de hierro en el cráneo, dañando los lóbulos frontales. Aunque parezca increíble, Gage logró sobrevivir y regresó al trabajo al cabo de unos meses. El accidente no deterioró sus funciones orgá‑

 

Figura 2.5

Vista externa lateral del encéfalo. La mayor parte de las áreas expuestas son regiones del «cerebro nuevo» (neoencéfalo). Todavía no se conocen totalmente las funciones de la corteza cerebral; están indicadas las áreas cuya importancia para la conducta conocemos.

 

Figura 2.6

Dos vistas de la misma mitad del cerebro, partido a la mitad entre los lóbulos frontal y parietal (a lo largo del surco que separa la corteza somatosensorial y la corteza motora). Se muestran las áreas de mayor sensibilidad (izquierda) y de control motor (derecha). Los hombrecillos de los extremos de la figura indican el aspecto que presentaría el cuerpo si estas áreas fueran proporcionales al tamaño que tienen en el cerebro.

 

nicas ni la memoria u otras habilidades. Sin embar­go, su personalidad cambió de un modo radical. An­tes un hombre seguro y confiable, se convirtió en una persona pueril, caprichosa e impaciente. Estudios posteriores de algunos individuos con lesiones cere­brales similares indican que los lóbulos frontales con­trolan la planeación de acciones futuras, el control de las emociones y la capacidad de prestar atención.

Los hemisferios del cerebro

La corteza se divide en dos hemisferios que son más o menos simétricos entre sí. (En ambos se alojan los cuatro lóbulos.) Los hemisferios están conectados por una banda de nervios llamada cuerpo calloso, que transmite mensajes entre los dos. Cada uno está co­nectado a la mitad del cuerpo en una forma de cruz. La corteza motora del hemisferio izquierdo regula la mayor parte del lado derecho del cuerpo; la corteza del hemisferio derecho controla la mayor parte del lado izquierdo. Así, una apoplejía que dañe el he­misferio derecho ocasionará insensibilidad o paráli­sis en el lado izquierdo del cuerpo. Los investigadores han encontrado otras diferencias más sutiles entre los

 

lados del cerebro: en las personas diestras el hemis­ferio izquierdo controla el lenguaje y el hemisferio derecho interviene en tareas espaciales.

Muchos psicólogos se interesaron en las diferen­cias de los hemisferios cerebrales, cuando se realiza­ban operaciones «de cerebro escindido» en epilépticos como Harriet Lees. Durante casi toda su vida los ata­ques sufridos por Harriet eran benignos y podían controlarse con fármacos. Sin embargo, a la edad de veinticinco años empezaron a ser más intensos y a los treinta años Harriet sufría hasta doce ataques vio-lentos por día. En los ataques epilépticos se desenca­dena una actividad eléctrica masiva que comienza en un hemisferio y se extiende al otro. Los médicos querían que esta mujer llevara una vida normal y por ello decidieron seccionar el cuerpo calloso, para que los ataques no se extendieran.

La operación fue un éxito: Harriet no ha tenido ataques desde entonces. Pero a los psicólogos les interesaban más los posibles efectos secundarios de una intervención quirúrgica tan drástica. A pesar de que los pacientes a quienes se practicó esta opera­ción tenían ahora «dos cerebros separados», parecían extremadamente normales. Los investigadores pro-cedieron a idear varias técnicas ingeniosas para in-tentar detectar los efectos sutiles de la cirugía. Para entender los procedimientos, es necesario saber un poco sobre anatomía del cerebro. Por ejemplo, el lado izquierdo de los ojos está conectado al hemisferio del lado derecho y la mitad derecha de los ojos está co­nectado al hemisferio izquierdo. A fin de que un mensaje llegara a un solo hemisferio a la vez, los in­vestigadores pidieron a los pacientes con cerebro es­cindido fijar la vista en un punto, mientras ellos proyectaban brevemente una palabra o una imagen en un lado del punto. Si la palabra «nuez» se proyec­taba a la derecha del punto, la palabra pasaba al he­misferio izquierdo. Al paciente le era fácil leerla en tales circunstancias, porque el hemisferio izquierdo controla el lenguaje en la generalidad de las perso­nas diestras.

Pero cuando la misma palabra era proyectada al hemisferio derecho (lado izquierdo de cada ojo), el paciente no podía repetirla. Para una persona nor­mal, la palabra «nuez» pasaba rápidamente de un lado del cerebro a otro atravesando el cuerpo callo-so. Pero como a este paciente se lo habían secciona-do, el mensaje no podía pasar del hemisferio derecho no verbal al hemisferio derecho verbal. Más sorpren‑

dente fue el hecho de que el paciente sí reconoció la palabra: con la mano izquierda (que también está conectada al hemisferio derecho) podía extraer una nuez de un grupo de objetos escondidos detrás de una pantalla. ¡Pero no lograba recordar la palabra ni siquiera después de escogerla correctamente y soste­nerla en la mano!

En otro experimento, la imagen de una mujer des­nuda se proyectaba al hemisferio derecho (lado iz­quierdo de cada ojo) de otro paciente con el cerebro escindido. La mujer se reía pero decía no ver nada. Sólo su hemisferio izquierdo podía hablar y no veía el desnudo; pero el hemisferio derecho, que sí lo veía, producía la risa. Cuando se le pregunta a la mujer por qué se reía, parecía confundida y no lograba ex­plicarlo.

Los niños manidiestros (que usan preferentemente la mano derecha) están genéticamente predispues­tos a desarrollar el hemisferio izquierdo, pero la es­pecialización se adquiere a través de los años. Si un niño sufre una lesión en ese hemisferio, el hemisferio derecho se encargará de la función del habla. El niño posiblemente aprenda más lentamente que los otros,

 

Figura 2.8

Presentación de un estímulo visual a uno de los hemisferios de una persona a quien se le ha practicado cirugía de cerebro escindido. La paciente se muestra divertida ante la imagen de la mujer desnuda proyectada en la parte izquierda de la pantalla, pero sin que sepa explicar por qué.

 

pero aprenderá a hablar. No obstante, a casi todos los adultos que sufren una lesión en el hemisferio iz­quierdo les resulta extremadamente difícil hablar, si es que lo logran. Los efectos de una lesión del hemis­ferio derecho son menos claros, pero probablemente incluyen problemas de las habilidades espaciales.

