Psicología Social y Trabajo Social

PRESENTACION

Cuando terminarnos de confeccionar este libro contábamos con la experiencia de la primera promo­ción de Trabajadores Sociales diplomados por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Este camino, que hemos recorrido juntos, nos ha facilitado la labor de presentar hoy un manual específico para los estudiantes de la Diplomatura de Trabajo Social que analiza el comportamiento de las personas en sociedad, objeto de estudio de la Psicología Social.

A través de los diferentes capítulos del presente volumen se exponen las concepciones y bases teóricas y empíricas de la disciplina más relacionadas, a nuestro juicio, con el desarrollo profesional de un/a Trabajador/a Social. Por supuesto, la Psicología Social se ocupa del estudio de numerosos procesos básicos y aplicarlos que no serán abordados en estas páginas. La selección de tenias llevada a cabo responde a un doble hecho: la presentación de los tópicos más interesantes de la disciplina para la formación de Trabajadores Sociales, unida a la consideración del carácter cuatrimestral de esta asignatura.

Ei resultado se manifiesta en los diez capítulos que componen el manual. El primero de ellos está de­dicarlo fundamentalmente a analizar las interconexiones existentes entre la Psicología Social y el Trabajo social. Esta vinculación permitirá a los futuros Trabajadores Sociales conocer las aportaciones de nuestra disciplina a su área de interés. A lo largo del capítulo se destaca el carácter aplicado de la Psicología Social. A continuación se abordan los comportamientos que llevamos a cabo en función del grupo cul­tural de referencia, haciendo hincapié en las pautas de interacción entre personas pertenecientes a cli­ferentes culturas. El tercer capítulo se ocupa del análisis de uno de los tópicos más importantes de la dis­ciplina: las actitudes, prestando especial atención a las funciones y origen de las actitudes, así como a la influencia entre actitudes y conducta. Los dos capítulos siguientes están destinados al estudio de los procesos grupales y las relaciones intergrupales (Capítulo 4) y al estudio del prejuicio y la aculturación (capítulo 5). En el primero de ellos se expone la notable influencia que ejercen el grupo y los procesos grupales sobre el individuo, poniendo de manifiesto cómo la pertenencia grupal determina muchos de nuestros comportamientos. Asimismo, se analiza la naturaleza de las relaciones intergrupales, haciendo especial hincapié en el análisis del conflicto intergrupal y las estrategias destinadas a reducirlo. El Ca­pítulo 5 se centra en el estudio de uno de los problemas sociales más importantes en la actualidad, la inmigración, en concreto analiza el prejuicio y la aculturación, destacando los enfoques y concepciones predominantes en la investigación cle estos tópicos desde la perspectiva de la Psicología Social. Se abor‑

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dan extensamente los modelos contemporáneos en el estudio del prejuicio, así como un modelo de aculturación desarrollado en nuestro contexto social.

En el Capítulo 6 se realiza un análisis psicosocial del conflicto interpersonal y de las estrategias que permiten manejarlo o gestionarlo, incidiendo en la idea de que el conflicto no es siempre tan negativo como en principio pueda suponerse, sino que incluso puede ser necesario y beneficioso en nuestras re­laciones con los demás. El siguiente capítulo está dedicado al estudio de la conducta de ayuda, la con­ducta prosocial y el altruismo. En él se analizan con detalle los orígenes de las conductas prosociales en las personas, así como la conducta de ayuda, tanto interpersonal como grupal. En el Capítulo 8 se realiza un análisis psicosocial de la agresión, haciendo especial hincapié en la exposición de las teorías psicosociales sobre el origen de la agresión, los estudios clásicos llevados a cabo sobre este proceso, y los principales contextos en los que se produce la agresión.

El Capítulo 9 está dedicado al estudio psicosocial del género, centrándose en los estereotipos y la identidad de género. Asimismo, se realiza un análisis de las actitudes sexistas y su relación con la vio­lencia de género. En el último capítulo, de carácter más aplicado, se exponen los comportamientos más característicos sobre salud y enfermedad, profundizando en la comunicación que se produce entre [os profesionales asistenciales y los usuarios/enfermos.

Cada capítulo presenta la siguiente estructura: términos clave, objetivos, introducción, desarrollo de los contenidos del capítulo y establecimiento de conclusiones generales. Hemos sustituido la amplia lista de referencias bibliográficas que caracteriza a los manuales por su inclusión al final de cada tema, con el propósito de facilitar su búsqueda al lector interesado. Asimismo, en cada tema se reseñan direcciones Web y lecturas recomendadas que facilitarán la profundización y/o comprensión de los contenidos ex­puestos a lo largo de los capítulos. Finalmente, el manual cuenta con un glosario en el que se definen todos [os términos clave referidos en los capítulos.

Antes de finalizar no queremos dejar de agradecer a nuestros compañeros de la UNED y al profesor Yubero, de la Universidad de Castilla La Mancha, su valiosa e imprescindible colaboración, ya que sin su experiencia, conocimiento y buen hacer este libro nunca hubiera visto [a luz. Por supuesto, no po­demos dejar de expresar nuestro agradecimiento a la editorial Sanz y Torres, de manera especial a Al­berto Torres, por hacer realidad nuestro proyecto y por su disposición a facilitarnos en todo momento nuestro trabajo.

Y, como no, manifestar nuestro más sincero deseo de que el estudio de los contenidos de este manual y la adquisición de los conocimientos necesarios para superar la asignatura se conviertan en una tarea estimulante y satisfactoria a través de la cual los alumnos disfruten aprendiendo. Este propósito nos ha acompañado durante todo el proceso de confección del manual.

Isabel Cuadrado e Itziar Fernández Madrid, agosto de 2007

PSICOLOGÍA SOCIAL

Y TRABAJO SOCIAL

INTRODUCCIÓN

EL TRABAJO SOCIAL

UTILIDAD DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL PARA EL TRABAJO SOCIAL

LA PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA

La investigación-acción

La triada «teoría, investigación y práctica» Tecnología Social

La Psicología Social Aplicable

OBJETIVOS Y ÁREAS PROFESIONALES DEL TRABAJO SOCIAL

RAZONES PARA UNA COLABORACIÓN ENTRE TRABAJO SOCIAL Y PSICOLOGIA SOCIAL

LA INTERVENCIÓN SOCIAL: PUNTO DE ENCUENTRO IMPORTANTE DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL Y EL TRABAJO SOCIAL

El Bienestar Social

Pasos de la intervención social

Funciones y áreas de la intervención social

LA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL

CONCLUSIONES

LECTURAS RECOMENDADAS Y REFERENCIAS EN INTERNET

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

F Presentar la definición de la Psicología Social y señalar las relaciones entre Psicología Social y

OBJETIVOS

t       Trabajo Social

Resaltar el carácter aplicado de la Psicología Social

Mostrar, con una serie de ejemplos, que los contenidos de los capítulos de este volumen recogen el carácter aplicado de la Psicología Social

Señalar los aspectos del Trabajo Social más relacionados con los conceptos y prácticas de la Psi­cología Social

Mostrar la relevancia y complejidad del Bienestar Social

Definir conceptualmente y con ejemplos concretos la Intervención Social, por ser uno de los re­sultados más directos de la colaboración entre la Psicología Social y el Trabajo Social

Poner de relieve la perspectiva psicosocial en la Intervención Social

PSICOLOGÍA SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL • 3

Introducción

Este capítulo, que analiza las relaciones entre Psicología Social y Trabajo Social, intenta servir como marco general para la comprensión de los contenidos del presente volumen. La Psicología Social se centra en el estudio dedos procesos que posibilitan la inserción de las personas en la sociedad, como, por ejemplo, la cultura, las actitudes, los grupos y las relaciones intergrupales, los prejuicios y la acul­turación, el conflicto, la conducta de ayuda, la conducta prosocial y el altruismo, la agresión, el género, o la salud, entre otros.

Todos o la mayoría de estos procesos interesan a muchas ciencias sociales, desde la Economía a la Historia, pasando por la Sociología, la Ciencia Política y la Antropología, entre otras, pero en Psicología Social se analizan desde una perspectiva peculiar. Así lo apunta la definición clásica de la disciplina de G. W. Allport 968): «intento de comprender y explicar cómo el pensamiento, el sentimiento y la con­ducta de las personas individuales resultan influidas por la presencia real, imaginada o implícita de otras personas». Esta definición enfatiza el vínculo que une a las personas entre sí dentro del contexto social y afirma que las personas se influyen mutuamente y que sus procesos psicológicos individuales son un producto de SUS relaciones con las otras personas con las que interactúan. Aclara, al mismo tiempo, que esa interacción no se limita a lo físico, ya que también puede ser imaginada y hasta sim­bólica.

