La génesis de los mitos y de los rituales 97

En la reflexión sobre la religiosidad primitiva aparecen, desde hace mu­cho tiempo, dos tesis. La más antigua refiere el ritual al mito; busca en el mito tanto el acontecimiento real como la creencia que da nacimiento a las prácticas rituales. La segunda se mueve en sentido inverso: refiere al ri­tual no sólo los mitos y los dioses sino —en Grecia— la tragedia y las demás formas culturales. Hubert y Mauss pertenecen a esta segunda escue­la. Hacen del sacrificio el origen de la divinidad:

«La repetición de estas ceremonias, en las cuales, a consecuen­cia de un hábito o por cualquier otra razón, una misma víctima reaparece a intervalos regulares, ha creado una especie de perso­nalidad continua. Manteniendo el sacrificio sus efectos secunda­rios, la creación de la divinidad es la obra de los sacrificios ante­riores.» 1

En este caso, el sacrificio aparece como el origen de todo lo religioso. Esto equivale a decir que no hay que preguntar nada a Hubert y a Mauss respecto al origen del propio sacrificio. A partir del momento en que se sirve de un fenómeno para explicar otros, nos creemos generalmente dis­pensados de explicarlo a su vez. Su transparencia se convierte en una especie de dogma informulado. Lo que ilumina, no necesita ser iluminado.

Hubert y Mauss no solamente no dicen nada acerca del origen de los sacrificios sino que tampoco tienen casi nada que decir acerca de su «na­turaleza» o de su «función», aunque ambas palabras aparezcan en el título de su obra. Hemos visto anteriormente que no es posible tomar en serio la idea de que los sacrificios tengan como objetivo principal entrar en rela­ción con «los dioses». Si los dioses sólo son engendrados al cabo de una

1. Marcel Mauss, op. cit., p. 288.

 

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