DOS SESIONES ANTES DE LAS VACACIONES DE PASCUAS

DOS SESIONES ANTES DE LAS VACACIONES DE PASCUAS

John llegó arrastrando una rama de más de un metro de largo. Estaba pálido, serio y ansioso. Golpeó el suelo del hall con su rama, luego las escaleras y también la mesa, la puerta y la sillita del cuarto de juegos. Después azotó las ventanas y los radiadores, y se rió cuando produjeron un sonido hueco. Interpreté cuán atormen­tado se sentía por los celos de los bebés que él creía que estarían en mi interior durante las vacaciones, que estaba tratando de forzarlos a salir a golpes, y el sonido hueco era como el llanto de un bebé dolorido. John dejó caer la rama, abrió las canillas y revolvió el cajón impaciente para hallar el vaso rojo. Arrojó el jabón y el cepillo de uñas en el lavatorio, tragó un sorbo de agua y tiró el resto, volvió a llenar el vaso y volvió a beber mientras me miraba. Al abrir las dos cani­llas, John tapó el lavatorio con el tapón y, cuando estaba casi colmado, llenó sus manos con agua para beberla. Le dije que estaba intentando vaciar las dos canillas tanto como llenarse a sí mismo antes de las vacaciones. Corrió al diván y saltó en él rebotando durante varios minutos, mirando gozoso la silla del rincón. De repente se desplomó, tomó su oreja y chupó su antebrazo; luego me miró con una expresión patética. Vino hacia mí, se sentó en mi falda y se acurrucó contra mi pecho. Dije que al vaciarla para beber y al saltar sobre mamá la dejó con una ma­má-pecho vacía dentro suyo, de la cual había br¿tado (bounced) toda vida, y luego vino corriendo hacia mí como si fuera la parte superior-pecho-lleno.

Sacó los lápices del cajón y los tiró todos, excepto el marrón que había usado para golpear las ventanas. Se paró en el alféizar, corrió las cortinas y apoyó su tra­sero en mi hombro. Había un hombre limpiando la entrada de la casa vecina; John lo observó y casi de inmediato golpeó las ventanas con el mismo ritmo que tenía el escobillón del hombre. Dije que él no podía tolerar la visión de este hombre papá y que rápidamente se convirtió en un papá-barrendero, que barre todas las hojas-bebés fuera de la mamá-análisis.

Cuando llegó el momento de terminar la sesión, John lloró primero con rabia y luego con tristeza. En la última sesión antes de las vacaciones, volvió a derramar mucha agua y continuamente chupó las empapadas mangas de su camisa. Papel y colores habían sido disueltos en el agua. Había gran cantidad de agua en el piso; él vino a sentarse en mi falda, miró el piso y dijo «tomar fuerte» como si temiera caerse y ahogarse en el agua bajo sus pies, especie de inodoro que pudiera tra­garlo.

 

82                                       I. WITTENBERG

Durante el período anterior a las vacaciones, John había tenido fuertes ata­ques de diarrea que cesaron antes de la interrupción. Durante las vacaciones co­menzó por primera vez a usar su bacinilla, y su estado de ánimo oscilaba entre la tristeza y la excitación.

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