SUEÑO DE LOS ESPEJOS

«Yo iba a un hotel con un hombre a solas, no sé, y era un hotel dudoso, de parejas, por horas, como ése de la vuelta de su casa. En la ventanilla de entrada, el conserje miraba muy fijamen¬te y la catalogaba a una. Había también gente respetable y parejas raras; uno era profesor, mis tíos, gente de mi familia… El conserje me preguntaba si yo pensaba que el hotel era ‘mersa’, y yo le decía que no, pero pensaba que era de parejas. Yo quería que vieran que yo era una persona bien. Después iba otra vez al hotel con compa¬ñeras. En la ventanilla había espejos y uno se veía, y entre los espejos se veía una fila de mujeres como si fueran telefonistas. En el espejo yo tenía el pelo corto como hace unos meses, que me quedaba mejor. Me parece que me lo voy a cortar de nuevo».
De este sueño, que fue importante en este período, tomaré sólo aquellos aspectos relacionados con los intentos de la paciente por conocer e integrar los distintos aspectos de su identidad (vínculos de integración espacial, temporal y social) .
El hotel era el análisis donde en cada hora hay otra pareja analista-paciente. Además, las distintas parejas son las que formaba conmigo por medio de sus distintos roles. Sentía que cada vez que venía yo la observaba fijamente para «catalogar» con qué rol venía y cuál sería entonces su relación conmigo, proyectando en mí su mirar escrutador, en función de su curiosidad y necesidad de control.
Pero uno de los aspectos más importantes del sueño corres¬pondía a su tentativa de discriminar entre las diversas figuras introyectadas, para conocer los diferentes aspectos de su identidad: las figuras respetables y las «raras», las no aceptadas, las extrañas para sí misma.
También vimos que el sueño en sus dos partes representaba dos momentos de su análisis. En la primera parte, ella llegaba al hotel-análisis, no sabía bien si sola o acompañada por una parte masculina que, habíamos visto, estaba incluida en su rodete-pene¬-pezón omnipotente.
En la segunda parte, en la misma ventanilla, en lugar de un conserje que la escruta y al que tiene que ocultar la verdad, hay espejos donde ella puede verse. El pecho-espejo devuelve la imagen, no la come como el pecho-vidrio.
Pero el espejo está aún fragmentado: son muchos espejos, ella es ella y muchas compañeras; yo soy muchas telefonistas. Pero las telefonistas están entre los espejos, tratando de comunicar unos con otros. Respondía a su necesidad de que yo tuviera una parte para reflejar cada parte de ella y, por otro lado, integrara sus distintos aspectos.
Cortarse el pelo implicaba la aceptación de la pérdida de la fantasía omnipotente de «ser» la pareja y verse más linda como mujer. Esto implicaba reconocer la existencia del otro sexo y su necesidad de él, situación que normalmente se elabora en la adolescencia (1) .

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