A TRAVES DEL ESPEJO: «ROSAS, ROSAS»1

A TRAVES DEL ESPEJO: «ROSAS, ROSAS»

Debido a un malestar pasajero debí cancelar la sesión del viernes de la siguien­te semana. Después de ese fin de semana más prolongado John descubrió las ven­tanas con vidrio pintado sobre el descanso de la escalera. Fue como si las rosas rojo oscuro que forman parte de ese diseño lo hubieran succionado. Fue hacia ellas con una expresión de maravilla y fascinación, y presionó contra ellas su ros­tro. Incluso cuando lo persuadí de que continuara subiendo las escaleras, siguió mirándolas, volviendo la cabeza hacia atrás. Parecía como atraído por un imán, y debí caminar detrás de él para evitar que se cayera.

Una vez en el cuarto, revolvió en su cajón y al no encontrar aparentemente lo que quería, tiró con fuerza de las manijas de los otros cajones, rezongando porque no cedían. Corrió hacia mí, tironeó del cuello de mi blusa y me miró adentro, diciendo «ahá, ahá». Nuevamente lloró con enojo, hizo otro intento de abrir los cajones a los tirones, y luego encontró dos botones en su cajón que puso uno encima del otro. Hizo rodar algunos lápices brevemente y, luego de una mirada a la «silla-papá» y al cielo raso, enfiló hacia el cesto de papeles. Volcó su contenido en el diván, examinó algunas cáscaras de mandarina y las puso en el piso, alternando las superficies cóncavas y convexas. Luego quiso que lo levantara hasta el alféizar de la ventana, me alejó de un empujón mientras tiraba de las cor­tinas para adelante y para atrás y se escondía detrás de ellas. Tiró unos trocitos de plastilina a la «silla-papá» en el rincón y apretó los dientes mientras sacudía la lámpara de un lado a otro; luego tironeó de mí y me empujó. Repentinamente dijo: «se fue a caminar», y lloró sobre mi hombro. Se puso dos dedos en la boca, luego sollozando se arrojó a mis brazos y me encontré paseándolo como a un bebé.

Cuando fue tiempo de»partir, comió semillas de mandarina, mordió con fuer­za una goma de borrar, enterró sus dientes en el jabón y lo arrojó al lavatorio. Al descender, otra vez espió las rosas rojas profundamente.

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