EL ÁMBITO DE LA PSICOLOGÍA ES POLÍTICO

EL ÁMBITO DE LA PSICOLOGÍA ES POLÍTICO
La psicología, en tanto disciplina, ha pasado a desempeñar una función muy concreta en el capitalismo, y las teorías académicas y las prácticas profesionales que constituyen la psicología en las escuelas, las compañías, los hospitales y las prisiones encajan todas ellas como mano en guante con el poder. Todo ello es razón sufi¬ciente para incluir a la psicología en la agenda de las políticas radicales. Aún más importante a este respecto es el hecho de que el ámbito de la experiencia que denominamos «psicología» se forjó al amparo del capitalismo, por lo que un análisis detallado de la psicolo¬gía permitiría comprender con mayor profundidad el funcionamiento del propio capitalismo, la naturaleza de la alienación en la socie¬dad capitalista y el papel de las distintas formas de opresión que alberga.
La «psicologización» de la vida cotidiana en el capitalismo no es el tema de una asignatura optativa más, ni una simple estratage¬ma política de los que ostentan el poder para dividir y gobernar; la psicologización es parte esencial y necesaria del capitalismo. Ésta es la razón por la que en el capitalismo, por ejemplo, el racismo y el sexismo están entrelazados.
Algunos aspectos de la opresión parecen ser más «psicológi¬cos» debido, precisamente, a que complementan y sustentan lo que, para algunos, es la explotación más visible. La sociedad capitalista es explotadora y alienante, y, sin duda, fomenta las experiencias individuales, pero también convierte la experiencia individual en un asunto «psicológico», como si se tratara de una dimensión que operase en el interior de cada persona. Ya sea considerado como un proceso mental o emocional, el ámbito psicológico funciona al

LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA
mismo tiempo como propiedad exclusiva de los individuos y como un algo que el mismo individuo no puede llegar a comprender del todo.
La alienación, además de separarnos del resto de personas, también nos separa de nosotros mismos como si estuviéramos poseí
dos y controlados por fuerzas desconocidas. Entre ellas, las fuerzas
económicas, que estructuran nuestras vidas como seres obligados a vender su trabajo. Sin embargo, la psicologización de las distintas
dimensiones de opresión, que ha hecho posible el capitalismo, tam¬bién convierte a la «raza» y el «sexo» en fuerzas muy poderosas, a veces excitantes y otras temibles, las cuales están fuera de nuestro control.
La estrecha relación entre la experiencia íntima, las relaciones personales y el Estado se invoca y moviliza en el ámbito «psicológico»
para neutralizar las amenazas contra la propiedad privada. La psico
logización está asimilada hasta tal punto que ya no son sólo los psicólogos los que culpan a los individuos y los tratan como si estu
vieran a la «defensiva» frente al racismo y el sexismo. Por ejemplo,
los ataques contra los inmigrantes forman parte del debate político racional, el cual representa a las clases medias como psicológicamente
concienciadas, consideradas y emocionalmente educadas, al tiempo
que habilita y se desmarca de otro tipo de caracterización psicológica atribuida a las masas trabajadoras. Por tanto, en el preciso momento
en que la psicologización permite expresar a través de la violencia racista el papel del Estado como mecanismo político-económico que defiende a la «nación» de los forasteros, la psicología en tanto ideolo¬gía es capaz de confirmar de nuevo, engreídamente, que el problema reside en la naturaleza humana.
Así se explica que las políticas radicales no tengan nada que ver con liberarse de ninguna suerte de «represiones», frustraciones y energías contenidas que el «sistema» no ha permitido expresar. La revolución, además de «resistirse» a la opresión, invita a levantarse contra el poder. Las fuerzas que nos empujan al interior de nosotros mismos, hacia las profundidades en ebullición, a punto de estallar cuando se quita la tapadera, son una representación precisa del fun¬cionamiento de la psicologización, como una de las dimensiones más peligrosas y reaccionarias de la ideología psicológica.

IAN PARKER
Contra la barbarie de la sociedad capitalista, patente para los que viven de salarios míseros y cuya fuerza de trabajo oculta hace posible la existencia de la sociedad del consumo, y contra la barba¬rie que el capitalismo desata contra los que le hacen frente allá donde sea, los movimientos revolucionarios se han preocupado en todo momento por conservar los logros pasados de los oprimidos. Los cambios revolucionarios precisan de un cambio personal y social capaz de imaginar un mundo mejor, lo que, a su vez, siempre ha requerido de un análisis pormenorizado, de la reflexión y la teo¬ría, si bien este análisis, reflexión y teoría no deben confundirse con la psicología.
El vínculo entre lo personal y lo político en las políticas revo¬lucionarias ha pasado de nuevo a cobrar protagonismo gracias a las políticas feministas. Inicialmente el movimiento socialista había tratado la relación entre lo personal y lo político, y muchas revolu¬ciones no habrían sido posibles si la liberación sexual y cultural no hubiese figurado junto a las demandas económicas. A diferencia de la psicología, estos movimientos conectan lo personal y lo político, resaltando la naturaleza colectiva de la actividad humana. De este modo, cuestionan la reducción de los fenómenos sociales al plano individual y plantean que el cambio histórico transforma lo que parecen ser cualidades inamovibles del comportamiento humano. Asimismo, la universalización de la lucha por el cambio podría desafiar y trascender la globalización explotadora que trajo el capi¬talismo.

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