Éxitos y depresiones.

Hay cambios importantes en la vida como el matrimonio, em­barazo, nacimiento de hijos, graduación como profesional, etcétera, que pueden convertirse simultáneamente en factores desencadenantes de reacciones depresivas intensas porque son vividos, en un plano, como pérdida de ciertos aspectos de la identidad del self. Todos conocemos la experiencia de la depresión consecutiva a determinados logros, que significan verdaderos éxitos. General­mente, esa depresión es interpretada como correspondiente al sen­timiento de culpa por el triunfo conseguido y sus implicaciones en relación con el objeto. Ahora bien, por nuestra parte, consideramos que en ciertas ocasiones esa depresión puede ser también conse­cuencia de la vivencia de pérdida de la parte del self que contenía el anhelo o la expectativa del logro. En otras palabras, cuando se desea íntimamente algo y ese deseo es satisfecho, obviamente se siente placer; pero surge un sentimiento depresivo simultáneo por la desaparición del deseo o de las «ganas». Hay individuos que tienden a postergar continuadamente el placer para no exponerse a sufrir la depresión de su pérdida, una vez logrado. Hay quienes, por el mismo motivo, se postergan constantemente en la vida.

Puede ocurrir, por ejemplo, que después del orgasmo surja también un sentimiento depresivo. Siguiendo con la idea anterior, una de las razones que podría justificarlo sería la vivencia de pérdida del aspecto yoico que deseó alcanzar el placer y que se siente desaparecido una vez logrado.

Cuando el temor a la pérdida adquiere características patoló­gicas puede producir frigidez o impotencia. Una de las fantasías inconscientes, frecuentemente contenida en dicha ansiedad, es la de perder porciones del self que se desintegran o diluyen en la pareja. Una paciente frígida comparaba la obtención del orgasmo con la caída en la psicosis por pérdida de todo control y de toda noción de sí misma. En cierta oportunidad experimentó durante un orgasmo la sensación concreta de que su cuerpo y su cara se deformaban convirtiéndose en algo amorfo. Se trataba, pues, de una fantasía dramáticamente expresada de pérdida de su identidad.

Quisiéramos hacer hincapié en el hecho de que los sentimientos depresivos por el self son mucho más frecuentes de lo que es gene­ralmente admitido. Más todavía, creemos que puede postularse su existencia —aún como estados leves de depresión— entre los fenó­menos de la psicopatología de la vida cotidiana. Consideramos que tener en cuenta la aparición de estas microdepresiones y microduelos por el self, nos ayudaría a comprender mejor la razón de ser de muchos estados de ánimo que, sin ser registrados como depresiones francas, se perciben como malhumor, apatía, cansancio, aburrimiento, irritabilidad, etcétera. Un determinado propósito que no se realiza, un sueño que no se recuerda, una aspiración que no se cumple, un desencuentro, un viaje, una mudanza, cualquier tipo de cambio o frustración donde puede estar incluido un aspecto del self, son algunos de los múltiples factores que diariamente desencadenan microrreacciones depresivas, como también amenazas fugaces al estado de identidad. El hecho de que se resuelvan favorablemente como procesos leves o se conviertan en depresiones más severas dependerá, entre otras cosas, de la forma en que pudieron haberse resuelto las depresiones correspondientes a los primeros estadios de la vida.

Para hacer una buena elaboración del duelo concerniente a la vivencia de pérdida de los objetos, resultará indispensable —a nues­tro juicio— haber podido elaborar previamente, de un modo satis­factorio, el duelo por la pérdida de las partes del self.

De ese modo, el individuo se encontrará en mejores condiciones para enfrentar y superar la angustia y la depresión determinadas por las experiencias de cambio.

 

Deja un comentario