NOTAS

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1. Neel (1977: 7). Este sólido texto estadounidense presenta, a grandes rasgos, los princi­pales sistemas teóricos en la tradición de habla inglesa de manera harto tradicional.

2. Drever (1964/1967: 232). Este pequeño diccionario de psicología, publicado en Edimburgo, cuya primera edición data de 1952, ajeno a cualquier otra corriente distinta a esta tradición «científica», aporta una introducción por­menorizada de la terminología empleada en los estudios de la psicología ex­perimental. Apenas existe un hilo conductor, aunque define cada uno de los términos según avanza el texto.

3. Ivan Pavlov es el fundador del condicionamiento «clásico», más conocido por manipular la salivación de perros y establecer asociaciones entre el sonido y la comida, de manera que el animal respondiese al sonido. Gray (1979) proporcio­na una buena introducción (aunque conservadora) de esta tradición de investigación rusa. B. F. Skinner es la figura más destacada de la denominada tradición conductista «radical» estadounidense, famosa por reducir el habla humana a la «conducta verbal» (Skinner, 1957). El rechazo de Chomsky (1959) a los planteamientos de Skinner descansa en la naturaleza marcadamente carte­siana y, por lo tanto, psicológica, de algunos supuestos (Chomsky, 1979). Los planteamientos de Skinner acerca de las implicaciones políticas de su enfoque están cuidadosamente resumidos en Más allá de la libertad y la dignidad (Skinner, 1973/1998), y en Walden dos, una novela de ciencia ficción que dibuja a una comunidad regida a partir de los principios conductistas (Skinner, 1962/2005).

4. El libro de George Miller (1966/2007) revisa distintas teorías psicológicas y vidas de psicólogos, además de proporcionar una de las explicaciones más convincentes sobre el desarrollo del enfoque «cognitivo», el cual identifica como el momento más álgido en el desarrollo de la disciplina. Este libro, dedi­cado a otro archiconocido difusor de la disciplina, E. G. Boring (1929/1978), todavía merece la pena leerlo como un documento histórico, aunque se reco­mienda ser cauto con la concepción aportada sobre el ser humano. Ulric Neisser (1967/1979) fue uno de los pioneros en la utilización del término «psi­cología cognitiva».

5. Un ejemplo de la reducción de la psicología social a la cognición (incluso si pretende aportar una explicación social) se encuentra en Eiser (1986/1989).

6. Ejemplos de asombroso parecido, nada extraño por otra parte, con el texto de Eiser (1986/1989), se encuentran en las «recopilaciones internacionales»

 

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estadounidense (por ejemplo, Aronson et al. , 2004) y en el texto «europeo» de Hewstone y Stroebe (2001).

  1. La guía cronológica escrita por Lawry (1981) es un ejemplo ilustrativo.
  2. Un pequeño libro interesante relacionado con este tema es el estudio de Morris (1972) acerca del «descubrimiento del individuo» y el de Williams (1976) incluye una sucinta revisión del modo en el que el término «individuo» ha llegado a adoptar su significado actual.
  3. Macpherson (1964/2005) ofrece una explicación del modo en que el «individua­lismo posesivo» pasaría a convertirse en la concepción dominante del yo, bajo los auspicios del capitalismo, y cómo en la cultura psicológica los individuos llegan a creer cada vez con mayor certeza que están en «posesión» de sí mismos. Para una buena discusión del trabajo de Macpherson véase Townshend (1998).

io. Marcus (1974) da estupenda cuenta de Engels en Manchester y de la historia temprana del capitalismo en la que aborda estos temas. Resulta tentador remontarse a la Europa preindustrial e imaginar que las mujeres no estaban subordinadas a los hombres en épocas previas al capitalismo, e imaginar entonces que las mujeres dejaron de trabajar a medida que se impone el capi­talismo. Un planteamiento contrario se encuentra en Beechey (1979).

