La génesis de los mitos y de los rituales 110

que la víctima ritual jamás sustituye a tal o cual miembro de la comu­nidad o incluso directamente a la comunidad entera: sustituye siempre a la víctima propiciatoria. Como esta víctima sustituye a su vez a todos los miembros de la comunidad, la sustitución sacrificial desempeña perfecta­mente el papel que le hemos atribuído, protege a todos los miembros de la comunidad de sus respectivas violencias pero siempre a través de la víctima propiciatoria.

Escapamos con ello a cualquier sospecha de psicologismo y elimina­mos una seria objeción a nuestra teoría de la sustitución sacrificial. Si la totalidad de la comunidad no ha sido ya subsumida bajo una única cabe­za, la de la víctima propiciatoria, resultaría imposible atribuir a la susti­tución sacrificial el alcance que le hemos atribuido, y fundar el sacrificio como institución social.

La violencia original es única y espontánea. Los sacrificios rituales, por el contrario, son múltiples; se repiten hasta la saciedad. Todo lo que escapa a los hombres en la violencia fundadora, el lugar y la hora de la inmolación, la elección de la víctima, es determinado por los propios hom­bres en los sacrificios. La empresa ritual tiende a regular lo que escapa a toda regla; intenta realmente sacar de la violencia fundadora una especie de técnica del apaciguamiento catártico. La virtud menor del sacrificio ri­tual no constituye necesariamente una imperfección. El rito está llamado a funcionar al margen de los períodos de crisis aguda; desempeña un papel que, como hemos visto, no es curativo, sino preventivo. Si fuera más «eficaz» de lo que es, esto es, si no eligiera sus víctimas en unas cate­gorías sacrificables, generalmente exteriores a la comunidad, si también él eligiera, al igual que la violencia fundadora, un miembro de esta co­munidad, perdería toda su eficacia, provocaría lo que tiene por función impedir: una recaída en la crisis sacrificial. El sacrificio está tan adaptado a su función normal como el homicidio colectivo a su función a un tiempo anormal y normativa. Hay todos los motivos para suponer que la catarsis menor del sacrificio deriva de la catarsis mayor definida por el homicidio colectivo.

El sacrificio ritual está basado en una doble sustitución; la primera, la que jamás se percibe, es la sustitución de todos los miembros de la comu­nidad por un solo; se basa en el mecanismo de la víctima propiciatoria. La segunda, única exactamente ritual, se superpone a la primera; sustituye la víctima original por una víctima perteneciente a una categoría sacrificable. La víctima propiciatoria es interior a la comunidad, pero la víctima ritual es exterior, y es preciso que lo sea puesto que el mecanismo de la unani­midad no juega automáticamente en favor suyo.

¿Cómo se inserta la segunda sustitución sobre la primera? ¿Cómo la violencia fundadora consigue imprimir al rito una fuerza centrífuga? ¿Cómo llega a establecerse la técnica sacrificial? Son unas preguntas a las que intentaremos responder más adelante. Pero ya ahora, sin embargo, pode­mos reconocer el carácter básicamente mimético del sacrificio en relación

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