El contenido del capítulo responde a los planteamientos anteriores. Se comienza con una definición del Trabajo Social para pasar en seguida a analizar las relaciones de esta disciplina con la Psicología So­cial. Se dedica un amplio espacio a argumentar la naturaleza aplicada de la Psicología Social que se con­creta en cuatro desarrollos, cada uno de ellos asociado a un autor concreto: la investigación-acción, la triada «teoría, investigación y práctica», la Tecnología Social y la Psicología Social Aplicable. Se consi­dera que es la Intervención Social el resultado más directo de la colaboración entre la Psicología Social y el Trabajo Social, por lo que se le dedica a este apartado el resto del capítulo. Se comienza el apartado con la introducción de los conceptos e índices del Bienestar Social, tanto en su vertiente objetiva corno subjetiva, se sigue con la exposición de los pasos y las funciones de la intervención social y se finaliza con una explicación de la perspectiva psicosocial de la intervención social.

El Trabajo Social se vincula a los procesos de cambio social. Estos han sido muy profundos y acele­rados en las sociedades contemporáneas. Adquiere protagonismo cuando se generan desajustes y ne­cesidades que afectan a los individuos y a los grupos. Su objetivo es contribuir al desarrollo del bienestar social, la salud y la calidad de vida.

Se define como una profesión que «promueve el cambio social, la resolución de problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la promoción de la libertad de la población para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre el comportamiento humano y los sistemas sociales el trabajo social interviene en los puntos en los que las personas interactúan con su entorno» (A!ETS, 2004, p. 31).

La actual Psicología Social dispone de un amplio y variado conjunto de conocimientos sobre los pro­cesos psicosociales, es decir, sobre los procesos mencionados en un párrafo anterior (cultura, actitudes, grupos y relaciones intergrupales, prejuicio y aculturación, conflicto, conducta de ayuda, conducta pro-social y altruismo, agresión, género, salud) analizados desde la perspectiva explicitada en su definición. Esos conocimientos se han ido generando por medio de esfuerzos fundamentalmente de teoría e inves­tigación, pero también de aplicación.

Este capítulo hará, precisamente, especial hincapié en el carácter apli­cado de la Psicología Social, ya que, aunque se tiende a pensar que es una empresa intelectual de búsqueda de conocimiento, se olvida que surgió para responder a una demanda social. Numerosos autores, entre los que destacan Jones (1985) y Zajonc (1967), han mostrado que la Psicología Social apareció, con perfiles que anticipan los que tiene en la actualidad, en las últimas décadas del siglo XIX, cuando la sociedad europea y, en ge­neral, la occidental, estaban sometidas a fuertes cambios y conflictos que ponían en entredicho la organización social existente. En ese periodo se intensificó la búsqueda de explicaciones que pudieran dar sentido a una situación que se caracterizaba por la inestabilidad objetiva y la experien­cia subjetiva de pérdida de significado, y en el que ni las explicaciones tra­dicionales (teológicas, filosóficas o jurídicas) ni las relativamente nuevas explicaciones biológicas resultaban ya satisfactorias.

Por tanto, la Psicología Social surgió vinculada estrechamente a un determinado contexto histórico con el objetivo de ofrecer respuestas a los principales interrogantes que se planteaban. De aquí su «vo­cación aplicada». Dicho de otra manera, generar conocimiento a través de la teoría e investigación es un paso fundamental, pero no el último, ya que ese conocimiento ha de ser aplicado, ha de convertirse en algo práctico para poder contribuir de manera eficaz a promover el bienestar de los seres humanos. Fue así en el despegue de la disciplina y es así en la actualidad. De ello trata el apartarlo que viene a continuación.

La psicología social aplicada

Un trabajo reciente de Expósito (2005) muestra que la Psicología Social tiene una vertiente aplicada. Ya desde los inicios de la disciplina se constatan intentos de utilización del conocimiento psicosocial para impulsar el cambio social. Algunos, sobre todo los más antiguos, resultan, desde nuestra perspectiva actual, algo desfasados, pero presentan ya elementos apreciables y un decidido afán por aplicar a los problemas sociales un enfoque psicosocial. En la década de los treinta del pasado siglo, Lewin dio un impulso definitivo a las aplicaciones psicosociales, se creó la «Sociedad para el Estudio Psicológico de los Problemas sociales», que todavía hoy sigue operativa, los psi­cólogos sociales estadounidenses contribuyeron al esfuerzo bélico de la II Gue­rra Mundial y, tras un breve periodo de estancamiento, las aplicaciones volvie­ron con fuerza a partir de 1970 (véase el resumen de Expósito, 2005, p. 32).

A conocer el actual estado de la cuestión de las aplicaciones en Psicología Social ayudará el excelente resumen realizado recientemente por Nouvilas (2007) de varios desarrollos, entre los que cabe destacar la investigación-acción, la triada teoría, investigación y práctica, la tecnología social y la Psicología So­cial aplicable.

La investigación-acción

La investigación-acción se asocia a la figura de Levvin (1946, 1948, 1978). Este autor cree que es un error que la teoría y la aplicación psicosociales caminen de forma independiente. Propone como solu­ción para establecer una ligazón entre ellas el concepto de investigación-acción, que Expósito (2005, pp. 25-26) define de la manera siguiente:

En la «Action Research» (investigación-acción), «la adquisición del conocimiento se concibe como insepa­rable de su aplicación para el cambio social. Lewin propuso un modelo que conjugaba la investigación so­cial y la acción social. Dicho modelo se traduce en un proceso cíclico de planificación, acción y evaluación de los resultados de investigación, en el que tanto la acción social como la investigación que evalúa dicha acción pueden suministrar información útil para reformular la teoría”.

En resumen, la investigación-acción consta de tres fases: planificación, actuación y evaluación.

En la primera de ellas, o planificación, juegan un pape] muy importante los conocimientos teóricos y de investigación ya existentes. Es decir, el psicólogo social que se embarca en una investigación-acción no parte de cero. Ahora bien, en la fase de planificación también se tiene que prestar atención a las informaciones que se obtienen del estudio de la realidad social sobre la que se va a intervenir.

La fase segunda, o actuación, es la propiamente activa de este proceso de investigación-acción. Los resultados de esta actuación se analizan detalladamente en la tercera fase, que es también la final.

En la evaluación es preciso calibrar hasta qué punto se han conseguido los objetivos perseguidos con la actuación y también en qué medida los conocimientos de partida de la planificación re­sultaron útiles y adecuados, así como el grado en que necesitan ser modificados,

Por ello, afirma Nouvilas (2007, p. 769), que la investigación-acción tiene lugar «dentro de ciclos recurrentes de planificación, actuación y evaluación».

La investigación-acción propuesta por Lewin dio lugar a una variante denominada «participativa». Esta surge también del trabajo con grupos del mismo Lewin (véase López-Cánabas y Chacón, 1997) y tiene una versión latinoamericana (Cancian, 1993; Freire, 1970; Maguire, 1 987).

La triada «teoría, investigación y práctica»

El punto de partida de Fisher (1982) es que la teoría, la investigación y la práctica comparten algo que las unifica por encima y más allá de sus diferencias: su carácter psicosocial. Por eso, corno señala Nou‑

vilas (2007, p. 770), estos tres elementos «se relacionan y retroalimentan dentro de un mismo campo».

En concreto, la investigación psicosocial se realiza en el laboratorio y en situaciones naturales, y se realiza a partir de las hipótesis que surgen de la teoría. Existe, pues, una estre­cha conexión entre teoría e investigación. Por su parte, la práctica, que combina diversas aproximaciones, corno «la investigación social, la investigación-acción, la investigación evaluativa y el desarrollo de programas» (Nouvilas, 2007, p. 770) se nutre de los conocimientos anteriores de teoría e in­vestigación, si bien, a la vez, contribuye con nuevos cono­cimientos que se generan en la confrontación con los proble­mas que tienen lugar en los contextos de aplicación.

A continuación, se presentan seis ejemplos del alcance del planteamiento de Fisher (1982) extraí­dos de capítulos del presente volumen.

Medidas Implícitas de las Actitudes (Capítulo 3 sobre «Actitudes»)

Durante mucho tiempo preocupó en Psicología Social la posibilidad de discrepancia entre la actitud real o privada de la persona y la manifestación pública de esa actitud. Se intentó superar este problema por medio de diversas estrategias. El procedimiento del IAT (Implicit Association Test) representa el paso decisivo en esta dirección.

