La génesis de los mitos y de los rituales 102

inicialmente recíproca. No hay que asombrarse si todas las actividades hu­manas e incluso la vida de la naturaleza están subordinadas a esta meta­morfosis de la violencia en el seno de la comunidad. Cuando las relacio­nes se enturbian, cuando los hombres dejan de entenderse y de cooperar, no hay actividad que no resulte perjudicada. Hasta los resultados de la ‘cosecha, de la caza o de la pesca, hasta la calidad y la abundancia de las cosechas, se resienten a ello. Así pues, los beneficios atribuidos a la violencia fundadora superarán de manera prodigiosa el marco de las rela­ciones humanas. El homicidio colectivo aparece como la fuente de toda fecundidad; se le atribuye el principio de la procreación; las plantas útiles al hombre, todos los productos comestibles surgen del cuerpo de la vícti­ma primordial.

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Hasta Hubert y Mauss citan a cada instante unos hechos que debieran devolver nuestra ciencia «revolucionaria» a la realidad de lo social. Al lado de mitos, en efecto, en los que el linchamiento fundador es práctica­mente indescifrable, hay otros en los que su presencia está casi explícitamen­te reconocida. Estos mitos apenas transfigurados no siempre pertenecen a las culturas que nuestra condición de humanistas occidentales pudiera inci­tarnos a considerar los más «groseros». Nuestros dos autores citan un ejemplo griego que no deja nada que desear:

«En Trezene, en el períbolo del templo de Hipólito, se conme­moraba con una fiesta anual las lithobolia, la muerte de las diosas extranjeras Damia y Auxesia, vírgenes extranjeras llegadas de Creta, que habían sido, según la tradición, lapidadas en una sedi­ción. Las diosas extranjeras son el extraño, el transeúnte que desempeña con frecuencia un papel en las fiestas de la siega; la lapidación es un rito de sacrificio.»

En la proximidad del mito de Edipo aparecen unos ritos como el del pharmakos y del katharma cuya intención auténtica se ilumina a la luz de la lectura ofrecida anteriormente. Previsora, la ciudad de Atenas mante­nía a sus expensas un cierto número de desdichados para los sacrificios de ese tipo. En caso necesario, esto es, cuando una calamidad se abatía

  • amenazaba con abatirse sobre la ciudad, epidemia, carestía, invasión ex­tranjera, disensiones internas, siempre había un pharmakos a disposición de la colectividad.

La explicación completa del mito de Edípo, esto es, el descubrimiento

3. Op. cit., p. 290.

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