SÍNTESIS

En este capítulo destacamos las sucesivas integraciones tempo­rales de la identidad que se producen en el individuo entre las imágenes de sí mismo y del objeto, en diferentes momentos de la experiencia vivida. Estudiamos también las características de sus crisis evolutivas —a lo largo de la vida— con sus correspondientes resoluciones que van estableciendo, de distintas maneras, su sen­timiento de identidad. Señalamos además, que la capacidad de se­guir siendo el mismo a través de la sucesión de cambios forma la base de la experiencia emocional de la identidad y que, en algunos individuos, surge una «angustia frente al cambio» determinada, fundamentalmente, por fantasías de pérdida o aniquilación de dicha identidad.

La progresiva diferenciación que el niño va estableciendo entre su self y el no-self, a partir de su nacimiento, pasa por distintas vicisitudes en el curso de sus diferentes crisis evolutivas como las que ocurren en el destete, en el conflicto edípico, en la latencia, en la pubertad y adolescencia, en la edad media de la vida y en la vejez. Estas crisis, relacionadas no sólo con el vínculo temporal sino también con el espacial y el social, promueven la necesidad de elaborar duelos por las experiencias pasadas, por la inevitable transformación sufrida en la calidad de los vínculos objetales y por los aspectos perdidos del self en cada uno de los períodos de la evolución. La adecuada elaboración de tales duelos en las etapas correspondientes contribuirá a consolidar en el individuo el senti­miento de ser una entidad real diferenciada, con continuidad en el tiempo y un lugar en el espacio, y con la capacidad de recuperar en el presente lo aprendido en el pasado.

 

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