Las medidas implícitas surgen de desarrollos teóricos sobre las actitudes y de la utilización de muchos métodos de investigación diferentes. Dos aportaciones teóricas importantes son la distinción entre los aspectos evaluativos o connotativos (por ejemplo, bueno-malo) y los descriptivos o denotativos (por ejemplo payo-gitano) y la distinción entre los procesos elaborados y automáticos en las actitudes. Desde un punto de vista rnetodológico, lo innovador es la utilización de los tiempos de reacción como medida de la actitud, en lugar de las escalas estándar.

Las implicaciones para la práctica de este tipo de investigación son muy numerosas. En muchas ac­titudes la probabilidad de divergencia entre lo privado y lo público es elevada, no sólo porque las per­sonas intenten dar una buena imagen ante los demás y traten de ocultar su verdadera actitud, sino por los procesos automáticos que actúan sin que la persona sea consciente de ello. Aquí es donde alcanzan su verdadero valor las medidas implícitas.

«Norma Subjetiva» (Capítulo 3 sobre «Actitudes»)

La práctica psicológica en varios ámbitos (salud, publicidad, organizaciones y educación, entre otros) revela que no siempre una determinada actitud conduce a la conducta correspondiente. Por ejemplo, una buena actitud del paciente hacia un determinado tratamiento médico no siempre se traduce en la esperable adhesión a dicho tratamiento o cumplimiento terapéutico. De forma similar, una buena actitud hacia el rendimiento en el trabajo no siempre se traduce en un rendimiento elevado.

El concepto de norma subjetiva permite explicar este desfase entre actitud y conducta. Una actitud favorable a comportarse de una forma determinada puede quedar anulada o inhibida por una norma subjetiva contraria a la conducta en cuestión. Esto es lo que sucede con muchos tratamientos médicos que no tienen en cuenta el contexto del paciente ni el hecho de que el tratamiento recomendado va a interferir con las relaciones que mantiene con su familia, amigos o compañeros de trabajo. En el ámbito de las organizaciones suelen existir normas sociales de los propios trabajadores que regulan la cantidad y calidad del rendimiento esperable y que tienen más peso que [as actitudes privadas de los trabajadores.

Teoría del prejuicio manifiesto y sutil (Capítulo 5 sobre «Psicología Social del Prejuicio y la Aculturación»)

En la práctica cotidiana se aprecia que manifestaciones públicas de rechazo hacia grupos minoritarios (inmigrantes, gitanos, discapacitados, entre otros) son difíciles de encon­trar, aunque al mismo tiempo son noticia en los medios de comunicación episodios de maltrato, abusos de poder e in­cluso agresiones físicas a personas de esos grupos. Es posible que la forma de expresión del prejuicio haya variado en los últimos años y que ya no resulte aceptable mostrar prejuicio en público, o que hayan aparecido nuevas formas que coe­xisten con las tradicionales.

Pettigrew y Meertens (1995) formulan la teoría del pre‑

juicio manifiesto y sutil para intentar comprender los procesos responsables de las conductas observadas en la población mayoritaria. Su investigación consiste en desarrollar una escala capaz de medir separadamente cada uno de esos dos tipos de prejuicio y en usarla posteriormente para descubrir los correlatos o procesos psicológicos asociados con cada uno de

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ellos. Esta investigación desemboca, a su vez, en algo práctico, ya que la aplicación de la escala permite elaborar perfiles diferenciados de personas prejuiciosas por lo que es útil para poner en marcha estra­tegias específicas destinadas a eliminar o reducir el prejuicio. En la práctica, la eficacia de tales estra­tegias dependerá de que se ajusten al tipo de prejuicio que mantiene la persona.

«Privación Relativa» (Cuadro 6.4 del Capítulo 6 sobre «Conflicto interpersonal y su Gestión» y Capítulo 4 sobre «Procesos Grupales y Relaciones lntergrupales»)

Con frecuencia, los medios de comunicación difunden acontecimientos de violencia extrema y apa‑

rentemente injustificada, como el motín de la prisión de Attica descrito en el cuadro 6.4. La Psicología

Social ha desarrollado el concepto de «privación relativa» para explicar las causas o, por lo menos, los

antecedentes de estos conflictos que son, a la vez, graves e inesperados. En la «privación relativa» hay

una idea innovadora: las personas recurren, para evaluar las situaciones que viven, a criterios relativos, no absolutos. Es decir, una situación que observadores externos califi­carían de aceptable o normal puede resultar muy negativa, o incluso in­tolerable, para quienes la viven. La diferencia de evaluación proviene de los criterios utilizados. El observador externo recurre generalmente a criterios abstractos y genéricos (por ejemplo, compara esa situación con otras similares que conoce). En cambio, los que viven esa situación se comparan con otras personas que consideran similares para decidir si están obteniendo lo mismo que ellas o menos, o tienen en cuenta las normas percibidas que regulan esas situaciones, los derechos que les asisten o los méritos que creen haber hecho. Es decir, utilizan criterios relativos.

En el caso del motín de Attica, la violencia extrema que se desencadenó tal vez sea injustificada para un observador externo, sobre todo si compara las condiciones de esa prisión con otras de las que tiene noticia: el observador externo piensa que lo que ocurre en Attica no es diferente de lo que ocurre en la mayoría de las prisiones. Sin embargo, para los reclusos de Attica, lo crucial era el incumplimiento de unas promesas que se les habían hecho e interpretaron el incumplimiento como un desprecio de las autoridades de la prisión hacia sus derechos.

En definitiva, el concepto de privación relativa guarda relación con la práctica, porque está en la base
de muchos acontecimientos violentos cotidianos. Surge de una teoría psicosocial que enfatiza la utili‑
zación de criterios relativos por parte de los afectados, que recurren a comparaciones con otros similares,
a las normas percibidas, a los derechos adquiridos y a los méritos que se consideran consolidados. La
investigación sobre privación relativa se ha realizado tanto en el laboratorio corno en situaciones natu‑
rales. El acontecimiento descrito en el cuadro 6.4 es, precisamente, una de estas situaciones naturales.
Es importante no olvidar que existen distintos tipos de privación relativa. Así se señala en el Capítulo
4, donde se habla de tres tipos principales, cada uno de los cuales se basa en un tipo concreto de com‑
paraciones. El tipo intergrupal, también llamado «fraternal», establece comparaciones entre el propio

grupo y otros grupos similares. Se ha encontrado que es este tipo el que tiene probabilidad de desencadenar acciones destinadas a corregir la situación de partida, es decir, la que se considera responsable de la privación experimenta­da. Por tanto, la privación relativa intergrupal es, en muchas ocasiones, el motor cíe la conducta colectiva.

Capítulo 8 «Aspectos básicos del estudio psicosocial de la Agresión»

La relación entre la teoría, la investigación y la práctica también es clara en el estudio psicosocial de la agresión. Esta perspectiva establece los supuestos básicos para el análisis de la violencia, identifica las condiciones que promo­cionan la violencia y señala los mecanismos por los que dichas condiciones desencadenan comportamientos agresivos. Respecto a los primeros, se destaca la importancia de la cultura en el mantenimiento y promoción de la violencia. Este supuesto central de la Psicología Social es constatado por los estudios que verifican que el tipo de agresiones predominantes y la incidencia de estos com­portamientos varían en las diferentes culturas. El concepto de cultura del honor ilustra el conjunto de creencias, normas y pautas de comportamiento por el

que determinado tipo de sociedades regulan y promueven el uso de la agresión. Tal y como se menciona en el capítulo 8, en estas culturas se considera aceptable la violencia para resolver aquellas situaciones en las que el honor (personal, familiar o de propia comunidad) se ve amenazado o vulnerado. Este con­cepto es de gran utilidad para comprender la mayor incidencia que tiene, en ciertas comunidades, la violencia ejercida por los maridos hacia sus esposas o la violencia que se desencadena entre los jóvenes pertenecientes a ciertas bandas callejeras.

Las sugerencias de intervención que se derivan de estas aportaciones se clarifican definitivamente cuando
se identifican los mecanismos por los que la cultura regula la agresión. La teoría del aprendizaje social, des‑
arrollada inicialmente por Banciura, ha señalado tres mecanismos esenciales: el aprendizaje vicario, la imi‑
tación y el modelado. Este autor plantea que la observación de comportamientos violentos permite a los
observadores aprender pautas de conducta agresiva y ofrece, además, información acerca de las condiciones
en que se ejerce la violencia y también de las consecuencias de estas acciones. La persona que actúa de
forma violenta se convierte así en un modelo de conducta a imitar, y las consecuencias sociales y personales
que experimente el modelo serán también incorporadas por el observador como parte de la información
que definen el significado de la violencia y el grado de aceptación social de este tipo de comportamientos.
Teniendo en cuenta los aspectos señalados, es indudable que para reducir los comportamientos vio‑
lentos la intervención primaria debe incidir en la construcción de una cultura de la paz en la que se sen‑
sibilice a los ciudadanos hacia el problema de la violencia, en la que se ensalce a personajes o modelos
cuyo comportamiento sea pacífico y no violento, y en la que se regulen las condiciones por las que el com‑
portamiento pacífico sea más eficaz que la violencia para lograr el progreso de las personas y su bienestar.
El capítulo 8 también alude a otros mecanismos que señalan elementos clave en la intervención se‑

cundaria. La escalada de violencia y la espiral del silencio son muy ilustrativas en este sentido, ya que reflejan dinámicas que con frecuencia participan en el aumento de la agresión.

