capítulo XII CÓMO DETECTAR LOS EPISODIOS A TIEMPO

capítulo XII

CÓMO DETECTAR
LOS EPISODIOS A TIEMPO

Desgraciado aquel que no halle
quien le avise cuando es menester.
J. L. VIVES

Imaginemos la situación: usted llega a casa por la tarde y se nota especialmente cansado, con malestar físico, mocos abundantes, dolor de cabeza y frío. Llevado por su experiencia, usted ya sabe que mañana, probablemente, va a levantarse con un gran resfria­do. Enhorabuena: acaba de realizar una detección precoz. Pero no se conforme con eso; dado que sabe que va a estar muy resfriado, usted llama al trabajo para decir que no acudirá, cambia su agen­da de la tarde, cancelando varias reuniones, llama a su hermana para que vaya a recoger al niño a la guardería y avisa a sus colegas para que se busquen otro portero de fútbol sala. Esto es lo que conocemos por abordaje psicosocial del impacto del episodio, previniendo los problemas de tipo sociolaboral asociados a su incipiente gripe. Pero no se queda ahí: además llama a su médico de cabecera para que le aconseje qué debe tomar (porque a usted nunca se le ocurriría automedicarse). Perfecto: ha completado usted el tercer paso: el abordaje farmacológico precoz.

Sin poner nombres tan rimbombantes, todos hemos hecho alguna vez algo parecido a lo anteriormente descrito con síntomas

y señales de enfermedad que conocíamos a la perfección como los del resfriado. La persona que padece un trastorno bipolar debe ser capaz de llevar a cabo esta detección y tratamiento precoces de forma rutinaria para su estado de ánimo, algo que es un poco más complejo y requiere mucha práctica y experiencia.

A lo largo de este libro hemos comparado en alguna ocasión al trastorno bipolar con la diabetes. Esta comparación no es gra­tuita, ya que ambas son enfermedades crónicas —pero trata­bles—, que pueden ser muy graves si no reciben una atención adecuada y que requieren un tratamiento de por vida tanto far­macológico (insulina para los diabéticos y psicofármacos para los bipolares) como psicológico o conductual (dieta y actividad físi­ca en el diabético; hábitos regulares, manejo del estrés, abstinen­cia de tóxicos, etcétera, en el bipolar). Pero existe otro aspecto en el que ambas enfermedades son comparables: la exigencia de mo­nitorización diaria por parte del propio paciente. Así, el diabéti­co mide sus niveles de glucosa en sangre… ¿y el bipolar? El bi­polar debe «medir» diariamente su estado de ánimo, lo que, a pesar de parecer más complejo, es posible en pocos minutos con un buen entrenamiento. Anecdóticamente, comentaremos que un último punto en común de diabetes y trastorno bipolar es que ambas enfermedades fueron descritas por primera vez por el mis­mo médico: Arateo de Capadocia.

¿Cómo se mide el estado de ánimo? Medir su alegría o su tristeza es muy complejo, pero lo es mucho más decidir hasta qué punto éstas son emociones patológicas o normales (sobre todo en el caso de la alegría, pues a nadie le amarga un dulce). Para hacer­lo, proponemos un método que no mide directamente las emo­ciones, sino que trata de encontrar conductas que se vinculan a ellas y que pueden ser indicativas de descompensación, ya que

detectar una conducta es mucho más fácil que detectar una emo­ción. Trate de pensar, por ejemplo, en la frase «estoy algo ansioso»; seguro que para llegar a ella antes ha tenido que analizar deteni­damente cómo se sentía. Ahora piense en la frase «me he fumado medio paquete en una hora»; para llegar a esta conclusión bastará seguramente con contar las colillas de cigarrillo en su cenicero (o ver cuántos cigarrillos le quedan en el paquete, si ha sido usted tan incívico como para tirar las colillas al suelo).