Esta especialización de trabajo es muy relevante para los que sufren una lesión cerebral, y en menos medida para las personas normales. Así en un grupo de estudios, se examinaron las ondas cerebrales (o electroencefalograma —véase más adelante—) de los manidiestros cuando realizan tareas verbal y espa­ciales. El electroencefalograma muestra mayor acti­vidad en el hemisferio derecho cuando se realizan tareas espaciales, como la memorización de diseños geométricos, el recuerdo de rostros o imaginar un ele­fante en un columpio. En cambio, cuando a las mis-mas personas se les pidió efectuar tareas verbales —escribir una letra en su cabeza, pensar palabras que comenzaran con «t» y escuchar aburridos pasajes de Congressional Record(grabaciones del congreso es­tadounidense)—, su electroencefalograma mostraba relativamente mayor actividad en el hemisferio iz‑

quierdo (Hassett, 1978). Más interesante aún —y mucho más fácil de observar— es el hecho de que las personas normales tienden a mover sus ojos en cier­ta forma según el hemisferio que estén utilizando (véase recuadro titulado ¿En qué dirección se mue­ven los ojos?).

Estas diferencias tan claras entre los hemisferios se aplican sobre todo a los manidiestros. Algunos zurdos presentan el patrón opuesto de dominio cere­bral: el lenguaje se encuentra en el hemisferio dere­cho. Por lo regular, presentan diferencias menos drásticas entre las mitades del encéfalo.

Un hallazgo secundario de todas las investigacio­nes dedicadas al dominio cerebral ha aumentado el in­terés por el fenómeno del uso preferente de la mano derecha o de la mano izquierda. Aproximadamente 9 de 10 personas prefieren utilizar la mano derecha; pa-rece tratarse de una característica propia del ser huma­no con una larga historia. Incluso las personas dibujadas en las pinturas de las tumbas egipcias suelen usar la mano derecha. Jeannine Herrón (1976) sostiene que los zurdos son una minoría discriminada. A menudo los profesores tratan de que los niños de corta edad em‑

 

pleen la mano derecha. Gauche es el término francés que designa la izquierda, y esa misma palabra en in­glés significa torpe o socialmente inepto. No tiene fun­damento científico, sostiene Herrón, la creencia de que es mejor el uso de la mano derecha.

CÓMO SE ESTUDIA EL CEREBRO

En el cerebro se encuentran membranas especializa-das, estructuras que lo protegen y ayudan, es decir, las meninges: piamadre, aracnoides y duramadre. Además se observan circunvoluciones donde encon­traremos en forma definida las áreas motoras y sen­sitivas. Hacia la parte interna se sitúan sus cápsulas interiores, el tálamo, el núcleo y el líquido nervioso (cefalorraquídeo).

Figura 2.9

Pintura de una tumba egipcia donde aparecen personas que al trabajar usan la mano derecha.

El cerebro ha aportado a los científicos fascinante información sobre la función que este órgano desem­peña en el comportamiento.

Llamamos neurofisiólogos a los especialistas que llevan a cabo este tipo de investigaciones. Entre los métodos con que examinan el cerebro se encuentran las tinciones, los registros en el electroencefalógrafo y el sistema computarizado, la estimulación, las le­siones y otros.

Registros

Con la inserción de cables llamados electrodos en el cerebro, es posible detectar los pequeños cambios eléctricos que ocurren cuando las neuronas emiten una descarga. Los electrodos están conectados a un equipo electrónico que amplifica los pequeñísimos voltajes producidos por las neuronas que descargan. Podemos monitorear hasta las neuronas individua-les. Por ejemplo, dos investigadores colocaron dimi­nutos electrodos en las secciones de los cerebros de gatos y monos que recibían información visual. Com­probaron que varias neuronas emitían descargas, se­gún que una línea, un borde o un ángulo fuera puesto delante de los ojos del animal (Hubel y Wiesel, 1962). La actividad eléctrica de áreas enteras del cerebro puede registrarse por medio de un electroence­falograma (EEG). Los cables que salen de esta máquina se sujetan con cinta al cuero cabelludo, de modo que millones de neuronas pueden vigilarse al mismo tiempo. Los psicólogos han observado que la actividad eléctrica global del cerebro aumenta y dis‑

Flgura2. 10

Esta rata tiene un electrodo implantado en un área de su «cerebro viejo« (paleoencéfalo). Cada vez que oprime la palanca, se le aplica al cerebro un pulso ligero. La frecuencia tan alta con que los animales con estos implantes oprimen la palanca indican lo siguiente: probablemente la electricidad estimula un «centro de placer«.

 

minuye rítmicamente y que el patrón del ritmo de-pende de que la persona esté despierta, adormita-da o dormida. Estos ritmos, u ondas cerebrales, se producen porque las neuronas del cerebro tienden a aumentar o disminuir al unísono su nivel de actividad.

Con los electroencefalógrafos puede monitorear­se el trastorno cerebral que causa la epilepsia. Cuan-do ocurre un ataque epiléptico, una actividad eléctrica anormal se inicia en una pequeña parte del tejido cerebral dañado. Luego se extiende a las áreas conti­guas del encéfalo. Los médicos registran las ondas cerebrales en un electroencefalograma y de ese mo­do determinan qué clase de procedimiento médico (si es que se cuenta con él) atenuará los ataques violentos. Se ha inventado otra prueba que mide la actividad cerebral indicando la cantidad de glucosa consumida por las neuronas. Esta técnica, conoci­da con el nombre de tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), sirve para localizar tumores y la actividad de ataques epi­lépticos.

Figura 2.11

Medición de las ondas cerebrales por medio de un electroencefalógrafo.

Estimulación

Con los electrodos podemos desencadenar la descar­ga de las neuronas y también registrarla. Un cirujano del cerebro, Wilder Penfield, estimuló el cerebro de sus pacientes durante la cirugía para determinar qué funciones desempeñaban las partes del cerebro. De ese modo logró localizar la parte con disfunción que requería cirugía; por ejemplo, en el caso de epilepsia. Cuando aplicaba una pequeña corriente eléctrica a los puntos del lóbulo temporal del encéfalo, podía desencadenar secuencias de memoria. Durante la ci­rugía, una mujer oyó una canción conocida con tanta claridad que pensó que estaban tocando un disco en el quirófano (Penfield y Rasmussen, 1950).

 

Figura 2.12

Se ilustran a) Las áreas corticales del esquema corporal y de la memoria, b) Las Idealizaciones de los centros de la afasia.

 

 

Figura 2.12 (cont.)

Se ilustran c) La dirección unilateral del lenguaje.

Por medio de la estimulación otros investigado-res han demostrado que en el cerebro se encuentran centros de «placer» y de «castigo». Un equipo de in­vestigación implantó electrodos en ciertas áreas del paleoencéfalo de una rata y luego la metió en una caja equipada con una palanca que el animal podía oprimir. Cada vez que lo hacía, su cerebro recibía una corriente eléctrica de bajo voltaje. Cuando el electro‑

do se colocaba en el centro de «placer» de la rata, ésta empujaba la palanca miles de veces por hora (Olds y Olds,1965).