No hay que olvidar en ningún caso que los procesos de violencia se alimentan de una fuerte carga afec­tiva. En el capítulo 8 se incide en que la cólera y los sentimientos de humillación y de agravio están presentes en la mayor parte de los actos de agresión y constituyen los elementos básicos de la experiencia íntima que clesencadena la agresión. Contemplar estas aportaciones en la planificación de acciones dirigidas a la in­tervención secundaria y terciaria supone desarrollar programas que doten a los individuos de las habi I iclades necesarias para regular la ira (p. e., la relajación, el ejercicio físico, identificar los pensamientos que con­tribuyen a experimentar esta emoción y aprender a interrumpirlos), así corno desarrollar las habilidades ne­cesarias para canalizar el sentimiento de agravio y humillación. Finalmente, debería dotarse a las personas de las habilidades necesarias para gestionar los conflictos de forma eficaz y pacífica (aprender a identificar las propias emociones, definir las reparaciones o compensaciones que parecen adecuadas así como las es­trategias para satisfacerlas, y desarrollar habilidades para prevenir las situaciones de agravio y humillación).

Por último, la intervención terciaria será más eficaz si incorpora programas de intervención con las per­sonas que no controlan su ira, como son los programas de control de impulsos, de reestructuración cognitiva y de desarrollo de habilidades de afrontamiento pacíficas. Por su parte, las víctimas de agravios, humillacio­nes o agresiones físicas extremas requieren una intervención profesional especializada y, si fuera necesario, la intervención institucional que garantice que los agresores no reincidan en este tipo de comportamientos.

Estudio psicosocial del altruismo (Capítulo 7 sobre «Conducta de Ayuda, conducta Prosocial y Altruismo»)

En ocasiones, algún suceso que moviliza emociones de gran intensidad en la población impulsa desarrollos teóricos y de investigación. En los años 50 del pasado siglo apenas si se realizaban estudios sobre la conducta de ayuda y el altruismo. Fue un suceso que saltó a los medios de comunica­ción, y se instaló en ellos durante mucho tiempo, el que cambió esta situa­ción: el asesinato de una enfermera (1<itty Genovese) que regresaba de ma­drugada a su casa después del trabajo, y a la que ningún vecino ayudó a pesar de que muchos de ellos presenciaron la larga secuencia del asesinato desde sus ventanas. Esto convenció a los investigadores de la necesidad ur­gente de tratar de explicar la ausencia de ayuda. A partir de las investiga­ciones iniciales, se potenció la teoría y la investigación sobre este asunto.

Tecnología Social

Es una aportación que goza de gran aceptación entre algunos psicólogos sociales y se remonta al tra­bajo de Varela (1975), autor que la define de esta forma: «la actividad que permite diseñar soluciones

a los problemas sociales combinando hallazgos derivados de diferentes áreas de las ciencias sociales» (véase Nouvilas, 2007, p. 772).

Varela enfatiza la oposición entre tecnología social e investigación. La primera se centra en el pro­blema, la seguncla en conceptos y variables. En la tecnología social se busca un objetivo global y para ello el proceso de trabajo se encamina a conseguir síntesis de muchos conocimientos diferentes, mien­tras que la investigación se interesa más por el análisis y por aislar las relaciones entre variables. Otras diferencias de importancia son las siguientes: la tecnología social es pragmática y utiliza todas las teorías y hallazgos de investigación que considera que le pueden ser de utilidad, las combina según su apor­tación al problema a resolver y no se preocupa por generalizar los resultados de su trabajo sino, más bien, de que éstos sirvan para resolver el problema al que se enfrenta.

Dos ejemplos del planteamiento de Varela (1975) en el presente volumen son los siguientes:

Gestión de conflictos conjunta a través de la negociación o la mediación (Capítulo 6 sobre «Conflicto Interpersonal y su Gestión»)

Las estrategias de manejo de conflictos, más que de te­orías psicosociales o investigaciones de laboratorio, surgen de las observaciones realizadas en situaciones cotidianas. Aunque realicen aportaciones teóricas innovadoras o intro­duzcan nuevas técnicas de investigación, su interés funda­mental reside más bien en la capacidad que demuestran para resolver conflictos reales. Parten de conocimientos ya existentes en las teorías psicosociales sobre actitudes, rela­ciones positivas entre personas, atribuciones, entre otras muchas, siempre y cuando resulten útiles para resolver el problema concreto al que se enfrentan y no se preocupan por generalizar esa solución a otros problemas. Dan por

supuesto que en otras ocasiones el nuevo problema exigirá soluciones hechas a medida que habrá que bus­car en ese contexto. En otras palabras, una buena negociación o una buena mediación responderá siempre a una fórmula única que se acepta porque demuestra su eficacia en el lugar y momento en que se necesita.

Estrategias de adaptación a otros contextos culturales (Capítulo 2 sobre «El estudio de la Cultura en Psicología Social»)

La familiaridad con las pautas culturales es necesaria para evitar problemas en la interacción con per­sonas de otras culturas. A obtener esta familiaridad, ayudará el conocimiento generado por las investi­gaciones transculturales. Una interacción fluida con una persona de una cultura colectivista exigirá au­sencia de críticas, mientras que en una cultura individualista no habrá que esperar que las personas hagan muestra de una elevada expresividad emocional.

La Psicología Social Aplicable

Es la aportación de dos importantes autoras de Psicología Social, Mayo y La France (1980) y consta de tres elementos fundamentales que se relacionan entre sí de forma cíclica: la «calidad de vida», la «construcción del conocimiento» y la «utilización e intervención» (véase Nouvilas, 2007, p. 774).

En primer lugar, estas autoras prefieren hablar de «calidad de vida» en lugar de problemas sociales. Ello da un giro positivo a su aportación y permite una aproximación basada en la prevención.

En segundo lugar, con su concepto de «construcción del conocimiento» llaman la atención sobre la importancia que tiene para la Psicología Social la capacidad de predecir la conducta, para lo que es fun­damental tener en cuenta el contexto en el que ocurre. Ello permite la introducción de variables «ma­cro», es decir, estructurales y contextuales.

En tercer lugar, la «utilización e intervención» es el objetivo final del modelo. Es un proceso complejo que incluye, al menos, los siguientes elementos:

la comunicación entre los psicólogos sociales y las personas o grupos que solicitan o son el blan­co de la intervención,

el establecimiento de las relaciones adecuadas con esas personas o grupos, y

el cuándo y el cómo de la intervención.

Pero, sin duda, lo más interesante y atractivo del planteamiento de Mayo y LaFrance es su idea de que los tres elementos anteriores se relacionan entre sí de forma cíclica con la ayuda de los denominados «adaptadores». Así, se puede pasar de la calidad de vida a la construcción del conocimiento por medio de una actividad que estas autoras llaman de «formulación del problema y elección del método». De la construcción del conocimiento a la utilización-intervención se pasa con la ayuda del «análisis del sis­tema y la definición del rol», mientras el ciclo se cierra con el paso de la utiliza­ción-intervención a la calidad de vida por medio de la «interpretación y evalua­ción» (véase Nouvilas, 2007, p. 775).

En el presente volumen se pueden encontrar algunos ejemplos del enfoque de Mayo y LaFrance (1980).

«Proceso de Aculturación de la persona inmigrante» (Figura 5.2 del Capítulo 5)

Se trata de mejorar la calidad de vida de los inmigrantes y de adelantarse al problema que para ellos supondría vivir al margen o a espaldas de las normas, valores y conductas de la población mayoritaria. Para conseguirlo, hay que com­binar procesos de distinta naturaleza. Algunos de ellos son más bien individuales (como las creencias y las formas de pensar), mientras que otros son de naturaleza macrosocial (los que tienen que ver con el sistema social, el económico y el tecnológico). La aculturación vendrá dada por la combinación adecuada de estos procesos, tal como mues­tra la Figura 5.2.

Es claro también que en esa Figura se promueve la prevención, corno recomiendan Mayo y LaFrance, porque en lugar de esperar a que se presente el problema, se describen las relaciones que existen entre los procesos intervinientes en la aculturación y se señala cómo evitar que el problema llegue a produ­cirse.