El método que le proponemos para detectar a tiempo sus recaídas no es tremendamente original ni sofisticado. Todo lo contrario; es muy simple, basado en el sentido común y en el conocimiento que tiene usted no tan sólo de la enfermedad bipolar sino de su enfermedad bipolar (es decir, de la resultante de aplicar la enfermedad bipolar a su vida, sus circunstancias, su entorno, su personalidad, sus preferencias, etcétera, algo que us­ted conoce a la perfección porque lo ha vivido).

Pretendemos elaborar una lista de diez señales de recaída —también llamadas pródromos— para la depresión y otra para la manía/hipomanía. Esta lista deberá contener conductas que antecedan a la enfermedad, que de algún modo la anuncien, pero que no sean síntomas de la misma (si son síntomas, ya es dema­siado tarde para hacer un tratamiento precoz). Usted, basándose en el conocimiento que tiene sobre su forma de ser y sus costum­bres, puede seleccionar conductas que sean atípicas en su caso y que, por lo tanto, puedan anunciar que algo marcha mal. Hablar mucho, por ejemplo, no sería válido como señal para alguien que habitualmente «hable por los codos» (ignoramos el origen, sin duda bizarro, de la expresión), pero sí lo sería para una persona habitualmente discreta y silenciosa. Los lectores de más de 30 años probablemente recuerdan los dibujos animados de Leoncio

y Tristón: Leoncio era un león animoso y lleno de iniciativas que iba siempre acompañado de Tristón, una hiena distímica procli­ve al catastrofismo que solía repetir la frase: «¡Cielos, Leoncio, qué horror!», en un tono cuya imitación nos ha granjeado popu­laridad y desprecio a partes iguales a los autores de este libro en cenas con nuestros compañeros. Lo que para Leoncio era un comportamiento normal (reír, gastar bromas y moverse de forma ágil) podría haber sido considerado, de darse en Tristón, como señales de recaída hipomaníaca, mientras que lo que era la con­ducta habitual en Tristón sería predepresiva para Leoncio. El ejemplo también es aplicable a Epi y Blas y a la típica pareja de payasos de circo, pero no nos extenderemos en este punto, que podría ser motivo de una tesis doctoral.

Pasemos a definir cuáles son las características de una señal de recaída válida:

13 Debe ser una conducta (algo que usted hace o deja de hacer), no un pensamiento ni una emoción, ya que aqué­lla es más fácil de identificar que éstos.

ro Debe ser una conducta que represente un cambio cuali­tativo en usted (empieza a hacer algo que no era habitual, o deja de hacer cosas que sí eran habituales) o cuantitati­vo (aumenta o disminuye la frecuencia de una conducta determinada). En el caso de cambio cuantitativo, éste debe ser fácilmente medible (por ejemplo, fumar más o dormir menos).

in Esta conducta debe aparecer de forma regular algunos días antes de la descompensación, pero no debe ser un síntoma.

n La conducta debe ser concreta y referida al día de hoy.

RECUERDE QUE…

Detectar un episodio a tiempo puede significar evitar una recaída.

Debemos aprender especialmente a detectar conductas distintas y significativas, más fáciles de identificar que los cambios en el pen­samiento o las emociones.

IDENTIFICAR LA EUFORIA A TIEMPO

Vamos a ayudarle ahora a elaborar su lista de pródromos de hi­pomanía y manía. Le presentaremos algunos de los pródromos (señales de aviso) más comunes (Tabla 11). Basándose en su per­sonalidad, sus anteriores recaídas y sus hábitos, escoja aquellos que le podrían servir a usted. Una vez seleccionados, escríbalos en una lista. Complete la lista con otras conductas que, de forma característica, anteceden a su recaída. Le hacemos algunas suge­rencias que han servido a muchos de nuestros pacientes:

El Cambios en el modo de vestir. No hace falta que sean muy extremos (lo que, generalmente, ya puede ser considera­do un síntoma). Pueden ser cambios en el modo en que uno/a usa una determinada prenda (por ejemplo, desabro­charse un par de botones de la camisa o la blusa;). También el uso de complementos (gafas de sol, gorras, diademas o joyas) es indicativo en algunos casos. O usar ropa adecua­da, pero fiera de contexto (ir a trabajar en camiseta sport en trabajos que habitualmente requieren un aspecto for­mal o, todo lo contrario, asistir a una reunión de vecinos ataviado como si uno fuera a una boda).