Los científicos han utilizado sustancias químicas y la electricidad para estimular el cerebro. Cuando se aplica este método, un tubo pequeño se implanta en el cerebro del animal de modo que el extremo to­que el área que va a ser estimulada. Las sustancias químicas se aplican después con un tubo al área que va a ser estudiada. Tales experimentos demuestran que la presencia de algunas sustancias en el hipotá­lamo puede influir en el hambre y sed de un animal.

Las técnicas de estimulación han despertado gran interés entre los médicos. Se utilizan en los pacientes con cáncer terminal para aliviar los dolores insopor­tables sin recurrir a las drogas. Se aplica una corrien­te a través de los electrodos implantados en ciertas áreas del encéfalo, obteniéndose así un repentino ali­vio temporal (Delgado, 1969). Más aún, algunos psi­quiatras han probado métodos semejantes para controlar la conducta emocional violenta en enfermos que no pueden ser controlados con otros medios.

Lesiones

En ocasiones los científicos producen lesiones cortan-do o destruyendo una parte del encéfalo de un ani­mal. Si el animal observa un comportamiento diferente después de la operación, suponen que el área destruida participa en ese tipo de conducta. Por

 

Figura 2.13

Técnica con que se estimula el interior del cerebro de una rata, a) Se prepara al animal para practicar la cirugía cerebral, b) En el cráneo se le implanta de manera permanente un tubo diminuto. El otro extremo del tubo está en lo profundo del cerebro, c) Una pequeña cantidad de una sustancia química que afecta al sistema nervioso se introduce dentro del tubo en una solución acuosa.

 

Psicocirugía

Ya hemos hablado del uso de lesiones en el tratamiento de los ataques epilépticos violentos (por sección del cuerpo calloso). Según algunos investigadores, los experimentos con anima-les indican que es posible tratar ciertos problemas del comportamiento mediante operacio­nes similares. Se da el nombre de psicocirugía a la cirugía del cerebro cuya finalidad es modificar los pensamientos y acciones del paciente.

El primer gran auge de la psicología se prolongó de 1935 a 1955. Varios estudios habían demostrado que los monos sufrían menos ante la frustración, luego de haberles destruido el lóbulo frontal del cerebro. Una operación semejante, llamada lobotomía prefrontal, se realizó en unos 50 000 enfermos mentales de Estados Unidos y Gran Bretaña. Al parecer este tipo de cirugía ayudaba a los que sufrían graves problemas mentales. Pero también producían algu­nos efectos colaterales negativos.

Una vez destruidos los lóbulos frontales, muchos pacientes perdieron la capacidad de manejar nueva información o perseguir metas. Por ejemplo, una mujer que había sido una cocinera muy creativa antes de la operación tenía ahora problemas para preparar nuevas recetas. Más perturbador resultaba el hecho de que, cuando iba a comprar alimentos, algu­nas veces se distraía y olvidaba por qué había salido de casa (Valenstein, 1973:298). Pero no

 

es fácil extraer una conclusión segura respecto a los efectos generales de las lobotomías fron­tales. Luego de reseñar toda la evidencia disponible, Elliot Valenstein escribió: «A decir ver-dad, no se cuenta con evidencia en favor de la suposición de que toda psicocirugia necesariamente convierte a las personas en ‘vegetales’ y tampoco en favor de la opinión de que tiene muchas probabilidades de producir curas milagrosas. La verdad, como siempre en estos casos, se encuentra en un punto medio de estas posiciones extremistas. No cabe duda de que se han cometido muchos abusos» (Valenstein, 1973: 315). Pero el asunto se convirtió en una discusión académica, porque a mediados de los años 50 se introdujeron nuevos medi­camentos en el tratamiento de elección en los hospitales psiquiátricos.

Sin embargo, en los últimos quince años se han inventado nuevas operaciones y el público ha vuelto a manifestar interés por la psicocirugía. En vez de destruir grandes porciones de los lóbulos frontales, se utilizaron en esta ocasión técnicas refinadas para destruir áreas muy pequeñas del tejido en lo profundo del cerebro. Estas operaciones no tardarán en ser objeto de discusiones y polémicas, sobre todo cuando se empleaban para cambiar la conducta de personas con antecedentes de violencia. (El éxito de librería de Michael Crichton, The Termi­nal Man, es una novela de ficción que nos relata cómo falló una de esas intervenciones qui­rúrgicas.) En los últimos años, los psicocirujanos operan a unos 400 pacientes al año en Estados Unidos.

El interés del público ha llevado la psicocirugía a los tribunales y al ámbito político. En 1974, el Congreso de Estados Unidos nombró una Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos de la Investigación Biomédica y Conductual, integrada por once miem­bros, para que estudiase algunas áreas de controversia. En octubre de 1976, publicaron un informe sobre la psicocirugía. Por esa época el público y la opinión de los científicos se opo­nía a esta disciplina. Las conclusiones de la comisión fueron, en palabras de un reportero (Culliton, 1976), «sorprendentemente favorables». No aprobaron las técnicas antiguas de la lobotomía frontal, pero señalaron que algunas de las operaciones más recientes parecían dar buenos resultados. Por ejemplo, una operación llamada cingulotomía (destrucción de una importante estructura subcortical) al parecer es de gran utilidad para quienes sufren dolor y depresión severa.

La psicocirugía seguirá suscitando controversias todavía durante mucho tiempo, a juzgar por su complejidad y los problemas de carácter filosófico que plantea la posibilidad de cam­biar la forma en que la gente actúa operando el cerebro.

 

 

 

Lesión cerebral: función del glutamato. Los ataques parapléjicos y las lesiones del cráneo a menudo causan daño cerebral. Al cabo de unos cuantos minutos empiezan a morir las células del cerebro. Como es un proceso que ocurre muy rápidamente, se ha creído que poco puede hacerse para prevenir un daño per­manente del cerebro. Sin embargo, la investigación realizada recientemente por los especialistas en neuroci­rugía indica lo contrario. Afirma que, si bien las células cerebrales que se encuentran en el sitio de la lesión mueren rápidamente, las células contiguas son dañadas y mueren a causa de un proceso químico que ocurre horas después del evento inicial. Este proceso gira en torno al glutamato, sustancia química excitatoria del cerebro. Por lo regular, se liberan pequeñas cantidades de ella que estimulan las neuronas contiguas. Sin

 

 

embargo, un ataque hemipléjico o una lesión del cráneo altera el equilibrio de las sustancias químicas del cerebro, liberándose entonces grandes cantidades de glutamato. Comienza así una reacción en cadena de estimulación excesiva en las células cercanas al sitio de la lesión inicial. Estas células sobrestimula las se dañan y acaban por morir. Quizá a ello se deba que los que sufren lesiones cerebrales empeoran horas después de la lesión inicial. Los científicos están buscando formas de reducir este flujo de glutamato, a fin de atenuar el daño cerebral.

