NUESTRAS DIFERENCIAS DE PERCEPCIÓN. Cómo marcan nuestras preferencias.

NUESTRAS DIFERENCIAS DE PERCEPCIÓN

Los hombres y las mujeres están en el mismo mundo, pero lo perciben a través de un prisma diferente. Un hombre puede ver objetos y calcu­lar la relación entre ellos de forma espacial, como si se tratase de las piezas de un puzzle. Por su lado, la mujer literalmente ve las cosas en un panorama más amplio y puede fijarse en los pequeños detalles, pero cada pieza del puzzle en particular y su relación con el resto de las piezas le parecerá más importante que su posición espacial.

Los hombres se centran en conseguir resultados, objetivos, estatus y poder, ganar la competición y ser los más eficientes. Por el contrario, las mujeres se centran en la comunicación, la colaboración, la armo­nía, el amor, compartir y las relaciones personales. Este contraste es tan obvio que parece sorprendente que los hombres y las mujeres quie­ran vivir juntos.

A LOS NIÑOS LES GUSTAN LAS COSAS, A LAS NIÑAS LA GENTE

Los cerebros de las niñas están estructurados para reaccionar ante la gente, pero los de los niños parecen programados para reaccionar a los objetos y a sus formas. Los estudios de bebés que cuentan tan sólo con horas de vida hasta algunos que tienen varios meses de edad demuestran que a los niños les gustan las cosas, mientras que a las niñas les atraen más las personas. Estas diferencias entre los sexos, científicamente comprobadas, demuestran que ambos perciben el mundo de forma distinta dependiendo de su estructura cerebral. Las niñas, que cuentan tan sólo con semanas de edad, muestran gran interés por las caras y mantienen el contacto ocular durante el doble o el triple de tiempo que los niños, mientras que a éstos les gusta más mirar el movimiento de algún objeto móvil que contenga formas y figuras irregulares.

A las doce semanas de edad, las niñas pueden distinguir los miem­bros de su familia de los extraños, una diferencia que los niños son incapaces de realizar, pero ellos poseen más destreza para saber dónde se encuentran sus juguetes. Estas distinciones entre los sexos ocurren mucho antes de que los condicionantes sociales puedan tener relevan­cia en su conducta. Se realizó un experimento con niños de preescolar a los que se les daban unos binoculares con los que podían ver objetos por un ojo y caras de personas por el otro. Los resultados revelaron que las niñas recordaban las caras de la gente y los sentimientos que expresa­ban facialmente, a diferencia de los niños que recordaban más detalles sobre las cosas y sus formas. En el colegio, las niñas se suelen sentar en círculos, hablando juntas y observando el lenguaje corporal de cada una. Parece imposible descubrir quién de ellas lleva la voz cantante.

Las niñas buscan crear lazos de unión y colaboración. Los niños buscan el poder y una posición respetable.

Si una niña realiza una construcción, suele ser bastante larga y baja, destacando la gente imaginaria que se encuentra dentro del edificio. Por el contrario, a los chicos les entusiasma competir y ver quién cons­truye la estructura más grande y más alta. Los niños corren, saltan, brincan y juegan a parecer aviones o tanques, mientras que las niñas hablan sobre los niños que les gustan o lo estúpido que parece alguno de ellos. En preescolar, una alumna nueva es recibida por las demás niñas y todas se saben los nombres de todas. Cuando un niño nuevo llega al colegio, el resto de los niños le trata de forma distinta y sólo permite que forme parte del grupo si la jerarquía considera que puede resultarles útil. Al final del día, la mayoría de los niños no conocen el nombre del nuevo alumno, pero sabrán si sabe jugar bien o no. Las niñas dan la bienvenida y aceptan a las demás, mostrándose incluso más compasivas con alguien que padece alguna anomalía o minusvalía, mientras que esta misma persona podría convertirse fácilmente en la nueva víctima y objeto de risas de los niños.

A pesar de que los padres intentan educar a los niños y niñas de la misma forma con la mejor de las intenciones, las diferencias en su es­tructura cerebral son las que imponen una decisión en sus preferencias y conducta. Si le da un osito de peluche o un juguete a una niña de cuatro años, pronto lo convertirá en su amigo íntimo. Si se lo da a un niño, lo desmembrará en dos segundos para ver cómo funciona, dejará sus partes desparramadas y buscará un nuevo objeto para entretenerse.

A los niños les gustan las cosas e investigar sobre su funcionamien­to, a diferencia de las niñas que prefieren tratar con personas y vínculos afectivos. Cuando los adultos rememoran bodas, las mujeres ha­blan sobre la emotiva ceremonia y sobre los invitados. Los hombres hablan de su despedida de solteros.

«Sí, Isabel… ya sé que tienes razón… sé que padece desórdenes mentales y
que es un sádico asesino con un hacha en la mano…
//pero quizás se trate de un enfermo mental
sádico asesino del hacha que necesita ayuda!!»

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