In Cambios en los gustos musicales. Es bastante frecuente para algunos pacientes volver a escuchar, en los días pre­vios a la descompensación, la música que escuchaban en la adolescencia, como sugiriendo un retorno al modo corno se sentían entonces. El simple hecho de que un paciente de mediana edad pase, de repente, de escuchar «lo que pongan en la radio» a ponerse los discos que escuchaba durante su adolescencia puede indicar que un episodio hipomaníaco está a punto de empezar. No se trata de que escuchar a sus grupos juveniles sea «patoló­gico», sino de que algunos pacientes vuelven a su músi­ca adolescente como un regreso a aquella etapa, lo que muchas veces se vincula a las sensaciones vividas duran­te la hipomanía.

n Cambios en los gustos literarios. Muchos pacientes que habitualmente tienen un gran sentido común empiezan a interesarse por temas de tipo esotérico sólo cuando ini­cian un cuadro hipomaníaco, por lo que pasan de leer novelas o libros de ensayo a leer otros del tipo Aprenda a respirar con los monjes tibetanos (como si antes de la lectu­ra de este libro el paciente se estuviera ahogando), Los chacras y la relación con su escalera de vecinos o Reflexología podal avanzada: cure su lumbalgia acariciando los meñiques de sus pies. Un cambio súbito en las preferencias puede indicar el inicio de una descompensación (aunque tam­bién puede ser parte de una decisión autónoma y saluda­ble de una persona, cuyas preferencias no tienen por qué ser estáticas).

n Sensaciones físicas que anteceden a la hipomanía. Algunos pacientes —una minoría, en realidad— describen que, en

los días previos al inicio de un episodio, tienen sensacio­nes físicas distintas a las habituales (algo que también les ocurre a algunos pacientes epilépticos antes de las crisis). Algunas de las citadas por nuestros pacientes son: «Sentir la sangre efervescente», «percibir claramente cómo me late el corazón», «sentir calor en la base del cráneo» o «sentir un hormigueo en el pecho».

n Otros cambios menores. Cosas tan sutiles como cambiar la marca de cigarrillos, el refresco favorito, variar la posición en la que uno prefiere jugar a fútbol con los amigos o el itinerario por el que uno va habitualmente de casa al tra­bajo, pueden indicar también el inicio de una descom­pensación.

Tabla 11

PRÓDROMOS DE HIPOMANÍA O MANÍA COMÚNMENTE

CITADOS POR NUESTROS PACIENTES

Duermo menos de siete horas.

Aumento las horas o la intensi-

io-

Empiezo a iniciar nes con desconocidos.

dad del ejercicio físico.

Aumento el consumo de tabaco

Aumento el uso del teléfono

móvil o del correo electrónico.

o cafés. Aumento del gasto económico
Empiezo a consumir alcohol

(incluso en pequeñas canti-

(aunque sea en unos pocos

euros .

dades). Aparición de nuevos proyectos
Los compañeros o la familia laborales.
dicen que estoy más habla- Me empiezan a interesar nuevos
dor. temas.

Discuto con más facilidad. Estoy más bromista.

Empiezo a hacer bromas o comentarios de temática sexual.

Escucho música a alto volumen.

Hablo más alto o más rápido,
según comenta mi familia.

No soporto las colas.

Llego tarde (o demasiado tem­prano) al trabajo.

Tengo ganas de cambiar de ima­gen.

Empiezo a escribir cuentos o poesías.

Tengo ganas de hacer regalos.