 

 

 

 

ejemplo, en un estudio clásico dos investigadores sec­cionaron cierta parte del subcórtex (o paleoencéfalo) de monos rhesus. Normalmente estos animales son agresivos y crueles. Tras la operación se volvieron te­merosos y menos violentos (Kluver y Buey, 1937). Se extrajo la conclusión de que esta área del cerebro con-trola la agresión. Los investigadores han descubierto después que la relaciones descubiertas con este tipo de investigación son mucho más sutiles y complejas de lo que se creía en un principio.

EL SISTEMA ENDOCRINO

El sistema nervioso es uno de los dos sistemas de comunicación con que se envía información al cere­bro y se recibe de él. El otro es el sistema endocrino. Este último envía mensajes químicos llamados hor­monas. Las hormonas se producen en las glándulas endocrinas y son distribuidas por la sangre y otros líquidos corporales. Los mensajes de las hormonas

 

se asemejan a las cartas de un sistema postal. Pueden circular por toda la corriente sanguínea, pero pue­den entregarse a una dirección específica: el órgano en que influyen. A las glándulas endocrinas también se les llama sin conducto, porque liberan las hormo­nas directamente hacia la corriente sanguínea. En cambio, las glándulas con conducto, llamadas tam­bién glándulas exocrinas, vacían su contenido por pequeños hoyos —o conductos— en la superficie del cuerpo. Ejemplos de ellas son las glándulas sudorí­paras y las lagrimales.

Bajo la dirección del hipotálamo, la hipófisis (o glándula pituitaria) actúa como la «glándula maes­tra». Ésta segrega gran cantidad de hormonas, mu­chas de las cuales regulan la secreción de hormonas por otras glándulas endocrinas. El hipotálamo vigila la cantidad de hormonas presentes en la sangre y envía mensajes para corregir los desequilibrios.

¿Qué le ordenan estos mensajes hormonales al cuerpo? Llevan mensaje a los órganos que intervie‑

nen en la regulación y almacenamiento de nutrientes de modo que, pese a los cambios de las condiciones del ambiente, el metabolismo celular puede mante­nerse estable. Controlan el crecimiento y la reproduc­ción; por ejemplo, la ovulación y la lactancia (producción de leche) en las mujeres.

La glándula tiroides produce la hormona tiroxi­na. Esta hormona estimula ciertas reacciones quími­cas que son importantes para todos los tejidos. Una deficiencia de tiroxina hace que el sujeto se sienta flojo y aletargado; un exceso de ella lo hace hiperactivo. Las glándulas suprarrenales se activan cuando una persona está hambrienta o se asusta. Liberan adre­nalina hacia la corriente sanguínea. Esta hormona ace­lera el latido cardiaco y la respiración. Éstos y otros cambios dan al sujeto la energía adicional que nece­sita para afrontar una situación difícil.

Gracias a la acción combinada de los sistemas nervioso y endocrino, el cerebro monitorea y contro­la la mayor parte del comportamiento humano. En el

 

 

Tixorina, triyodotironina Hormona paratiroidea Adrenalina

Noradrenalina

 

Insulina

 

Glucagón

Andrógenos (p. ej. testoterona)

Estrógenos

(p. ej. estradiol) Progestágenos (progesterona)

Relaxina

 

Glucocorticoides (p. ej. cortisol, corticosterona) Mineralocorticoides (p. ej. aldosterona)

Tiroides

Paratiroides

Médula suprarrenal

Médula suprarrenal; neuronas adrenérgicas Islotes pancreáticos (células B) Islotes pancreáticos (células A) Testículo; corteza suprarrenal; ovario

Ovario; placenta; testículo; corteza suprarrenal Ovario; placenta; corteza suprarrenal Ovario; útero; placenta

Corteza suprarrenal

Corteza suprarrenal

Crecimiento; metamorfosis anfibia; metabolismo en los mamíferos y las aves

Elevación de calcio en la sangre; disminuye el fosfa­to en la sangre

Movilización del glucógeno; aumento de la corrien‑

te sanguínea por los músculos esqueléticos
Aumento del consumo de oxígeno; frecuencia car‑

diaca

Neurotransmisor adrenérgico; elevación de la pre­sión sanguínea; disminuye calibre de arteriolas y vénulas

Disminuyen la glucosa; aumentan la utilización de

la glucosa y la síntesis de proteína y grasa Aumenta la glucosa sanguínea; estimula el catabo‑

lismo de proteínas y grasas

Caracteres sexuales masculinos

Caracteres sexuales femeninos

 

Conservación de la gravidez; inhibición de ciclos re-productores

Agrandamiento del conducto del parto por relaja‑

ción del cuello uterino y ligamentos pélvicos
Favorecer la síntesis de carbohidratos; desintegración de

proteínas; acciones antiinflamatorias y anti‑

alérgicas

Retención de sodio y pérdida de potasio por los rí­ñones

Figura 2.15 Hormonas.

 

siguiente capítulo veremos cómo el sistema endocri­no influye en la conducta que normalmente atribui­mos a causas psicológicas: la emoción y la motivación.

LA RELACIÓN ENTRE EL HOMBRE Y LOS ANIMALES

de un ser humano, también podemos comparar su capacidad de resolver problemas con la capacidad humana del pensamiento.

La teoría de Darwin no significa que el hombre no posea cualidades especiales; más bien nos permi­te considerarnos miembros de una especie interesante y extremadamente compleja, en vez de ser un grupo totalmente diferente del resto de los animales.

 

 

 

Gran parte de la investigación que se describe en el presente capítulo se efectuó principalmente con ani­males inferiores. Los investigadores a menudo estu­dian los animales porque no pueden efectuar una operación peligrosa en un ser humano, cuando lo hacen sólo por razones científicas. La investigación hecha en seres humanos se ha efectuado como parte de una operación médica necesaria o bien ha consis­tido en observar a personas que han sufrido una le­sión por accidente.

Ahora se acepta comúnmente que el estudio de los animales ayuda al del hombre, a pesar de que sería más útil hacer experimentos directos en él. Los estudios con animales son de mucha utilidad en me­dicina y en fisiología. Los medicamentos, vacunas y nuevas técnicas quirúrgicas se prueban normalmen­te en animales. Este tipo de investigación se consi­dera útil porque se piensa que el hombre ha evo­lucionado de especies animales más primitivas y que, por tanto, su cuerpo se parece al de otros ani­males.