«Influencia de la cultura sobre la solución de conflictos» (Capítulo 6)

Responde al planteamiento de estas autoras tener en cuenta los procesos macrosociales y contextua­les de los que depende en gran medida la calidad de vida.

Considérese lo que sucede en un equipo de trabajo en el que coinciden personas de dos culturas di­ferentes, una individualista y otra colectivista. Al intentar realizar conjuntamente una tarea, los indivi­dualistas tenderán a tomar la iniciativa y a controlar la interacción. Por su parte, los colectivistas les ce­clerán su tiempo de intervención como muestra de deferencia. Pero de esta forma no es probable que la tarea llegue a buen puerto, ya que el desequilibrio en la interacción dará lugar a desconfianza dentro del grupo. Unos, los individualistas, pensarán que la pasividad de los otros es producto de desinterés o incapacidad. Los colectivistas, en cambio, creerán que el monopolio del tiempo por parte de los indi­vidualistas refleja su carácter arrogante.

Por tanto, superar las barreras culturales en equipos corno el descrito es una importante dificultad. Hay que comenzar por convencer a los miembros de estos equipos de que la desconfianza mutua surge de la diferente procedencia cultural, no de diferencias de personalidad, conocimiento, dedicación o in­terés. Sólo sobre la base de este convencimiento será posible elaborar pautas de colaboración de carácter innovador capaces de superar las barreras culturales.

«Detección del sexismo ambivalente en adolescentes» (Capitulo 9 sobre «Psicología Social y Género»)

La prevención es un aspecto central del enfoque de la Psicología Social aplicable impulsado por Mayo y la France. En el caso del sexismo, la prevención se tra­duce en la detección de este prejuicio en los adoles­centes, bajo el supuesto de que un elevado grado de prejuicio en esas edades será un predictor fiable de un sexismo consolidado en la edad adulta.

Recio, Cuadrado y Ramos (2007), en su intento de detección de sexismo en adolescentes, parten del co­nocimiento generado por las investigaciones sobre se­xismo ambivalente, que mostraron la conexión del sexismo con el patriarcado, la existencia de dos tipos de sexismo, un hostil y otro benevolente, y el impacto de los dos tipos sobre la situación de la mujer.

Es un mérito de estas autoras haber demostrado que este enfoque de sexismo ambivalente no es idó­neo para la detección de sexismo en adolescentes y haber procedido a elaborar un nuevo instrumento adaptado a este objetivo. Se trata de una clara ilustración del adaptador «formulación del problema y elección del método» que sirve como transición entre la «mejora de la calidad de vida» y la «construc­ción del conocimiento». Véase Cuadro 1.1.

Cuadro 1.1. El cuestionario para la detección de sexismo en adolescentes como adaptador
«formulación del problema y elección del método»

r7 ELEMENTO

ELEMENTO DEL MODELO        DEL MODELO

Mejora de la calidad de vida: Prevención para evitar fa consolidación del sexismo Formulación del problema: Detección de sexismo en adolescentesElección del método: Creación de la escala DSA Construcción del conocimiento: Descubrir los aspectos cruciales del sexismo en adolescentes

«Comparaciones emic y etic sobre culturas» (Capítulo 2 sobre «El estudio de la Cultura en Psicología Social»)

Los intentos de mejorar las relaciones entre culturas, habituales, por ejemplo, en la integración de los inmigrantes en la sociedad de acogida, o en la formación de equipos de trabajo compuestos por per­sonas de culturas diferentes, exigen instrumentos desarrollados en la propia cultura. Sería un error pensar que los instrumentos desarrollados en una cultura van a servir para realizar estudios en culturas nota­blemente diferentes. Es lo que se conoce corno «clic impuesto».

En el modelo de Mayo y la France (1980), esto constituye un ejemplo de elección de método.

OBJETIVOS ‘N’ ÁREAS PROFESI:ONA:ES DEL 7        SOCIAL

Al ser la interacción permanente persona-medio un presupuesto de partida del trabajo social, el objetivo general de éste es el estudio de las relaciones que establecen las personas en su contexto social, especialmente en los grupos y las instituciones sociales, para pasar luego a realizar las posteriores intervenciones necesarias para que tales relaciones sean satisfactorias. Ese objetivo general se desglosa en cuatro más especificas:

Contribuir a disminuir la desigualdad e injusticia social y facilitar la integración social de los gru­pos de personas marginadas.

Promover el aprendizaje de destrezas a personas, grupos, organizaciones y comunidades para que se enfrenten a su marginación y a quien la provoca.

Mejorar el bienestar ), la capacidad para resolver problemas de las personas individuales, grupos, organizaciones y comunidades que lo necesiten.

Informar sobre las oportunidades y desarrollar las destrezas emocionales, intelectuales y sociales necesarias para poder aprovecharlas.

Estos objetivos se logran por medio de la intervención directa o indirecta del trabajador social. La pri­mera ocurre cuando existe contacto personal entre el profesional y la persona, familia o grupo. La se­gunda, cuando incluye actividades de análisis, planificación, evaluación, coordinación y supervisión.

Dado que las relaciones en las que están implicadas las personas son muy numerosas y de clistinta naturaleza, y que, además, tienen lugar en contextos muy diferentes, es de esperar que la actividad pro­fesional de los trabajadores sociales tenga que llevarse a cabo en diversas áreas y dentro de ámbitos dis­tintos, por ejemplo, en la administración pública, en las asociaciones no gubernamentales, en fundacio­nes, en federaciones, en organismos internacionales, en universidades y en otras muchas organizaciones sociales.

Se dice que el trabajador social realiza una labor «asis­tencial» cuando se preocupa por la detección y análisis de las necesidades sociales y por facilitar el acceso a los re­cursos a todos aquellos que lo necesitan. Su labor es de «prevención» cuando intenta anticiparse a la reproducción

de la marginalidad, la exclusión social, la pobreza y la vul­nerabilidacl social. También interviene en «promoción y educación» cuando ayuda a las personas y grupos sociales a hacer uso de las oportunidades que están a su alcance, en «mediación y arbitraje), en aquellas ocasiones en que intenta resolver conflictos que afectan a las familias y gru­pos sociales en 51_15 relaciones y en su entorno social. Otras labores importantes son las siguientes: «rehabilitación», lo que significa que se promueve el bienestar y la integración

social de las personas y colectivos que se encuentran en desventaja social; «planificación, análisis de pro­cesos sociales y necesidades y evaluación», que consiste en conocer y analizar los procesos sociales y las necesidades para diseñar y ejecutar planes, programas y proyectos sociales; «gerencia y administra­ción», lo que implica organizar, dirigir y coordinar los servicios sociales e «investigación y docencia»,

n      16 • PSICOLOGÍA SOCIAL

ya que se espera del trabajador social que aumente su co­nocimiento de la realidad social mediante la investiga­ción y que ponga dicho conocimiento a disposición de otros profesionales.

El ámbito más habitual de la labor profesional del tra­bajador social son los Servicios Sociales, pero no el úni­co. Están también el ámbito de la salud, la educación, justicia, empleo, urbanismo y empresa, medio ambiente, voluntariado, cultura y tiempo libre. En estos ámbitos, los trabajadores sociales deben realizar sus intervencio­nes de forma coordinada y complementando a otros pro­fesionales, como psicólogos y educadores sociales, así como a otros agentes sociales.

El Capítulo 10 sobre «Aproximación Psicosocial al estudio de la salud» es muy ilustrativo en este sen­tido. En él se reconoce explícitamente la labor del trabajador social en un área específica: la comunica­ción empática y afectiva, en la que existen numerosas posibilidades de actuación. Es claro que todas ellas se pueden potenciar con el conocimiento de la teoría, la investigación y la práctica psicosocial.

El papel del trabajador social en el establecimiento de pautas de salud y, en general, en la atención social a las personas en los contextos de salud puede ser muy activo, puesto que estos profesionales ofrecen apoyo no sólo a los usuarios sino también a la familia y al resto de los profesionales. Esto se aprecia de una manera clara en la actuación de los trabajadores sociales para la mejora del cumplimiento terapéutico.

Según el criterio de la naturaleza del proceso estudiado, los contenidos del manual se podrían agru­par en cuatro grandes categorías:

Procesos de naturaleza individual: Actitudes (Capítulo 3)

Procesos de naturaleza interpersonal: Conflicto I nterpersonal (Capítulo 6) , Conducta de Ayuda y Altruismo (Capítulo 7) y Agresión (Capítulo 8).

