LAS PRIMERAS SESIONES DESPUES DE LAS VACACIONES DE PASCUAS: EL INVASOR

LAS PRIMERAS SESIONES DESPUES

DE LAS VACACIONES DE PASCUAS: EL INVASOR

John no me miró, pero luego de los primeros pasos me tironeó escaleras arriba con vehemencia. Advertí que estaba haciendo movimientos de succión. Había traído consigo un palo largo que agitaba y con el cual golpeaba el piso.

 

Miró la silla-papá con aire de desafío y bailó en círculos a su alrededor. Tomó su palo y empujándolo varias veces hacia el vidrio de la ventana dijo «bebés»; era evidente que los estaba aplastando como moscas.» Luego bailó por el cuarto riendo con excitación. Cuando escuchó el ruido de un aeroplano, se apoyó en mis rodillas y dijo «nene travieso», me tironeó fuera de la silla, la olió y miró arri­ba ansiosamente al techo y luego al suelo. Sorbió un poco de agua del vaso rojo y desparramó el resto sobre el piso. Tomó los lápices del cajón y trató alternati­vamente de «escribir» con ellos en la mesa y de romperles las puntas a mordiscos. Cuando una se rompió en su boca lloró con rabia y enojo.

Al día siguiente John arrastró un trozo de enredadera por el hall, y una vez en el cuarto la tiró al piso. Mientras revolvía su cajón entonaba el fragmetito de una canción. Masticó algunos lápices protestando muy enojado cuando comprobó que no tenían más mina; revolvió un poco más con mucho vigor y exclamaciones de rabia ‘pego se paró y se chupó el brazo. Me trajo tres trocitos de plastilina ma­rrón e tii-dicó que yo debía unirlos mientras él fue a revolver el cesto de papeles. Vino a pararse en mis muslos y luego sonrió a la silla-papá. Continuó cantando una melodía que estaba claramente dividida en fragmentos. Le dije que él sentía_ que había arrancado y mordido las puntas-pezones fuera de los pechos y esto le hacía sentir que en su interior tenía una mamá tan rota como la melodía. Pa­recía sentir que se había caído en la bacinilla junto con sus heces y que yo podría volver a unir las partes nuevamente, como la plastilina.

Dejó caer su cabeza, olió mis piernas y las palmeó con excitación en aumen­to. Se levantó, tomó una botella de goma de pegar y succionó la tapa roja con for­ma de tetina. Cuando encontró una jarrita la llenó con agua de las dos canillas y se mojó la frente. Puso el trapo de piso bajo las canillas, lo hizo girar en el suelo y luego chupó su brazo con un aspecto muy triste. Después tomó el trapo em­papado y lo chupó. Saltó al diván y rebotó arriba y abajo salvajemente con los ojos entrecerrados. Luego de un rato, tomó el trapo chorreante, lo tiró hacia el techo varias veces y parpadeó cuando volvía a caer. Cuando llegó el momento de irse, lloró muy enojado y me mordió la mano.

Comentario. Durante las vacaciones había desaparecido la alianza con un papá-canilla que estaba de acuerdo en mojar a la mamá. Por el contrario, John parecía desafiar a papá y tomar de nuevo posesión de mamá en una manera muy oral. Con su vara mágica se sentía capaz de liberar a la mamá de penes y bebés, aunque parecía temeroso de la presencia nefasta de papá asociada con los olores. Al invadir el cuerpo materno y al arrancarle los pezones a mordiscos, John dejaba los pechos incontinentes y él ya no podía distinguirlos de sus propias nalgas o vejiga goteantes. Como él, los pechos no tenían tapón para contener los líquidos, y no eran mejores que un pañal trapo de piso empapado. La conducta de John sugería su desesperación por el pecho destruido y mordido, por la pérdida de la firme mamá buena, y me pareció que al final casi no podía tolerar la vista deesa bola de trapo chorreante, con el temor de que cayera sobre su cabeza y lo aplas­tara.

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