Evolución del comportamiento

Muchos no comprenden que la evolución se aplica no sólo a la anatomía y la fisiología, sino también al comportamiento. Charles Darwin, el biólogo que en 1859 publicó su teoría de la evolución, estaba con-vencido de que todas las especies animales guardan relación entre sí. En consecuencia, la estructura de su cuerpo y sus patrones conductuales pueden distin­guirse y compararse del mismo modo que compara­ríamos la nariz o temperamento de un niño con el de su padre. Los huesos del ala de un ave son distintos, pero se parecen a los huesos del brazo humano; la forma en que los pájaros se unen en bandadas puede compararse con la forma en que los hombres se reú­nen en grupos. Y del mismo modo que podemos com­parar las partes del cerebro de un chimpancé con las

Etología

Una de las principales consecuencias de la teoría de la evolución propuesta por Darwin es la fitología, o sea el estudio de los patrones conductuales naturales de todas las especies de animales desde el punto

 

Figura 2.16

La panza de color rojo brillante (sombreado en la figura), del pez espinoso macho es un estímulo señal para que lo ataquen otros peces de la misma especie. Atacarán a modelos como los de esta figura que presen­tan esa característica, antes de responder a un modelo realista que no tenga panza de color rojo.

 

más SOBRE PSICOLOGÍA

La etología y el estudio de la conducta humana. La etología humana es el estudio del comportamiento del hombre tal como ocurre en la naturaleza. Los etólogos hacen comparaciones entre la conducta humana y la animal en sus investigaciones.

En un estudio se investigó si las personas que cruzan la calle ven en ambas direcciones antes de hacerlo. Cuando los varones y las mujeres cruzaban juntos, aquéllos miraban en ambas direcciones con mayor fre­cuencia. Los etólogos humanos advierten una semejanza entre este hallazgo y el comportamiento de los monos y de las manadas de mandriles que viven en la selva: los machos adultos cumplen la función de vigías. Un etólogo humano diría que el hombre ha cambiado «oro por espejitos» por lo que concierne a la conducta de vigilancia.

Los aficionados de basketball saben que Michael Jordán saca la lengua cuando lanza un tiro muy difícil. De manera análoga, se ha comprobado que los profesionales del billar sacan la lengua más a menudo cuando realizan jugadas difíciles que cuando intentan las que son bastante fáciles. De acuerdo con los etólo­gos, la acción de sacar la lengua es una señal no verbal de que no se desea la interacción. En el caso del ser humano, parece indicar que la persona no quiere ser interrumpida porque necesita concentrarse en una situación difícil.

 

 

 

de vista biológico. Los etólogos intentan entender có­mo esos patrones han evolucionado y cambiado, y cómo se expresan en los animales. A esos patrones los llaman comportamientos propios de la especie, es decir, caracterizan a una especie determinada de animales. Los etólogos observan a los animales en su entorno natural y de ese modo tratan de descubrir los nexos entre el ambiente y el comportamiento de la especie.

Los etólogos han descubierto que el compor­tamiento y la experiencia de los animales más primi­tivos (entre ellos los insectos y los peces) son menos flexibles, o más estereotipados, que los de los animales superiores, como los simios o el hombre. Los compor­tamientos estereotipados son patrones de respuestas que no pueden cambiarse fácilmente en respuesta a los cambios del ambiente. Funcionan bien sólo si el entorno permanece en las mismas condiciones que cuando evolucionó el patrón conductual.

Por ejemplo, cuando un caballo enfrenta un peli­gro y debe escapar sin hacer ruido, le será imposible escaparse furtivamente. Su comportamiento de es-cape presenta únicamente tres patrones: caminar, tro­tar o galopar. Cada una posee una serie especial de movimientos que varían poco entre los animales de esta especie y todos los caballos normales los reali­zan. A esos movimientos se les da el nombre de patrones de acción fija por ser inflexibles: ante deter‑

minadas situaciones el animal no podrá reaccionar sino en esta forma.

Los patrones de acción fija son una especie de instinto, es decir, un patrón de conducta que no se aprende sino que es innato. A menudo utilizamos erróneamente el término «instinto» para designar comportamientos que se tornan automáticos tras una práctica prolongada. Así, diremos que un beisbolista profesional «instintivamente» realiza la jugada co­rrecta. En cambio, con este término los etólogos de-signan exclusivamente las habilidades que parecen ser heredadas.

Los étologos han comprobado que los animales nacen con una sensibilidad especial ante ciertas se­ñales ambientales (lo mismo que con determinadas formas de conducta). A esas señales se les da el nom­bre de estímulos señal. Por ejemplo, Niko Tinbergen demostró que el pez espinoso macho —pescado pe­queño— atacará un modelo de la misma especie si este último tiene una panza roja. Si se distorsiona el modelo seguirá atacándolo. Pero si ve un modelo muy realista de pez espinoso sin panza roja, lo dejará en paz. En este caso, el estímulo señal que desencadena el ataque es de color rojo. En otras especies, otros es­tímulos pueden provocar ciertos comportamientos.

¿Existen los estímulos señal entre los hombres? Aunque los instintos son menos comunes y fuertes en la conducta humana, hay evidencia de la existen-

 

cia de algunos comportamientos estereotipados. Por ejemplo, Konrad Lorenz observó que parece activar-se un «instinto de progenitor» cuando nace un niño. Cuando comparó los niños con otras crías de anima-les, observó lo siguiente: todos ellos parecen mostrar un conjunto similar de estímulos señal que origina sentimientos de padres. Rostros redondos, frentes prominentes, ojos redondos y mejillas rollizas son rasgos que causan este tipo de reacción.

Sociobiología

Estrechamente relacionada con la etología está otra disciplina que estudia el origen genético de la con­ducta social de animales y del hombre para determi­nar si se hereda o no de antepasados remotos. Esta ciencia, conocida con el nombre de sociobiología, se basa en los hallazgos de la biología, la antropología y la psicología. Ha despertado mucho interés e incluso ha suscitado grandes controversias. En 1975, el psi­cólogo de la Universidad de Harvard Edward O. Wilson publicó su libro Sociobiology: A New Syn­thesis, en el cual definía la nueva disciplina como «el estudio sistemático del fundamento biológico de toda la conducta social» (1975a: 595). Wilson reseñóel com­portamiento social de todos los primates conocidos y propuso que algunos rasgos que el hombre com­parte con casi todos ellos —atención maternal pro­longada de la cría, por ejemplo, y el dominio del macho sobre la hembra—pueden habérsenos trans­mitido en los genes.