Procesos de naturaleza grupal: Procesos grupales y relaciones intergrupales (Capítulo 4) y Psico­logía Social del prejuicio (Capítulo 5)

Procesos macrosociales: El estudio de la Cultura (Capítulo 2) y Psicología Social y Género (Capítulo 9)

Ahora bien, el predominio de un cierto tipo de procesos en un capítulo no significa la exclusión ab­soluta del resto de procesos. Así, por ejemplo, el hecho de que el Capítulo 2 se centre en los procesos macrosociales de cultura no quiere decir que en ese capítulo se pasen por alto procesos de naturaleza individual, interpersonal o grupal. Y lo mismo sucede en el resto de los capítulos.

Como se ha mostrado en un apartado anterior, todos los procesos estudiados en el manual son sus­ceptibles de aplicación y, por lo tanto, útiles para el trabajador social. Las cuatro formas de aplicación de la Psicología Social (investigación-acción, tríada teoría-investigación-práctica, la tecnología social y la Psicología Social aplicable) no dependen de la naturaleza del proceso estudiado.

Esto se ve con claridad en el Capítulo final, «Aproximación psicosocial al estudio de la salud», que presenta con detalle numerosos ejemplos de procesos de las cuatro categorías, tanto en la investigación como en la práctica.

Esto concuerda con la postura de varios autores que se han preocuparlo de analizar las relaciones entre Psicología y Trabajo Social. Así, Breakwell (1982) afirma que el recurso a estrategias psicosociales permite al trabajador social realizar diagnósticos de las situaciones y predecir qué tipo de decisiones to­mar y cuáles son las consecuencias que pueden derivarse de ello. Añade que la psicología realiza una importante contribución a la formación y al adiestramiento de los trabajadores sociales, como parte in­tegrante de su cualificación profesional, con lo que contribuye a su construcción del marco teórico y al ajuste de su perfil profesional a las demandas sociales.

Por su parte, Fernández y hondón (2003, p. 206) afirman que:

«la Psicología Social es la especialidad más aplicada al trabajo social por su marcado carácter operativo y social y por compartir muchos espacios comunes, algunos de ellos de suma importancia, como la optimi­zación de los recursos tanto personales o psicológicos como sociales, el desarrollo, la comunicación huma­na, las relaciones infra e intergrupales, el estudio de los elementos que configuran la construcción del mundo social (cognición, atribución, actitudes) y, en definitiva, la potenciación de las capacidades individuales, gru­pales y comunitarias como las estrategias metodológicas que fundamentan la acción social».

Es decir, estos autores se muestran de acuerdo con Breal(well y reconocen que la Psicología facilita, en buena medida, al Trabajo social la base teórica y conceptual para la intervención social, al tiempo que aprovecha los conocimientos teóricos desarrollados en torno a las actitudes y al análisis de com­portamientos. Concluyen que ello le permite realizar una mejor aproximación a su objeto de interven­ción y a los comportamientos de las personas.

Para Ares (1995), la aportación de la Psicología Social a la for­mación de los trabajadores sociales descansa en la utilidad prác­tica de sus conocimientos. La profesión de Trabajo Social tiene una importante implantación social en un proceso continuo de auto-redefinición. En el estuclio realizado por Conde (2003), con estudiantes universitarios de trabajo social sobre su rol profesio­nal, se pone de manifiesto una perspectiva del trabajador social como mediador; lejos de entenclerse como un simple gestor admi­nistrativo o informador consejero. Esta orientación concuerda con la idea de una profesión que ha de articular sus esfuerzos, recur­sos e informaciones para la resolución de problemas.

Junto a las razones anteriores, de naturaleza fundamentalmente intelectual, conviene señalar que el Libro Blanco del Título de Grado en Trabajo Social (véase ANECA, 2007), a la hora de destacar fas ca­racterísticas comunes de los programas de formación en su búsqueda del perfil formativo idóneo para el Trabajador Social, afirma que, además de una preparación teórica y práctica específica en trabajo social, es necesaria una formación básica en ciencias sociales aplicadas,

psicología y derecho.

Hay también razones históricas: para los propios trabajadores

sociales es claro que la Psicología ha tenido una gran influencia en

el Trabajo Social. De hecho, gran parte de los modelos de intervención usados en Trabajo Social proce­den de fa Psicología. Es la Psicología la que desde sus teorías ha proporcionado un marco conceptual y elementos para el análisis del comportamiento individual y social. Y dentro de la Psicología, es el análisis psicosocial de la realidad el que facilita el conocimiento previo de los procesos que están su­cediendo, para pasar a estudiar sus alteraciones y realizar las intervenciones que permitan un cambio hacia situaciones más favorables. En nuestro país, la materia de Psicología Social se ha cursado desde el comienzo de la formación de los trabajadores sociales.

«La reducción del conflicto intergrupal desde la Teoría de la Identidad Social», que se expone en el Capítulo 4, es un buen ejemplo de cómo la investigación psicosocial es capaz de generar estrategias que ayudan a mejorar una de las cuestiones que más preocupan en Trabajo Social: las relaciones entre los grupos. En esencia, se trata de influir sobre el proceso de categorización y de modificarlo. Hay tres for­mas fundamentales de hacerlo. Una de ellas consiste en dar relevancia a la individualidad de la persona: es la descategorización. Otra es hacer consciente a la persona de su pertenencia a un grupo supraorde­nado, es decir, que engloba tanto a su propio grupo como al grupo opuesto: es la recategorización. Y todavía, en muchas ocasiones, se puede hacer consciente a la persona de su pertenencia a los dos gru­pos: es la categorización cruzada. Esta última sólo puede darse cuando realmente existe esa pertenencia común.

tiene como misión intervenir sobre los problemas psicosocia les y que, como señala Conde (2003, p. 74) es «una de las profesiones de los servicios del bienestar orientada fundamentalmente a la intervención».

El trabajador social es un mediador para la resolución de los problemas psicosociales y combina la pers­pectiva de los problemas de los individuos con las estructuras y las políticas sociales (Ahearn, 1999). Este papel de mediador pone de relieve la irnportancia de las habilidades y de las competencias sociales que son necesarias para el desempeño de su rol profesional. De hecho, los estudiantes de Trabajo Social muestran una mayor sensibilidad social y más sentido crítico social que los estudiantes de otras carreras (Gorri, 2006).

Sánchez Vidal y Morales (2002, p. 17) definen la intervención social «corno una acción intencionada para cambiar una situación, que según ciertos criterios (necesidad, riesgo de conflicto o daño, depre­ciación ambiental, entre otros) se considera intolerable o suficientemente alejada de unas pautas ideales de funcionamiento y relación social (libertad, justicia social, sostenibilidad y similares) como para ne­cesitar corrección en una dirección marcada por unos objetivos». Hablamos de una acción intencionada en cuanto al agente que interviene, pero desde el sujeto/grupo objeto de la intervención no siempre es así, puesto que puede, efectivamente, corno señalan estos autores, haber pedido la ayuda o puede ha­berse producirlo de forma impositiva ante una determinada situación social que, según las normas y va­lores sociales, es identificada como un problema social.

El Bienestar Social

El motor que activa el proceso de la intervención social es la consecución del bienestar social. Ahora bien, cabe preguntarse qué es, en concreto, el «bienestar social». Se podría pensar, con razón, que es una medida objetiva del reparto de recursos so­ciales, pero no cabe olvidar su componente subjetivo que se relaciona con la calidad de vida.

Las medidas tradicionales del bienestar social configuran un cuadro complejo.

Se suele comenzar por el Bienestar Objetivo, que incluye, en primer lugar, el Producto Interior Bruto (PIB) per rápita, o cantidad de bienes y servicios útiles disponibles para una persona dentro de un país, medido a precios de mercado. Sobre él inciden varios factores, como:

La productividad, medida por el valor monetario de la cantidad de bienes y servicios que produce un trabajador en una hora.

La ratio de empleados por población o porcentaje de la población total que tiene un trabajo re­munerado.

El número de horas trabajadas por cada empleado al año.

2 0 • PSICOLOGÍA SOCIAL

Dentro del Bienestar Objetivo se suele incluir también el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide el bien­estar social a partir de tres elementos:La esperanza de vida al nacer (vida saludable).

La tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta

combinada de matriculación en educación prima‑

ria, secundaria y terciaria (nivel educativo).

El PIB per capita (nivel de vida digno).

El tercer elemento del Bienestar Objetivo es el Índice de Pobreza Humana (IPH), con el que se calcula el nivel de pobreza existente en un país. Comprende:

La probabilidad al nacer de no sobrevivir a los cuarenta años.

La tasa de adultos no alfabetizados.

La media entre la tasa de población sin acceso estable a una fuente de agua de calidad y la tasa de menores de edad con peso por debajo de la media.

