Un sueño. Los mecanismos intervinientes.

El mecanismo de proyectar sus tendencias, surge con claridad en este otro sueño: «Estaba con M (su novia) y en un momento dado se acercó y quiso besarme en la boca; sentí un pánico intenso y la rechacé con un gesto. Me pareció un bicho que quería prenderse de mí … como una sanguijuela … como si quisiera chupar la sangre …; la veía como algo voluptuoso pero que me despertaba temor». Asoció con una sobrinita suya que solía hacerle efusivas demostraciones de cariño y a veces en forma tan exagerada que no se desprendía de él. Recordó, luego, haber visto a su cuñada ama­mantando al bebé y le pareció que no debía mirar sus senos que lo excitaban e impresionaban. Al notar que hablaba con mucha dificultad, se lo señalé y me aclaró, entonces, que no podía emitir las palabras porque percibía un obstáculo en la boca, como una barrera, que impedía su salida; al mismo tiempo, tenía que realizar grandes esfuerzos para abrir la boca, porque sentía que un impulso extraño lo obligaba a mantenerla cerrada. Agregó en seguida que los objetos se distanciaban y que tanto él como las cosas que le ro­deaban e inclusive la situación en sí le parecían muy extrañas. Cuan­do aparecía el trastorno del lenguaje, que se repetía con cierta fre­cuencia, la emisión de la voz y la pronunciación de las palabras se le tornaban sumamente difíciles; no se trataba de un tartamudeo sino más bien de un silabeo; las palabras surgían entrecortadas y a veces con marcadas pausas entre una y otra letra.

Al cabo de unos minutos de haberle aparecido la sensación de extrañamiento, le señalé que estaba vinculado al contenido del sue­ño y expresaba su defensa frente al temor de sentirse una sangui­juela ante quienes quería acercarse afectivamente y que temía vivir esa situación conmigo; por eso había experimentado la dificultad para abrir la boca y el impulso de mantenerla cerrada. Quedó en si­lencio y por su actitud me di cuenta de que la sensación le persistía; me dijo entonces, con mayor dificultad para hablar que antes, que mi voz también le resultaba extraña y parecía provenir de la lejanía, y que no llegaba a comprender qué le decía. Reparé, esta vez con mayor atención, en el gran esfuerzo que realizaba para expresarse, y pude comprender más claramente que sus palabras no representaban sólo un medio para dar expresión al contenido de sus ideas (en este momento angustiantes) sino que representaban directa y concreta­mente esas mismas tendencias y los objetos ligados a ellas. La ba­rrera que percibía en su boca era el obstáculo que quería oponer a la emergencia de dichos impulsos. Las pausas entre las palabras, las sílabas entrecortadas y aun la separación entre las letras, se de­bían a la tentativa de aislar y separar los distintos núcleos de su yo, tal como ocurría en el mismo proceso de despersonalización, en que unos aspectos yoicos se desconectaban y perdían relación con los demás ante quienes aparecían como extraños. (También signifi­caba un esfuerzo para reintegrar su personalidad, una vez despo­jado de sus contenidos angustiantes.) Cuando completé la inter­pretación, agregando la significación de su dificultad para hablar, el fenómeno desapareció.

 

 

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