«resurrección» de la naturaleza, constituyen el modelo original del rito, su ámbito significativo esencial. A decir verdad, no hay nada en la naturaleza que pueda dictar o siquiera sugerir un tipo de inmolación ritual tan atroz como el del pharmakos. La crisis sacrificial y su resolución constituyen a nuestros ojos el único modelo posible. La naturaleza aparece a continuación. El pensamiento ritual cree reconocer en los ritmos de la naturaleza una alternancia análoga a la del orden y del desorden en la comunidad. El juego de la violencia, unas veces recíproco y maléfico, otras unánime y benéfico, se convierte en el juego de la totalidad del universo.
Ver en la tragedia la continuación y la adaptación de los ritos estacionales, una especie de consagración de la primavera, significa evidentemente amputarla de todo lo que hace de ella la tragedia. Eso sigue siendo cierto aunque el fracaso de la «deconstrucción» trágica acabe por conferir, en último término, un valor casi ritual a la tragedia en la cultura occidental. Se trata entonces de un proceso muy mediatizado del cual volveremos a hablar más adelante y que tiene escasas relaciones con las concepciones de los Cambridge ritualists.5
5. También en Francia numerosos investigadores han identificado en el Edipo del mito, y en el de Sófocles, un pharmakos y un «chivo expiatorio». Según Marie Delcourt, la costumbre del chivo expiatorio permite explicar el destino de Edipo niño, el abandono de que es objeto por parte de sus padres: «Edipo es abandonado en calidad de chivo expiatorio por un padre que se llama Layos, es decir Publius, el (representante) del pueblo.» El abandono de los niños lisiados o deformes está extremadamente extendido y conviene asociarlo sin lugar a dudas con la víctima propiciatoria, es decir, con el fundamento unánime de todos los sacrificios. La señora Marie Delcourt descubre en este caso una señal de esta unanimidad popular (Légendes et cultes des héros en Gréce, París, 1942, p. 102). Ver asimismo Oedipe et la légende du conquerant (1944). Más recientemente, Jean-Pierre Vernant ha recogido estas ideas y ha mostrado su fecundidad al nivel de un análisis temático de Edipo rey: «Rey divinopharmakos: éstas son, pues, las dos caras de Edipo, que le confieren su aspecto de enigma reuniendo en él, como en una fórmula de doble sentido, dos figuras inversas entre sí. A esta inversión en la naturaleza de Edipo, Sófocles presta un alcance general: el héroe es el modelo de la condición humana.» (Ambiguité et renversement: sur la structure énigmatique d’Oedipe roi, p. 1271.) Nada más real que esta relación entre la obra y los grandes temas míticos y rituales, pero para entenderla realmente hay que superar cualquier análisis simplemente temático, renunciar al prejuicio que convierte al «chivo expiatorio» en una superstición gratuita, un no-mecanismo desprovisto de cualquier valor operatorio. Hay que reconocer detrás de este primer tema una metamorfosis real de la violencia, ordenadora en tanto que unánime, resorte único que estructura, disimulándose detrás de ellos, todos los valores culturales y, en primer lugar, los más próximos todavía a la verdad, todas las fórmulas de doble sentido de los mitos y de los rituales. Sófocles no «presta» nada al tema del chivo expiatorio; su «alcance general» no está sobreañadido. No es arbitrariamente que el dramaturgo hace de Edipo el «modelo de la condición humana». No se puede deconstruir el mito, ni siquiera parcialmente, sin llegar al auténtico fundamento de toda condición humana.