El Bienestar Subjetivo se calcula a partir del porcentaje de personas que se consideran «felices» o «muy felices» menos el porcentaje de personas que se consideran «no muy felices» o «infelices». La en­cuesta mundial de valores de 1990 encontró una correlación entre el bienestar subjetivo y el PIB per cá­pita (r = 0.74) más elevada para niveles de renta baja (Inglehart, 2000).

También existen las llamadas «Escalas de bienestar». Se parte del supuesto de que el bienestar sub­jetivo es un constructo multidimensional que se refiere al grado de satisfacción de una persona en clis­tintos aspectos de la vida. Se han desarrollado diferentes escalas para llegar a establecer una medida. La última escala de bienestar psicológico adaptada en España es la versión de van Dierendoncl: (2004) de la escala propuesta por Carol Ryff, Psychological Well-Being Scale (PWBS; Díaz y cols., 2006).

Esta escala está compuesta por seis dimensiones:

auto-aceptación, el sentirse bien consigo mismo siendo consciente de sus propias limitaciones;

mantener relaciones positivas con otras personas, relaciones sociales estables, tener amigos en los que confiar;

autonomía, mantener la propia individualidad en diferentes contextos sociales, independencia y autoridad personal;

dominio del entorno, crear entornos favorables para satisfacer las necesidades personales;

propósito de vida, marcarse metas y objetivos que den sentido a su vida; crecimiento personal para llevar las propias potencialidades hasta el máximo.

1

PSICOLOGÍA SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL • 21

El Capítulo 10, «Aproximación psicosocial al estudio de la salud», hace hincapié en la estrecha re­lación entre el bienestar-calidad de vida y la salud, y alude tanto a los aspectos objetivos de esta última (por ejemplo, índices sobre trastornos concretos), como a sus aspectos subjetivos (la forma en que se vive y experimental.

Pasos de la intervención social

Se suele admitir que la intervención social consta de cinco pasos.

El primero es la «Identificación y definición del problema». En él se analizan los presupuestos teó­ricos sobre las necesidades y los comportamientos sociales. Estos presupuestos provienen de la Psico­logía Social, por lo que el trabajador social ha de poseer formación en esta disciplina. En esta fase tam­bién se ha de describir el contexto social e institucional en el que se va a desarrollar la intervención.

Es el momento de definir el problema con la mayor claridad y objetividad posible. Para ello se acon­seja acudir a diferentes canales de información y emplear las herramientas adecuadas a los agentes so­ciales de que se trate. En esta área también la Psicología Social aporta instrumentos muy útiles para la evaluación de las necesidades y de los problemas sociales.

El segundo paso es la «Búsqueda de soluciones». Sólo sobre la base de un genuino conocimiento de los hechos sociales en los que se pretende intervenir se puede plantear la búsqueda de una solución. 1-lay que distinguir entre los factores que generan el problema y los factores que los mantienen, para to­mar decisiones sobre el objeto de intervención.

Schneider, Gruman y Coutts (2005) resaltan las ventajas de que la solución del problema social se asiente sobre alguna teoría psicosocial. Por supuesto, como indican estos mismos autores, la primera al­ternativa será elegir una intervención que ya se haya mostrado eficaz ante la misma o parecida situación social. De ahí, la importancia del último paso de las intervenciones sociales: la evaluación de la inter­vención llevada a cabo.

El tercer paso es el «Diseño y planificación de la intervención», Exige la inclusión de los objetivos planteados, la especificación de las acciones a realizar por cada uno de los especialistas que intervienen y del contenido del programa de intervención. Es necesario también determinar los medios económicos, personales y materiales precisos para ejecutarlo.

En la intervención social en el siglo xxi, con una sociedad globalizada y plural, el aspecto relacional ha pasado a ser objetivo prioritario de las políticas sociales, y la autonomía el reto a alcanzar en la in­tervención (De la Red y Rueda, 2003).

El cuarto paso es ya la «Realización de la intervención», que consiste en poner en práctica las acti­vidades planificadas en el punto anterior.

El quinto paso es la «Evaluación de los resultados del programa». Se analizará si el programa tiene fundamentos teóricos contrastados y si se han obtenido los beneficios planificados: cumplimiento de ob­jetivos, utilidad social, impacto para los usuarios y satisfacción de los beneficiarios.

22 • PSICOLOGÍA SOCIAL

Funciones y áreas de la intervención social

Sánchez Vidal (1996) enumera cinco funciones fundamen­tales de la intervención social: prestación de servicios, desa­rrollo de recursos, prevención, reconstrucción social y cam­bio social. Cada una de ellas se puede llevar a cabo en áreas diferentes. Por ejemplo, la función de «prestación de servi­cios» se lleva a cabo en las áreas de salud, de educación y de Servicios Sociales, mientras que la de «reconstrucción social» abarca ias áreas de familias de acogida, grupos de apoyo o grupos primarios, corno la familia, el grupo de iguales o la comunidad. Un ejemplo puede aclarar estos conceptos.

Se trata de una intervención que se lleva a cabo con la po­blación inmigrante. Para empezar, es conveniente indicar que los ejes fundamentales de las políticas migratorias son tres:

políticas dirigidas a la buena integración de los inmigrantes,

políticas dirigidas a controlar los flujos migratorios desde el control de fronteras,

políticas dirigidas a promover en los países de origen un desarrollo económico que modere las ne­cesidades de emigrar.

Los elementos de integración de este colectivo (el primer eje) pueden ser tres:

Capacidad de desenvolvimiento autónomo en la sociedad de acogida.

Participación en igualdad de derechos y responsabilidades en todos los ámbitos de la vida social y ciudadana.

Reconocimiento de todas las personas y colectivos corno interlocutores y corresponsables en la construcción de una sociedad asequible para todos.

La integración social de los inmigrantes tiene como objetivo alcanzar el sentimiento de pertenencia a la comunidad receptora de los residentes extranjeros y de sus familias y contribuir de manera activa al crecimiento del país. La intervención necesaria para ello consta de las siguientes acciones:

Alcanzar el ejercicio pleno de los derechos: asistencia sanitaria, atención educativa específica para los alumnos inmigrantes, reagrupación de la familia y libertad religiosa.

Adquisición de la nacionalidad, mejorando y facilitando los procedimientos para dicha adquisi­ción.

Incorporación al mercado de trabajo en igualdad de condiciones que los españoles, facilitando itinerarios integrados de inserción.

Acogida y atención de extranjeros que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad a través de centros de estancia temporal y acogida en organizaciones no gubernamentales.

Actuación concertada para medidas de integración con Administraciones pú­blicas y organizaciones no gubernamentales.

Refuerzo de la estructura administrativa para atender las necesidades de tramitación de los inmigrantes mejorando la coordinación de los pro­cedi mientos.

o Lucha contra el racismo y la xenofobia a través de campañas forma­tivas y fomentando los valores de igualdad y respeto a las diferencias.

Los planes de intervención social con inmigrantes están encaminados a facilitar el proceso de integración a nivel personal y social en los campos la­boral, político y cultural, mediante prestaciones y programas de intervención dirigidos a ofrecer una atención global e integrada.

Pero junto a ello, es imprescindible erradicar de la sociedad de acogida toda forma de discrimina­ción. Para ello, se desarrollan programas en servicios sociales, sanidad, educación, vivienda, formación y empleo, atención jurídica, cultura, sensibilización y cooperación al desarrollo, junto con el apoyo imprescindible de formación e investigación.

Por último, entre los indicadores de evaluación de la integración social de inmigrantes destacan los aspectos psicosociales: relaciones interpersonales, identidad personal, expectativas sociales, manejo de estereotipos, condicionamientos culturales, o adquisición de roles.

PSP-0Sr,

La vinculación psicosocial con los procesos macrosociales y estructurales fortalece la figura del tra­bajador social, sobre todo a la vista de la fuerte influencia de la perspectiva burocrática-asistencial tra­dicional, predominante todavía en las representaciones sociales de los trabajadores sociales (véase Bue­no y Pérez, 2000). La información recogida por Conde (2003) de los propios trabajadores sociales lo confirma: el carácter integrador interdisciplinar en la intervención social que le corresponde al trabajador sócial ocupa una posición secundaria respecto a la gestión administrativa.

Dado que el Trabajo Social es una profesión en desarrollo (Domínguez, 2000) sometida a continuos cambios de las demandas sociales (que son las que ponen en marcha la intervención social), la redefi­nición de los problemas sociales es continua (Lorenz, 2005) y se hace necesario el desarrollo de la in­vestigación sobre los programas de intervención social (Shaw, Arksey y Mullender„ 2006). Por eso, en España y otros países europeos la intervención social se centra en la integración de Inmigrantes y las si­tuaciones de maltrato (en la infancia, a las mujeres, a los ancianos), mientras que los países del conti­nente sudamericano el eje central de intervención es la pobreza y las variables psicosociales que la sus­tentan (Palomar y Lanzagorta, 2005). Véase el Cuadro 1.2.

