NOTAS

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t. El texto marxista más conocido al respecto fue el de Plekhanov (1946/1974), a pesar de seguir abogando por una separación conceptual entre el «indivi‑

duo» forjado por la historia y la «sociedad» que pretendía transformar.

 

LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA

S. Los debates marxistas en torno al «centralismo democrático» y el partido revolucionario «leninista» giraron en torno al desarrollo de modelos de organización capaces de asumir el Estado, sin reproducir formas estatales de poder. Por ejemplo, véase Mandel (1977).

  1. Stirner (1995/2003) elaboró una de las versiones más individualistas del anarquismo, instalada en las tradiciones italiana y estadounidense a modo de nihilismo disfrazado de cambio social progresista (por ejemplo, véase Novatore). La reescritura de la historia del partido de Stalin (C.P.S.U.[B], 1939), como el motor de la revolución rusa y, posteriormente, como guía de la transición al «socialismo en un país», es el modelo más evidente de la denominada política «leninista» autoritaria, admirada y adaptada poste­riormente por Mao (véase Rousset, 1987a y 1987b).
  2. Véase Mandel (1992/1994) para un extenso análisis marxista de la burocracia.
  3. Para una discusión en torno a los problemas que plantea la toma de poder si no se conceptualizan las relaciones reproducidas en el proceso, véase Holloway (2002/2002).
  4. Jameson (1947: 2).
  5. Jameson (1947: 156).
  6. El trabajo de Jameson fue una de las primeras introducciones marxistas a la psi­cología en lengua inglesa, escrita en 1921 y reimpresa, revisada y publicada por la «Plebs League» [la liga de los plebeyos], en 1947. Reafirma la interpretación de Marx de la historia y la economía como un «hecho biológico» que «en el caso de los individuos y las sociedades, la conducta, los ideales, las aspiraciones y las institu­ciones dependen de las influencias ambientales y los mecanismos innatos por los que los hombres se ven forzados a reaccionar a esas influencias de una manera determina­da» (Jamenson, 1947: 5, cursiva en el original).
  7. Por ejemplo, la movilización de las mujeres en su condición de madres se suele utilizar para defender a la nación contra los «forasteros», de manera que la oposición a los grandes partidos políticos y su llamamiento a las mujeres es profundamente político. Para un ejemplo de esta treta política en Europa del Este antes y después de la caída del muro de Berlín, véase Salecl (1994).

lo. Lucey y Reay (2000: 139). Plantean también que «los aspectos más defensivos de las prácticas de clase media que salvaguardan eficazmente la autoridad de las concepciones burguesas de racionalidad precisan ser desenmascarados» (página 154).

  1. Esta caricatura del feminismo oculta los intensos debates que se producen en el feminismo en torno al poder, el género, la sexualidad y la opresión (véase, por ejemplo, Cartledge, 1983).
  2. 12.    Chaplin y Haggart (1983). El título del panfleto publicado por la West London Socialist Society alude al libro de Wilhelm Reich (1975/1980): La psicología de masas del fascismo.
  3. Chaplin y Haggart (1983: 5).
  4. Chaplin y Haggart (1983: 6).
  5. Dalal (1988) describe el racismo de Jungy Samuels (1992) aborda su antisemi­tismo.
  6. Chaplin y Haggart (1983: 12).
  7. Hochschild (2003/2008) ofrece un análisis interesante de la entonces inmi­nente victoria electoral de Bush, en 2004.
  8. «Eurocomunismo» es, en realidad, un nombre inadecuado. Aunque con conti­nuos llamamientos a los escritos de Gramsci (1971/1999) —el líder del partido comunista encarcelado por Mussolini—, este movimiento centrífugo fue protago­nizado por partidos comunistas estalinistas que transfirieron su lealtad previa a Moscú a las ideas socialdemócratas en sus propios países. El eurocomunismo

 

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también existió fuera de Europa, como indica la existencia de un partido euroco­munista en Japón. Véase el debate al respecto en Mandel (1978).

19. Véase Laclau y Mouffe (2001/1978) para este planteamiento que forma parte de la pretensión de escapar de las políticas socialistas de viejo cuño centradas en las luchas político-económicas.

20. Véase Skeggs (2003) para un abordaje sociológico de este tema, yWalkerdine (1990) para una reflexión personal vinculada a los debates en torno a la subjetividad.

21. Gordon (2oo1). Para una crítica de la race awareness training [formación en la conciencia de raza] —una tendencia que intenta reducir el racismo en proble­máticas psicológicas—, véase Sivanandan (1985).

22. Para un significativo análisis de estas transformaciones por parte de un soció­logo quien, no obstante, acaba celebrándolas, véase Giddens (1992/1995).