Para los sociobiólogos, su disciplina es la última fase de la revolución iniciada por Charles Darwin. Trata de llenar un gran vacío en la teoría de la se-lección natural propuesta por él: la finalidad de la naturaleza es la supervivencia del individuo y su re-producción, pero algunos rasgos del hombre y de otros animales parecen oponerse directamente a esa meta. Las abejas obreras luchan hasta la muerte, con­tribuyendo así a salvar a su grupo de los invasores. Con su sonido un ave advierte a otras que un depre­dador se halla cerca, aunque la advertencia descubre donde está el ave y pone en riesgo su propia vida. Se sabe que los delfines viajan en grupos y sostienen en la superficie a un compañero herido para que pueda respirar (Wilson, 1975b). Y, por supuesto, los padres de familia mueren al intentar rescatar a sus hijos de las llamas; los soldados se arrojan sobre las granadas y dan la vida para salvar a sus camaradas.

Los sociobiólogos atribuyen estos actos ¿le inmola­ción a la economía de la naturaleza. Explican que con el altruismo se consigue un beneficio genético: el indivi­duo arriesga su vida, pero el resultado de esta conducta es que otros pueden compartir sus genes y sobrevivir. La abeja obrera, que es estéril, protege a su reina que sigue viviendo y engendra más abejas obreras. El ave que advierte del peligro a otras protege también a su especie, y con ello aumentan las probabilidades de que sobrevivan sus genes; lo mismo sucede con la madre que da la vida por salvar a su bebé. El héroe de guerra muere seguro de que su patria sostendrá a su familia para que procree; de esa manera perpetúa sus genes. En cierta ocasión, el famoso biólogo británico J. B. S. Haldane bromeó diciendo que daría la vida por sus dos hermanos, que comparten aproximadamente la mitad de sus genes, o por ocho sobrinos (citado en Time, 1 de agosto, 1977,56).

Figura 2.17

Los sociobiólogos explican que los bomberos arriesgan la vida para salvar a otros como un aspecto más de la selección natural: el individuo arriesga la vida para que su especie sobreviva.

 

Los sociobiólogos tratan de explicar otros compor­tamientos sociales, hasta la agresión, a partir de una ventaja genética. El buscapleitos que insulta a un en­clenque de 52 kg, en realidad está enviándole un men­saje a la novia de éste: «Tengo buenos genes. Es con-migo con quien deberías tener relaciones sexuales.»

La teoría de que los genes rigen el comportamien­to social del hombre ha despertado tantas controver­sias que ha habido manifestaciones contra el sociobiólogo Wilson, en Estados Unidos, e incluso le arrojaron agua en la tranquila asamblea de 1978 de la American Association for the Advancement of Scien­ce. Algunos críticos, entre quienes destacan Richard Lewontin, Stephen Gould y otros miembros del Socio­biology Study Group con sede en la Universidad de Harvard, han expresado el temor de que la sociobio­logía sea utilizada para apoyar la situación política, económica y legal. De acuerdo con la lógica de esta disciplina, se trata de asuntos que deben ser determi­nados por nuestros genes (citado en Wade, 1976).

Otros críticos señalan que no se dispone de evi­dencia fidedigna de que hay genes específicos para el altruismo, la agresión u otras conductas sociales; se trata tan sólo de simples teorías y conjeturas (Was­hburn, 1978). También señalan que los animales a veces observan una conducta muy egoísta. Entre los leones de la llanura Serengeti en el África oriental, se ha visto a leones alejar a sus cachorros de la comi­da, si la presa fue pequeña; muchos de los cachorros han muerto de inanición. De los 1 400 polluelos de gaviotas arenqueras estudiados durante un periodo,

Flgura2.1 8

Manada de mandriles en la selva. Aunque muchos creen que los primates machos dominan a las hembras, en realidad las relaciones entre los sexos son en extremo complicadas.

23% perecieron por ataques de adultos de su propia especie al alejarse de su nido (Marler, 1976).

Por razones parecidas, hace poco los antropólo­gos rechazaron repetidamente la creencia popular de que la agresividad y el carácter dominante de los machos es un carácter de origen genético. Los defen­sores de este argumento citan a menudo los estudios de mandriles que demuestran la agresión y dominio que se ejerce en contra de las hembras. Los oposito-res señalan que los mandriles observados en estos estudios se hallan en un parque de diversiones, am­biente anormal que los sometía a gran concentración de depredadores (en especial, el hombre) y a una gran tensión. Sin embargo, entre las manadas de mandri­les que viven apaciblemente en el bosque, es la hem­bra la que determina los movimientos de la manada. Los machos muestran muy poca agresión y un do-minio pequeño (Pilbeam, 1972).

Si el comportamiento de los mandriles cambia tanto en diversos ambientes, hay mucho mayores probabilidades de que lo mismo ocurra con la con­ducta humana. Admitimos que los genes pueden constituir un componente importante del comporta-miento social del hombre, pero no pueden determi­narlo por completo. Si a los hijos de dos grandes atletas nunca se les permite hacer ejercicio, sus ge­nes no los harán automáticamente grandes atletas. En efecto, es una característica exclusiva del hombre la flexibilidad de su conducta social, como lo atesti­guan las diferencias tan drásticas entre las diversas culturas y en los diversos contextos (Pilbeam, 1972). Sólo los seres humanos crean culturas, transmiten de una generación a otra grandes cantidades de apren­dizaje cada vez mayor; con ello superan de alguna manera el lento proceso de la evolución genética. Únicamente el hombre muestra una amplia variedad de conductas dependientes de la cultura, como el he-cho de vestir de negro en los funerales en algunos países y de blanco en otros.

Dista mucho de haberse resuelto el problema de hasta qué punto la herencia rige la conducta social del hombre. Pero Wilson y otros sociobiólogos creen que el género humano es flexible y tiene que serlo, de manera que las tendencias genéticas no siempre se siguen y algunas veces incluso debemos ir contra ellas. La evolución se realiza con tanta lentitud, que quizá todavía estemos heredando patrones conduc­tuales que eran adaptativos en la época prehistórica, pero que han perdido su utilidad en un mundo ra-

 

dicalmente diferente. En la edad de piedra, tal vez haya sido importante criar el mayor número posible de niños sanos; no así en el saturado planeta en que nos ha tocado vivir. Cuando el hombre vivía en so­ciedades de agricultores y cazadores, quizá haya sido necesario luchar contra todos los extranjeros con tal de sobrevivir; hoy la guerra tal vez sólo significaría la extinción de la especie humana (Wilson, 1975b). La principal aportación de la sociobiología ha sido recordarnos que los genes ciertamente son importan-tes, pero que el hombre posee la capacidad para aprender una amplia serie de conductas y de des-aprender las que dejan de ser adaptativas.