  1. En uno de los textos decisivos del feminismo de la «segunda ola» de las déca­das de los sesenta y setenta (las luchas de las sufragistas por el derecho al voto a comienzos del siglo XX forman parte de la «primera ola», y el movimiento queer de comienzos del siglo XXI, independiente de cualquier partido político, es representativo de la «tercera ola»), Millett (1977) sostiene que el patriarca­do es un sistema de control social en el que los hombres dominan a las mujeres y los hombres mayores a los más jóvenes. Con anterioridad al denominado «movimiento de los hombres» en las políticas feministas ya existía una preo­cupación por el impacto negativo del patriarcado en los hombres, al igual que en las mujeres. Beechey (1979) ofrece una buena panorámica de las corrientes socialistas, radicales y revolucionarias del feminismo de la segunda ola.
  2. Aries (1962/1987) es la referencia más representativa de la corriente de traba­jo genealógico sobre la construcción histórica de la «infancia». Esta línea de trabajo ha sido retomada y ampliada por distintos trabajos como, por ejemplo, la recopilación de escritos coordinada por Kessel y Siegel (1981), en cuyo anexo incluye una reimpresión de la significativa contribución de Kessen (1979).
  3. Nos referimos al argumento de Marx (1844/2005) que plantea que «la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, y también es el alma de un mundo sin alma. La religión es el opio del pueblo».
  4. Zaretsky (1976/1978) ofrece una excelente y concisa explicación de cómo bajo el capitalismo la «vida personal» se aparta de la esfera pública, de modo que la familia hace las veces de refugio en un mundo en el que somos incapaces de entablar relaciones de intimidad con los demás.
  5. Véase Engels (1972/1987) para la postura clásica —formulada por primera vez en 1884—, que plantea que la familia, la propiedad privada y el Estado estuvie­ron forzosamente entrelazados desde el inicio del capitalismo.
  6. El estudio de la «neurosis de guerra» en el siglo XX supuso una nueva manifes­tación de eficacia militar en vez de una expresión de cuidado benevolente de la soldadesca. Shephard (2001) traza el desarrollo del concepto, desde sus pri­meras identificaciones hasta su manifestación actual, como el «trastorno del estrés postraumático».
  7. Cohen (2006) presenta a grandes rasgos la historia de los controles de inmi­gración y el modo que su funcionamiento consolida al Estado-nación.
  8. Rodney (1973/1982) ofrece el planteamiento clásico de que Europa «subdesa­rrolló» a África, y en este sentido hay que entender el «subdesarrollo» como un

 

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proceso general intensificado por la globalización neoliberal (Cammack, 2003), el cual «superdesarrolla» determinados países (Estados Unidos, por

ejemplo) como parte de las crisis ecológicas afrontadas por el capitalismo.

19. Véase Donzelot (1979/1998) para un análisis del modo en que el gobierno francés intervino en la familia y determinó su configuración interna.

2o. Edith Thomas (1967) describe la actividad de las mujeres durante la Comuna de París y el horror que ello provoca a las autoridades.

21. Joyce (2oo3) proporciona un análisis de la producción histórica de los espacios privados y de la arquitectura que segrega, y facilita la observación y el control de las familias y los individuos.

22. Kramnick (1995) ofrece una excelente selección de textos representativos de la Ilustración, que abre con el ensayo de Immanuel Kant (1784/2oo4) titulado «¿Qué es la Ilustración?». En ocasiones, los escritores europeos de este periodo conside­ran al otro, a las culturas «nativas», como menos avanzado. Teo (1999) proporciona un buen análisis del racismo de Kant y sus consecuencias para la psicología.

23. Danzinger (199o) proporciona una excelente explicación del contexto históri­co de la investigación de Wilhem Wundt, y un escrito anterior de Danziger (1979) es un estudio clásico sobre el modo que los psicólogos positivistas pos­teriores descartaron los aspectos metodológicos de Wundt, que no se ajustaban a una estricta metodología reduccionista experimental.

24. La reificación —a partir de la cual las relaciones sociales son transformadas en cosas— es baluarte de la tradición del «construccionismo social» en sociología (Berger y Luckmann, 1971/2oo6). El marxismo contempla las relaciones humanas bajo el capitalismo como «reificadas», en tanto que todo en esta socie­dad deviene en un «mercancía» para ser comprada y vendida, el trabajo humano creativo inclusive (véase Bottomore, 1991). Este aspecto de la reifi­cación en realidad no es tomado muy en serio por los académicos «socioconstruccionistas», en el sentido de que, por lo general, no están por la labor de comprender y cuestionar el capitalismo. No resulta extraño, por tanto, que la reificación sea descartada del construccionismo social cuando se abre camino en la psicología, hasta tal punto incluso que no se incluyen los índices de algunos libros de texto que, por lo demás, son introducciones aceptables en la materia (Burr, 2oo3). Para un estudio sobre la reificación en psicología véase Ingleby (1972).

