LA FANTASÍA DEL HIJO

Tener un hijo en forma inmediata calmaba angustias de dis¬tintas fuentes. 1) Le era urgente como reparación maníaca y tenta¬tiva de negar el vacío interior y consolidar su identidad instalada en el rol materno. 2) Anulaba el temor de que el marido la hubiera vaciado intelectual y económicamente sin asegurarse de que le diera algo a cambio. 3) Disimulaba el fracaso que implicaban sus dificul¬tades en el estudio, muy doloroso para una alumna que había sido brillante. 4) Adscribía, además, a este hijo que vendría, una fantasía mesiánica: él uniría a la pareja y le permitiría tener orgasmo. En ese sentido, la frigidez la angustiaba en cuanto la sentía como au¬sencia de una parte del cuerpo, que no le permitía integrar su esquema corporal y su identidad: era una parte que no le pertenecía. La excitación que experimentaba cuando estaba metida en un lío de familia era sentida como sustituto de la excitación genital, con el significado de «vivir» junto con sus cosas. 5) Era un medio de triunfar sobre el marido en la relación competitiva. 6) Por últi¬mo, el hijo era también un medio para renovar la dependencia de los padres, creándose una situación económica más difícil, y para aplacarlos al mismo tiempo ofreciéndoles el hijo; decía: «Papá ten¬drá que mantenerlo y mamá que cuidarlo, porque yo tendré que estudiar».
El análisis detallado de estas fantasías le permitió postergar un tanto la urgencia de embarazarse y retomar lentamente el estudio, llegando a rendir algunas materias. Pero en la primera interrupción del análisis por vacaciones, se embarazó. Evidentemente no podía tolerar la separación sin apelar a un recurso maníaco y lo vivió como robo, ocultándome el hecho durante varias sesiones.

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