HERENCIA Y AMBIENTE

Se discute mucho si la conducta humana es instinti­va (debida a la herencia) o aprendida (debida al am­biente). ¿Aprenden las personas a ser buenos atletas o ya nacen con esas cualidades? ¿Aprenden a ser ho­mosexuales o nacen con esa tendencia? Este argumen­to se debate con tanta intensidad porque muchos suponen que lo que se aprende puede cambiarse, mientras que lo innato es difícil o imposible de mo­dificar. Se trata de una actitud equivocada. Siempre que los psicólogos investigan un caso particular, se dan cuenta de que la cuestión no es tan simple. Los factores heredados y las condiciones ambientales in­teractúan en formas muy complicadas. Preguntar si la herencia o el ambiente son causa de algo equivale a preguntar: «¿Qué es lo que hace que un pastel se infle, el polvo para hornear o el calor?» Sin duda se requiere la interacción de ambos factores.

Desde hace varios siglos se debate la cuestión rela­tiva a la herencia y al ambiente. Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, fue uno de los primeros en afirmar la importancia de la naturaleza en la era moderna. En 1869 publicó Hereditary Genius, obra en que analizó las familias de más de 1 000 eminen­tes políticos, líderes religiosos, artistas y estudiosos. Descubrió que el éxito era una característica que se transmitía en las familias y concluyó que la herencia era la causa.

Pero la mayor parte de los psicólogos han puesto de relieve la importancia del ambiente. Esta postura la estableció en forma contundente John Watson, el padre del conductismo, quien en 1930 escribió: «Den‑

me una docena de niños sanos, bien formados y per­mítanme criarlos en mi propio mundo; les garantizo que tomaré uno al azar y lo educaré para que llegue a ser cualquier tipo de especialista que yo decida: médico, abogado, artista, comerciante y hasta limos­nero y ladrón, sin importar sus talentos, propensio­nes, tendencias, habilidades, vocación ni la raza de sus antepasados» (Watson, 1930:104).

Hoy las ideas de Watson parecen un tanto extre­mistas. Los estudios recientes que buscan directamen­te evidencia de la influencia genética en los rasgos humanos se han centrado en tres áreas generales: ca­pacidades cognoscitivas (como el cociente intelectual, CI), la enfermedad mental y la personalidad. La po­lémica en torno al cociente intelectual ha sido muy fuerte y prolongada, pero también las otras áreas se debaten con intensidad.

Una forma de averiguar si un rasgo es heredado
o no consiste en estudiar a gemelos idénticos, es de‑
cir, hermanos que provienen del mismo óvulo fertili‑
zado (por eso se les llama monocigóticos) y que, por
tanto, comparten los mismos genes. Los gemelos fra‑
ternales proceden de dos huevos fertilizados (de ahí
que se les llama dicigóticos) y sus genes presentan
las mismas semejanzas que la de simples hermanos.
Sin duda los gemelos que crecen en un mismo
hogar comparten el ambiente. Pero los gemelos idén‑

Flgura2.1 9

Los gemelos idénticos comparten los mismos gene s y también un mismo ambiente; de ahí que su estudio sea una manera de averiguar si un rasgo se aprende o se hereda.

 

ticos que crecen juntos comparten además los mis­mos genes. En consecuencia, si resultan ser más se­mejantes en un rasgo determinado que los gemelos fraternales, probablemente ello significa que los ge­nes son importantes para esa característica.

Por ejemplo, se han efectuado muchos estudios sobre la herencia de la enfermedad mental. La esqui­zofrenia es el tipo más común de enfermedad mental seria y afecta aproximadamente al 1% de la pobla­ción mundial. Los estudios han demostrado que, si un gemelo la contrae, el otro tiene de 3 a 6 probabili­dades más de sufrirla también si es un gemelo idén­tico que si es gemelo fraternal (Rosenthal, 1970). En conclusión, la esquizofrenia es al menos en parte de origen genético. Sin embargo, también es evidente que en muchos casos un gemelo idéntico la contrae, no así el otro. Por tanto, también los factores ambien­tales tienen importancia.

Hay muchas maneras de estudiar el problema de la relación entre herencia y ambiente en el ser huma­no. En unos cuantos casos, los gemelos idénticos han sido separados en el momento del nacimiento por instituciones de adopción o por otras circunstancias. Estos niños muestran los efectos de los mismos ge­nes en ambientes distintos. Si bien tales casos son re­lativamente escasos, no por eso dejan de ser muy importantes desde el punto de vista científico. Tam­bién podemos comprobar si los hijos adoptivos se asemejan más a sus padres biológicos (lo cual indica la importancia de los genes) que a sus padres adopti­vos (lo que pondría de relieve la influencia del am­biente). Aunque siguen realizándose numerosos estudios, el problema de la relación entre herencia y ambiente seguirá debatiéndose, al menos mientras no conozcamos bien cómo ambos factores interactúan para producir el comportamiento.

En la Universidad de Minnesota, los psicólogos han venido estudiando a gemelos idénticos que fue-ron separados al nacer y criados en ambientes distin­tos (Holden, 1980). Thomas Bouchard, uno de los investigadores, señala que los gemelos comparten muchas conductas comunes a pesar de sus ambien­tes socioculturales y económicos tan diferentes. Por ejemplo, en un par de gemelos (los dos con el mismo nombre de Jim), ambos hermanos habían tenido bue­nas calificaciones en matemáticas y muy bajas en or­tografía cuando estudiaban en la escuela, ambos trabajaban como agentes del comisario, vacaciona­ban en Florida, les ponían los mismos nombres a sus

hijos y mascotas, se mordían las uñas, tenían los mis­mos hábitos de fumar e ingerir bebidas alcohólicas y les gustaban el dibujo mecánico y la carpintería. És­tas y otras semejanzas revelan que la herencia puede influir en las conductas que normalmente asociamos a la experiencia.

En el momento actual, muchos investigadores creen que algunas de las diferencias que presenta la gente pueden explicarse teniendo en cuenta tanto la herencia como la experiencia. En contra de la opinión del público, la influencia de los genes en el compor­tamiento no significa que nada puede hacerse para cambiarlo. Aunque ciertamente resulta difícil e in-conveniente modificar el código genético que dirige el comportamiento, podemos alterar el ambiente don-de operan los genes. El trastorno genético denomi­nado fenilcetonuria es un ejemplo muy revelador al respecto. Se trata de un simple defecto de los genes que, si no se detecta y se trata a tiempo, ocasiona se­vero retraso mental. Una simple prueba de la sangre realizada en el momento del nacimiento revela la presencia de la fenilcetonuria, enfermedad que afec­ta a uno de cada 20 000 niños de raza blanca (rara vez afecta a los de raza negra). Los pacientes son so-metidos a una dieta especial hasta que el cerebro se desarrolla y ya no corre peligro. Así pues, aunque la fenilcetonuria es un trastorno heredado, podemos cambiarlo controlando el ambiente.

