La crisis sacrificial 58

de las diferencias y allí reencontramos, más despejado y desarrollado que nunca, el punto de vista de la religiosidad primitiva y de la tragedia grie­ga sobre la violencia y sobre las diferencias.

El pretexto es el ejército griego acampado bajo los muros de Troya y que se descompone en la inacción. El discurso del orador se amplía en una reflexión general sobre el papel del Degree, la Diferencia, en la em­presa humana. Degree, gradus, es el principio de todo orden natural y cultural. Es lo que permite situar a unos seres en relación con los otros, lo que ocasiona que las cosas tengan un sentido en el seno de un todo organizado y jerarquizado. Es lo que constituye los objetos y los valores que los hombres transforman, intercambian y manipulan. La metáfora de la cuerda musical define este orden como una estructura en el sentido moderno del término, un sistema de distancias diferenciales desordenado de golpe cuando la violencia recíproca se instala en la comunidad. La cri­sis es designada unas veces como conmoción y otras como escamoteo de la diferencia.

…0, when Degree is shaked

Which is the ladder to all high designs,

The enterprise is sick! How could communities,

Degrees in schools, and brotherhoods in cides,

Peaceful commerce from dividable shores,

The primogenitive and due of birth,

Prerogative of age, crowns, sceptres, laurels,

But by degree, stand is authentic place?

Take but degree away, untune that string,

And, hark, what discord follows! Each thing meets

In mere oppugnancy: the bounded waters

Should lift their bosoms higher than the shores,

And malee a sop of all this solid globe:

Strength should be lord of imbecility,

And the rude son should strike bis father dead:

Force should be right; or rather, right and wrong,

Between whose endless jar justice resides,

Should lose their narres, and so should justice too.

Al igual, pues, que en la tragedia griega, o que en la religión primi­tiva, no es la diferencia, sino más bien su pérdida lo que ocasiona la con­fusión violenta. La crisis arroja a los hombres a un enfrentamiento per­petuo que les priva de cualquier carácter distintivo, de cualquier «identi­dad». El propio lenguaje queda amenazado. «Each thing meets in mere oppugnancy.» Ya no se puede hablar de adversarios en el sentido exacto de la palabra, sólo de «cosas» apenas enunciables que entrechocan con una testarudez estúpida, como unos objetos despegados de sus amarras sobre el puente de un navío batido por la tempestad. La metáfora del di-

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