¿POR QUÉ LOS HOMBRES NO HACEN NADA MÁS QUE OFRECER SOLUCIONES?. ¿POR QUÉ HABLAN TANTO LAS MUJERES CUANDO ESTÁN ESTRESADAS?.

¿POR QUÉ LOS HOMBRES NO HACEN NADA MÁS QUE OFRECER SOLUCIONES?

Los hombres poseen una mente lógica y analítica. Cuando un hombre entra en una sala de conferencias o en un restaurante por primera vez, echa un vistazo a su alrededor y se da cuenta de todo lo que necesita ser reparado, los cuadros torcidos y la decoración. Su cerebro es como una máquina de resolución de problemas que nunca se toma un descanso. Incluso si estuviese en el hospital, ya en las últimas, estaría pen­sando en cómo mejorar la distribución de la planta y aprovechar la luz natural y el paisaje.

Para una mujer, la mejor forma de liberarse del estrés
es hablar de sus problemas con los demás.
Sin embargo, ella quiere que la escuchen, no que la reparen.

Cuando una mujer le habla a un hombre sobre sus problemas, él no cesa de interrumpirla, ofreciéndole múltiples soluciones. Es inevitable porque su cerebro está programado para eso y está convencido de que ella se sentirá mucho mejor cuando tenga la solución. El objetivo de la mujer dista mucho de encontrar la solución, puesto que ella sólo quie­re desahogarse hablando. Él se siente incompetente y un total fracasado y, además, cree que ella le culpará por sus problemas. Lo que el hombre tiene que tener claro es que las mujeres no quieren solucio­nes, sólo quieren hablar sobre sus problemas y encontrar a alguien que las escuche pacientemente.

¿POR QUÉ HABLAN TANTO LAS MUJERES CUANDO ESTÁN ESTRESADAS?

Cuando se encuentran en situaciones en las que están sometidas a estrés o presión, la función cerebral de la habilidad espacial y la lógica se activan automáticamente en el cerebro masculino. En el caso de la mujer, se activa la función del habla y por eso a veces empieza a hablar y parece que nunca va a acabar. Si está estresada, habla, habla y habla incesantemente a cualquiera que la quiera escuchar. Puede darle vuel­tas a un mismo problema con su amiga durante horas y horas, ofre­ciendo todo tipo de detalles. Puede hablar de cualquier tipo de pro­blemas, pasados, presentes o futuros e incluso problemas que ya no tienen solución. Cuando habla, no busca soluciones, sino la acción reconfortante y liberadora que se produce cuando se expresa. Su discur­so carece de estructura y puede incluir diferentes temas sin tener que concluir ninguno.

Para una mujer, compartir los problemas con sus amigas
es una señal de confianza y amistad.

Para un hombre, tener que escucharla sin ofrecer solución a sus problemas resulta realmente duro. El, además de escucharla, quiere aportar alguna propuesta, hacer algo con el problema y, por eso, suele interrumpir con frases como: «¿por qué dices eso?», «¿cuál es tu propósito?», él no entiende que no haya ningún propósito ni ninguna razón. La lección más valiosa que puede aprender un hombre es saber escuchar y utilizar sonidos y gestos de asentimiento, en vez de ofrecer respuestas. Para un hombre, este concepto resulta ajeno porque sólo habla cuando tiene una propuesta.

Cuando una mujer se muestra preocupada o triste,
no le ofrezca soluciones o critique sus sentimientos.
Sencillamente, demuéstrele que la escucha.

 Cuando una mujer rechaza las soluciones que le ofrece, el hombre intenta empequeñecer sus problemas diciéndole: «Bueno, tampoco tiene tanta importancia», «no exageres» o «anda, olvídalo», lo que irrita a la mujer que piensa que el hombre no se interesa por sus problemas y ni siquiera la escucha.

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