Ejemplo ilustrativo.

En función de los cambios ocurridos en la evolución del con­cepto y de la vivencia de la identidad sexual, cabe preguntarse cómo se establece dicha identidad en el presente y cómo funcionará en un futuro cercano. Nos parece que una de las respuestas más lúcidas frente a esta problemática está contenida en unos sustan­ciosos párrafos escritos por M. Langer, algunos de los cuales pasa­mos a transcribir: » …el niño nace, anatómicamente ya definido, a un mundo de dos sexos. ¿Cómo logra diferenciarlos y ubicarse frente a sus padres? Antes eso le era fácil. El ser que poco a poco iba a configurar el concepto y a la persona ‘madre’ para él, lo tapaba si tenía frío, lo acunaba si tenía sueño, y lo alimentaba, apoyado contra algo blando y caliente, con una punta carnosa que se introducía en su boca y de la cual salía leche. El padre entraba más tarde en su vida, con características muy distintas. Era más móvil, más duro al tacto, alzaba al niño, para jugar con él, para hacerlo volar por el aire. Hasta olía distinto. Además, solía apare­cer solamente a determinadas horas cuando uno se despertaba o ya se iba a dormir; mientras que mamá estaba siempre. Así el pequeño ser, que percibía confusamente su propio sexo, aprendía, al distin­guir el de los padres, a adaptarse más a uno de ellos, tomándolo como modelo, y a complementarse más con el otro. Así formaba, paulatinamente, la base de su identidad sexual.

«¿Pero cómo ocurre este proceso ahora? Tomemos un joven matrimonio porteño, de estudiantes, empleados o profesionales. Ambos estudian o trabajan. Se llevan bien. Ambos comparten las tareas de la casa. Ambos se aman; deciden postergar la píldora y tienen un niño. Ambos lo atienden y lo alimentan. Pero no será fácil para este bebé distinguirlos. Mamá ya no canta, porque cuando el bebé no duerme enseguida le ponen un lindo long-playing. Eso sería lo de menos, igualmente podría haber una mamá. Pero cuando lo alimentan, empieza la confusión. El bebé se siente apo­yado sobre unas rodillas recubiertas por la tela tosca de vaqueros, sostenido firmemente por brazos musculosos y percibe, al mamar, simultáneamente con el aroma de la leche último modelo y de la tetina de goma o plástico, el olor a tabaco que impregna las manos del ser indefinido mamá-papá que lo alimenta. El bebé aumentará bien de peso, será fuerte e inteligente, pero tardará, en un nivel muy de fondo de su ser que poco tiene que ver con lo racional, en darse cuenta de quién es mamá, quién es papá y cuáles son sus funciones.

«El tiempo pasa. Sus padres, ya lo dijimos, estudian o trabajan y se ganan la vida. Supongamos ahora que ella gane más que él o que, por razones de trabajo, él tenga que quedarse en casa y ella deba salir afuera. Dijimos también que ellos se quieren. Pero sien­ten, a veces, cierto malestar. El marido de la pareja, con el superyó hombre-y-padre del pasado ya no se siente a la altura de su hombría, El superyó cultural postula que debe salir al mundo de afuera, para mantenerlos, mientras que el lugar de su esposa está en la casa. Si llegara a hacerlo consciente, se dará cuenta de que se siente bastante en menos, a pesar de sus logros, frente a su padre o a su abuelo (que todavía era un hombre de veras’) .

«A su mujer le ocurre, en cierto sentido, lo contrario. Quiere a su madre. Pero se sorprende, a veces, pensando en ella en térmi­nos despectivos, en la fregona, sometida, dispuesta a aceptar cual­quier destino. Y eso también le causa malestar, porque llegar mucho más lejos que el padre (o la madre) de uno interfiere con el placer del logro y le quita realidad.

«Cuando la pareja joven se casó, todo lo que acabo de describir importaba poco. Se querían y con eso bastaba. Pero con el tiempo el malestar iba en aumento y ya no se querían tanto. Después dejaron de estimarse y finalmente se separaron. El nene tenía tres años, entonces. Según la ley iba a quedarse con mamá. Pero como mamá enseñaba como profesora en un colegio en el turno de la mañana y en otro en el de la tarde, eso no era posible. Papá era contador y se llevaba la mayor parte de su trabajo a casa. Así el nene se quedó a vivir con papá y mamá venía los sábados y los domingos a sacarlo en su autito y a llevarlo a pasear por el puerto o al campo. El nene sigue desarrollándose sano e inteligente, pero su dificultad de definir su identidad sexual va más bien en aumento.

‘… podríamos seguir contando cómo, algunos años después, la imagen que este niño tiene de ‘papá’ y ‘mamá’, de ‘hermanos’ y de `familia’ se ha vuelto más confusa aún, porque tendrá a un ‘papá y su segunda mujer’, a una ‘mamá y su amigo’ y a hermanos de diferentes clases de parentesco.

«¿Cómo será su futuro y el de sus compañeros? Tendrán una adolescencia confusa que se prolongará en el terreno sexual, a me­nudo dentro de la adultez. Identidad significa diferenciarse del otro e identidad sexual significa mantener bien claras las diferen­cias entre hombre y mujer, que se están borrando en muchos aspectos» (12) .

Creemos que estas líneas, si bien parecen llegar a una conclu­sión pesimista, reflejan una realidad cruda y contienen un mensaje de aguda advertencia frente a ciertas características de la actual sociedad que condiciona y favorece la eclosión de ese fenómeno, sin proveer las posibilidades de su corrección y evitación del peligro de pérdida de los atributos de la identidad sexual madura.

 

Deja un comentario