LAS MUJERES Y EL HABLA. Los rodeos tienen una causa.

LAS MUJERES SON INDIRECTAS

Todo empezó como una agradable y relajante excursión de fin de se-mana a un valle que estaba a un par de horas en coche de casa. La carretera era sinuosa y con el fin de maniobrar mejor en las curvas, John apagó el transistor. Le resultaba imposible conducir por una ser­penteada carretera mientras escuchaba música.

«John –dijo Allison, su novia–, ¿te apetece un café?»

John sonrió «No gracias. Ahora no» contestó, mientras pensaba que Allison había sido muy atenta al preguntarle. Al cabo de un rato, John se dio cuenta de que ella había dejado de hablarle y empezó a sospe­char que podía estar enfadada. «¿Va todo bien, cariño?» preguntó. «Sí, todo va bien», respondió bruscamente. El, confuso, le preguntó: «¿Cuál es el problema?». Ella le lanzó la respuesta sin pensarlo dos veces: «¡No te has parado!». La mente analítica de John intentó recordar cuándo había empleado la palabra «pararse». Estaba seguro que Allison no le había dicho que se parase. Ella le dijo que tenía que ser más sensible y que cuando le preguntó si le apetecía un café quería decir que ella quería parar a tomarse uno. «¿Qué pretendes? ¿Qué te lea la mente?» le preguntó él con guasa.

«Dímelo claro» es otro de los reproches que todos los hombres les hacen a las mujeres. Cuando una mujer habla utiliza indirectas, es de­cir, oculta su verdadero propósito y se va por las ramas. Hablar de forma indirecta es una especialidad femenina y también tiene un objetivo: crear relaciones con otras personas evitando la agresión, las disputas o la confrontación. Esta visión se adapta perfectamente a su tarea ae protectoras del hogar y, por lo tanto, defensoras de la armonía.

Hablar de forma indirecta favorece la relación entre las mujeres,
pero, a veces no funciona con los hombres
porque no conocen las reglas del juego.

El cerebro de la mujer esta orientado hacia el proceso y, por ello, disfruta con el proceso comunicativo. Los hombres consideran que la falta de estructura y objetivo final en el discurso de las mujeres es des­concertante y a menudo las critican por no saber de qué están hablando. En el mundo empresarial, el discurso indirecto puede tener desastrosas consecuencias para una mujer, puesto que los hombres no pueden seguir los distintos temas y pueden acabar rechazando sus propuestas, ofertas o peticiones de adelantos. El discurso indirecto puede resultar excelente para crear relaciones pero, por desgracia, esta ventaja puede resultar insignificante si se compara con las repercusiones de que un coche o un avión se estrelle porque el conductor o el piloto no entendieron bien las instrucciones que les dieron.

El discurso indirecto se caracteriza por la redundancia de ciertos calificadores como, por ejemplo «un poco», «era como», «bastante», etc. Imagínense que Winston Churchill, el Primer Ministro británico du­rante la II Guerra Mundial, hubiese utilizado el discurso indirecto para convencer a los aliados de la necesidad de luchar contra la amenaza de Hitler. Seguramente no hubiese obtenido el mismo resultado: «Diga­mos que les atacaremos en las playas, y también un poco en la monta-ña y más o menos ya estará y nunca nos rendiremos». Puede que con este discurso hubiesen perdido la guerra.

Cuando una mujer utiliza el discurso indirecto con otra no hay nin­gún problema, ya que las mujeres saben extraer el significado de la conversación, pero si emplea la misma táctica con un hombre, puede conseguir un efecto indeseado, puesto que los hombres toman el sig­nificado literal de las palabras. Sin embargo, con paciencia y práctica, los hombres y las mujeres pueden llegar a entenderse.

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