Figura 2.20

La prueba para diagnosticar la fenilcetonuria —un simple pinchazo en el talón— hoy se administra automáticamente a todos los recién nacidos, ya que su detección temprana permite prevenir los estragos de esta enfermedad congénita.

 

RESUMEN

 

  1. En el organismo, constantemente los mensajes lle­gan al cerebro y parten de él a través del sistema nervioso. La médula espinal, parte del sistema nervioso, transmite y recibe la mayor parte de los mensajes entre el cuerpo y el cerebro. Los mensa-j es de entrada y salida se comunican mediante señales químico-eléctricas que se desplazan por células largas y delgadas llamadas neuronas.
  2. El sistema nervioso autónomo desempeña una función central en la fisiología de las emociones. Uno de sus componentes, el sistema nervioso simpático, prepara al organismo para afrontar emergencias o actividades muy intensas. La fun­ción del sistema nervioso parasimpático, el otro componente del sistema autónomo, consiste en conservar energía y mejorar la capacidad del or­ganismo para recobrarse de una actividad vigo­rosa.
  3. El cerebro (encéfalo) está compuesto por la corte­za cerebral y el subcórtex. Este último órgano di-rige las necesidades biológicas y los instintos animales del individuo. La corteza cerebral le per­mite leer y resolver problemas. Cada segundo el cerebro procesa grandes cantidades de informa­ción. Los científicos piensan que compara los pa­trones de los estímulos y respuestas almacenados en la memoria con los nuevos estímulos.
  4. La corteza se divide en dos hemisferios, cada uno de los cuales contiene cuatro lóbulos. En los ma­nidiestros, el hemisferio izquierdo se ocupa más

de los pensamientos verbales, mientras que el derecho lo hace con las relaciones espaciales.

  1. El registro, la estimulación y las lesiones son tres técnicas mediante las cuales los psicólogos estu­dian el cerebro. La psicocirugía es la cirugía del cerebro efectuada con el fin de modificar los pen­samientos o acciones de un individuo.
  2. El sistema endocrino u hormonal es un sistema químico de comunicación entre el organismo y el cerebro. Con la acción combinada de los siste­mas nervioso y endocrino, el cerebro monitorea y controla la conducta humana.
  3. Los estudios dedicados al comportamiento ani­mal revelan que muchas especies responden al ambiente a partir de patrones de acción fija, es decir, ante algunas situaciones sólo pueden reac­cionar en cierta forma. Esas respuestas automá­ticas desempeñan un papel secundario en la conducta humana.
  4. Los sociobiólogos buscan el origen biológico de la conducta social. Por ejemplo, creen que el al truismo se basa en el deseo de un animal de ase­gurarse de que sus genes pasen a la siguiente generación.
  5. Toda conducta humana se basa en la interacción de la herencia con el ambiente. La comparación de gemelos idénticos y fraternales sirve para des-cubrir la influencia que los genes ejercen sobre un rasgo determinado de la personalidad.

 

PREGUNTAS DE REPASO

 

 

 

  1. Explica cómo los mensajes llegan al cerebro y par ten de él a través del sistema nervioso. ¿Qué son los neurotransmisores?
  2. ¿Cuáles son las dos divisiones del sistema ner­vioso? ¿A cuál de ellas pertenece la médula espi­nal?
  3. Describa las funciones del sistema nervioso so­mático y del sistema nervioso autónomo?
  4. ¿Cuáles son las dos partes del sistema nervioso autónomo? ¿Cuál de ellas consume energía en el organismo?
  5. ¿Qué parte de la corteza cerebral recibe informa­ción?
  6. ¿Cuál es la función del hipotálamo?
    1. ¿Cuáles son las dos regiones de la parte inferior del cerebro que seleccionan los mensajes más im­portantes antes que lleguen a la corteza cerebral? Da una posible explicación de la capacidad del cerebro para procesar grandes cantidades de in-formación.
      1. ¿Cuál es una de las funciones más importantes del cerebelo?
      2. Menciona los cuatro lóbulos de la corteza cere­bral. ¿Cuál es la principal función de cada uno de ellos?
      3. La corteza cerebral se divide en dos hemisferios: el derecho y el izquierdo. ¿Qué lado del cuerpo controla cada uno de ellos? ¿Qué tipos de fun­ciones regulan en los manidiestros? ¿Cuál es la función de cuerpo calloso?
        1. ¿Cuáles son los tres métodos que se emplean en la exploración del cerebro?
        2. ¿Cuál es el nombre del sistema químico de co­municación entre el cuerpo y el cerebro? ¿De qué manera se transmiten los mensajes de este siste­ma? ¿Cuál glándula es el centro de control de este sistema? ¿Qué otras glándulas participan en la regulación de la actividad general del organis­mo?
          1. ¿Qué disciplina estudia los patrones conductua­les de los animales desde un punto de vista bio­lógico?
          2. 14.         ¿Cómo utilizan los etólogos el término instinto!
            1. ¿Cómo se llama la ciencia que estudia el origen genético de la conducta social? ¿Cuál es su prin­cipal aportación?
            2. Una manera de averiguar si un rasgo es hereda-do consiste en comparar el comportamiento de gemelos idénticos y fraternales.

Explica cómo se hace esto.

 

Objetivos: después de estudiar este capítulo, deberás ser

capaz de:

  • describir lo disciplina de la psicofísica.
    • explicar los conceptos de umbral, ley de Weber y detección de señales.

• describir los órganos de los sentidos y ex plicar sus funciones.

1 • explicar los principios que rigen la per­cepción.

  • explicar las actitudes generales de los psi­cólogos ante la percepción extrasensorial.

Sensación

Umbral • Aplicación de la psicologia: publicidad subliminal

  • Diferencias y razones sensoriales
  • Adaptación sensorial
  • Motivación y teoría de la detección de señales

Los sentidos

Visión • Audición • Gusto y olfato

  • Los sentidos cutáneos * Equilibrio
  • Sensaciones corporales

Percepción

Principios de la organización perceptual

  • Percepción de figura y fondo
  • Inferencia perceptual • Aprendiendo a percibir
  • Percepción de la profundidad
  • Constancia * ilusiones ópticas Percepción extrasensorial

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