Entre detalles y totalidades. La percepción femenina es más amplia pero menos aguda.

POR QUÉ NO ESCUCHAN LOS CHICOS

Muchas veces los profesores y los padres riñen a los chicos por no escu­char, pero parece ser que en realidad, cuando los niños entran en la pubertad, sus canales auditivos necesitan realizar mayor esfuerzo, pro­vocando en ocasiones una especie de sordera temporal. También exis­ten evidencias de que las profesoras riñen a los niños y a las niñas de forma diferente e intuitivamente entienden las diferencias auditivas entre ambos sexos.

Por ejemplo, si una niña evita el contacto de ojos mientras la profe­sora la está reprendiendo, ésta seguirá con su regañina. En cambio, si un niño realiza el mismo acto, la mayoría de profesoras intuitivamente entienden que, o bien no la oye o no está escuchando y por ello le ordenarán: «Mírame cuando te hablo». Desgraciadamente, los niños están más dotados para la detección ocular que auditiva como puede comprobarse con este sencillo ejercicio en el que se debe contar el nú­mero de efes.

Felipe afirmó que el resultado científico fue catastrófico.

Normalmente, los chicos demuestran más facilidad que las chicas para ver que hay cinco efes, aunque si la frase se lee en voz alta, las chicas detectan mejor el número de efes.

Los HUMISK    Lyn y Chris vuelven a casa después de una fiesta. Él conduce y ella le

indica el camino de vuelta, pero ya han tenido una discusión porque ella le dijo que girase a la izquierda cuando quería decir a la derecha. Han pasado ya nueve minutos de silencio sepulcral y Chris sospe­cha que algo le pasa a Lyn, por lo que le dice «Cariño, ¿estás bien?». «Sí, itodo está bien!» contesta Lyn.

Su entonación en la palabra «bien» confirma que en realidad las cosas van mal. El intenta recordar qué pasó en la fiesta. «¿Es que hice algo mal?» pregunta Chris. «¡No quiero hablar de eso!» contesta ella bruscamente.

Eso significa que está enfadada y que quiere hablar de ello. Mien­tras tanto, Chris no entiende qué puede haber hecho para provocar su enfado. «Por favor, Lyn, dime qué es lo que he hecho» —le supli­ca él—. «De verdad que no sé qué he podido hacer».

En muchas conversaciones como ésta el hombre está diciendo la verdad, sencillamente no entiende cuál es el problema. «Bueno» —dice ella— «te diré porqué estoy molesta, aunque no me gusta que finjas de esa manera». «Pero si no estoy fingiendo» —es cierto que él no tiene ni idea de cuál es el problema. Ella suspira. «Esa jovencita estaba merodeando a tu lado toda la noche, lanzándote indirectas y tú, en vez de deshacerte de ella, le dabas ánimos».

Chris se quedó mudo de asombro. ¿A qué jovencita se refiere? ¿Qué indirectas? El no se dio cuenta de nada. Mientras que la joven le habla­ba, él no se fijaba en que la chica inclinaba la pelvis hacia su lado, le señalaba con el pie, coqueteaba con el pelo, se acariciaba las caderas, se tocaba el lóbulo de la oreja, le miraba constantemente, jugueteaba con la base de la copa de vino y hablaba como una colegiala. Hay que recordar que el hombre es un cazador. Puede detectar una cebra en el horizonte y calcular la rapidez de su movimiento, pero carece de la habilidad femenina para descifrar las señales vocales, visuales y corporales. Todas las mujeres de la fiesta se dieron cuenta de las intenciones de la «jovencita» sin ni siquiera tener que girar la cabeza y se enviaron las unas a las otras una señal de «devora hombres a la vista». Sin embargo, la mayoría de los hombres no percibieron la menor intención detrás de sus actos.

Los hombres no se fijan en los detalles

Por eso cuando un hombre asegura que está diciendo la verdad en defensa de las acusaciones que se le hacen, probablemente sea cierto,ya que el cerebro masculino no está preparado para oír o ver los pequeños detalles.

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