25. El término «sujeto» para referirse a actores humanos activos ha sido incor­porado en la psicología y tergiversado por ésta, porque los psicólogos experimentales utilizan el término para referirse a los «sujetos» de sus estu­dios, a pesar de tratarles como objetos, por ello es comprensible que intenten eludirlo. Algunos psicólogos prefieren no emplear el término «sujetos», si bien, con gran hipocresía, continúan tal cual como si no pasara nada. El pro­blema, claro está, no se limita a qué término emplear para referirse a las personas —el término «sujeto» sigue siendo el más apropiado para conceptua­lizar al actor humano en la filosofía y la teoría política—, sino si sus actividades son valoradas o degradadas en la actividad investigadora, y si, de este modo, se consigue que a los investigadores no experimentales les resulte más dificulto­so conceder valor a los «sujetos» como actores activos.

26. [N. del Ti: el autor juega con el significado literal del apellido y adjetivo boring: aburrido, pesado, latoso.

27. Boring (1929/1978); O’Donnell (1979) da buena cuenta de cómo el libro fue diseñado y utilizado como una intervención política para que la psicología estadounidense virase hacia un enfoque experimental.

28. La versión del positivismo liderada por la psicología experimental difería del «positivismo» del fundador francés de la sociología, Auguste Comte (una buena

 

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introducción del desarrollo de la sociología y su funcionamiento como alternativa al marxismo se encuentra en Therborn, 1976/1980). El espíritu científico ilustra­do de Comte sigue estando muy presente en el lema de la bandera brasileña «orden y progreso». Éste es otro ejemplo de cómo la disciplina de la psicología marginaba los conocimientos de otras áreas de estudio académicas que no eran de su agrado (Samelson, 1974). La psicología terminó con una versión de «ciencia» que resultaría irreconocible para otros científicos de las ciencias naturales y sociales (Harré y Secord, 1972).

29. Krige (1979) cuestiona los conceptos positivistas en un artículo de gran relevancia para entender cómo la psicología trata sus «hallazgos».

3o. Véase Block y Dworkin (1977) para una recopilación excelente de contribu­ciones acerca de la funcionalidad del trabajo de Galton en el contexto de desarrollo de los test psicológicos en Estados Unidos. Blum (1978) y Lawlor (1978) dan buena cuenta de cómo estas ideas alimentaron el racismo en Estados Unidos. Uno de los defensores de las teoría genéticas de la inteligen­cia intentó difamar a sus críticos, tachándoles de marxistas (Eysenck, 1982). El marxismo, claro está, ofrece una explicación bien distinta de las «diferen­cias individuales» y lo hace con gran acierto. Galton adaptó y adulteró las teorías darwinianas de la evolución de manera similar a la de un buen núme­ro de psicólogos que se denominan «psicólogos evolucionista». Véase Rose y Rose (2001) para un planteamientos a favor y en contra de la psicología evo – lucionista.

31. Aunque en ocasiones se piensa que los psicólogos conductistas son los únicos obsesionados con la predicción y el control de la conducta (por ejemplo, Milis, 1998), la frase en realidad apareció por primera vez en un artículo de William James (1892), a quien se considera ahora como un abanderado de los psicotera­peutas humanistas y «transpersonales» con inclinaciones espirituales (Rowan, 2005). Según Morawski (1982), la psicología conductista y la no conductista en Estados Unidos participan de la idea de que la disciplina debería estar interesada en «la predicción y el control».

32. Malson e Itard (1972) ofrecen una buena revisión de las conexiones históricas entre las investigaciones psicológicas acerca del desarrollo infantil y cuestiones del desarrollo de la civilización de mayor alcance.

33. Burks et al. (1930) plantean que este «talento» es genético y que debería prestarse especial atención a estos menores. Para un análisis del trabajo del psicólogo Lewis Terman acerca del infante «dotado» en relación al género, véase Hegarty (2007).

34. La razón de esta atención hacia los menores cuyos padres y educadores conside­ran «dotados» supone que el etiquetaje de los menores con trastornos psiquiátricos no sea normalmente distinto, frente a lo que se alega que los meno­res «dotados» hayan sido «mal diagnosticados» (James et al., 2005).

35. Kamin (1974/1983) ofrece una historia clásica, de cómo los test de inteligencia formaban parte de los programas eugenésicos en Estados Unidos, que incluían la esterilización de las personas categorizadas como «débiles mentales» y que pro­mulgaban leyes de inmigración que prohibiesen la entrada a las «razas» menos inteligentes.

36. Said (1978/2002) señala el uso que se hizo de las representaciones «orientalistas» para que los «occidentales» tuvieran la seguridad de ser civilizados, y aunque Said no está precisamente interesado en la psicología, su estudio cultural y literario es de gran relevancia para entender la forma en que la psicología consideraba a las personas de otras culturas. Esta línea de trabajo ha sido ampliada por Lewis (1996) para abordar cuestiones de género.