24 • PSICOLOGÍA SOCIAL

Cuadro 1.2. Pobreza, recursos psicológicos y movilidad social en México

La pobreza es uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la sociedad mexicana. El desa­rrollo económico de este país se ha caracterizado por acentuadas desigualdades sectoriales y regio­nales, que se manifiestan en marginación del bienestar de una gran proporción de la población; profundas disparidades en infraestructura, servicios públicos, ingresos per capita, grados de escola­ridad y calificación laboral; excesiva concentración económica y poblacional en cuatro grandes zo­nas metropolitanas, un marcado centralismo económico, político y cultural, y un profundo deterioro ambiental.

La movilidad social se define como la transición del individuo de una posición social a otra de di­ferente rango y marca el grado de fluidez en la estratificación de clases. La mayor parte de los trabajos sobre movilidad social se han centrado en el estudio de variables económicas, pero la movilidad pue­de abordarse desde una perspectiva psicológica, atendiendo a los valores, actitudes y creencias de la clase social. Algunas de las variables psicosociales relacionadas con la movilidad social son:

Redes de apoyo social. Los individuos en condiciones de pobreza suelen pedir ayuda, ali­mentaria o económica, a las personas de su red social, lo que les permite enfrentarse en me­jores condiciones a su situación.

Depresión. Los individuos de bajos niveles socioeconómicos se culpan de su condición y se deprimen más, lo que inhibe su posible ascenso en la escala social.

Autoestima. El estrés económico tiene un efecto adverso sobre la autoestima y sobre las re­laciones familiares y afecta también a la autoestima de los niños y adolescentes de la familia. Por el contrario, una alta autoestima facilita la adquisición de estrategias de movilidad ascen­dente y ayuda a la persona a situarse en un grupo socialmente más elevado.

Internalidad. Los individuos de clase social baja que mantienen un alto sentido de control tie­nen más posibilidades de entrar en el proceso de movilidad social. Cuando se considera que el esfuerzo individual y la responsabilidad son vías útiles para alcanzar una mejor posición

social, se incrementa la movilidad con independencia de la clase social de pertenencia. 1

— Motivación para el logro. Los niños de familias con pocos recursos económicos desarrollan

sentimientos de fatalismo, indefensión, dependencia e inferioridad que influyen en una me­-               nor motivación para el logro y dificultan la movilidad social.

Afrontamiento del estrés. La pobreza promueve estrategias de afrontamiento del estrés pasi­vas, emocionales y evasivas.

Bienestar subjetivo. La pobreza está asociada con elevados índices de eventos amenazantes e incontrolables en la vida, que conducen a infelicidad y problemas sociales. Un ascenso en la escala social suele producir un mayor bienestar.

La investigación sobre la pobreza y la manera de combatirla ocupa un espacio relevante en la agen­da de los problemas sociales mundiales.

—                                                                    «-

Fuente: Palomar y Lanzagona (2005).

Un ejemplo diferente de una intervención social en España se presenta en el Cuadro siguiente.

Cuadro 1.3. Evaluación del riesgo psicosocial en familias usuarias
de servicios sociales municipales

. „

El maltrato infantil en la familia es un grave proble­ma a erradicar. Para ello se han creado recienternen­te equipos de intervención especializados en la de­tección y el tratamiento preventivo con familias en situación de riesgo psicosocial, dada la importancia de evaluar con precisión el grado de severidad del riesgo psicosocial que afecta al menor.

El punto de partida es la valoración caso por caso que realizan los técnicos de los servicios municipa­les para determinar la ocurrencia de una serie de indicadores de riesgo, que reflejan la situación fami­liar desde el punto de vista de su peligrosidad para el desarrollo del menor.

Se tienen en cuenta, por una parte,

los factores contextuales, como las redes de apoyo, la organización familiar e historia per­sonal y las características del padre/madre, y, por otra,

los factores próximos de riesgo, como la relación de pareja, las prácticas educativas de riesgo y los problemas de adaptación del hijo/a,

a fin de observar cómo se combinan para dar lugar a los diferentes perfiles de riesgo.

Se ha obtenido una gran concordancia entre la clasificación del nivel de riesgo realizada por los técnicos y la clasificación pronosticada mediante funciones discriminantes del cuestionario em­pleado. Los profesionales son sensibles a la acumulación de factores de riesgo y dan un peso im­portante tanto a los factores contextuales como a los próximos, especialmente a las consecuencias negativas que tienen estos últimos sobre los hijos.

Los resultados obtenidos revelan que un perfil de maltrato y violencia en las familias biparentales predice las consecuencias más negativas para la adaptación de los hijos. En las familias monopa­rentales los dos perfiles comprometen el desarrollo.

Este trabajo muestra cómo la colaboración de los profesionales puede aportar mejoras en la detec­ción de situaciones de riesgo y facilitar la toma de decisiones que realizan los profesionales que tra­bajan con familias.

Fuente: Rodriguez, Camacho, Rodrigo, Martín y Márquez (20116),

CONCLUSIONES

La Psicología Social realiza diferentes aportaciones al Trabajo Social desde los conocimientos generados en sus teorías, investigaciones y prácticas. Estos conocimientos se presentan ordenada­mente en los capítulos de este volumen. A partir de ellos se pueden realizar las intervenciones so­ciales que demanda la sociedad.

Existen, por tanto, numerosas bases para la colaboración entre Psicologia Social y Trabajo Social. El carácter aplicado de la primera encuentra en el segundo un terreno donde fructificar. Por su parte, el Trabajo Social puede contribuir en gran medida al progreso del conocimiento psicosocial,

: ya que se centra en los mismos procesos que preocupan centralmente a la Psicología Social.

LECTURAS RECOMENDADAS Y REFERENCIAS EN INTERNET

Bueno, J. R. y Pérez; J. V. (2000). Percepciones de los servicios sociales y representaciones de los trabajadores sociales. Cuadernos de Trabajo Social, 13, 53-74.

En este trabajo se presta atención a cómo perciben los trabajadores sociales su propio trabajo. Constituye una importante llamada de atención en el sentido de que estas percepciones vienen a ser un diagnóstico de la situación de la profesión en el momento de la publicación del trabajo.

Conde, J. A. (2003). El rol del trabajador social: consideraciones psicosociales para la innovación del rol. Cuadernos de Trabajo Social, 16, 73-91.

Este trabajo complementa el anterior, porque aquí se hacen una serie de planteamientos para analizar el rol del trabajador social con vistas a realizar sugerencias para su posible cambio.

Expósito, F. y Moya, M. (2005). Aplicando la Psicología Social. Madrid: Pirámide.

Esta obra es la referencia fundamental en castellano de la Psicología Social Aplicada. En ella se revisa el concepto de Psicología Social aplicada, se describen sus contenidos y áreas fundamentales y se proporciona una lista de los recursos con los que cuenta el psicólogo social para realizar apli­caciones.

Nouvilas, E. (2007). Psicología Social Aplicada. En J. F. Morales, M. Moya, E. Gaviria e I. Cuadrado (Coords.), Psicología Social, 3′ Edición (pp. 763-785). Madrid: McGraw-Hill.

Este capítulo informa de la situación actual de la Psicología Social Aplicada y ofrece una amplia discusión de sus principales contenidos, enfoques y métodos.

http://www.cop.es/perfiles/contenido/is.htm

A través de este enlace podrá acceder a un documento elaborado por el Colegio Oficial de Psi­cólogos de España (COP) en el que se abordan diferentes aspectos de la Psicología de la Interven­ción Social: desarrollo histórico, funciones, procedimientos, técnicas e instrumentos, o ámbitos de actuación, entre otros.

http://novella.mlille.com/sites/r11/free/8448156080/516223/Cap_Muest 8448156080.pdf

Este enlace corresponde al Capítulo 1 de un manual de Psicología Social publicado reciente­mente y destinado, sobre todo, a estudiantes de la Licenciatura de Psicología (Morales, J, F., Moya, M., Gaviria, E. y Cuadrado, I. (2007). Psicología Social (3′ ed.). Madrid: McGraw-Hill). A lo largo de este capítulo, los autores realizan un análisis de la disciplina, destacando la amplitud y comple­jidad de sus contenidos. Su lectura facilitará el acercamiento a otros procesos psicosociales no con­templados en el presente volumen.

28 • PSICOLOGÍA SOCIAL

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ahearn, F. (1999). Cien años de trabajo social en Estados Unidos. Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 15, 13-25.

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