EL FUTURO DE LOS «TROCADOS»

El primer momento fue de estupor. «El que tenía la cabeza de Nanda se tentaba, examinándose los miembros, el cuerpo que antes había pertenecido como accesorio a la noble cabeza de Chridaman; y éste, Chridaman según la cabeza, comprobaba lleno de estupefac¬ción que era suyo el que había sido la cosa principal unida a la cabeza linda de Nanda.»
En cuanto a Sita oscilaba entre el júbilo y el dolor.
Mientras les hablaba se dirigía a ellos llamándolos por el nom¬bre de sus respectivas cabezas. Ellos la perdonaron y «los tres se unieron, abrazándose en íntimo grupo con lágrimas y risas». Parecía que «Sita había hecho bien en dirigirse a los renacidos por sus cabezas, pues éstas eran lo decisivo; por las cabezas se definie¬ron indudablemente los sentimientos del yo y de lo mío y se sentía ser Nanda el que llevaba sobre sus hombros estrechos y claros la cabeza popular del hijo del herrero, y se portaba con aplomo como Chridaman aquel que tenía sobre sus hombros magníficos y oscuros la cabeza del nieto de brahmanes».
Aparece aquí el sentimiento de identidad («se sentía ser») ligado a la conducta («se portaba») como elemento revelador.
Todos parecían satisfechos y creían haber logrado la solución ideal: pretendían, maníacamente, tomar como integración la nue¬va forma de disociación.
Chridaman decía: «Siempre he deseado para mí tal corporei¬dad… Ahora estarán de acuerdo las inclinaciones de mi espíritu con mi figura corporal, de modo que ya no tendré nada de ina¬decuado ni trastrocado si hablo en pro de la simplificación (reli¬giosa) pues me resulta adecuado y el mío ahora lo que me era ajeno».
Pero además de la reacción maníaca que primaba en toda la situación, había también un atisbo de duelo por lo perdido y una tristeza por lo logrado. «Hay sin duda una cierta tristeza en esto de que lo ajeno se haya vuelto mío ahora y no sea ya un objeto de deseo y admiración, a menos que me admire a mí mismo …»
Este sentimiento parece corresponder a la depresión consecu¬tiva a determinados logros por la pérdida de la parte del yo que contenía el anhelo o la expectativa del logro. En este caso, a esa parte del yo se agregaba la pérdida de otra, muy concreta: la que representaba su cuerpo que ya no le pertenecía. Es de hacer notar que sólo aparecen pocas frases que pueden sugerir la existencia de alguna preocupación por el cuerpo perdido cuando, más ade¬lante, Chridaman da instrucciones a Nanda con respecto a los cui¬dados que debe prodigar al que fuera su cuerpo.
Pero, por otra parte, su tristeza provenía más explícitamente de la pérdida de la relación objetal; haber quedado sin objeto a quien admirar y quedar reducido a la relación narcisista, regresiva o involutiva, tomándose a sí mismo como objeto.
También Nanda estaba contento con el cambio: …»también he deseado siempre para mí un cuerpo tan fino como el que ahora tengo, y si en el futuro defiendo el culto ritual de Indra contra la simplificación me caerá mejor que antes a la cara, o por lo menos al cuerpo, que para ti, Chridaman, fue un accesorio pero que para mí es lo principal».
Pero ya muy pronto se pudo ver que las cosas no quedaban tal cual parecía en un primer momento. Los cuerpos empezaron a demostrar que también tenían algo que decir.

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