37. El estudio psicoanalítico de John Bowlby (1944) con «cuarenta y cuatro ladrones jóvenes» fue una aportación decisiva a estas cuestiones y supuso un vuelco en las

 

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posturas de tal calibre que los psicólogos empezarían a investigar la historia fami­liar y, en particular, el papel de la madre (véase Riley, 1983).

38. La revisión crítica de las teorías de la «raza» y la inteligencia en el contexto de la psicología británica a cargo de Richardson y Spears (1972) se suma a la historia de Kamin (1974/1983) y la recopilación de Block y Dworkin (1977).

39. Una sólida presentación de este tema, centrada en las suposiciones terapéuticas de los trabajadores sociales británicos, se encuentra en K. McLaughlin (20o3a).

4o. Aun así, la sección de «psicología médica» de la Sociedad Británica de Psicología era, en realidad, más psicoanalítica, y los debates clínicos eran for­mulados en términos psicoanalíticos. Este era el escenario que facilitó que el trabajo de John Bowlby sobre «el apego» fuera tan influyente en la psicología del Reino Unido.

41. Las disputas con otros enfoques contrarios que abordan la salud mental dan lugar, no obstante, a una coexistencia pacífica con las profesiones rivales, si bien, durante un periodo en Gran Bretaña, por ejemplo, los psicólogos clínicos temían que fueran relegados a un segundo plano o incluso que desapareciesen como profesión indepen­diente Pugnaron porque no fuera así y ahora andan muy ocupados en persuadirse a ellos mimos y a los demás de que poseen un conocimiento experto especial que com­plementa a la psiquiatría y la psicoterapia (véase Pilgrim y Treacher, 1990).

42. La Asociación Americana de Psicología está metida hasta el cuello en esta treta, como indica claramente uno de los artículos de la revista de la APA, Monitor on Psychology, titulado «Wanted: politics- free, science-based education» (Murray, 2002).

43. Por ejemplo, véase Haddock y Slade (1995).

44. Hay excepciones como el libro sobre la «esquizofrenia» editado por Bentall (1990), que, a pesar de proporcionar un material valioso para desafiar a los mode­los psiquiátricos, siguen apostando por que los psicólogos aborden los «síntomas» de la esquizofrenia desde los tratamientos cognitivos-conductuales.

45. A partir del análisis pormenorizado de las evidencias que respaldan la existencia de la «esquizofrenia», el estudio de Boyle (2002) concluye que la «esquizofrenia» como tal no existe. Esto no ha impedido que los psicólogos defiendan que la «esquizofrenia» es un asunto psicológico en vez de médico, una postura que no beneficia a nadie, menos aún a las personas obligadas a vivir con la etiqueta (véase James, 2003/2007). Bentall (2004) ofrece una explicación algo mejor de esta problemática, aunque tienda a colocar a la psicología en el lugar de la psi­quiatría. No deja de ser irónico que las explicaciones más radicales proceden de la psiquiatría (por ejemplo, Double, 2006), las cuales son recursos de gran valor para los que luchan contra el diagnóstico dentro y en contra de la psicología.

46. Jacoby (1975/1977) trata de mostrar que el psicoanálisis llega a formar parte de la psicología dominante y la psiquiatría en el momento que persigue la adaptación social de las personas. El autor amplía estos argumentos en otro estudio fasci­nante en donde muestra cómo los psicoanalistas que emigraron a Estados Unidos huyendo del fascismo tuvieron que adaptarse al conocimiento médico y, por ende, adaptar el psicoanálisis a la medicina y la psicología médica (1983).

47. Hans Eysenck, cuando no estaba ocupado en pregonar sus teorías acerca de las diferencias raciales en inteligencia (véase Billig, 1979), realizó un trabajo muy citado acerca del fracaso de la psicoterapia, que por aquel entonces era en su mayoría psicoanalítica, que luego desarrollaría con ataques cada vez más virulen­tos contra la naturaleza «acientífica» del psicoanálisis (Eysenck y Wilson, 1973), que terminaron por satisfacer las fuertes fantasías del «declive del imperio freu­diano» (Eysenck, 1985).

48. El psicoanalista Bruno Bettelheim (1986/1983) sostuvo que el psicoanáli­sis en su versión alemana original empleaba una terminología común que en

 

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la traducción inglesa sería alterada para ajustarla a los modelos científicos de las ciencias naturales.

