Ejemplo clínico.

Me parece conveniente traer a colación un ejemplo clínico donde puede apreciarse nítidamente este tipo de identificación a través de los cambiantes contornos dramáticos del «si yo fuera usted». Se trata de una paciente de un colega que acudió al análisis por ideas compulsivas que la angustiaban enormemente y por la creencia obsesiva y aparentemente irreductible de ser una asesina. A raíz de un crimen que, en su momento, apasionó a la ciudad, le pareció que la acusaban a ella cuando iba por la calle o viajaba en algún vehículo, arraigándose cada vez más dicha convicción hasta el punto de identificarse totalmente con el criminal. Nada podía convencerla de lo contrario, ni siquiera la detención del asesino, ni el descubrimiento de la identidad de la víctima. Su angustia fue en un momeno paralela a sus autoacusaciones por la conducta criminal. Sus nuevas presuntas víctimas resultaron ser chicos de corta edad a quienes sentía la compulsión de estrangular a toda costa. Le parecía que sus manos incontroladas tenían el poder de ahorcarlos a distancia. Lo especialmente significativo fue que poco antes de la aparición de estos síntomas había quedado profundamente im¬presionada con la lectura de Crimen y castigo, experimentando la sensación, por vez primera, de haber sido ella la que cometió el crimen. Poco después sufrió otro fuerte impacto al leer La metamorfosis de Kafka, planteando directamente su angustia en el análisis por la captación de que se trataba de su propia transformación. Todo su drama estaba determinado por la fluctuación entre la aceptación y el rechazo de su feminidad para poder convertirse en varón. Odiaba a su madre porque a poco de nacer quedó sin leche y no la pudo seguir alimentando; y la segunda frustración por parte de aquélla fue el nacimiento de un hermano que representaba a los chicos que mataba en su fantasía. Pero tampoco podía identificarse plenamente con su padre porque lo había vivido como seductor, frustrador y especialmente agresivo. Rechazaba todo lo sexual porque le repercutía en forma angustiante. Sus fantasías sexuales siem¬pre habían estado asociadas a contenidos de muerte y destrucción, ya que su vivencia del coito entre sus padres había sido terriblemente sádica. En síntesis, procuraba a toda costa la identificación con el hombre para evitar ser la agredida, la víctima, tal corno en sus fantasías veía a su madre, a quien por sus celos y agresión deseaba la muerte. La ansiedad llegó a ser tan grande que necesitó recurrir a la identificación proyectiva, ubicándose en el Raskólnikov de Crimen y castigo. De este modo satisfacía su deseo de matar la imagen de la madre para quitarle sus bienes. Y esta ansiedad, al incrementarse, requirió la identificación con un ser real, el asesino buscado por la policía, y así fue cómo sintió haber cometido ella el crimen. Al ver publicada la fotografía del criminal, le parecía estar viendo su propio rostro, confundiendo de tal modo su mundo interno con el externo: ella era él.

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