IDENTIFICAR LA DEPRESIÓN A TIEMPO

La detección de un episodio depresivo funciona de un modo similar a la de los episodios hipomaníacos; el único matiz es que, quizás, no evoluciona tan deprisa. Desde las primeras señales más sutiles de hipomanía hasta la aparición de la mis­ma pueden pasar unas pocas horas; sin embargo, el ritmo para la depresión es mucho más lento y, de hecho, desde las prime­ras señales hasta el episodio depresivo pueden llegar a pasar incluso algunas semanas. Además, la mayoría de las personas no tienen dificultades para detectar una recaída depresiva des­de un principio, porque es un estado desagradable, de sufri­miento; por el contrario, no se dan cuenta —o no quieren darse cuenta— del inicio de una hipomanía, porque no es desagradable.

A pesar de ello, le será muy útil conocer cómo se inician sus recaídas depresivas, para poner en marcha un plan conductual preventivo —cambio de hábitos, aumento de la actividad—, no dejarse llevar por la inercia depresiva y, quizás, evitar tener

que tomar antidepresivos, que ya hemos visto que implican algunos riesgos. Para ello, vamos a construir una lista idéntica a la de pródromos de hipomanía, pero con sus homónimos depresivos. La Tabla 12 expone algunos de los pródromos de­presivos más comunes. Usted puede escoger aquellos que se adapten más a su caso y completar la lista con sus pródromos más intransferibles.

Tabla 12

PRÓDROMOS DE DEPRESIÓN COMÚNMENTE CITADOS
POR NUESTROS PACIENTES

Me canso más que antes.

Le pido media horita más al despertador.

Me da palo ducharme.

Llego tarde al trabajo, o invento excusas para no ir.

Estoy menos hablador que de costumbre.

Los libros se me caen de las manos.

Me cuesta concentrarme.

Cuando estoy con gente, parti­cipo menos de las bromas y las conversaciones.

Mi pareja me interesa menos que antes y, de hecho, ni pienso en el sexo.

Me arreglo menos.

Me paso más horas sentado en el sofá, viendo cualquier ton­tería en la tele.

Se me acumulan los recados por hacer.

Descuido las cosas de casa (pla­tos, plancha, etcétera).

Necesito beber más café para estar a tono.

Me despisto fácilmente.

Evito hablar con algunas perso­nas.

Salgo con mis amigos y no me divierto.

Por las mañanas me cuesta más funcionar.

Camino más lentamente.

Me falta chispa, capacidad de reacción.

Esta lista de pródromos depresivos la debe consultar a diario, del mismo modo que consulta su lista de pródromos de hipoma­nía. De hecho, algunos de nuestros pacientes han escrito los pró­dromos de hipomanía en una página y en su reverso los de de­presión.

ACTUAR A TIEMPO

Si ha realizado correctamente el ejercicio, ahora debe tener delante de usted una lista con diez señales de recaída en hipo­manía/manía. Esta lista debe consultarla a diario: suele ser útil llevarla encima en forma de tarjeta (que le puede caber en su billetera y mirarla cuando tenga un minuto libre), tenerla col­gada en la habitación, en un archivo en su ordenador personal o en su PDA (agenda electrónica)… Escoja usted el método, pero es recomendable repasar estar lista cada noche para hacer un recuento de si durante el día ha aparecido alguna conducta que deba preocuparle: marque con una cruz las conductas que han estado presentes durante el día,. Tres cruces o más signifi­can «probable inicio de hipomanía», por lo que debe poner en marcha un «plan de emergencia». Éste consta de los siguientes pasos:

n Confirmación. Gracias a su lista de señales de recaída, usted tiene la sospecha de que puede estar a punto de empezar un episodio hipomaníaco. Ahora es el momento de confirmar o descartar sus sospechas con la ayuda de alguien de su confianza o referente. La Tabla 13 nos mues­tra qué características debe tener un buen referente. Si éste nos confirma lo que sospechábamos, es decir, que podríamos estar iniciando un cuadro hipomaníaco, vamos al paso 2. Si no, respiramos profundamente, pero no baja­mos la guardia y seguimos observando nuestro estado de ánimo de cerca durante los días siguientes.