49. La psicología, en tanto disciplina académica o perspectiva clínica, no se halla siempre en una posición dominante, si bien la creciente globalización ha llegado a ser más poderosa. El psicoanálisis en Francia y en los países hispanohablantes está ahora asediado por los enfoques cognitivo-conductuales (los cuales fueron desarrollados por Aaron Beck, quien, en un principio, se formó como psicoana­lista y quien desertaría más tarde a la psicología).

5o. A su vez, algunos profesionales de la psicología del asesoramiento en Reino Unido han intentado que haya lugar para las críticas radicales al asesoramien­to psicológico y las psicoterapias dominantes (por ejemplo, Woolfe et al., 2003).

51. Para una relación de los intentos de regulación del asesoramiento psicológico y la psicoterapia en Inglaterra, véase Mowbray (1995) y House y Totton (1997); véase, también, el enfoque de la Independent Practitioner Network, en http://ipnosis.postle.net

s. Nos referimos, obviamente, al personaje de Gollum en El Señor de los Anillos de Tolkien, y no a algún oscuro psicólogo experimental con ese nombre.

53. Para una explicación de esta cuestión y algunas maneras entretenidas de reconducirlas, véase Billig (1994) y también Stam et al. (1998).

54. Los psicólogos procuran acallar cualquier expresión de subjetividad de las personas que investigan y les preocupa, igualmente, cualquier manifestación subjetiva por su parte. Así, llegan a obsesionarse con los «sesgos», como si necesariamente fuera algo malo estar interesado en lo que se investiga (Rosenthal, 1966).

55. Harré y Secord (1972: 84).

56. Littlewood y Lipsedge (1993) proporcionan una buena explicación de cómo las diferencias culturales con frecuencia llevan a los psiquiatras a tratar conductas que no comprenden como patologías.

57. Un ejemplo ilustrativo (recogido en un libro editado por Hans Eysenck) es la discusión a cargo de Freund (196o). Para una discusión crítica más detallada de esta práctica, véase Tatchell (1997).

58. No hay nada que objetar a la estadística como tal, el problema surge cuando los psicólogos utilizan la estadística para abstraer y reificar las observaciones que realizan de las personas y seguidamente organizan las poblaciones humanas en función de las denominadas «distribuciones normales». Una buena revisión del mal uso que, por lo general, se hace de la estadística en las ciencias socia­les se encuentra en Irvine et al. (1979) y Dorling y Simpson (1999).

59. Véase Eagly (1995) sobre el supuesto de que la investigación en psicología debe­ría comparar a los hombres y las mujeres y algunos problemas intrínsecos al mismo. Mantener que las «diferencias sexuales» son ostensiblemente comple­mentarias normaliza la heterosexualidad como la piedra de toque de la familia nuclear, además de patologizar a los padres gays y a sus hijos (Anderssen, 2ooi).

6o. Como se ha señalado «los psicólogos dicen ser ingenieros sociales, aunque en realidad se convierten en personal de mantenimiento» (Ingleby, 1972: 57).

61. Un buen examen de esta cuestión se encuentra en Smith (1988) y para una his­toria excepcional de la psicología que desarrolla de manera pormenorizada mi afirmación apresurada, véase Richards (1996).

  1. Sorprende que la psicología como disciplina ganará una gran populari­dad en Gran Bretaña durante el mandato de Margaret Thatcher, quien hizo la famosa afirmación de que «la sociedad en sí no existe, sólo existen hombres y mujeres y sus familias». Thatcher era una científica con for­mación química. Qué defraudada se sentiría con la falsa ciencia que es la psicología.

 

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63. En este caso tenemos un ejemplo en el famoso estudio sobre la obediencia de Milgram (1963). Stanley Milgram ofreció un influyente suceso acerca del modo que las personas pueden comportarse cuando los «expertos» les piden que causen dolor a terceras personas (que en su experimento consistía en propor­cionar descargas eléctricas a otros «sujetos»). No obstante, el experimento también trataba a los propios sujetos que administraban las descargas como si fueran objetos. Estudios posteriores han mostrado que se puede obtener el mismo resultado si los «sujetos» saben exactamente lo que está sucediendo e interpretan deliberadamente su obediencia (Mixon, 1974/1983). Por lo tanto, podemos obtener los mismos resultados sin pasar por la práctica degradante y deshumanizadora de los engañosos experimentos a través de los cuales la psi­cología estructura su mundo circundante. No necesitas la psicología para que te den lecciones morales acerca de la naturaleza humana.

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