EXISTE UNA ‘NATURALEZA HUMANA’ PRIMIGENIA Y UNA NATURALEZA SECUNDARIA QUE NOS UNEN Y SEPARAN

EXISTE UNA ‘NATURALEZA HUMANA’ PRIMIGENIA Y UNA NATURALEZA SECUNDARIA QUE NOS UNEN Y SEPARAN

La primera condición para comprometerse desde una posición progresis­ta con la psicología implica conceder la debida importancia a la naturaleza humana, de manera que devaluemos las opiniones de los que intentan definir y restringir la experiencia de nosotros mismos y de los otros3. Siempre ha habido resistencia a aceptar las explicaciones psicológicas de quiénes somos y de lo que somos capaces. Y oponerse al cuestionamiento reflexivo de la naturaleza humana ha sido muy problemático para los psi­cólogos. Aprender a hablar implica, inevitablemente, reflexionar acerca de quiénes somos para las personas allegadas con las que hablamos y que nos hablan Las distintas lenguas ofrecen recursos simbólicos para trans­formar nuestra naturaleza humana elemental, la «naturaleza primigenia» dotada de las condiciones biológicas de la especie humana

Con respecto a la «naturaleza secundaria» social no tenemos otra opción que construirla según nos «desarrollamos». Construimos la naturaleza secundaria con un lenguaje común en función y en compa­ración a las personas más próximas. Este proceso permite rechazar definiciones prefijadas de lo que somos, unas definiciones que suelen encasillamos en las posiciones asignadas (ya sea por burócratas, cléri­gos o psiquiatras). En la sociedad capitalista la naturaleza secundaria es la esencia de la alienación, históricamente construida —el contenido psicológico que sentimos en lo más profundo de nuestro ser—y que nos distancia de la condición originaria mítica, o naturaleza primigenia, para siempre perdida, que muchos psicólogos intentan hallar desespe­radamente para luego presentarla en relatos antropológicos o en vivas imágenes de escáneres cerebrales.

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