23. Un análisis y crítica de esta tendencia en relación a las nuevas tecnologías «vir­tuales» se halla en Soldevilla (1999). Véase Sey (1999) para una explicación de las condiciones históricas y materiales de estas transformaciones en los albo­res del capitalismo. Para un análisis minucioso de los vínculos históricos entre la tecnología y la sexualidad, véase Gordo y Cleminson (2004).

24. Milligan (1979: 16) señala que «el control de las fábricas por parte de los `trabajadores’ y la abolición del capitalismo supondría la única posibilidad para la liberación gay. La abolición de la opresión gay se produciría erradi­cando el sexismo en la clase trabajadora y llegando a comprender que la supremacía del hombre y la persecución de los homosexuales implica la generalización de la represión».

25. Esta tendencia afecta también a la propia psicología, en tanto que la psicología soviética anterior a la caída del muro de Berlín, en 1989, sería desplazada por la psicología individualista estadounidense. Véase Dafermos et al. (2006).

26. El trabajo de Ariés (1962/1987) sobre la construcción histórica de la infancia se ha convertido en un clásico.

27. Totton (2000) ofrece una esclarecedora panorámica de las relaciones entre la política y la psicoterapia.

28. [N. del T.]: la abreviación «psi alt» (alternative psychology-alt psy) se refiere a iniciativas entre las que se incluyen grupos de autoayuda en sintonía con la psi­cología dominante y de marcada orientación terapéutica.

29. [N. del T.]: la re-evaluación compartida, co-escucha, co- consejo o ayuda mutua son algunos de los términos disponibles en castellano para aludir a la terapia sin terapeuta (co-counselling), elaborada por Harvey Jackins en los años cincuenta. Edmond Marc señala que esta práctica «se centra en las emociones bloqueadas que tienden a determinar un comportamiento estereotipado y repetitivo. El proceso conduce a la expresión y «descarga» de esas emociones y a la re-evaluación positiva de la persona y sus problemas», Guía práctica de las nuevas terapias, Kairós, Barcelona, 1993, 24.

3o. Véase Jackins (1978) para una revisión ilustrativa del proceso de re-evaluación compartida y algunas observaciones sobre determinadas cuestiones, entre las que se incluye la siguiente: «Concluimos que la homosexualidad (distinta al deseo de tocar y estar cerca) es el resultado de patrones de malestar (que suelen ser cróni­cos y de aparición temprana) que desaparecerá con un acto volitivo del individuo con una suficiente descarga emocional» (página 411).

31. Por ejemplo, véase Tourish y Wohlforth (2000a) para un ataque psicologizador y reduccionista del proceso de re-evaluación.

32. New (1996: 166).

33. New (1996: 166).

34. Véase Samuels (1993) para un nuevo intento de considerar al «ciudadano radical como terapeuta».

 

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35. Una explicación actualizada de la teoría y práctica de la terapia social se halla en Holzman y Mendez (2oo3).

36. En su libro sobre «sectas», Tourish y Wohlforth (g000a) incluyen un «análisis» morboso y baldío del grupo de Newman. El capítulo dedicado a Newman se encuentra disponible en la red (Tourish y Wohlforth, g000b).

37. Véase Parker (1995c) para una historia y valoración crítica de la terapia social, y Holzman (1995) para una réplica a este trabajo. Nilsen et al. (1999) ofrecen una presentación y crítica rigurosa del trabajo de Newmany Holzman.

38. En un trabajo anterior se encuentra una excelente declaración de sus posturas por aquel entonces, donde afirman que: «Nuestra actividad en el desarrollo de una psicología clínica marxista y, por tanto, su conceptualización es un reflejo del mundo (de la sociedad en particular) en el que vivimos. Pensar que una terapia socialista sea posible en un mundo que no es socialista supondría, evidentemen­te, negar la realidad» (Hood y Newman, 1983: 154).

39. Véase Newman (1999), y para una reafirmación de su postura y una réplica críti­ca, véase Newmany Holzman (2oo3).

4o. Ésta es precisamente la dificultad que encaran los análisis de las «sectas» polí­ticas basados en la teoría psicológica, la de no llegar a reparar ni explicar cómo las personas que se comprometen con los grupos pueden cambiar de parecer. Para una discusión de los problemas que conlleva considerar a los grupos polí­ticos y los nuevos movimientos religiosos como «sectas», véase Barker (1982). Para un estudio sobre las «sectas» y los «cultos» en Gran Bretaña que conside­ra que las personas que participan en los mismos están tan chaladas como sus dirigentes y que también muestra cómo los movimientos contrarios a las sec­tas están atrapados en las mismas dinámicas que pretenden desenmascarar, véase Shaw (1995).

41. Para un análisis de la victimización como un tipo de identidad en la cultura con­temporánea, véase Dineen (gooi) y Furedi (2oo3).

