lenta, lo que caracteriza la acción trágica. La destrucción de las diferencias aparece de manera especialmente espectacular allí donde la distancia jerárquica y el respeto son, en principio, mayores, entre el padre y el hijo, por ejemplo. Esta escandalosa desaparición es manifiesta en Alcestes de Eurípides. El padre y el hijo se enfrentan en un debate trágico. Cada cual reprocha al otro que deje morir a la heroína sustrayéndose él mismo a la muerte. La simetría es perfecta. El corifeo la destaca con sus intervenciones, también simétricas; la primera pone fin a la requisitoria del hijo contra el padre: «Joven, estás hablando con tu padre. Deja de irritarle», y la segunda a la requisitoria del padre contra el hijo: «Ya se ha hablado demasiado. Deja, señor, de insultar a tu hijo.»
Sófocles, en Edipo rey, hace pronunciar a Edipo muchas palabras que revelan hasta qué punto es idéntico a su padre, en sus deseos, en sus sospechas, en las acciones que emprende. Si el héroe se lanza inconsideradamente a la investigación que ocasionará su pérdida, es porque reacciona de la misma manera que su padre a una misma advertencia: en algún lugar del reino se oculta un posible asesino, un hombre que desea ocupar el lugar del rey, reinando sobre el trono de Tebas y en la cama de Yocasta.
Si Edipo acaba por matar a Layos, fue Layos el primero en esforzarse por matarle, Layos el primero que alzó su brazo contra Edipo en la escena del parricidio. Estructuralmente, el parricidio se inscribe en un intercambio recíproco. Constituye una represalia en un universo de represalias.
En el seno del mito edípico tal como lo interpreta Sófocles, todas las relaciones masculinas son unas relaciones de violencia recíproca:
Layos, inspirado por el oráculo, aparta a Edipo violentamente, temeroso de que este hijo no ocupe su lugar en el trono de Tebas y en la cama de Yocasta.
Edipo, inspirado por el oráculo, aparta a Layos, y después violentamente a la esfinge, y ocupa su lugar, etc.
Edipo, inspirado por el oráculo, medita la pérdida de un hombre que tal vez piensa en ocupar su lugar…
Edipo, Creonte, Tiresias, inspirados por el oráculo, intentan eliminarse recíprocamente…
Todas estas violencias culminan en la desaparición de las diferencias, no sólo en la familia sino en la totalidad de la ciudad. El debate trágico
que opone Edipo a Tiresias nos muestra a dos grandes jefes espirituales enfrentados. Edipo, en su cólera, se esfuerza en «demistificar» a su rival, en demostrar que no es más que un falso profeta:
«Porque, dime, a ver, ¿en qué eres tú adivino cierto?: / ¿cómo es que, cuando la perra recitadora vino, / no hablabas algo que librara a los ciudadanos? / Y eso que la adivinanza no era de