Primer trimestre

Primer trimestre

En la Clínica, Barry se comportaba de manera semejante a como lo hacían sus dedos y ojos en las primeras dos sesiones. Era evidente que la Clínica representaba el cuerpo de la analista de una manera muy concreta. Entraba y salía corriendo, dentro y fuera de otros cuartos, a través de los corredores, a través de las salidas de emergencia, de la manera más posesiva, violenta y perturbadora, como si debiera vaciar, destruir y aterrorizar cuanto encontrara. Esta conducta se • juntaba a la violencia de su asalto físico a sus objetos, a todo en el consultorio y, más adelante, al borronear con tiza roja las paredes hasta que parecían chorrerar sangre. Todo esto dio lugar a mi convicción de que Barry sentía que podía aniquilar a sus objetos. Parecía haberse formado una imagen en la que yo equivalía a un objeto incapaz, lleno de agujeros, sin estructura alguna ni límites o capacidad para contenerlo (Bick).

Este cuadro estaba también ligado en mi mente con la postura física de Barry. que daba la impresión de una masa amorfa equivalente a excrementos, a la roña que comía con tanta voracidad. En el quinto año de análisis verbalizó: «Te corto en pedacitos y los clavo por todos lados» (¿Los objetos bizarros de Bion?).

Las manos de gorila fueron luego equiparadas con manos de pulpo —manos masturbadoras, que estaban tan constantemente en su cara en la sesión, tironeando, hurgando, apretando, rasgando, que parecían implicar que entre las sesiones lo hacían en su trasero—.

En la fas. e IV del análisis (el cuarto año, 1966), se confirmaron las impresiones de las primeras dos sesiones, gracias a un sueño en el cual Barry vio en su caja una efigie de sí mismo, una máscara de muerte, un monstruo horrible con cuatro ojos, narices, diez piernas y brazos. En este punto estábamos en contacto con todo el horror y la desesperación del viejito-bebé de la sesión que acabamos de describir.

Mientras tanto, durante el primer trimestre de trabajo hubo muy poca verbalización, pero la analista preguntaba e interpretaba, a menudo suavemente en medio del estruendo, y esto parecía tener un efecto calmante donde ella era sentida como una madre que sabía cómo arropar y sostener a los bebés con firmeza.

Era evidente que para Barry el problema de separarse de su madre al comienzo de la sesión, y de la analista al final, era de tal magnitud que requería que su madre lo llevara hasta la puerta del consultorio, y lo buscara al final de la sesión, instituyendo una especie de pasaje de las manos de una a las de la otra. De esta forma, parte de la perturbación estaba contenida en el consultorio. Esto se había logrado ya, en cierta medida, cuando tuvo lugar la primera interrupción por vacaciones (Pascuas de 1963).

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