«Si yo fuera usted» y envidia.

Había dicho poco antes que me quería referir a las diferentes tendencias o sentimientos que, desde la niñez, originan el ansia del «si yo fuera usted». El que surge en primer término por la enorme importancia e influencia decisiva en el desencadenamiento de este proceso es el sentimiento de envidia.
La envidia reside esencialmente en la rabia y el enojo que nos provoca que otra persona posea y goce algo deseado por nosotros. El impulso envidioso tiende a robarlo para gozarlo o bien destruirlo para hacer desaparecer la fuente del displacer y sufrimiento. Según Melanie Klein (6) el primer objeto que se envidia es el pecho, porque el lactante siente que éste posee todo lo que él desea y necesita: una ilimitada corriente de leche y amor que supone se guarda para su propia gratificación. Quiere decir que desde el contacto más precoz con un objeto aparece la envidia y concomitantemente el deseo de convertirse en este objeto para apropiarse de todo lo bueno que éste posee.
Este sentimiento reaparece incrementado en determinadas cir¬cunstancias durante la evolución del niño, especialmente en aquéllas vinculadas a la situación edípica por todos conocida. Por distin¬tos motivos (envidia, celos o rivalidad), el niño anhela ocupar el lugar de sus padres y sentirse dueño de todas sus pertenencias. Para la fantasía del niño, el padre adulto y poderoso lo posee todo, entre otras cosas porque posee a la madre. Otras veces, es el nacimiento del hermano menor, odiado y profundamente envidiado, lo que provoca la angustiosa y, en ocasiones, dramática necesidad de identificarse con el mismo para conseguir las privilegiadas gratificaciones que, según supone, aquél recibe en forma ilimitada. Entonces pueden observarse las transformaciones regresivas que sufre el niño impulsadas por el «si yo fuera… el bebé»: deja de hablar con la fluidez que poco antes le enorgullecía para expresarse con el lenguaje entrecortado y balbuceante del menor; pierde la capacidad de controlar sus esfínteres provocando las reacciones inconscientemente esperadas con el problema de la enuresis; se niega a comer o vestirse por sus propios medios, exigiendo que lo alimenten y lo atiendan, etc. En suma, se ha puesto en el lugar del recién nacido, convirtiéndose, en su fantasía, en él.

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