42. El libro psicoterapéutico de Craib versa sobre la «importancia» (un término sagrado en el discurso terapéutico) de la decepción.

43. Véase Young (1996) para una valoración marxista del papel de la teoría evolu­cionista que termina siendo una apología del psicoanálisis kleiniano

44. El volumen recopilado por Totton (1996) y la revista fundada en 2oo3, Psychotherapy Politics International, ejemplifican maneras de vincular el cam­bio terapéutico personal con la transformación política.

45. Por ejemplo, véase el análisis centrado en la política feminista de Bar (2oo3). Véase, también, Miller (gool), yerno de Lacan y un ex maoista, que regresa al debate político tras el atentado del -S. Asimismo, véase Journal for the Psychoanalysis of Culture and Society, fundada en 1996 con la pretensión de hallar las «raíces psicológicas» de los problemas políticos.

46. Véase Austin (1982) sobre el pensamiento socialista en teoría presente en el trabajo de Klein, y también Young (1996). Véase la revista Free Associations, fundada en 1984, con el propósito de intentar atraer a los psicoanalistas klei­nianos hacia planteamientos más próximos a la izquierda.

47. Para una fascinante introducción a estas cuestiones desde un análisis de la popularidad y la supresión respectivamente del psicoanálisis en Rusia, véase Miller (1998).

48. Los planteamientos de Erich Fromm (196o/2oo7 y 1962/2oo7) que compagi­nan perspectivas psicoanalíticas y existencialistas han sido de gran ayuda en Latinoamérica como alternativa humanista a las teorías de la carencia pro­puestas por los lacanianos. En Reino Unido se ha intentado conectar en varias ocasiones las políticas de izquierda con el trabajo de Karen Horney (por ejem­plo, véase Southgate y Randall, 1989).

 

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49. Véase 011man (1979) como tentativa de abordar la alienación que conjuga las teorías marxistas y psicoanalíticas.

5o. Briton (1975/1977: 5). El autor del panfleto «Solidarity», Maurice Briton, como se supo tras su muerte en 2005, era el pseudónimo empleado por Christopher Pallis, un prestigioso neurólogo que trabaja en Londres. Solidarity también publicaba panfletos de Paul Cardan, pseudónimo del psicoanalista Cornelius Castoriadis.

51. Para una colección que presenta una traducción mejor que la de los primeros panfletos en inglés, véase Reich (1972).

52. Por ejemplo, véase el panfleto de Knight (1976) subvencionado por la Chartist Tendency [el movimiento chartista] (una agrupación trotskista británica). Pocos años después, otro panfleto del mismo autor sobre la conciencia revolu­cionaria no haría ninguna mención a Reich (Knight, 1980).

53. Véase Fanon (1967/1977 y 1970/2009).

54. En Banton et al. (1985) se recogen intentos de conectar la política con aproxi­maciones radicales a la salud mental. Véase Sedgwick (1982) como ejemplo excepcional de análisis marxista del movimiento de la ‘antipsiquiatría». Totton (2000) realiza una buena introducción a los encuentros entre la políti­ca y la psicoterapia.

55. Sedgwick (1982) así lo señala en su revisión de las políticas de la psiquiatría y la antipsiquiatría. Véase, también, Parker et al. (1995).

56. Deleuze y Guattari (1977/1995) atacaron al psicoanálisis dominante (las pers­pectivas lacanianas inclusive) en Francia, acusándolo de «edipizar» las relaciones familiares y, de este modo, separar las estructuras familiares «normales» de las «anormales», aunque también emplearon la teoría psicoanalítica para elaborar su crítica (añadir que Guattari estaba formado como psicoanalista lacaniano). Se suele olvidar que algunas de las figuras más conocidas del denominado movimiento de «antipsiquiatría», como R. D. Laing y Thomas Szasz, se forma­ron como psicoanalistas.

57. Parker (1997) mantiene que la cultura psicoanalítica está atada al sistema polí­tico y económico capitalista.

  1. Hardt y Negri (2000/2002).

59. Hardt y Negri (2004/2004). Para una reflexión crítica sobre la noción de «multitud», véase Laclau (2001). 6o. Por ejemplo, véase Reed (1971).

61. Chaplin y Haggart (1983) no dudan en afirmar que su trabajo «complementa» al análisis político.

62. Véase Freeman (1996) sobre el planteamiento feminista, principalmente diri­gido al movimiento anarquista y que propugna la inexistencia de una estructura en una organización política auténticamente radical, argumentando que, de esta manera, se persigue invisibilizar, por ejemplo, el lugar en el que se posiciona a las mujeres. Véase también Holloway (2002/2002).

63. Véase Slater (2003) para una discusión sobre las políticas personales de las organizaciones de izquierda.

64. Lowy ofrece una excelente explicación y defensa del papel progresista de la teología de la liberación en América Latina.

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