n Contactar con el terapeuta. Intentaremos contactar telefó­nicamente con nuestro terapeuta o con un miembro del equipo clínico para acabar de confirmar el inicio del epi­sodio y decidir qué medidas farmacológicas (caso del psi­quiatra) o conductuales (psicólogo) son necesarias. Ante cualquier duda es necesario llamar al terapeuta; no pasa nada si es una falsa alarma. Los profesionales de la salud mental preferimos mil veces atender a infinidad de falsas alarmas si gracias a ello podemos prevenir algunos episo­dios, que no recibir ninguna «falsa alarma» pero observar cómo nuestros pacientes llegan siempre «demasiado tarde».

Tabla 13

CARACTERÍSTICAS NECESARIAS
DE UN BUEN REFERENTE

IE Debe conocer la enfermedad bipolar (haberse leído este libro, por ejemplo, haber asistido a cursos, conferencias, etcétera)

Debe conocer su enfermedad bipolar (haberle observado en sus anteriores recaídas, saber qué tipo de síntomas son más frecuentes en usted, etcétera)

Deber estar en contacto constante con usted, ser una persona loca­lizable. No hace falta que su referente conviva con usted, pero sí que le pueda localizar telefónicamente, citarse, etcétera. Su primo de la Polinesia no es una buena opción (a no ser que usted también viva en la misma isla de la Polinesia; en este caso, felicidades; lástima de equipo de fútbol…).

ta Debe tener capacidad de observación.

Debe tener toda su confianza.

MEDIDAS EXCEPCIONALES PARA LA MANÍA Y LA HIPOMANÍA

A grandes males, grandes remedios: hay una serie de conductas que le ayudarán a que el episodio incipiente no vaya a más. Apli­car a rajatabla las normas descritas en la Tabla 14 garantiza abor­tar el nuevo episodio.

Tabla 14

DECÁLOGO DE MEDIDAS QUE TOMAR ANTE LA SOSPECHA
DE UN INICIO DE DESCOMPENSACIÓN HIPOMANÍACA

Aumente el número de horas de sueño, hasta un mínimo de nue­ve, aunque sea con la ayuda de fármacos (que previamente le habrá pautado su psiquiatra).

Reduzca al mínimo su actividad, realizando sólo aquellas activi­dades imprescindibles.

Dedique al menos un par de horas al día a NO HACER NADA.

Suprima del todo el consumo de café, bebidas de cola y otros estimulantes.

Suprima del todo el consumo de alcohol.

No haga ningún tipo de ejercicio físico.

Aplace cualquier decisión no urgente.

Reduzca estímulos: no se exponga a situaciones estimulantes (gran­des almacenes, discotecas, conciertos, etcétera).

Limite el gasto económico. Si es necesario, entregando su tarjeta de crédito a alguien de su confianza.

No se permita subir «un poco más». Más dura será la caída.

Tabla 15

DECÁLOGO DE MEDIDAS QUE TOMAR ANTE LA SOSPECHA
DE UN INICIO DE DESCOMPENSACIÓN DEPRESIVA

1 Duerma un máximo de ocho horas.

No se eche nunca la siesta.

Intente aumentar el número de actividades o, al menos, no aban­donar actividades que formaban parte de su rutina con argumen­tos como «me da pereza».

Nunca se automedique con antidepresivos.

El ejercicio es muy importante: vaya al gimnasio, a natación o, al menos, camine un mínimo de cuarenta minutos diarios.

No tome decisiones importantes.

No consuma alcohol u otras drogas para intentar «levantar el áni­mo», ya que a medio plazo lo empeoran.

Intente aumentar sus actividades de ocio aunque no le apetezca. No haga las cosas porque le apetezcan, sino para que le apetezcan. Salga a la calle al menos un rato por la mañana y otro por la tarde.

No evite el contacto social.

Arréglese, aféitese, dúchese y vístase cada día aunque no tenga que salir de casa. Quien se viste como un enfermo (andando todo el día en pijama o chándal) acaba enfermando.

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