La crisis sacrificial 56

cualquiera / descifrarla, que arte divinatoria requería; / la cual ni por agüeros mostraste conocerla / ni por boca de dios alguno…» *

Tiresias replicará a su vez. Ante la confusión creciente de Edipo, in­capaz de hacer avanzar su investigación, jugará su mismo juego. Ataca la autoridad de su adversario para reafirmar la propia. «¿No eras tú el que en acertijos eras el mejor?»,** exclama.

En el debate trágico, cada cual recurre a las mismas tácticas, utiliza los mismos medios, busca la misma destrucción que su adversario. Tire­sias se sitúa como defensor de la tradición; ataca a Edipo en nombre de los oráculos despreciados por éste; no por ello deja de alzar una mano impía contra la autoridad real. Se apunta a los individuos pero se hiere a las instituciones. Todos los poderes legítimos vacilan sobre sus bases. Todos los adversarios contribuyen a la destrucción del orden que preten­den consolidar. La impiedad a que se refiere el coro, el olvido de los oráculos, la decadencia religiosa, van a la par probablemente con este desmoronamiento de los valores familiares, de las jerarquías religiosas y sociales.

La crisis sacrificial, esto es, la pérdida del sacrificio, es pérdida de la diferencia entre violencia impura y violencia purificadora. Cuando esta di­ferencia se ha perdido, ya no hay purificación posible y la violencia im­pura, contagiosa, o sea recíproca, se esparce por la comunidad.

La diferencia sacrificial, la diferencia entre lo puro y lo impuro, no puede borrarse sín arrastrar consigo las restantes diferencias. Se trata de un único e idéntico proceso de invasión por la reciprocidad violenta. La crisis sacrificial debe ser definida como una crisis de las diferencias, es decir, del orden cultural en su conjunto. En efecto, este orden cultural no es otra cosa que un sistema organizado de diferencias; son las distancias diferenciales las que proporcionan a los individuos su «identidad», y les permite situarse a unos en relación con los otros.

En el primer capítulo, la amenaza que pesa sobre la comunidad cuan­do el sacrificio languidece nos es presentada en términos únicamente de violencia física, de venganza interminable y de reacción en cadena. Ahora descubrimos unas formas más insidiosas del mismo mal. Cuando se des­compone lo religioso, no es únicamente, o inmediatamente, la seguridad física lo que se ve amenazado, es el propio orden cultural. Las institu­ciones pierden su vitalidad; el armazón de la sociedad se hunde y se disuelve; lenta al comienzo, la erosión de todos los valores se precipita; la totalidad de la cultura amenaza con hundirse y se hunde un día u otro como un castillo de naipes.

Si la violencia inicialmente oculta de la crisis sacrificial destruye las

* Según la traducción de Agustín García Calvo, Edipo rey, Lucina, 1982, p. 28. (N. del T.)

** Idem, p. 30. (N. del T.)

 

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